7. Se rindió. Punto para mí.

Valentina Ferrano ha ganado
esta vez.

Veo hondear la banderita blanca
a lo lejos.


   Abro los ojos despacio, le veo a mi lado. No llevaba camisa, así que el calor de su torso desnudo estaba cerca de mi piel. Me muevo un poco, yo llevo la misma ropa de anoche así que doy por hecho que no ha sucedido nada. Me quedo perdida en su rostro, era un hombre hermoso, y dentro de toda esa coraza quiero creer que hay algo más. Se mueve, y me asusto un poco ya que busca mi cuerpo y me aprieta contra él. Mi rostro se quedó muy cerca de su pecho, respirando su olor, sus manos no me soltaban, pero poco a poco su agarre se hacía menos fuerte. Subí una de mis manos, acaricié su piel por unos minutos.

   Recuerdo que anoche, cuando me acostó en la cama, pretendía irse. Agarré una de sus manos y le rogaba que se quedara. No le solté hasta que se acostó a mi lado con ropa y lo abracé. En la noche tuvo que haberse levantado para cambiarse.

   Sonrío, después de todo, el poco tiempo que hemos estado encima de la cama no hemos discutido. Salgo de su cama con cuidado, cierro bien las cortinas para que no entre ni una gota de luz hacia dentro, lo cubro bien con la manta y le dejo un beso en el cabello justo antes de irme. Le olía muy bien, ¡por dios, que hombre!

   Llegar a casa, meterme en la ducha y no poder sacarme de la cabeza aquel pequeño momento que me tomé para disfrutar de su tranquilidad. De no tener que escuchar su mal genio. Salí envuelta en la toalla, marqué el teléfono de la florería y le pedí a Nona que le dijera a Dante que lo esperaba en un café cerca para charlar un rato, y ella con su calidad voz me aseguró que se lo diría cuando saliera del baño. Le dicté la dirección, y con un beso al aire terminamos la llamada.

   Llegué y me encargué de elegir una mesa a las a fueras del sitio, pedí dos cafés, uno para esperarlo y otro para cuando llegara. Lo vi caminar. Llevaba puesto unos jeans claros, zapatos deportivos, un pulóver blanco debajo de una camisa de manga corta de color marrón. Traía unos lentes de sol que se los subió hacia el cabello cuando me vio. Traía una sonrisa hermosa a conjunto y en las manos una flor hermosa de color blanco. Se acercó, y me levanté a saludarlo, me ofreció la flor y sonreí sonrojada.

   Acompañándome con su café iniciamos la charla y desde el comienzo hasta el fin no dejábamos de reírnos. Siempre me he sentido cómoda a su lado, desde el primer instante.

— Bueno, apartando las bromas, ¿me dirás que fue esa decisión tan importante que tomaste?

— Me voy a casar pronto — estalla de la risa y casi me atraganto con el café ya que el rostro que ha puesto me parece gracioso.

— Joder, él si es rápido. No me dejó tiempo. — me quedé observándolo un poco confusa. — Yo que estaba convencido de que con la segunda cita quedarías lo suficientemente encantada como para pedirme que me casara contigo.

   Sonrío.

— ¿Yo? ¿Pedir matrimonio?

— Sí, sería sexy, ¿no lo crees?

— Pensándolo bien, creo que sería mucho más sexy la luna de miel. La ropa interior de encaje blanca te quedaría perfecta.

   Explotamos de la risa una vez más, estar con él siempre era así. Casi nos echan del sitio en donde estábamos, en par de ocasiones notamos miraditas raras de parte de otros clientes incluso del personal que nos atendía. Es que éramos muy felices juntos. Así nos pasamos toda la tarde hasta justo a las seis con treinta minutos que el taxi me dejó a las a fuera de mi casa.

   Me quedé observando la entrada, y el vino que llevaba en las venas me motivó para irme hacia la pequeña playa que estaba cerca. Dejé mis pies desnudos al tocar la arena, se sentía muy bien. El sol comenzaba a esconderse y rompía el cielo con un tono naranja hermoso. Me quedé de pie observando el mar en la orilla donde mis pies eran mojados por el mar. Me parecía tan grande, tan alejado de todo. Cerré los ojos y respiré profundo. Era todo tan incierto en mi vida en este instante que me daba pavor, pero por este momento sentía paz.

