2. Otra cosa que olvido.
Si me condenaran por olvidar algo, él cargaría con la culpa.
Un día antes de la famosa cena hemos decidido pasar la tarde en la playa mi madre y yo, dos de los hombres de mi padre nos vigilaban desde lejos sentados bajo la sombra de una sombrilla de playa. Mi madre es una mujer muy hermosa. Su cabello caoba natural relucía y brillaba. Para sus cincuenta y dos años se veía perfecta y aún rejuvenecida. En un instante salía del agua y me dejo caer a su lado en mi toalla. Ella leía un libro y baja sus lentes de sol para dedicarme una sonrisa.
- Está exquisita el agua madre, debería de entrar un rato. - me coloco los lentes de sol y le sonrío.
Se queda analizándome. Me acomodo y vuelvo a observarla.
- ¿Cuándo me contarás lo que hay entre Gabriele y tú? - la observo asombrada. - No lo puedes negar, todos nos hemos dado cuenta, solo el terco de tu padre lo ignora, pero sé que también lo percibe.
- No hay nada entre nosotros, madre. Solo hemos crecido juntos y compartimos cosas en común.
Mi madre acepta lo que le digo sin insistir. Es una persona gentil y callada, pero muy observadora.
- ¿Y qué te ha parecido el hijo de los Rinaldi Di Fiore? - me incorporo enfadada, oír su nombre me causa molestia, desagrado. - ¿Cómo era su nomb...
- Alessandro. Alessandro Rinaldi Di Fiore. - dije con desgana. - Le odio, madre. Es egocéntrico. Mal educado. Prepotente. Mandón. No consigo sentir otro sentimiento hacia él que no sea desagrado.
- Es guapo el chico. - lo observo algo asombrada. Para mí no lo era. - Me pareció un chico encantador. Compartimos varias palabras en el salón y me lo pareció completamente. Es muy divertido.
- Pues conmigo ha sido un total idiota. Al parecer no estamos hablando de la misma persona. -me dejo caer nuevamente en la toalla.
- Ambos hacen una bonita pareja.
- ¡Madre!
- Es cierto, tienen un carácter muy parecido
- Creo que iré a nadar un rato.
- ¿Te has sonrojado?
Mi madre explota de la risa y yo apresuro el paso para sumergirme en el agua. Relajo mi cuerpo. Me coloco bocas arriba y comienzo a flotar. Veo sus ojos. Los recuerdo perfectamente. Su voz. Su rostro. Sus expresiones y lo tan... no sé cómo explicar. Me enfurece solo pensar en él.
En la tarde hemos decidido ir a comer a un restaurante cerca de la playa, yo llevaba un vestido blanco y el cabello con algunas ondas naturales y mi madre llevaba un conjunto de dos piezas de hilo blanco. Hermosa. Le escucha sus historias de cuando conoció a mi padre. Era todo un galán el señor Ferrano.
A los pocos minutos llegaron todos nuestros hombres, el señor Ferrano, mi padre me dejo un beso en la frente y después de uno en los labios de mi madre, tomó asiento a su lado. Mi hermano, Matteo Ferrano Costantini, hermoso con sus ojos verdes y su porte de modelo, delgado, pero con músculos firmes. Adora las armas y la caza. Beso a mi madre en la cien y tomó asiento a mi lado izquierdo. Por último, Gabriele Conti Vitale, el hijo del mejor amigo de mi padre, quien todos llamamos tío, es como de la familia, justo ahora está de viajes de negocios por los Estados Unidos. Gabrielle es castaño, con barba de pocos días en el rostro siempre bien arreglada, lleva los ojos color avellana con tonos verdes. Pocas veces sonríe cuando está su padre, pero cuando estamos juntos siempre lo hace. Es amable y me cuida desde pequeña, tiene veinte siete años igual que mi hermano, siempre fuimos muy juntos desde pequeños. Me coloca la mano en la espalda, se inclina un poco y me deja en el oído en un susurro un "Sei bellissima oggi". Sonrío, toma asiento a mi lado derecho, me quedo un poco perdida en él. Está guapísimo hoy. Sonriente, adoro cuando sonríe. Observo a mi madre, que hace un gesto con sus ojos y coloco los ojos en blanco recordando lo que me ha dicho esta mañana en la playa. Ella sonríe.
