5. No coquetees conmigo.

Quien menos te imaginas
puede salvarte el día.

Y la vida.

Me levanté temprano, me quedé un rato bajo las sábanas. ¿Estará verdaderamente enfermo su padre? ¿Por qué aquella tarde en su casa estaba tan enfadado? Me borro un poco su recuerdo de mi memoria y bajo hacia el comedor, me encuentro a mi madre. Le dejo un beso en su cabello y agarrando una tostada le pregunto por los hombres de esta casa, normalmente no salen tan temprano si no ocurriera algo demasiado importante.

- Han ido a visitar al señor Rinaldi... - me quedo observándola. - Ha sufrido una recaída, pero el doctor ya dijo que está fuera de peligro.

Me quedo pensativa, ¿habrá recaído porque me he negado al casamiento? ¿Alessandro estará bien? ¿Habré provocado todo esto?

- Valentina... - observo a mi madre que llama mi atención. - Iré después del desayuno, ¿te parece bien acompañarme?

- Sí, solo adelántate, iré a por unas cosas antes.

Me levanté de la mesa, agarré una manzana y me marché a mi habitación. Cambié mi ropa, colocándome unos shorts, una camiseta blanca, una camisa de hilo por encima y unas sandalias a juego. Me coloqué los lentes oscuros antes de montar en el auto, observé como mi madre salía de la casa y aceleré. Me alejé de la propiedad. Conduje hasta la plaza, dejé el auto aparcado, caminé hacia aquella florería que tanto me había gustado. Aunque era aún muy temprano percibí que estaba abierta la puerta y me aventuré a entrar. Comencé a observar todo con cuidado.

- ¡Eh, intrusa, acaso no vez el cartel de la entrada! Aún no abrimos. - me ha tomado por sorpresa la voz de un chico que venía desde atrás de un estante.

- Estoy buscan... - lo veo aparecer. - Busco a una señora de estatura mediana, creo que es la dueña.

- Sí, es mi abuela. - sus ojos no dejan de analizarme con una sonrisa. Yo hacía los mismo. -Puedes llamarla Nona, todos por la zona la llaman así.

Sigue sonriendo, es un chico muy guapo. Llevaba el cabello claro, sus ojos color avellana se escondían detrás de unos lentes y vestía una enguatada muy ligera color crema, unos jeans algo desgastados junto a un delantal negro por encima de la ropa. Llevaba las manos algo sucias de tierra, pero aun así me parecieron atractivas y delicadas. Sus pies se encontraban desnudos sobre el suelo lo que me hizo sonreír, es peculiar.

- Has regresado... - la pequeña anciana me estruja contra su pecho y me deja un beso en la frente cosa que me hizo sonreír ya que he tenido que bajar mi cabeza para que pudiera hacerlo. - ¿Has conocido ya a mi nieto?

- Sí, pero aún no nos hemos presentado. - le extiendo la mano - Valentina.

- Dante, un placer.

Agarra mi mano y con leve gesto agradeció mi saludo. Nona me dirigió hacia unas flores nuevas que habían llegado en la mañana, mientras Dante desapareció detrás de una puerta de cristal luego de dedicarme una mirada distraída.

- Dime que necesitas querida...- me observa y sigo un poco perdida entre las flores. - ¿Algo para perdonar? ¿Alguien se encuentra muy enfermo?

- Exacto, creo que alguien se puso muy enfermo por mi culpa y necesito remendar ese error.

- Querida, eres muy buena chica. Lo he visto en tus ojos desde el primer día que te vi entrar. Tu hai un gran cuore.

Sentí unas inmensas ganas de llorar. Mi vida era un completo desastre. Peleas. Asesinatos. Matrimonio no deseado. Obligaciones. Tengo ganas de huir. Pestañeo rápido para que no que se escaparan las lágrimas de mis ojos. Su mano se coloca en mi espalda y la observo a los ojos.

- Todo se solucionará. Passo dopo passo, dando tempo al tempo. - sonreí un poco triste.

Aquella hermosa señora me alegró de nuevo el día. Me hizo un arreglo de flores hermosísimo, mientras lo hacía disfruté de verla trabajar en silencio. Antes de irme Dante salió de su escondite, la Nona lo llamo para que nos despidiéramos. Nos acercamos, uniendo nuestras mejillas nos despedimos, antes de irme del local le beso las manos a La Nona, agradeciéndole todo lo que ha hecho por mí.

