3. Cena en casa de los Rinaldi: algo no saldrá tan bien.
Instinto de supervivencia: al percatarnos de un peligro,
todas nuestras capacidades se activan y se concentran
en tomar decisiones rápidas para mantenernos con vida.
El día más esperado. "La cena en casa de los Rinaldi". Llegamos al lugar, una gran propiedad dada a su gran patrimonio, estaba sentada en la parte trasera del auto de mi hermano, cual él manejaba y Gabriele le acompañaba en el asiento del copiloto. Vestía un hermoso vestido color azul cielo que brillaba ya que era de satín. Llevaba el cabello perfectamente peinado, con unos pendientes de oro blanco que me regaló mi padre por mi cumpleaños número dieciocho. Los autos entraron despacio al lugar, en el auto de adelante iba mi madre, mi padre y dos guardaespaldas. Bajamos de los autos y una chica del servicio nos indicó el camino hacia el jardín trasero donde había una gran mesa adornada con flores blancas y todo el lugar estaba perfectamente iluminado.
Todos estaban presentes, pero mis ojos lo buscaban con cuidado, luego de par de minutos todos tomamos asiento en la mesa, levanté mi mirada y le vi aparecer. Tomó asiento al lado de su padre, justo tres sillas a mi derecha en la parte de enfrente. Los dos jefes de las familias se colocaron a ambos extremos, sus esposas en los asientos de su derecha y en la izquierda sus hijos mayores. Sus ojos se cruzaron con los míos justo una vez que percaté que me observaba, ignoró mi mirada cuando lo descubrí.
Después de varias bromas entre los jefes de la familia mi padre agarró su copa y comenzó a golpearla con uno de sus cubiertos llamando la atención de todos en el lugar. Se colocó de pies cuando todos le prestaron atención.
- Esta noche nos hemos reunido, la familia Rinaldi y la familia Ferrano en son de paz, y como sello de esta gran unión, hemos decidido que dos de nuestros hijos se unirán en santo matrimonio... - me acerco a mi hermano y me burlo un poco en su oído. Este solo me observa y sonríe. - mi hija, Valentina Ferrano Costantini... - me recorre un escalofrío por todo el cuerpo y observo asombrada a mi padre cuando menciona mi nombre. - y Alessandro Rinaldi Di Fiore.
Observo a Alessandro, me observa directo a los ojos y trago en seco. No puede ser. Todos aplauden, pero yo me quedo inmóvil. Desvío la mirada hacia mi padre que solo sonríe orgulloso y luego a mi madre, que también se encontraba con una gran sonrisa.
- Felicidades, hermanita... - me susurra mi hermano.
Escucho sonidos de botellas de champan abriéndose y todos festejando, felicitaban Alessandro que no dejaba de observarme. ¿Acaso todos sabían? Observo a Gabriele, se queda observándome, sé que lo sabía. Todos estaban al pendiente de esta decisión menos yo, incluso Alessandro, que seguía observándome. ¿Casada con un Rinaldi? No puede ser. Me levanto enfada de la mesa, todos se quedaron observándome y me alejo con pasos apresurados.
- Esto es una puta locura. - susurro enfadada.
Me pierdo entre todos los arbustos del jardín y encuentro una fuente un poco alejada. Tomo asiento, juego un poco con las manos metidas en el agua. Dejo escapar un suspiro. ¿Cómo podría casarme? Soy tan joven. Deseaba casarme por amor, por mi propio consentimiento, no que todos supieran menos yo.
- Valentina. - escucho la voz de Gabriele. - Te he estado buscando.
- Déjame sola.
- Por dios, Valentina, sabes que no puedo hablar. - me reprocha.
- Joder, soy yo. Me hubiese gustado al menos estar preparada. - me levanto enfada frente a su cuerpo. - Que me voy a casar con una persona que ni conozco. Joder, que no le amo. Que me han mentido, todo este numerito de la cena es un montaje. Todos lo sabían Gabriele, me lo has ocultado.
- Valentina... - se acerca a mi cuerpo, me agarra el rostro con las manos. -no te dejaré sola ni por un segundo. Te lo prometo.