Cenamos en familia, mis padres recordaban las grandiosas anécdotas de su juventud y de lo hermosa y peligrosa que llegaba a ser la querida señora Ferrano. Mi padre relataba orgulloso el trabajo que le costó enamorarla. Todos reíamos mientras compartíamos un buen vino.
- Oh, Alessandro... - escucho a mi padre y levanto la mirada. Los hombres de nuestra mesa se colocaron de pie y extendieron sus manos para saludarlo. Yo me quedé quieta.
- Un placer volver a verla, Señora Ferrano. - agarra la mano de mi madre y deja un beso en ella. Lo observo, mi madre automáticamente hace otro gesto hacia mí y los ojos de Alessandro se dirigieron hacia mí, unos segundos con frialdad. - Señorita Ferrano
- Señor Rinaldi.
No hubo saludos con las manos. No hubo beso en la mano para mí. Ni una sonrisa. Ni nada más. Conversó unas palabras con mi padre para luego marcharse hacia su mesa con varios hombres uniformados, una hermosa mujer rubia muy bien vestida y elegante, un pequeño niño y otra chica pelirroja que me observaba con curiosidad. ¿Será su novia? ¿Futura esposa talvez? ¿Prometida? Tendrá que soportar su horrible carácter. Pobre.
Lo observo con cuidado, toma asiento frente a mi mesa, solo mi hermano, Gabriele y yo podemos verle. Sus ojos no se dirigieron hacia donde estábamos ni un segundo. Mi madre no dejaba de dirigirme la mirada, y con cuidado la ignoraba, tiene bueno ojo para darse cuenta de las cosas rápidamente.
- ¿Estás bien? -me pregunta en un susurro Gabriele. Le sonrío indicándole que todo esta bien. - Creo que has vuelto locos a todos los hombres de alrededor. Te queda genial ese vestido...- lo observo sonriendo. - Algún día tendrás que prestármelo.
Los dos reímos de lo que ha soltado, consigo verle desde la otra mesa observándome con la mirada fría. Serio. Sin demostrar ninguna expresión. Directo a los ojos. Sin disimular. Sin importar que mi hermano y Gabriele puedan darse cuenta que lo hace. Le ignoro, pero su mirada no deja de ponerme nerviosa.
- Creo que has llamado la atención de uno de los Rinaldi, sorellina. - me susurra mi hermano con una sonrisa.
- Que va... - le digo observando a Alessandro que no deja de observarme.
Siguió observándome por veinte minutos más, hasta un punto de comenzar a provocar que mis manos sudaran. Las limpio con una servilleta debajo de la mesa. Maldita sea, porque me mira con tanta frialdad. ¿Cuál es el motivo de observándome tanto cuando me ha ignorado por completo cuando vino a saludar?
- Voy al baño. - sonrío a mis padres.
Los hombres de la mesa se colocaron de pie cuando me levanté como gesto de cortesía y Gabriele tomo mi mano con delicadeza. Se acercó a mi oído y preguntó si me encontraba indispuesta, le negué con la cabeza. ¿Cómo se podría explicar que un hombre puede lograr que mis manos sudasen tanto de los nervios al punto de tener que cambiar una servilleta? Me levanté con cuidado, con mi bolsa fui al baño luego de atravesar por el pasillo que daba hacia el mar. Entre al cuarto de baño, moje mis muñecas y un poco mi nuca. Me observé en el espejo, llevaba un poco de rubor en las mejillas y reí, percibí lo nerviosa que puedo llegar a estar con solo tenerle cerca. Me da tanta rabia que tuve que reírme de mi misma, del reflejo de mi cuerpo echo una gelatina solo porque le tengo a menos de dos metros de distancia. Respiro profundo y decido salir del cuarto de baño.
Me asombro un poco verle, llevaba los brazos apoyados a la baranda de madera. Fumaba. Comenzaba a hacer un poco más de aire que venía de la playa, mi vestido y mi cabello comenzaban a moverse sutilmente. Me refresca un poco. Paso por su lado, le ignoro. Escucho que se ríe y algo hierve dentro de mí. "Ignorable, Valentina", me repito pero no puedo conseguirlo.
- ¿Qué te causa tanta diversión? - le suelto girándome hacia él.
- Su rostro. Fue muy divertido observarle cuando me levanté y caminé directo hacia aquí. Tu novio no puede verme cerca. - le observo algo extrañada. - Es guapo, no lo puedo negar.
