14. Una amistad rota
Sentir que has herido a alguien a quien quieres, sabiendo que él te quiere igual
o incluso un poco más de lo que le quieres tú,
es algo de lo que te arrepientes al instante de hacerlo.
Porque sabes que ese dolor no se va a ir nunca.
Porque estas consciente de que nada volverá a ser lo mismo.
El lunes al abrir los ojos estaba en mi habitación y aunque, en la mañana de ayer pude sentir sus manos despertándome en lo que será nuestra futura casa, hoy solo me conformo con recordar aquella escena y sonreír como una tonta.
Me quedé un rato más sobre las sábanas, perdida en las imágenes que tengo de la noche de ayer, colocándolas en aleatorio repetidas veces. El roce de sus manos sobre mi piel. Sus labios. Como sus ojos buscaban los míos. Como su lengua dominaba mi boca. Como su sabor se hacía parte de mí. Lo satisfactorio que fue para mí aquel beso que hacía justo ahora a mi piel reaccionar. Como su calor envolvía mi cuerpo desnudo y completamente herido bajo las sábanas sin ni siquiera aprovecharse mi situación para obtener algún placer.
Viene a mi cabeza aquel recuerdo de su cuerpo sin dejarme escapar ni un minuto, impidiendo que me alejara de su cuerpo en la madrugada, y me gustaba. Sus besos distraídos encontrándome cada vez que me acomodaba en su regazo. Su olor.
¿Cómo puede alguien como él darte tantos motivos para amarlo y no dejarse en lo absoluto?
Cuando decidí a salir de mi habitación, el sol me recibió entrando por las ventanas del salón principal. Después de almorzar decidimos tomar un poco el sol en la piscina. Descansaba acostada bajo la sombra, sobre una de las camillas mientras que mi hermano y Gabriele nadaban un poco. Teníamos puesta música, mientras yo leía cómodamente el libro que me había dado Dante.
Llevaba el cabello recogido, una camisa blanca muy fresquita con las mangas recogidas hasta un poco después de los codos y unos shorts de mezclilla. No podía bañarme en la piscina por la herida que llevaba en mi clavícula, la parte sobre el hombro aún dolía. Alessandro me lo ha advertido la tarde de ayer al traerme a casa, nada de esfuerzo y descansar lo más que pueda.
— Anímate, el sol ya ha calentado el agua. — me suelta mi hermano.
Con un movimiento de sus brazos se impulsa para sentarse en el borde de la piscina y salir. Se coloca de pie justo frente a mis ojos.
— No hagas que terminemos arrojándote a la fuerza como hacíamos de pequeños.
Sonríe dejando uno de sus ojos cerrados evitando que entre las gotas que le caían de su cabello y el sol terminaran con destruir sus ojos. Llevaba las manos en sus caderas y descansaba el peso de su cuerpo sobre su pierna izquierda mientras que la otra se encontraba estirada. Analizo su cuerpo, no dejaba de hacer aquella pose ni, aunque tuviera veintiocho años. Río. Me corro la tela blanca dejándole ver mi herida cubierta por un parche curativo.
— Cierto. — sus ojos comenzaron a buscar una tolla y se la ofrezco.
Se sacude el cabello con ella para luego borrar el rastro de agua de su rostro, su abdomen y sus manos. Me quedo localizando de memoria cada diseño de tatuaje que llevaba su piel y me quedo en mi favorito. "Valentina", mi nombre relucía como siempre justo sobre su pectoral izquierdo.
— ¿Y estás bien? — dice mientras agarra el paquete de cigarros y su mechero. — Sé que no fue como esperabas, y que te he tratado...
Lo interrumpo cuando le veo sentarse la camilla de mi derecha, no quiero que se disculpe por cómo me ha tratado en la fiesta, si no hubiese sido por el arma que me ha dado estuviera muerta o alguien más lo estaría.
— Matteo... — veo cómo se enciende un cigarrillo y me dedica una mirada. Me niego a recordar lo que ha sucedido. — Estoy bien, y has hecho lo que has tenido que hacer para mantenerme a salvo.
Deja salir un poco el humo, desviando la mirada hacia otro sitio como si algo dentro aún le doliera. Algo le molestaba.
— Pero no he logrado evitar que te lastimaran. — me observa.
— Pero estoy viva. Todos lo estamos. — le sonrío para tranquilizarlo. — No deberías preocuparte, Alessandro ha cuidado bien de mí.
Percibo como se tensa su mandíbula borrando la sonrisa que ha puesto cuando le he sonreído.
— Es su deber.
Susurra, tomando gran parte de su cigarro y desvía la mirada evitando la mía. Evitando las preguntas que estaba dispuesta a hacerle, pero, siento que no es momento. Una parte de mi aún no desea escuchar las respuestas, porque sé que sabe algo que desconozco.