Me observa directo a los ojos, estaba tan enfadada, tan vulnerable, algo suyo me hacía sentir protegida. Nos fuimos acercando y sucedió, justo ahora nos estábamos besando y siempre tuve la certeza que era el hombre perfecto, y lo es, pero no para mí. Terminamos el beso y nos quedamos viéndonos, yo estaba un poco confundida.
- Señorita Ferrano... - escucho la voz de Alessandro y la piel de mi cuerpo vuelve a reaccionar. Me alejo un poco de Gabriele y le observo. - Su padre la busca.
Los pies comienzan a temblarme, ¿qué he hecho? Lo veo irse con las manos metidas en sus bolsillos.
- ¿Qué hemos hecho Gabriele? -le observo con las manos en la cabeza. - Dios mío.
Gabriele comienza a reírse y ese gesto me enfurece.
- ¡Te ríes! - le grito enfurecida. - ¿Sabes lo que significa para mi padre esta unión? ¡Joder!
- Alessandro nunca se fijaría en ti, Valentina. - lo observo asombrada. - No le importará lo que ha visto.
- Explícame un poco, según tú no soy suficiente como para que un Rinaldi se fije en mí, ¿eso es lo que quieres decir?
- Valentina, a Alessandro Rinaldi le gustan las mujeres atrevidas, sueltas de cuerpo. Mujeres de verdad.
Lo volví a observar extrañado, ¿acaso no soy una mujer de verdad?
- Mujeres con las que follar fácil. Alessandro Rinaldi nunca te amará, Valentina.
- Creo que es mejor que guardes silencio, Gabriele.
- Valentina... - lo interrumpo.
- Mejor no me expliques más nada, ya entendí.
Me alejo, regreso a la mesa, ya se habían llevado todos los platos de la cena y vistieron la mesa con platillos repletos de dulces, queso, jamón, uvas, fresas, botellas de vino y de champán. Observo entre todas las botellas, no encentro vino rosado y me sirvo de champán. Bebí una copa entera de un golpe, y comienzo a servirme otra.
Me apoyo mi cuerpo a la mesa observando todo el lugar, le veo, Alessandro se encontraba alejado de toda la multitud, fumaba un cigarrillo con una de sus manos y la otra la llevaba aún metida en su bolsillo. Su mirada se encontraba perdida hacia un pequeño niño que correteaba por el jardín. Me quedé analizándole, llevaba un traje negro completo que le quedaba hermosísimo, pude presenciar algunos tatuajes en su mano y su muñeca izquierda. Medía aproximadamente metro ochenta o algo más. Llevaba unos ojos azules tan claros que me recordaba al mar en calma. Su cabello lo llevaba peinado hacia atrás y esa manía que tenía de fumar le daba un aire de romper ni un plato, y era todo lo contrario, por lo que había escuchado era uno de los mejores tiradores de la zona, incluso competía con mi hermano, que es el mejor que conozco.
Subo la mirada desde sus pies, recorriendo todo su cuerpo nuevamente y me encuentro con su mirada, fija en mí, como si le hubiese llamado. Me dedico unos segundos a tomarle la mirada, es hermoso. ¿Cómo podría gustarle a un Rinaldi alguien tan... tan niñata como yo? Yo, que solo me he acostado con dos hombres en mi vida en puros ataques de rebeldía, el primero escapé de casa y fui a la playa donde había una fiesta y otra, me escondí en la parte trasera del auto de mi hermano y terminé en un bar con el chico súper tierno que atendía la barra. Ambos chicos casi terminan con un balazo en la entrepierna, ya que mi hermano las dos veces me encontró justo terminado de vestirme. Fatal mi vida amorosa.
Percibo que desvía la mirada justo cuando Gabriele se acerca a mí.
- ¿Quieres dar un paseo por la playa cuando lleguemos a casa? - me suelta con una sonrisa.
- No lo sé, Gabriele, estoy un poco agotada. - quiero ir hacia donde se encontraba mi madre conversando con la señora Rinaldi y me toma ligeramente de la mano.
- ¿Aún sigues enojada?
