15. Los días pasan volando, o eso quisiera.


El primer amor, a veces no es el correcto.

No podía parar de pensar en mi conversación con Dante, solo cinco días de lo sucedido y todos mis sentimientos están descontrolados, mi ánimo no me acompaña de muy buen humor y la verdad no me apetece ver ni hablar con nadie por más de dos minutos. Incluso mi madre, que es la persona con la que más suelo compartir, la he ignorado y evitado cada vez que me la encuentro.

He compartido estos días en correr en las tardes para no pensar demasiado y lograr que mi cuerpo se agote tanto que me ayude a encontrar una respuesta, algo que no he podido lograr. Paso la gran mayoría del día durmiendo, las noches son una verdadera tortura para mis dudas dejándolas fluir, haciendo que mi cabeza cree muchas más posibilidades sobre cual puede haber sido el motivo de lo sucedido.

He logrado compartir mi tiempo entre noches con auriculares meditando sobre el suelo de mi habitación y otras a salir a fumar a la piscina algún cigarrillo donde normalmente el sueño me agarra encima de una de las camillas hasta la mañana siguiente. El poco tiempo que me mantengo despierta con el sol brillando fuera suelo comer en mi habitación y trato de ignorar el contacto con Alessandro a toda costa. No puedo verle sin aún sentir ese sentimiento de que me ha traicionado. Sin sentir que me ha herido, aunque no esté totalmente segura.

En estos días, no han faltado sus visitas a mi casa, cual pude presenciarlas unas pocas veces por la ventana de mi habitación y otras, apenas me entero por algún comentario de mi madre cuando viene a ver si estoy comiendo bien en la noche, ya que suelo dormir todo el día por el mismo motivo, no verle.

Su primera llamada me ha sorprendido el martes después de medianoche y justo otra, el jueves a la misma hora cuando fumaba mi cigarrillo en la piscina. No le he contestado, pero creo que mi plan no ha funcionado del todo cuando justo ayer, mientras regresaba de mi habitual recorrido percibí sus autos salir de la propiedad.

Sin oportunidad de esconderme, pasó por mi lado y cuando pensaba que no se había percatado de mi presencia, pude escuchar los autos detenerse no muy lejos. No tardó nada en bajarse del auto, recuerdo que llevaba una camisa negra a juego con un pantalón del mismo color, incluso lo era igual su cabello, lucía un poco más oscuro. Sus ojos me observaban, preocupados por haberme alejado sin decir nada, sin cuestionar o si quiera pedirle que no se acercara. Por haber desaparecido completamente incluso de mi familia, pero yo no podía aún estar cerca de él.

Recuerdo que dio un paso hacia mí y se detuvo al instante de verme retroceder. Aún no me siento preparada, y sé que falta poco para la boda, me lo ha repetido mi madre incansables veces en los pocos minutos que nos hemos dedicado estos días, y, aun así, para mí no estaba preparada.

¿Cómo podía casarme con alguien al que mis dudas acusan de traición? ¿Cómo podría aceptar vivir mi vida entera con él si todavía no sé si me ha sido leal?

Me acerco al salón principal vestida con ropa deportiva, me coloco mis auriculares aún sin música y camino en dirección a la puerta principal cuando me interrumpe la dulce voz de mi madre.

— Cariño...— dirijo la mirada en busca de su voz. La veo sentada en el sofá junto a la señora Rinaldi. — Tienes visita.

Me detengo, mis pulmones reclaman mucho más aire mientras corro por la orilla de la playa de regreso a mi casa y mi mente no deja de estar torturándome con la visita de la señora Rinaldi. No podía sacar de mi boca ese sabor de "Eres una cobarde", mi cuerpo lo sentía por todos lados. Me había alejados de todos solo porque me sentía incapaz de poder con toda la presión que suponía esta unión, y aún me da pánico solo de pensar que mi familia y su familia pueden salir lastimadas si esto sale mal. Aún no consigo entender que es precisamente lo que dedo hacer para que todo salga bien.