— ¿Valentina? — escuché su voz. Abrí los ojos despacio.

   Vestía ropa deportiva, se quitaba los audífonos dejándolos colgados en su cuello, me observaba y yo por otra parte solo analizaba cada espacio de su piel. Llevaba un poco de sudor por su cuello y se le marcaba el abdomen ya que su camiseta la llevaba pegada al cuerpo por el sudor. Desde aquí pude percibir su olor. Yo probablemente estuviera embriagada, pero me parecía mucho más guapo que en otras ocasiones. Alessandro Rinaldi, siempre lucía bien, pero ahora, justo ahora, estaba para follárselo cuatro veces seguidas sin darle tiempo ni a descansar. Ups, mente pervertida. Culpo al alcohol.

— Alessandro.. — no puedo dejar de sonreírle un poco.

— ¿Has bebido otra vez?

— Por favor, no pienso darte explicaciones.

  Le di la espalda y di dos pasos, pero su voz volvió a detenerme.

— ¿Si te ves con alguien más por qué quieres casarte conmigo?

  Me giré hacia él algo enfadada.

— Ni yo misma sé porque lo hago, cuando verdaderamente lo paso tan genial con su compañía. Tal vez vea esa parte de ti que no conoces ni tú.. — se queda observándome sin decir nada, como si cada palabra le hubiese dado directo en el pecho. — O tal vez soy una total idiota.

   No dice ni una palabra, solo me observaba.

— Que tenga buena noche, señor Rinaldi.

— Ya he hablado con un abogado para nuestro acuerdo. Es de total confianza, así que no debes preocuparte. — no me observaba mientras que yo si lo hacía. — En unos días estará listo todo, así que necesito que si tienes algún termino que quieras puntualizar me lo hagas saber.

— Ya dejamos todo claro la última vez que hablamos.

   Esta vez sí me observa, y profundo.

— Valentina, hagámoslo bien, por favor. —en su tono de voz se percibía un poco de preocupación. — Solo piénsalo, y me haces saber.

   No hablamos nada más. Di la espalda y me marché, solo me costaron diez pasos para voltearme y darme cuenta que se ha quedado unos minutos mirando el mar con las manos en sus caderas como si estuviera esperando una solución algo más sencilla para todo esto. Le vi irse por la misma dirección por la que había venido hacia mí, pero esta vez despacio, solo caminaba con la mirada perdida en el suelo.

   Dos días.

   Dos días sin tener noticias de él después de lo de la playa. Me encontraba mirando el cielo de la habitación, pero en verdad estaba dentro de mis pensamientos. Le había dado ya cientos de vueltas a nuestro tema.... ¿nuestro? Sí, nuestro casamiento. Porque aún no me creía del todo que me iba a casar con alguien como Alessandro. Bueno, no le echemos toda la culpa por ser un hombre con el carácter más insoportable que conozco, y que lo que tiene de mal genio lo tenía de guapo multiplicado por cuatro. No podemos dejar pasar su cuerpo, aunque su horrible carácter lo arruina todo.

   Estiro el brazo hacia la cómoda de al lado de mi cama, y sin encender la lámpara agarro mi teléfono para mirar la hora. Dos con treinta minutos de la madrugada. No puedo conciliar el sueño. Se me hace imposible y su recuerdo regresa a mi mente cada vez que cierro los ojos.

   En la tarde de ayer le vi entrar a mi casa desde la ventana de mi habitación, cuando caí en cuenta de que habían pasado veinte minutos sin que me llamaran a la habitación, entendí que era una visita solo de negocios y al bajar a buscar algo para beber, como excusa clásica de que no tenía ni idea de que lo había visto antes, mi madre me comentó que se había marchado hacía ya diez minutos. Ni siquiera pude cruzar ni un saludo, ni verle el rostro a menos de un metro. Me quedé por unos segundos con una sensación extraña en el cuerpo. Como si mi cuerpo quisiera tenerle cerca al menos por unos minutos. En estos últimos días habíamos tenido conversaciones muy confusas.