- Creo que no es el lugar para hablarlo.
Me acerco a una chica uniformada, le pregunto dónde queda el baño y me alejo por donde me ha indicado. Encuentro el pasillo repleto de puertas, me pierdo un poco ya que no recuerdo lo último que me ha dicho. Veo una puerta blanca con un picaporte dorado hermoso y me animo abrirla, debe ser el baño.
- Es la puerta equivocada. -me giro, su voz grave, sensual y fría me ha tomado por sorpresa. Le veo con las manos dentro de sus bolsillos.
- ¿Siempre nos encontraremos así? - bromeo. Me observa extrañado. - Sí, justo cada vez que voy al baño.
- Es mi habitación. - dicta con tono seco y frío.
- Oh vale, solo bromeaba. - dije en un susurro apenada apartándome de la puerta.
Con pasos firmes se acercó a la puerta de su habitación. Tengo que decirle, no puede haber un malentendido entre nuestras familias de nuevo, y menos por mi culpa.
- Lo que has visto antes, solo fue... - me interrumpe abriendo la puerta de su habitación con llave.
- Derecha, al final del pasillo, cuarta puerta, ahí encontrarás el baño. - solo me quedé en silencio. - Que tenga buena noche, señorita Ferrano.
Alessandro desapareció tras entrar a la habitación, me quedo unos minutos observando la puerta y recuerdo que he arruinado mi vida por culpa de mi temperamento. Este sentimiento de rabia me carcome entera. Protesto en susurros. Recibo un mensaje de mi hermano avisando que ya nos marchábamos y me dirigí de regreso hacia el jardín. Me acerqué a los señores Rinaldi, el señor me dejó un beso en cada mejilla, y su esposa me dio la despedida con un abrazo y un beso en la mejilla derecha, justo al terminar el más pequeño de la familia se acercó a mi cuerpo para ofrecerme una pequeña florecilla acompañado de un beso en la mejilla y huyó corriendo hacia la casa. Es hermoso, tenía los ojos verdes oscuros y muy expresivos, no dejaba de reír y de su cabeza colgaban numerosos rizos rubios. Un muñeco.
- Es algo tímido. - comentó la señora Rinaldi, que lucía unos cuarenta y corto como si fuera muchísimo más joven. Sonrío.
- Encantada de conocerla, señora Rinaldi.
- El placer ha sido mío. - me sonríe y puedo notar que en sus mejillas se asoman dos hoyuelos.
Puedo escuchar una melodía de un piano que venía de la casa y me detengo a observar distraída hacia dentro en búsqueda de lo que producía tal canción. Es hermosa. Triste. Desolada. Melancólica.
- Es hermosa...- se me escapa en un susurro.
- Lo es...- noto su sonrisa y me ruborizo un poco por mi indiscreción. - Triste, ¿cierto? Tan triste que duele dentro. Te estremece cada parte del cuerpo. Te entra dentro y con cada nota va rompiendo tu alma.. - me quedo observándola por lo profundo que se escucha lo que ha dicho y cuando termina me sonríe.
Volvimos a comenzar a caminar hacia la salida.
- Tiene usted muy bonitos gustos musicales. - le digo.
- Que va... - se ríe un poco. - es mi hijo Alessandro, toca el piano desde pequeño. ¿Le gustaría escucharle algún día?
- Me encantaría.
Me emocioné. Alessandro Rinaldi tocaba el piano, vaya sorpresa. Algo bueno tenía que tener, además de su cuerpo, eso no se puede ignorar.
El camino de regreso estuvo tranquilo, Gabriele no dejaba de observarme, llevaba una sonrisa en los labios que me era imposible borrar, mi hermano conducía su auto, en los asientos traseros estaba Gabriele a la izquierda y yo en el otro extremo. Mi hermano no dejaba de observarnos por retrovisor.
- ¿Sucede algo entre ustedes dos? - suelta observándonos por el retrovisor. Gabriele no contestó y negué con la cabeza.
Mi querido hermanos solo se quedó en silencio y volvió a dedicarnos otra mirada extrañada. Regresa la mirada hacia la carretera, el auto de mi padre se había adelantado por lo que no lo veíamos en la carretera. Observo mi teléfono por una notificación.