Comienzo a respirar profundo para calmar mi respiración. "Una vez más", me digo a mi misma. "Confía una vez más", me susurra mi subconsciente. Después de todo una Ferrano no se rinde tan fácilmente. Tal vez estoy juzgando a Alessandro por algo que no hizo como mismo hice con Dante.

Levanto la mirada hacia mi casa, se presenciaba a lo lejos, sobre la colina entre los árboles, y era hermosa. Si ya había aceptado este acuerdo, no podía echar todo hacia atrás. Saco de mi bolsillo la tarjeta que me ha dado Gemma antes de marcharse, es la invitación para la prueba de mi vestido dentro de cinco días, el próximo jueves a las 11:00 am. Mi madre y ella se presenciaban tan ansiosas, que se les partiría el corazón si esto no sucediera. Recuerdo la condición del señor Rinaldi, y que algún día podría tener mi padre. Como Matteo me ha recordado que ya era hora de madurar y comportarme como lo que soy, una Ferrano.

Vuelvo a observar mi nombre completo grabado en la cartulina en un tono dorado, coloco mis dedos encima acariciando despacio cada letra.

Joder, supongo que sí, después de todo pronto habrá boda.

Luego de cenar, una vez más en mi habitación, no podía conciliar el sueño así que justo ahora mis pies abandonaban el calor de mi casa rumbo hacia la piscina, con mi vieja caja de cigarrillos y mi nuevo mechero lila. Llevo un pijama de dos piezas, la blusa es de tirantes muy finos hacía notar mis pezones endurecidos por la brisa así que me cubrí por encima con una pequeña manta. Tomé asiento en mi camilla de siempre al llegar, la segunda a mi izquierda, por tener la vista perfecta hacia el árbol que continuaba del otro lado de la piscina y justo donde podía observar un poco del cielo nocturno dándome tranquilidad.

Me enciendo mi primer cigarrillo de la noche, suelto la primera bocanada de humo contaminando la oscuridad dejando así salir un poco de mis preocupaciones. "Todo irá bien" "Lo haremos bien" "Confía", me repetía mentalmente. Tomo un poco de mi cigarrillo dejándolo escapar el humo una vez más. Observo como poco a poco se consumía el papel que cubría mi cigarrillo, últimamente era mi refugio, aunque no es algo que adore hacer, sigue siendo una vía para hacer que mis preocupaciones dejen de existir por varios minutos.

— ¡Hermanita! — escucho el grito de mi hermano.

Caminaba hacia a mí con paso torpe, llevaba en las manos dos botellas de vino, eso creo. Aclaro mi vista. Sí, lo era. Puedo distinguir que en su sistema circulatorio ya abunda demasiado alcohol como para caminar en línea recta y evitar que su reacción de envolverme con un abrazo inesperado le haga parecer una persona completamente lúcida.

— ¡Te he extrañado tanto! — me dice cuando me suelta.

Le ayudo a acomodarse en la camilla de mi lado, con sus manos la arrastra mucho más cerca antes de acostarse y le ayudo para que no termine en el suelo. Se acuesta, soltando un suspiro. Me ofrece con una sonrisa la botella que lleva sellada junto a una sonrisa que me obligo a devolver. Agarro la botella y veo que se abraza a la otra que aún estaba por la mitad.

— Han sido días difíciles, ¿cierto? — suelta un suspiro.

Yo me quedo tranquila, sin moverme si quiera, solo fumaba y observaba hacia la nada.

— ¿No crees que ya te has alejado lo suficiente? — lo observo. Tiene la mirada hacia las nubes. — Te has aislado tanto estos cinco días, consumiéndote en tus pensamientos que apenas logras dormir.

Estoy dispuesta a discutírselo, pero por esta vez sí me observa sin dejarme hablar.

— He estado tan pendiente de ti que te aseguro que no te servirá mentirme. — bajo la mirada un momento. — Nunca te había visto actuar así, llena de miedo. ¿Qué ha pasado? ¿Te ha asustado lo de tu compromiso? ¿Te asusta encontrarme algún día sin vida? — trago en seco observando sus ojos, me aterra solo de pensarlo. — Sí, acojona un poco, pero no tenemos elección. La familia no se elige, Valentina.