   Resoplo. Cierro los ojos evitando nuevamente acordarme se esa sensación. Intento fallido. Me vienen recuerdos de su rostro dormido junto a mi cuerpo. Joder, parecía otra persona. Incluso pude sentir que, por un segundo, quería quedarme siempre. Quedarme en aquel instante tan tranquilo.

   Escuché mi teléfono sonar, y sin abrir los ojos, con aquel recuerdo pausado, sintiendo aquella misma sensación que no quería borrar, contesté la llamada colocándola en mi oído. Por unos segundos no pude escuchar nada. No tenía ni la mínima idea de quien llamaba.

— ¿Duermes? — mi piel reaccionó a su voz. Alessandro Rinaldi me hablaba desde el teléfono y abro los ojos como plato asombrada. Me aseguro de que es él quien llamaba. Joder, si es. — Sí, soy yo.

   Le escucho nuevamente y me reincorporo en la cama sentándome, cruzo los pies debajo de las sábanas un poco nerviosa.

— No podía dormir. — respondo algo confusa y muy nerviosa. Me ha cogido de imprevisto fantaseando con el recuerdo de su rostro.

— Ya somos dos. — escucho una risa suave desde el otro lado del teléfono. — Solo te llamaba para comentarte que el abogado ha llamado.

— ¿Y qué hace un abogado trabajando hasta esta hora? ¿Acaso lo tienes amenazado? — bromeo un poco mientras jugaba distraída con las sábanas.

— No, es un buen hombre. Creo que nunca tendría que amenazarle. — me sigue la broma y le escucho reír un poco. No lo hace muy seguido.

    El silencio se hizo paso entre nosotros, y cuando estaba lista para decir otra estupidez para escucharle reír, comenzó a hablar.

— Tiene nuestro acuerdo listo, quiere que nos reunamos mañana en su oficina antes de la hora de almuerzo.

— Vale, envíame la dirección y ahí estaré. — le respondo.

— No, te pasaré a buscar una hora antes. Estate lista —ordena.

— ¿Siempre eres así de mandón? — respondo cortante con el ceño fruncido.

— ¿Siempre eres así de caprichosa?

   Responde auto seguido a mi pregunta y tengo la ligera impresión de que sonríe por lo que me contagio un poco. Nos dimos tres segundos. Tres segundos de silencio para no querer terminar la llamada, pero sin saber que decirnos para no hacerlo.

— ¿Qué te impedía dormir? — le escucho decir en apenas un susurro.

— ¿Qué te hizo llamarme a esta hora y no en la mañana?

   Respondo rápidamente, dejándolo fuera de juego. Tragué saliva. Pude notar que todo se puso un poco tenso entre los dos quedando entre ambos un silencio incómodo. Supongo que ninguno responderá algo que para el otro es tan obvio, pero a la vez tan necesario.

— Que tenga buena noche, señorita Ferrano.

— Igual para usted, señor Rinaldi.

   Y esta vez sí terminamos la llamada, encontrándome a mi piel totalmente en reacción a su tono de voz casi susurrante.

   Toda la mañana eligiendo que ponerme para terminar decidiéndome por una blusa de manga larga de color blanco metida por dentro de una minifalda negra de satín, unos zapatos de tacón negros de tacón cuadrados no muy altos y un bolso a juego con la blusa. Me recogí el cabello en una coleta y me coloqué un lazo hermoso. Le esperaba en la entrada ya que me había enviado un mensaje haciéndome saber que estaba cerca. Estoy demasiado nerviosa.

— Buenos días, hermanita.. — me sorprende mi hermano a mis espaldas. Le sonrío. Se deja caer apoyado en la pared y se enciende un cigarrillo. Llevaba el torso desnudo y su chándal gris, sus tatuajes se dejaban ver y me quedé observando por un instante mi nombre tatuado justo en el pecho. Siempre me ha parecido hermoso, ya que son letras medianas y sencillas. — ¿Nerviosa? ¿Algo especial?