Mensaje de Gabriele: "¿Vas a seguir molesta por Alessandro?"
Respuesta: "Acaso te dije que estoy molesta por eso. No me interesa gustarle a Alessandro Rinaldi"
Lo admito, me molesta, la actitud de Gabriele al decirme los gustos del "Señorito Rinaldi" me enfurece.
Mensaje de Gabriele: "Al parecer sí, has hablado con él camino al baño. Creo que ya has encontrado la excusa perfecta para verle a solas"
Dirijo la mirada hacia él. Estaba enfadada, se estaba comportando con un completo idiota.
- No te responderé a eso que has escrito. - le respondo directo a los ojos.
- ¿Es cierto entonces? ¡Lo sabía!
- ¡¿De qué hablas?! Si fuiste tú quien dijo que nunca podría gustarle. - le suelto enfada.
- ¡Es que es cierto! - dicta alterado.
- ¿Pueden calmarse? - suelta mi hermano mirándonos por el retrovisor.
En ese preciso momento cuando iba a explotar de rabia el carro frena en seco, hace un gran ruido y nos tambaleamos. Dirijo mi mirada hacia a fuera, puedo ver un auto negro que nos había interrumpido el paso. Se bajaron dos hombres armados.
- Quédate dentro. - me dice mi hermano volteándose hacia a mi, para luego abandonar el auto.
Gabriele cargaba su arma, y me observa un segundo para hablarme.
- No salgas del auto.
Obedecí. Trato de no dejar de observar hacia lo que sucedía a fuera. Mi hermano conversaba con uno de los hombres, y en cuestión de segundos le ha quitado el arma, lo tenía agarrado por el cuello y con un arma apuntándole a la cabeza. Su compañero le apuntaba a Gabriele. Con manos rápidas agarró debajo del asiento una de las armas de seguridad, la arranco con fuerza, la cargo y antes de salir del auto texteo un mensaje rápido y salgo del auto. Salgo por delante del auto, sorprendiendo al que tenía agarrado a mi hermano.
- Cariño... - llamo su atención. - creo que te equivocaste de persona.
Le apunto directo a la cabeza a una distancia favorable desde su izquierda, el otro chico comienza a ponerse nervioso. Mi hermano tiene la boca llena de sangre y reía como si estuviera loco, no me gusta verle así.
- Cuidado con mi hermana, la he enseñado bien. ¡Te amo hermanita! - me arroja un beso y le guiño un ojo.
Llega otro auto frente a nosotros, por donde mismo nos han bloqueado el camino, se bajan cinco hombres armados y uno de los hombres se acomoda la corbata y llevaba en la boca un caramelo con el que jugaba. Llevaba un traje blanco y el cabello largo con algunas canas le caía hacia atrás quedándose a mitad de su cuello. En sus dedos se podía percibir anillos vistosos de oro con diamantes y en su mano derecha un reloj de pulsera dorado.
- Matteo. Matteo. Moría por conocer a tu preciosa hermana. Es deslumbrante de verdad. - se comienza acercar.
- No te atrevas a tocarla. - le apunta Gabriele.
- Tranquilo, Gabriele, solo me estoy asegurando de que todo lo que has dicho anoche era cierto. - se acerca más a mi cuerpo y le apunto directo al pecho. - Sabía que eras hermosa, y es honor comprobarlo por mis propios ojos.
- Ni se te ocurra acercarte, o dispararé. - le digo con rabia y un poco de nervios.
- Me han dicho que eres un tanto... - se coloca el caramelo en la boca y me sonríe. - complicada.
Se sigue acercando, y es cuando separo el arma de su dirección y le disparo a uno de sus hombres en el muslo dirigiéndola nuevamente hacia su cabeza, justo directo en la cien.
- Ni se te ocurra dar un paso más. - le ordeno.