— Lo sé. — bajo la mirada hacia mis dedos un poco nerviosa. Apago el cigarrillo, lo que queda de él. — Eso no es lo que me preocupa.

— ¿Y qué lo hace? — me analiza. No le puedo contar lo que me ha dicho Dante, él mismo lo mataría. Mataría a Alessandro con tan solo una duda. Desvío la mirada hacia el reflejo de la luz en el agua de la piscina. — Alessandro, ¿cierto?

Lo observo rápidamente y escucho que ríe. Lo sabe todo de mí, sabe que me pone de los nervios y que la idea de casarme con él, fingir que llevamos una linda vida matrimonial cuando no coincidimos ni en la mitad de las cosas y sobre todo esto... Se me hace mucho más complicado de lo que podría explicarle.

— Nunca pensé que compartían tantas cosas en común. — sigo pendiente en su rostro. — Si te hace sentir bien, para él también está siendo difícil, aunque sepa ocultarlo muy bien.

Vuelve a dirigirme la mirada luego de beber un gran trago de la botella.

— Valentina, tú eres lo que a él le falta y él puede darte lo que tú necesitas. Ambos se complementan, eso sí, sigan negándoselos a ustedes mismos porque a pesar de todos esos intentos, de todo lo que se han alejado para tratar de encontrar respuestas y no haceros daños, todos hemos notado lo que es obvio.

— ¿Y qué es lo obvio?

— Eres tan consciente de tus sentimientos que te has colocado tú misma una venda en los ojos para fingir que no sabes lo que sientes.

— Creo que malinterpretas las cosas.

Estoy segura que no estoy enamorada de Alessandro. No podría, y menos si él no lo está. Tal vez le desee, pero sentir sentimientos hacia él creo que no. Eso nunca.

— Eres mi hermana, Valentina, es imposible que me equivoque respecto a... — lo interrumpo.

— Sí así fuera... — trato de calmarme. — Si fuera justo como lo estás insinuando, ¿quién me asegura que él siente lo mismo? ¿Cómo estaría dispuesta a tener sentimientos hacia él si dudo de su lealtad? Vivimos en un círculo que gran parte de su soporte es la lealtad. Tal vez no fue buena idea unir nuestras familias. Por algún motivo hemos estado separados tantos años, ¿no? — mi hermano me analiza el rostro. — No confío en él, Matteo.

Y eso último que dije se escuchó más como una queja que como una advertencia, porque sí quería creerle. Quería confiar en él. Estar segura de que todo entre nosotros saldrá bien y al menos nuestra convivencia sea tranquila.

— Y nunca lo harás. — lo observo asombrada. — Mientras sigas negándote lo que sientes, es imposible. — me sonríe, pongo los ojos en blanco y le veo beber de la botella. — Recuerda hermanita... — bosteza. — Eres lo que a él le falta, y él es lo que tú necesitas.

— Y tú lo que necesitas es dormir, borracho.

— ¿Lo crees? — vuelve a bostezar.

— Sí que lo creo.

Me animo a levantar su cuerpo con una de sus manos sobre mis hombros, logrando dar cinco pasos nos alejábamos, pero me era cada vez más incómodo sostenerlo. Nunca pensé que un cuerpo tan delgado pesara tanto. De puro hueso, dios. Observo a Gabriele en el recibidor y al verme me sonríe, haciendo que sus mejillas se tornaran de un rubor rojizo lo que me indicaba que también estaba bebiendo. He vivido con dos desastres toda mi vida.

— ¿Me ayudas? — le pido.

Coloca el otro brazo de Matteo sobre sus hombros equilibrando el peso y este casi inconsciente le deja un beso en la mejilla. Borracho, pero cariñoso.

— Se podría saber cuál es el motivo de su celebración. — protesto mientras hacía todo lo posible para que el borracho de mi hermano ayudara a subir las escaleras.

— ¿Quién ha dicho que se celebra algo?

— Gabriele, te conozco lo suficiente para saber que estas borracho y que este ser humano... ¡Joder! — protesto, es pesado. — Este ser humano inútil que se hace llamar mi hermano, ha sido el de la grandiosa idea de beber todo el vino del almacén. Estoy segura.