— No.... — ignoro su mirada y su risita de "sé que me estas mintiendo" — Solo espero a Alessandro.

— ¿Ya han arreglado sus diferencias?

— Estamos en proceso. Poco a poco. — sonrío observando como entraba su auto a nuestro jardín. — Se hace el difícil.

   Sonrío y le observo, mi hermano solo sonríe. Se acerca a mi lado y tomando de su cigarro ambos observamos a Alessandro detenerse.

— ¿Sabes por qué no me he negado a la decisión de tu casamiento? — le observo, él solo está observando a Alessandro mientras soltaba el humo de su cigarrillo. — Porque sé que te cuidará mucho mejor de lo que yo pudiera hacerlo. Incluso... — me toma la mirada por un instante. — sé que no le importaría morir por protegerte.

   Trago saliva y siento una sensación de vacío en el pecho. Eso no sucederá, ¿cierto? Observo a Alessandro que hablaba con alguien por el teléfono a las a fuera de su auto. Quiero convencerme de que eso no sucederá. No puedo ni siquiera imaginar que por mi culpa le suceda algo.

— Diviértete, hermanita. — me sonríe colocando su mano en mi espalda y yo trato de que no se dé cuenta de mi preocupación. — Y si te lo pone muy difícil, recuérdale que eres una Ferrano.

   Me guiña un ojo junto con una sonrisa. Nos despedimos con un beso en cada mejilla y luego selló la despedida con un beso en la frente y un "estás hermosa" en un susurro. Bajo las escaleras despacio intentando no recordar lo que me ha dicho, pero es algo imposible. Le observo justo en frente de mis ojos. Iba de traje. Me sonreía sutilmente y me pareció algo nervioso. Alessandro nervioso, eso era algo nuevo. Me tranquiliza que no sea yo la única.

   El camino hacia el lugar se me hizo largo, mis manos sudaban y no podía concentrarme en algo más que en lo que me había dicho mi hermano hace unos minutos. Solo lo observo una vez y veo que tiene tenso los hombros, supongo que para él todo esto también sea complicado.

   Al llegar al lugar subimos hacia la oficina del abogado y pronto nos pusimos a leer el contrato luego de un cordial saludo. Así que nos acomodamos sentados por separados en muebles justo delante de un escritorio. El abogado era un señor con cabellos grises y unos ojos azules brillantes, se bajó un poco los lentes por su nariz y nos dedicó una mirada a ambos preguntándonos si estábamos listos, cosa que aceptamos los dos.

— Como primer punto de este acuerdo prenupcial, el señor Rinaldi estipula que la propiedad donde se realizará el acuerdo principal de este contrato, irá por su cuenta...— levanto la mano interrumpiendo. El señor me observa.

— Me niego... — Alessandro me lanza una mirada de enojo. — ¿Cómo pretendes que nos crean si no dejas que yo también participe en esto?

— Eso podemos arreglarlo, la decoración de la casa es toda tuya. ¿Te parece bien? — me observa con tranquilidad.

— Toda la remodelación irá por mi cuenta, después de todo tendré que vivir ahí y quiero estar cómoda. — declaro.

   El abogado observa a Alessandro por unos segundos después de escribir algo en una agenda negra, esperando que dijera algo, pero como no lo hizo siguió leyendo.

— Como segundo acuerdo, el señor Rinaldi estipula que queda prohibido la visita de desconocidos, ex parejas o personas con las que se mantuvieron relaciones tanto amorosas como sexuales en el pasado a la propiedad, sin el consentimiento de ambas partes. La visita será solamente para amigos y familiares, por seguridad de ambas partes. — el señor vuelve a observarme por encima de sus lentes. — ¿está de acuerdo, señorita Ferrano?

— Sí, acepto en su totalidad.

   No me detengo a pensar, ya que es lo más cuerdo que ha dicho desde que le conozco. No me apetece encontrarme en las mañanas a uno de sus ligues de paso en ropa interior bebiendo algo en la cocina. Para nada.