Desvío la mirada hacia Gabriele que recorría la piscina de un lado a otro rápidamente nadando como si fuera algo fácil para él. No me asombra, siempre ha sido el mejor de nosotros tres a nado.
— Sigue siendo bueno. — le digo a mi hermano.
— Sí, el mejor. — deja salir el humo nuevamente. — Le hace bien, no está en su mejor momento.
¿Qué le sucede? Quise preguntar, pero no lo hice.
Observa su reloj de pulsera que descansaba sobre la mesita que separaba nuestras camas. Escuchamos como se detiene el sonido del agua impactándose en su cuerpo con cada movimiento, dirijo la mirada en su dirección encontrándome con Gabriele quitándose el agua del rostro y con un movimiento también de su cabello.
Analicé su cuerpo, comenzando con su espalda ancha y firme, los músculos de sus pectorales, sus brazos y su abdomen eran más vistosos que los que lucía Matteo, pero en comparación con los de Alessandro se quedaban un poco por debajo. Su piel lucía solo un poco más bronceada que la nuestra, algo que heredó de su padre. Su estatura era un metro con setenta y algo, solo un poco más bajo que mi hermano, casi ni se notaba, pero ambos se lo recordaban a diario. Cosas de hombres. Matteo y Alessandro compartían la misma edad, cinco años por encima de mí, mientras que él uno menos que ellos, así que desde muy pequeña me he sentido protegida. Me consentían demasiado.
— ¡Eh! ¡Pececito! — le grita Matteo aún sentado en la camilla. — Ya casi es hora.
— ¿Qué te he dicho de llamarme así? — protesta Gabriele desde el agua.
— Que te gusta. — sonrío. — Siempre te ha quedado bien el apodo.
Se burla Matteo poniéndose de pie para agarrar sus cosas y las de Gabriele, se acerca para dejarme un beso en la cien y luego alejarse hacia mi izquierda. Gabriele sale de la piscina, se acerca un poco, le ofrezco una de las toallas y me acomodo cuando le veo correr en la misma dirección de mi hermano. Todavía se comportan como dos adolescentes. Sonrío, agarro mi libro para continuar con mi lectura, pero me sorprende un beso en mi cabello. Me giro.
— Lo había olvidado. — me sonríe Gabriele cumpliendo con la costumbre de dejarme un beso cada vez que compartíamos tiempo juntos y tenían que marcharse para otra cosa. —Adiós, bestiolina.
— Adiós, pesciolino.
Me lanza una miradita por encima del hombro.
— Tú has comenzado.
Me río. Dirijo la mirada hacia mi libro sumergiéndome en cada letra poco a poco pasando treinta minutos entre versos y poesía.
— Tendré que regalarte una biblioteca entera si vuelvo a verte pegada a ese libro. — escucho su voz.
Giro la cabeza hacia mi izquierda, encontrándome con su cuerpo casi a mi lado, a unos pocos metros. Alessandro.
— Hola. — digo derritiéndome bajo su mirada.
Sus ojos azules. Su rostro. Llevaba una camisa marrón claro con las mangas subidas hasta los codos, encima de un pulóver blanco metido por dentro de un pantalón negro y zapatos deportivos. Su atuendo era relajado para ser lunes, al parecer hoy se tomaba el día libre. Llevaba las manos dentro de los bolsillos de su pantalón, y me sonreía. Comenzó a rodear los muebles que nos separaban mientras me acomodaba colocando el libro a mi lado en la mesita.
Le veo aparecer en mi rango visual, corro mis piernas solo un poco para hacerle hueco pero sus dedos se acercaron a mi mentón dirigiendo la mirada hacia la suya que ya se encontraba muy cerca y sin darme cuenta sus labios se acercaron a los míos para besarme. Solo tardó tres segundos en separar su boca de la mía, pero la reacción que eso provocó en mi cuerpo ha sido catastrófica. Mis pulsaciones comenzaron a acelerarse. Mi piel se ha erizado completamente. Estoy segura que se me ha olvidado de cómo hablar. Ni si quiera sé si pueda seguir haciéndolo.
¿A qué ha venido eso? ¿Acaso ya cambiamos la forma de saludarnos? Yo no me quejo, pero me gustaría estar preparada.
— Hola. — me susurra muy cerca de mi rostro aún.
Se acomoda a mi lado mientras repito mentalmente que tengo que pretender que estoy bien. Hacer como si los besos de Alessandro Rinaldi no provocaran nada en mí. Su mano derecha comenzaba a acariciar la piel de uno de mis mulos. Uf, que difícil es fingir que no le deseo justo ahora mismo encima de mi cuerpo completamente desnudo provocándole a mi cuerpo múltiples orgasmos.