— Madre mía, Valentina, deja para mañana algo de tus regaños. — se ríe.

Se encoje de hombros al presenciar mi mirada asesina.

— Los mataré a ambos si esto vuelve a suceder.

— Ok, bestiolina.

Lo observo con una sonrisa relajando mi rostro.

Esto me recuerda cuando apenas éramos adolescentes y llegábamos borrachos de las fiestas que se hacían en la playa. Éramos felices. Todo era calmado. Matteo aún no tenía la gran cantidad de responsabilidades que estoy consciente que tiene ahora, su deber solo era cuidarme y velar porque ningún chico me sedujera tanto como para llevarme a la cama, algo de lo que no tenía que preocuparse porque además de llevar a Gabriele pegado todo el tiempo a mi lado, estaba lo suficientemente embobada con él como para dejar que alguien más se me acercara.

A los pocos hombres que me he follado ha sido porque lo he deseado y perfectamente planeado, no ayuda mucho pertenecer a una familia como la mía, así que decidí desde ese entonces nada de amor y relaciones largas. Los estudios tampoco dejaban mucho tiempo libre, así que aprovechaba las vacaciones de verano para algún que otro polvo aislado con algún chico que llamara mi atención en alguna discoteca, bar o restaurantes que visitábamos en los países a los que viajábamos en verano, Brasil, Noruega, México y otros más, esos han sido los más memorables. Y eso, solo después de tener edad suficiente como para evitar que ambos estuvieran pegados a mi como dos niñeras.

Entramos a mi habitación, arrojamos el cuerpo de mi hermano completamente inconsciente sobre el colchón viéndolo como a los segundos de protestar, agarra una de las almohadas aferrándose a ella como un niño pequeño. Sonrío. Me deshago de sus zapatos dejándolos en el suelo y cubro su cuerpo con una manta. Gabriele estaba sentado a los pies de la cama con los dedos entre sus cabellos y la mirada perdida en el suelo.

— ¿Te quedarás ahí toda la noche?

— Cierto. — veo que se pone de pie con una sonrisa. Si algo bueno le hace el alcohol es que no puede dejar de sonreír, y es que al joven que recuerdo no dejaba de hacerlo. — Si se levanta quejándose o no reacciona temprano en la mañana, búscame, estaré en mi habitación.

Bromea haciéndome sonreír. Da media vuelta dirigiéndose hacia la puerta cuando llamo su atención.

— Pececito... — se gira y le arrojo una almohada que agarra al instante. — Porque no te quedas, como en los viejos tiempos.

Su sonrisa es genuina, así que en pocos minutos preparamos nuestro lado en la cama acomodándonos los tres acostados. Matteo a la derecha en dirección a la puerta, Gabriele en el otro extremo en dirección a las ventanas, mientras que yo estaba justo en el medio de los dos. Contemplaba el cielo de la habitación con mis brazos al lado de mi cuerpo, mi hermano me daba la espalda y Gabriele llevaba las manos sosteniendo su cabeza observando hacia arriba.

— Sabes, nunca imaginé que esto volvería a suceder. ¿Cuándo fue la última... — le interrumpo.

— Hace trece años. — me observa asombrado.

— En ese entonces tenías diez años, ¿cierto?

— Y tú catorce. — le respondo. — Matteo cumplía quince años al día siguiente y ya se había dormido mientras esperábamos que fuera media noche.

— Aún se sigue quedando dormido fácilmente.

Nos reímos en voz baja para no despertarle.

— Era mucho más sencillo, gastábamos nuestro tiempo en el tenis, en la playa, montando a caballo o...

— Arquería, recuerdas. — me emociono al recordarlo.

— Solo recuerdo que desde que agregamos esa nueva modalidad a nuestras competencias anuales, Matteo y yo no ganamos por una buena temporada. Eras realmente buena en arquería.

Éramos realmente unidos en ese entonces. No podíamos estar separados ni un minuto, aunque creo que era porque me gustaba tanto para admitirlo, ni siquiera estar juntos era posible, me sentía inferior a las chicas con las que salía. Solo esperaba a cumplir sus expectativas y esperar a que algún día me eligiera. Mi romance juvenil, el chico de las que toda adolescente sueña por tener. Rudo, apuesto y que me protegiera de todo y de todos. Mi chico ideal.