A penas treinta minutos me costó llegar a la propiedad de los Rinaldi. Entré, percibí los autos de mi familia en el parqueo del jardín, así que supuse que aún estuvieran ahí. Una chica me guio hasta la habitación donde estaban todos. El señor Leonardo Rinaldi se encontraba acostado en una gran cama mientras reía de algo que no pude escuchar. Todos lo hacían. Mis padres estaban en un hermoso sofá cerca, mi hermano y Gabriele se encontraban junto a la ventana mientras fumaban. La madre de Alessandro estaba sentada junto a la cama agarrándole la mano a su esposo. Todos prestaron atención a mi llegada, el señor Rinaldi me dedica una sonrisa, me acerco con las flores y su esposa las toma por mí con una gran sonrisa.

- Gracias por venir... - me susurra.

Me acerco al señor Rinaldi y tomo sus manos. Estoy temblando un poco.

- ¿Se encuentra bien?

- Si, querida. No tienes por qué preocuparte. - toma mis manos y las besa con cuidado. - Francesco, tienes una hija preciosa.

- ¿Ahora es que lo percibes? Cierto, tienes puestos los lentes. - contesta mi padre divertido.

- Querida, los años dejan huella.

Me dice por último a mi y reímos todos. Minutos después de una alegre conversación salí de la habitación buscando el cuarto de baño, bonita excusa para buscarle, me había parecido un tanto extraño no encontrarle junto a su padre.

Después de caminar por unos minutos, encuentro lo que estaba buscando y entro. Para mi sorpresa no lo encuentro dentro, era justo la misma habitación donde dormí aquella noche. Estaba completamente igual a como recuerdo haberla dejado justo antes de irme. Las sábanas, me asombra que solo esté desarreglada el lugar donde dormí.

- No ha dormido aquí... -me giro un poco asustada hacia detrás y veo a la Señora Rinaldi en la puerta. - Debe estar preparándose para la fiesta de gala que darán hoy en el Hotel de la Ville.

Sonreí, bajé la cabeza para ir rumbo a la puerta. Dios, como he podido meterme en una habitación sin antes preguntar.

- Valentina... - agarra mi mano delicadamente cuando pretendo pasar por su lado. - gracias.

Un nudo se coloca en la garganta. Veo que me sonríe con un poco de tristeza, se nota que está preocupada. Me abraza con lágrimas en los ojos. Trago en seco. Veo como Gabriele anda buscándome y al encontrarse con mis ojos se queda a una distancia justa para no arruinar el momento.

- Debo irme. No se preocupe, vendrá. Se lo aseguro. - le dije en apenas un susurro.

Me encaminé hacia Gabriele, y me comentó que nos esperaban para marcharnos a casa. Esa tarde no estuve tranquila. Caminé por toda la casa sin poder tranquilizarme. Esperaba la hora perfecta, Gabriele ya estaba listo en la entrada mientras se fumaba un cigarrillo y me le acerco con un hermoso vestido blanco de encajes y brillantes de la marca Valentino. El vestido podría ser perfectamente el más hermoso vestido de bodas que pudiera existir, pero a mí me ha gustado muchísimo cuando lo he comprado con mi madre aquel verano. Era discreto. Entallado al cuerpo. Con escote, mangas largas y hasta el suelo. Yo lo adorné con mi típico recogido, unos pendientes de diamantes blancos que me ha regalado mi hermano en mi cumpleaños pasado y un pequeño bolso de mano plateado. En mi rostro no pude disimular ni un poco aquella pequeña curita que mi hermano ha puesto para cubrir la herida de anoche.

- ¿Adónde vas tan arreglada? - me suelta Gabriele sin poder quitarme los ojos de encima.

Sé que le molesta la idea de que salga de fiesta con ellos, cuando normalmente hago lo contrario, las evito a toda costa, pero tenía que verle.

- Los acompañaré. Necesito distraerme un poco.

- Acaso esa distracción no tendrá nada que ver con Alessandro, porque te aclaro que podría estar acompañado. - suelta con un poco de molestia.

- ¿Te molesta la idea de que pueda verle o de que ya tenías planes con alguien más...y tenerme cerca de él te arruina la diversión? - le suelto enfada muy cerca de su rostro aumentando su furia.

Escucho pasos acercándose, pero no dejo de observarle a los ojos.

- Vaya, vaya hermanita, estás hermosa... - escucho a mi querido hermano. - ¿A dónde irás esta noche, mi querida doncella?

- A un lugar muy, pero que muy divertido...- me alejo de Gabriele, le sonrío y bajo las escalerillas caminando hacia los autos. - ¡Matteo, la notte non aspetta, caro! ¡Andiamo!