Respiro profundo. Ignoro el calor que comienza a subir por mi cuerpo cada vez que mueve sus dedos de arriba hacia abajo.
— ¿Qué haces aquí? — susurro cómo puedo.
Me siento embobada. Embriagada. ¿Por qué no dejo de sonreír? "Pareces inútil", me regaño mentalmente tratando de disimular un poco.
— Asuntos importantes. — sonríe desviando su mirada hacia mi pecho.
Sus dedos se acercan, viajando por la tela blanca de mi camisa provocando que sienta el roce de la tela en la piel de mi abdomen hasta el último botón que llevaba abrochado en mi pecho.
— ¿Puedo?
Respondo con un movimiento de mi cabeza después de escuchar la petición con sus ojos pendiente a los míos. Deshace cada uno de los botones poco a poco dejando mi torso completamente al descubierto. Llevaba el sujetador de uno de mis biquinis favoritos de color negro. Sus ojos se posan directamente en la mancha oscura que lucía mi abdomen, pude notar como su mandíbula se tensó automáticamente a cada centímetro que recorría.
— Ya no duele como antes. — digo casi en un susurro.
Sus ojos viajan hacia los míos, buscando justo allí si mentía respecto a eso, y no lo hacía. Le sonreí. Me devolvió el gesto, pero con un poco de tristeza. ¿Alessandro triste? Eso es algo que no esperaba ver.
— ¿La de la espalda?
Pregunta, perdido en los círculos que dibujaban sus dedos alrededor de mi ombligo muy tranquilamente.
— Mejor.
Respondo tratando de controlar lo agitado que se ha vuelto mi corazón en este instante.
Desde este ángulo puedo ver cómo sonríe de medio lado casi sutilmente al ver como mi piel va reaccionando a su tacto. Sus dedos comienzan a descender despacio, lentamente, llegando al borde de la tela de mezclilla. No se detiene, con un movimiento limpio se deshace de ese botón también y baja el zipper tan despacio, como si disfrutara de ello. Mis pulmones comienzan a necesitar más aire cuando las olas de calor invaden mi cuerpo provocando cosquillas en mi sexo. Mis braguitas de color lila toman su atención y justo cuando sus dedos se asoman un poco por debajo del elástico nos dedicamos una mirada.
Una mirada de aprobación, así fue. Sus ojos querían luz verde para avanzar y yo ya se la había dado. Mi cuerpo comenzaba desesperadamente a desearlo. Mi sexo. Mis labios. Toda mi piel estaba a punto de enloquecer si no me hacía suya. Si no me tocaba justo ahora. No me importaba si no era el lugar adecuado, ya no me apetecía resistirme más. Sus ojos brillaban con ese destello único de él, indicándome que también deseaba lo mismo.
¡Joder, que lo haga! Mordí mi labio inferior sosteniendo mis ganas de pedírselo, ese gesto avivó el fuego, logrando que sus labios se estrellaran sobre los míos haciéndome perder la cordura. Mis manos recibieron a su rostro y las suyas se posaron en la parte trasera de mi cabeza agarrando un poco de mi cabello como si eso lograra acercarme muchísimo más, aunque no existiera distancia entre nosotros.
Nuestros cuerpos estaban desesperados. Saboreé sus labios como si fuera la última cosa que haría en mi vida. Gemía tan bajo en cada instante que sentía a su lengua acariciar la mía, me provocaba tanto ese movimiento. Me perdía en su sabor, menta con un ligero destello a tabaco de algún cigarrillo. Siguió besándome, sin dejar de sentir que lo había deseado hace mucho. Saboreaba mis labios de extremo a extremo, los mordisqueaba perdido en los ligeros gemidos de placer que eso me provocaba. Mis labios eran suyos, y no tengo duda de ello, no dejaba de besarme mientras yo le seguía el paso sin poder crear pensamientos coherentes.
Me soltó, para juntos ver cómo se perdía en dirección a mi entrepierna. Ese beso fue la respuesta, un sí a su petición, un "tócame, soy toda tuya". Agarré su rostro besándolo con fuerza a cada centímetro que perdía bajo mis bragas. Succioné un poco su labio inferior ahogando un gemido al sentir sus dedos sobre mi clítoris, apenas se ha introducido en mí y me siento tan húmeda que me avergüenza.
— Sigue, por favor. — susurré.
Quiero que lo haga, y ya no me importa pedírselo. Se lanzó nuevamente sobre mis labios, besándome aún más fuerte, succionando mi labio inferior mientras sus ojos se encuentran con los míos. Se aparta, observando su mano perdida bajo mis bragas, comienza a dibujar círculos sobre mi clítoris y agarro mi labio inferior ocultando un gemido.