— Creo que desde ese entonces ya estaba enamorado de ti. — lo observo asombrada. — Era algo obvio, Valentina.

Nunca lo supe. Mi adolescente interior estaría lo más de feliz al escuchar eso.

— Amaba cada sonrisa. Cada pensamiento inocente. Cada ataque de rebeldía. — me observa por un segundo volviendo la mirada hacia el techo. No puedo dejar de analizar su rostro. — Luego tuve que marcharme a Estados Unidos cuando decidieron expandir los negocios.

— Volviste totalmente diferente.

Soltó un suspiro largo como si le doliera recordar lo que había pasado.

— En tres años cambian muchas cosas. El joven de dieciséis años que era en ese entonces tuvo que vivir solo, en un lugar que no conocía para nada. — no estaba ni por enterada de lo que acaba de decir. — Mi padre y el tuyo son exactamente iguales en los negocios, pero en temas de hogar y familia, no tienen ni el mínimo parecido. — trago saliva. — Pero volví, y cuando más seguro estaba de que todo había cambiado en mí respecto a mis sentimientos, apareciste. Recuerdo que en pocos días sería la celebración de tu cumpleaños número catorce y aunque sabía que estabas enojada por no responder en los últimos dos años corriste hacia mí para abrazarme. No me habían abrazado con tanta emoción desde el día que Matteo y tú me despidieron en el aeropuerto. Y justo en ese mismo lugar lo volvieron a hacer, como si ese tiempo que había estado lejos no hubiese servido para nada, como si ese tiempo no hubiese existido. — me dirige la mirad apor unos segundos volviéndola al cielo de la habitación. — Me sentía nuevamente en casa y con eso, la misma necesidad de protegerte que se había esfumado volvió a invadir mi cuerpo.

— ¿Por qué no me lo contaste?

Me observa con una sonrisa en los ojos.

— Estaba mucho más ocupado protegiéndote de tus actos de rebeldía, que no tuve oportunidad.

— Era solo una niña. — dije tristemente.

La sensación de que hubiese sido todo diferente, de que, probablemente sería nuestra boda la que estuviera a punto de suceder, me atormenta un poco haciéndome sentir tristeza por aquellos dos niños que nunca confesaron su amor.

— No me arrepiento, Valentina. — me dirige la mirada quedándose en mis ojos unos minutos.

Le devuelvo el gesto sin borrar la sensación de sentirme triste. No puedo ocultarlo. Le escucho soltar un suspiro largo y profundo.

— Luego llegó el chico Rinaldi... — algo se estremece dentro de mi cuerpo. ¿Por qué tenemos que hablar de él ahora? — Era sencillo para él provocarme celos ya que siempre te había tenido solo para mí, y no podía entender cómo había logrado captar tu atención en tan poco tiempo, lo que hacía que me enfureciera cada vez más, haciendo que poco a poco te empujara hacia él con mis acciones. Pero supongo que nunca fui tan valiente como para confesarte lo que sentía.

— Gabriele... — quise interrumpirle. Quise negarle lo que estaba escuchando, pero era inútil.

— Valentina, ya te he dejado ir. Aunque eso signifique que Alessandro Rinaldi ha ganado, no importa, porque eres feliz cuando estás con él. — lo observo. — He visto cómo se miran.

Me dice convenciéndome de que no se equivoca, suelto un suspiro profundo acomodándome de nuevo con la mirada hacia el techo. ¿Por qué tiene que aparecer Alessandro por todos lados? ¿Por qué todos aseguran lo que siento por él? Siento el roce de sus manos sujetando una de las mías. Le dirijo la mirada.

— Siempre serás mi primer amor, Valentina.

Y tú el mío, pensé.

Me observa con una sonrisa, apenas puedo decirle nada más, solo me acurruco como la pequeña niña que era antes y dejo que me bese el cabello. Nunca volveré a sentir todo lo que alguna vez sentí, pero no puedo negar que él también fue el mío.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top