Le grito emocionada a mi hermano que rápidamente arrojando un grito de alegría me sigue. El último en entrar al auto es Gabriele, que arroja el cigarrillo al suelo justo antes de hacerlo. Matteo parquea el auto justo veinticinco minutos después a las a fuera del hotel. Gabriele abre mi puerta, mientras Matteo les ofrece las llaves al chico que aparca los coches. Entramos al lugar, nos llevábamos par de miradas, y una de ellas fue la de Alessandro que se encontraba con una chica muy coqueta. Después de saludar a varias personas conocidas sin dejar de perseguirme su mirada, mis dos queridos acompañantes se dirigieron hacia allí.

Mientras más se acercaba sentía que el calor aumentaba por todo mi cuerpo, la rubia no dejaba de estar encima de él comiéndole la oreja a susurros y a risitas, pero por otro lado sus ojos seguían pendientes a los míos. Como si hubiese visto algo que le causa mucha sorpresa. Luego de saludar a mi hermano y demostrarle con frialdad a Gabriele que no le agrada su presencia con un apretón de manos, me observa, le dejo un beso en la mejilla y siento un poco de calor al sentir su respiración un poco cerca de mi cuello un poco después de sentir la presión de una de sus manos en la parte baja de mi espalda.

- Me parece una noche mucho más divertida desde que te vi entrar por esa puerta... -suelta en oído en un tono muy provocador.

Trago con dificultad ya que se me ha secado un poco los labios. No me lo esperaba. Se aleja, y dejando su mano donde estaba me presenta a la rubia coqueta que no se encontraba para nada sonriente justo en este instante, y aunque, hubiese disfrutado ese triunfo, mi mente aún analizaba lo que había sucedido segundos antes.

Toda la noche Alessandro y Gabriele se la pasaron provocándose con miradas unidos a comentarios incitativos. Se odian, y sé que lo de susurrarme en la oreja forma parte de esa guerra que tienen entre ellos. Por cuestiones de negocios se ha marchado a gestionar varios temas con inversionistas. Respiro calmada junto a mi segunda copa de champán, nada de que quejarme. ¿Dónde se habrán metido? La música estaba animada, aunque era algo triste que las personas que se encontraban en este lugar fueran tan refinadas para notarlo. Creo que era la única persona entre más de las cien que se encontraban aquí, que disfrutaba de la melodía. Los chicos del catering no paraban de pasar de un lado a otro con sus bandejas llenas de bebidas y bocadillos. No se detenían, perfectamente uniformados. Uno de los chicos me pareció algo familiar, pero se me escapó de mi rango visual entre todo el gentío.

- ¿Me buscabas? - escuché su voz muy cerca de mí a mis espaldas.

- Ya quisieras ser el centro de mi atención, señor Rinaldi. - le solté, pero no dejaba de observarme con esa mirada suya tan... no podría explicarlo.

- Sabes algo... - se coloca justo delante de mi cuerpo. - se ve usted tan hermosa cuando me llama de esa forma.

- ¿Cuándo pondrás fin a todo ese juego?

- No logro entenderla, seño...- lo interrumpo y su sonrisa se borra de inmediato.

- No me tomes por tonta, Alessandro...- sigue observándome confuso. - Tus susurros. Tus coqueteos en mi oído. Tus miradas. Sé que todo es parte de esa guerra que tienes montada con Gabriele, y aunque no lo notes, los hace ver como par de adolescentes.

- ¿Estás segura que todo lo que te digo solamente es parte de un plan para darle celos a Gabriele? - suelta algo enfadado.

- Entonces, señor Rinaldi, ¿por qué otra razón podría ser yo el objetivo de sus coqueteos?

Sus ojos no dejaban de observar mis labios, y me acabo de dar cuenta que estamos tan cerca que quien nos observara desde a fuera podría pensar que estuviéramos a punto de besarnos, pero no es así, yo estoy muy enfadada y él estaba nervioso. Aún no podía creerlo, pero he dejado, por primera vez fuera de juego al gran señor de los coqueteos con doble sentido, Alessandro Rinaldi. Una a... varios puntos a su favor, pero aun así me siento orgullosa por esta victoria.

- ¿Los interrumpo? - se escucha la voz de Gabriele cerca de ambos.