Comienza a reírse alejándose hacia mi hermano con las manos metidas en sus bolsillos, lo agarra del cabello justo cuando lo tiene enfrente y tira de él colocando su cabeza hacia atrás. Mi hermano ríe de esa forma tan extravagante que me asusta. De esa forma que me indica que está en un punto de locura cegado por la ira que lleva.
- Valentina... Valentina... - le sigo apuntando. - Es hermosa, ¿cierto? - le dice a mi hermano cerca de su rostro obligando a que me observe. - Y su carácter. ¡Es perfecta!
Grita con entusiasmo y acto seguido se escucha un disparo que le acompaña un grito desgarrador que sale de Matteo. Corro hacia él dejando el arma en el suelo, el hombre que tenía sostenido a mi hermano lo deja caer en el suelo y me apunta directo en la cabeza, tan cerca que siento el roce de mi piel con el arma. Me quedo inmóvil. Congelada. Pude observar un agujero en uno de sus zapatos por donde salía la sangre de su pie derecho descontrolada cuando doy un paso hacia atrás quedándome cerca de Gabriele.
- ¿Estás bien? - le dije a mi hermano que se sostenía cerca de la herida.
- ¿Qué crees? - mi hermano me sonríe con la boca aún llena de sangre.
Joder, le han disparado.
- ¿Qué está sucediendo Matteo? - le pido a mi hermano nerviosa.
Tiene que haber un motivo. Tengo que comprender el porqué de esta emboscada.
- ¿No le has dicho? - el hombre que jugaba con el caramelo le pregunta a mi hermano.
- Déjala en paz. Te pagaré. - le dice mi hermano desde el suelo.
El hombre explota de la risa lo que hace que mi cuerpo se llene de odio y me mueva intentando zafarme de los fuertes brazos de la bestia que me tiene sujeta.
- Obvio que lo harás.
Otro hombre se aparta de uno de sus autos y se acerca para intentar agarrarme, pero lo golpeo y después de un forcejeo que puso tensos a todos me coloca un cuchillo en el cuello haciendo que Gabriele dirija su arma hacia él. ¿Por qué ha dejado que me agarre? ¿Por qué no le ha disparado antes? Tiemblo al sentir el filo del cuchillo en mi piel. Me lleva hacia uno de sus autos, dejándome dentro encerrada y comencé a golpear fuertemente la puerta. Imposible salir. Se escucharon disparos y comienzo golpear mucho más duro la puerta y el cristal. Mi hermano y Gabriele están fuera, tengo que salir. Rápido se suben al auto dos hombres, al lado mío se sienta el mismo hombre corpulento que me ha subido antes y comienzo a golpearlo como loca mientras que el piloto manejaba a toda velocidad. El monstruo que llevo a mi lado me propicia un golpe tan fuerte que me parto el labio cuando choco contra la puerta y luego me coloca el arma apuntándome a la cabeza. Me limpio la sangre de la boca mirándole con rabia con un gesto mientras una de sus manos sujeta con fuerza mi cabello hacia atrás para verme el rostro.
- No vuelvas a mover o te vuelo la cabeza. - me susurra.
Me suelto de su agarre con un movimiento brusco sin dejar de observarle. Escucho que le dice al conductor que se apresure. El auto va demasiado rápido en línea recta lo que me indica que aún estamos en carretera. Veo que le sangra el brazo derecho, por lo que le pide vendas al conductor y comienzan a discutir, se inclina hacia adelante para agarrar algo y saco rápidamente el arma que tenía en la parte trasera de su pantalón. Forcejeamos. Todo sucede tan rápido cuando sin querer se me escapa un disparo y su cuerpo cae desplomado sobre mis piernas. Me recorre un escalofrío por todo el cuerpo dando comienzo a un ataque de pánico. El temor controla mi cerebro. No puede ser, niego lo que estoy viendo. He matado a un hombre. No puede ser cierto.
Arrojo su cuerpo hacia un lado del asiento cómo puedo, veo que tiene un disparo directo en el pecho y que sus ojos se quedaron congelados perfectamente abiertos, en una expresión de asombro. Lo he matado. Escucho que el hombre que manejaba me grita:
- ¡Lo has matado, maldita perra! ¡Lo has matado!