— En temas de divorcio... — salgo de mis pensamientos al escuchar la palabra divorcio. — el señor Rinaldi dicta que cuando la señorita Ferrano se encuentre en peligro o esté interesada en otra persona sentimentalmente, el señor estará en la obligación de pedir el divorcio.

   Me quedo un poco confundida. ¿Por qué soy la única que tiene derecho a encontrar a una persona? Él también puede estar en peligro.

— No estoy de acuerdo. — le observo y veo que sostiene con fuerza el asiento. — Es lo más absurdo que has puesto en este contrato. Yo... — Me interrumpe colocándose de pie.

— Puede dejarnos unos minutos a solas, por favor.

   Le escucho decir al abogado tratando de aguantar su enfado. El señor se colocó de pie y con paso calmado abandonó la habitación, Alessandro le siguió para asegurarse de cerrar bien la puerta y yo me levanté de mi asiento, me apoyé al escritorio mientras veía que mirando al suelo se masajeaba el cuero cabelludo intentando calmarse. Como la atmosfera de la habitación se encuentra tensa, me aventuro a plantear por qué he decidido negarme.

— Me he negado porque pienso totalmente diferente a lo que has planteado y creo... — le escucho hablar.

— Puedes dejar de comportarte como una niña inmadura. — lo suelta en apenas un susurro y se gira poco a poco.

— Cuando dejes de pretender que todo hay que hacerlo a tu manera, entonces podremos entendernos. — se remueve el cabello alterado, lo escucho protestar y se pasa las manos por el rostro, así que sigo con mi discurso. — No te das cuenta que todo lo que has planteado en ese contrato es egoísta. ¿Por qué razón soy yo la única que tengo la oportunidad de conocer a alguien más? No te has parado a pensar que también puede sucederte a ti.

— Valentina, por favor, eso no sucederá.

— No lo sabes, es algo inevitable. ¿No has pensado que tú también puedes estar en peligro por mi culpa y yo también desearía alejarme de ti para cuidarte?

— No necesito que me cuiden. — suelta con una actitud fría y tirante.

— Pero, ¿por qué? ¿Por qué no darse la oportunidad de que verdaderamente te quieran? ¿Qué hay de malo en eso?

— ¡Porque no! — alza la voz de tal manera que me asusto un poco. Se acerca hacia donde estoy. — ¡Porque no quiero! ¡Acepta lo que te digo por una maldita vez y firma ese contrato!

   Estaba tan cerca que le agarré de la camisa con mis dos manos y de un tirón lo acerqué a mi cuerpo, quedando su rostro muy cerca del mío. Sus ojos me observaban con asombro. Apenas podíamos movernos sin rozarnos. Era una distancia tan corta que su respiración podía chocar con la mía. Su perfume me llegaba muy de cerca. Mi enfado no me permitía en este momento desviarme y derretirme por solo tenerle así, pero sé que está algo impresionado.

— Vuelves a alzar la voz y te juro que te golpearé tan fuerte que no te reconocerán en casa. — me tomo un instante para respirar de lo furiosa que estoy y le observo directo a los ojos. — Esto es lo que hay, así soy y eso solo te da la oportunidad de tener dos opciones. La primera, remodelar los términos en el contrato, haciendo que ambas partes estén satisfechas, o, la segunda, negarte al casamiento y hacer de nuestras vidas un puto infierno. ¿Tú decides?

   Le suelto. Se queda en el mismo sitio, observándome directo a los ojos. Seguía en sus pensamientos. Observó por un minuto, muy largo, mis labios. Tragué en seco, esta vez la nerviosa soy yo. ¿Qué hace? Siento ganas de besarle, y no sé porque siento que desea hacerlo también. Protesta en susurros alejándose hacia la puerta. Antes de abrir le escucho maldecir otra vez entre dientes. Se toma un tiempo para tranquilizarse, mientras, tomo asiento y deja entrar al abogado justo después.

   Ha sacadobanderita blanca

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