- Gabriele es solo un amigo.
- No te he pedido explicaciones.
- No te las he dado, solo aclaro tu comentario equívoco. - le recalco con firmeza.
Se acerca hacia a mí con exactamente cuatro pasos. Me quedo inmóvil. Sin poder realizar ningún gesto solo respirar.
- Sé cuándo un hombre está interesado en una mujer. Tengo buen ojo para eso. - me dice en apenas un susurro.
- ¿Y qué le ha hecho pensar eso?
- La forma en la que te mira. Como te habla. Los gestos que hace al hablarle. - no dejo de observar sus labios y él los míos. - ¿Acaso usted no se ha dado cuenta, señorita Valentina? ¿Acaso no se pone nerviosa cuando siente su presencia? ¿No le sudan las manos? ¿No le tiembla la voz de lo rápido que se le escapan las palabras? ¿No siente un cosquilleo en la entrepierna?
No puedo dejar de observar sus ojos. Su mirada recorre el camino entre mis pestañas y mis labios. Se me secan y los humedezco despacio. muerdo mi labio inferior con cuidado. Siento que el pecho se me agita y tengo la respiración entrecortada. Trago en seco. Agarro con fuerza mi bolso.
- Valentina... - me giro con cuidado al escuchar la voz de Gabriel a mis espaldas. Me sobresalto un poco. - ¿Todo bien?
- Si... - le respondo. Me giro nuevamente hacia Alessandro. - ¿Ya ha terminado, señor Rinaldi?
- No me ha respondido, señorita Ferrano. ¿Siente usted todo eso cuando le tiene cerca? - sonríe con malicia.
- Creo que mis sentimientos no son de su incumbencia, señor.
Da un paso hacia mi cuerpo, mi piel comienza a erizarse, mis muslos se contraen y me tiembla todo el cuerpo.
- Acaso, señorita Ferrano, puede seguir negándome que ignora que usted le interesa... - me pregunta en un tono de voz bajo y provocador. - No puedo evitar divertirme al ver su rostro, deseoso por saber qué es lo que hablamos con tanto misterio. Por cómo se retuerce por dentro por no poder venir y dispararme directo en la cien por acercarme a la mujer que tanto desea. Por el rostro que pone justo cada vez que percibe lo nerviosa que se pone cada vez que me tiene cerca suyo, le admito que es lo que más me divierte.
- Creo que está viendo cosas donde no existen. - me alejo para irme y una de sus manos me detiene.
Le observo. Se acerca a mi oído despacio.
- ¿Le he dicho que el traje de baño de esta mañana le queda igual de hermoso que ese vestido? - me quedo sin poder expresar absolutamente nada. Congelada. - Creo que es hora de marcharse, señorita Ferrano. Deja de ser divertido terminar con un disparo en la cabeza a esta hora de la tarde.
Trago saliva. Joder, Gabriele, le he olvidado por completo.
- Que pase una buena noche, señor Rinaldi. - sonríe y me marcho hacia Gabriele.
Me acerco, observaba a Alessandro con rostro serio sin expresión alguna y cuando dirigió la mirada hacia mí se relajó ofreciéndome una sonrisa. Me pregunta sutilmente que ha pasado y lo tranquilizo con un simple comentario.
- Me ha preguntado cómo ha ido mi día. Ya sabes, cosas sin importancia. ¿Nos vamos ya?
Gabriele coloca un mechón de mi cabello detrás de mi oreja derecha con delicadeza y me sonríe directo a los ojos. Quise regresarle el gesto como siempre solía hacerlo, pero aún estoy incómoda con la presencia de Alessandro. Gabriele coloca su mano en la parte baja de mi espalda para irnos y respiro profundo calmando mis palpitaciones.
- Señorita Ferrano... - escucho la voz de Alessandro desde atrás. Me giro, le veo en el mismo lugar donde le dejé y sin darme cuenta me había apartado del agarre sutil de Gabriele. - ¿Le espero mañana en la cena?
- Allí estaré, señor Rinaldi.
Trago saliva, otra cosa que había olvidado por completo. Con una sonrisa nerviosa le indico una respuesta afirmativa y veo en su rostro ese destello de vencedor junto a esa sonrisa pícara que haces que mi piel reaccione.
Rinaldi. Rinaldi...
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