- En lo absoluto, justo hablábamos sobre ti y esa manía que tienen para sacarme de quicio en ocasiones. - Gabriele desvió la mirada hacia el lado contrario de Alessandro, mientras este no dejaba de observarme enfadado. - Ahora que están juntos, podrían arreglar sus diferencias y así yo poder disfrutar un poco de la fiesta

Agarro la copa de champán la termino completa en mi boca tragando rápidamente. Observo a Alessandro que seguía enfadado, distingo a larga distancia al chico de la florería y se me ocurre que sea una buena excusa para ir a saludarle.

- Voy a saludar a un amigo... - me detengo al lado de Alessandro antes de marcharme por completo. - Tu y yo no hemos terminado de hablar.

Me acerqué. Se encontraba de espaldas. Pude percibir su olor a flores, era sutil, refrescante, no incomodaba.

- Perdona... - llame su atención. Me había acercado al grupo de ellos, estaban hablando entre ellos.

Se gira hacia mí. Se queda un poco asombrado al verme. No sabe cómo reaccionar ante la sorpresa.

- ¿Valentina? - sonrío emocionada. - ¿Qué haces aquí? Te ves tan...

Le abrazo fuerte antes de que pueda terminar la frase, creo que el champán me ha envalentonado, me sorprende cuando me devuelve el gesto estrechándome aún más contra su cuerpo. Nos soltamos con sonrisas en nuestros labios. Me alegraba tanto verle. Pude notar que Alessandro y Gabriele desviaban su mirada en varias ocasiones hacia donde estaba. Dante tenía que regresar al trabajo por lo que no pudimos seguir con nuestra conversación mucho más tiempo, así que nos despedimos minutos después. Me incorporé hacia donde se encontraba Gabriele, le sonreí esperando escuchar el paradero de Alessandro, pero no logré nada.

- ¿Otro para la colección de amigos? - me suelta terminando con su copa.

- Me agota tener que escuchar tus comentarios.

Me marché. Salí del lugar. Gabriele lograba incomodarme con sus actitudes. Respiro profundo, salgo al lobby del hotel y me encuentro con muchas personas rondando el lugar. Me acerco a recepción, pido una reservación y me piden que espere unos minutos. Observo el lugar, hasta que me detengo a las afueras del ascensor, donde vi a Alessandro abrazar a aquella rubia que le coqueteaba junto con una morena a su otro lado que le susurraba algo al oído. Pudo observarme, lo hizo, justo antes de cerrar las puertas del ascensor se quedó viéndome y yo no paraba de hacerlo.

Como pude pensar que podría hacer cambiar a alguien que es feliz de esa forma. Alguien que se ha pasado su vida entre bares, mujeres y alcohol. Que idiota soy. Las puertas del ascensor interrumpieron nuestro contacto visual. Enfadada me alejé. Salí a la calle intentando detener un taxi disponible, pero nada se detenía.

- ¿Puedo ayudarte? - me giro al escuchar la voz de Dante. Le sonrío. - Es de mala suerte desaprovechar un buen champan sin una buena compañía, ¿qué dices?

Sus ojos me sonreían debajo de aquellos lentes, me mostraba una botella de champan que agarraba con una de sus manos y en su rostro una expresión de que "Te haré feliz". Acepté, y sin decir ni una palabra lo percibió en mis ojos, porque cuando necesitamos que nos salven, que nos quieran o que simplemente se queden por un ratico para curarnos de un mal día se nos nota.

Como artede magia apareció un taxi disponible en cuanto extendió su mano. Tenía esafacilidad supongo. Abrimos la botella dentro del taxi, justo a medio camino aun destino que no sabía. Bajamos del vehículo un poco descolocados, y sin pararde reírnos, el conductor hasta bebió de la botella, casi por obligación,podemos llegar a ser insoportables, pero éramos buenas personas. Tomó mi mano,mientras pasábamos por las afuera de un restaurante corriendo a toda prisa mientraslas personas que esperaban nos observaban, nos detuvimos a las afuera de un bar-caféhermoso que tenía personas sentadas a las afuera en mesas pequeñas. Dejónuestras cosas en una de las mesas que se encontraba vacía. Me sonrió. Luego metomó por la cintura, me pegó a su cuerpo y bailamos una canción que sonabadesde dentro del local. El volumen de canción se elevó tanto que otras personassalieron del local para imitarnos, otras grababan la hazaña y otras soloadmiraban con sonrisas. Que puta locura, nunca pensé que me divertiría con unapersona que apenas conocía. Nos gritaban cuando se terminó la canción. Nosaplaudían. Se sentía que nos conocíamos desde hace mucho tiempo. Como si noshubiese esperado un poco la vida para conocernos hoy.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top