Comienzo a temblar, le apunto al chofer a la cabeza y le ordeno que pare el auto.
- Eres una puta loca, no pararé. - me dice acelerando el auto.
- ¡Que detengas el puto auto, joder!
Grito enfurecida y le golpeo con todas mis fuerzas la cabeza con el mango del arma, acto que lo hace frenar en seco y aguantarse la cabeza. Me aferro al arma y salgo apresurada. Comienzo a recorrer el camino de regreso con la esperanza de que en el algún momento pueda ver el auto de mi hermano llegar. Corro. Lo más que puedo. Tropiezo con mi vestido y caigo al suelo lastimándome las manos y las rodillas. Mi vestido se destruía aún más. Me volví a levantar y seguí corriendo hasta que me faltó el aire. Me detuve, observé hacia atrás y veía a lo lejos el auto aun quieto con las luces encendidas. Me deshago de mis zapatos de tacón. Mis manos, mis brazos y mi vestido estaban cubierto de sangre. De su sangre. Joder, lo he matado de verdad.
Escucho el sonido de las gomas del auto chillar contra el asfalto y me giro asustada, comienza a moverse hacia mi y le apunto con el poco valor que me queda. Es inútil correr y no puedo morir. Otro sudor frío recorre mi cuerpo antes de apretar el gatillo y vi el auto detenerse en seco. ¿Lo he matado? Se baja con un brazo ensangrentado, apuntándome con su arma y no dejo de apuntarle con la mía mientras los ojos se me llenaban de lágirmas.
- Eres una hija... - le disparo con manos temblorosas y se me escapan las lágrimas cuando le veo desplomarse en el suelo.
He matado a otro hombre. Un pitido aturde mis oídos y todo me comienza a dar vueltas cuando las luces de un auto alumbraron mi cuerpo desde atrás, pero seguía desorientada, solo observaba su cuerpo en el suelo sin vida. Escucho su voz un poco distorsionada, Alessandro Rinaldi interrumpió mi campo visual, me hablaba frente a mis ojos y no podía entenderle. Me aferro fuerte al arma. ¿Qué hace Alessandro Rinaldi aquí? Levanté la mirada del suelo, observo sus ojos, me pierdo en ellos. Con un gesto quiso secar la sangre de mi boca, pero di un paso hacia atrás.
- Por favor, llévame a casa. - le pido en un susurro.
Alessandro Rinaldi me seguía hacia su auto, enciende el motor girando la llave cuando me acomodé en el asiento trasero y acelera a toda velocidad. Nos alejábamos. Todo el camino sentía su mirada fija en mí, pero no me atrevía a mirarle por el retrovisor. No soy la mujer que alguien pudiera desear justo en este instante. Llevaba el cabello desordenado. Las lágrimas habían corrido todo mi maquillaje y se habían secado en mi rostro dejando huellas oscuras en mis mejillas. Tenía las manos ensangrentadas, al igual que el vestido. Llevaba el arma en las manos y la sujetaba bien fuerte, me aferré tan fuerte a ella que me lastimaba un poco. No quiero que me vea así, solo deseo encerrarme en mi habitación.
El auto se detuvo despacio, veo que fuera de mi casa se encuentra el auto de mi hermano donde le vi apoyado en él con uno de sus pies vendados. Gabriele le gritaba y discutían. Me enfurecí al verlos, me bajé del auto a toda prisa y me acerqué a Matteo con mucha rabia. Mi recibida fue abofetearle tan fuerte que vi ese brillo en los ojos cuando se enfurece y me sonrió diabólicamente como no me gusta. Odio verle así, pero se lo merecía.
- Yo también me alegro de que estés bien, hermanita.
- ¡Eres un completo inútil! ¿Sabes todo lo que tuve que pasar por tu culpa? Por meterte en esas mierdas. - se comienza a reír, le agarro el rostro con furia hundiéndole mis dedos en su mandíbula y me acerco apuntándole con un arma en el estómago. - Me gustaría dispararte ahora mismo... - vuelve a reírse. -Sabes que soy buena, tú mismo me enseñaste, puedo matarte de un solo disparo.
- Valentina, por favor suéltalo. - no le presto atención a lo que me dice Gabriele.
- Me vas a decir justo ahora porque ese hombre te pedía dinero o... -no puede terminar porque Gabriele me interrumpió con un grito.
- ¡Valentina, suéltalo de una puta vez!
Dejo a mi hermano apoyado contra el auto y me acerco hacia Gabriele enfurecida. Él también tiene parte de culpa en todo esto. ¿cómo se le ocurre hablarle de mí a un hombre como ese?
- Mientras el imbécil que está en el auto y tú... - lo empujo. - ayer se divertían, yo hoy tuve que matar a dos hombres para salvarme el culo. ¿Sabes lo que se siente que casi te atropellen? - volví a empujarlo. - ¿Sabes lo que se siente que te apunten con una pistola en la cabeza?
Lo empujé aún más fuerte, aprovecha para agarrarme de las muñecas y sacudirme.
- ¡Ya basta, joder! - me grita enfadado.
Nunca se había comportado de esa manera conmigo ni mucho menos me ha agredido jamás. No sé lo que le sucede y no pienso preguntárselo porque todo es su culpa. Me suelto de su agarre con un movimiento brusco.
- ¿Ya basta? - me río llena de odio y le doy una abofeteada. - ¿Por qué cojones no fueron a buscarme? ¡Podría haber muerto!
Estoy enojada. Con rabia. Por mi cuerpo corren millones de sentimientos. No suelto el arma y creo que ya lastima mi piel, pero eso me preocupará más tarde no ahora. Sé que se han equivocado en algo, por eso han permitido que ese hombre les disparara porque no quieren que padre se entere antes de resolverlo, pero no les perdono que no fueran a buscarme.
- Valentina, creo que es mejor que nos calmemos... - me habla Alessandro casi en un susurro y coloca su mano en mi hombro con delicadeza, pero no lo deseo.
No deseo a nadie ahora cerca de mí. No estoy bien. Le apunto justo directo en el rostro.
- No vuelvas a tocarme... - bajo el arma, me acerco a su rostro. Le observo directo a los ojos. Puedo sentir su olor. Mis labios casi pueden rosar con los suyos. - ¿Ahora sí le gusto, señor Rinaldi?
Le susurro perdida en su mirada, y él no dejaba de meterse en mis ojos. Me alejo dos pasos hacia atrás cuando su oscuridad se hace paso en mi cuerpo haciéndome sentir sensaciones raras bajo mi piel. Le dirijo la mirada a Gabriele y me río cegada de odio.
- ¿Así es como le gustaban las mujeres al señor Rinaldi? - le pregunto y éste se alborota el cabello.
Me río a carcajadas al ver cómo se enfurece mucho más pero no puede actuar. Alessandro se encendía un cigarrillo mientras me observaba con una sonrisita provocadora. Solté el arma en el suelo con toda la fuerza que pude y decido entrar a mi casa. Ya no quiero estar más frente a ellos.
- Valentina... - me llama mi hermano.
- Te odio.
Solo le dirigí la mirada unos segundos para responderle. Parecía arrepentido, pero de verdad le odiaba ahora mismo, con todo mi ser. No podía detener ese sentimiento mientras con paso firme caminaba por el jardín desorientada, pensativa, sin lograr borrar de mi cabeza todas las imágenes de lo que había sucedido. Voy hacia la parte trasera de mi casa, y por una ventana me cuelo dentro, camino por los pasillos del servicio hacia mi habitación. Me desnudo frente al espejo que adorna una parte de mi cuarto de baño, las luces se encontraban apagadas, pero aun así puedo ver el reflejo de mi cuerpo ensangrentado por la luz que entraba de las farolas del jardín trasero por las ventanas. Me meto en la bañera luego de encender el flujo de agua caliente, poco a poco el agua va cubriendo mi cuerpo hasta quedarme completamente sumergida, aguanto la respiración y salgo cuando no puedo más. Mi respiración estaba entrecortada y de mis ojos comenzaron a salir lágrimas silenciosas.
- He matado a dos hombres. - se me escapa un susurro.
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