Detecto el sabor metálico en mi saliva, busco la herida de mi labio y puedo notar que se ha abierto un poco volviendo a sangrar. Sus movimientos de detuvieron. Sus ojos no dejaban de observarme la sangre que brotaba del labio y salió de entre mis piernas casi al instante de volver la mirada hacia la mancha oscura de mi abdomen como sí le hiciera recordar que no debía estar haciendo lo que hacía.
Sentí vergüenza justo al ver cómo sus ojos se apagaron automáticamente. Se le oscureció el rostro, y yo no tenía ni idea del por qué. Su mandíbula y sus hombros volvieron a tensarse. ¿Qué pasa con él? Mi respiración entrecortada no me permitía hablar así que cubrí mi cuerpo lo más rápido que mis manos pudieron con la camisa.
— Debo irme. — se levanta.
Veo cómo entrelaza sus dedos con fuerza tratando de decir algo que lleva trabado en la garganta, pero no puede y se marcha luego de soltar un suspiro. Le veo pasarse las manos por el cabello antes de verle desaparecer de mi rango de visión. ¡Joder, que hombre tan complicado!
Mi cuerpo seguía pidiéndome a gritos sexo así que me apresuré como pude hacia mi habitación esquivando todos los encuentros no deseados. Entré al baño, con mi cuerpo totalmente desnudo, dejé que el agua fría aplacara un poco todo el fuego que habitaba en mi piel. Moriré algún día por seguir reprimiendo estas ganas. Estos deseos con nombre y apellido.
Estoy dispuesta acompañar a mi madre en la cocina, paso por el despacho de mi padre, la puerta se encontraba entre abierta. Estoy consciente de que lo que estoy a punto de hacer es algo altamente prohibido en esta familia, pero la curiosidad me domina, además, puede que nadie se dé cuenta. También puede de que solo estén hablando cosas de hombres que ni entenderé o me aburrirán, pero igual me acerco a la puerta para observar y poder escuchar un poco mejor. Pude notar que Leonardo Rinaldi se encontraba sentado junto a mi padre en un sofá con cara de pocos amigos, mientras que justo en frente, Alessandro, Matteo y Gabriele, estaban sentados en ese orden cada uno con una postura diferente.
— Volvimos a revisar los videos de las cámaras de seguridad y no encontramos nada. — se escucha a Gabriele desde el otro extremo.
Hablan de lo ocurrido la noche del sábado en la celebración de mi compromiso. Analizo la postura de mi hermano. Miente tan mal, nunca ha sabido mentir. Se le da bien ocultar cosas, pero mentir, jamás. Llevaba su espalda totalmente recta, con los dedos entrelazados sobre su rodilla derecha que llevaba cruzada encima de la izquierda. Movía de arriba abajo el pie que estaba sobre el suelo y sé que hace ese gesto cuando trata de evitar algo.
No podía ver muy bien a Gabriele desde aquí, ya que la posición de Matteo lo impedía, pero a Alessandro se le notaba tranquilo, relajado y... sigo teniéndole un poco de ganas. Eso no viene al caso.
— Mandé a investigar al servicio de catering, en unos días tengo en mis manos la lista de todos los nombres. — se escucha a Alessandro decirles a nuestros padres. — En mi opinión, creo que debemos comenzar desde ahí.
— Concuerdo totalmente. — se escucha decir a mi padre.
— He escuchado que la orden ha venido desde ahí. — se vuelve a escuchar a Matteo.
Me aparto de la puerta justo cuando Alessandro desvió la mirada hacia mi dirección. No te ha visto, me repito mentalmente. Las imágenes de lo sucedido vuelven a mi cabeza como si fuera una película puesta en velocidad aumentada por dos. ¿Dante? Él también estaba en el catering, puede que... es imposible.
No lo conocía de nada. Pero es mi amigo, me recuerdo a mí misma. Se ha negado a contarme sobre su vida. "Tú tampoco lo has hecho", vuelvo a contradecirme. Siempre aparece en el momento justo. "Puede ser casualidad", me repito. ¡Joder! Llego a mi habitación, agarro el teléfono sentada en el borde de mi cama y le llamo. Primer tono. No es capaz de matarme, ¿cierto? Segundo tono. Puede que todo sea parte de un plan. Termino la llamada.
Recuerdo todo. La copa, él la cambió la bebida justo cuando estaba a punto de beber de ella. Su rostro cuando agarró mis manos. Como no volvió a aparecer sino justo después de que se terminaran los disparos. Como se ha acercado poco a poco a mi vida con sutileza. Sus regalos, las flores y el libro. Las veces que nos hemos encontrado. Su reacción al ver a Alessandro, ni siquiera se ha alejado al saber que me iba a casar.
Todo me daba vueltas en la mente. Decepción. Rabia. Solo eso fluía por mis venas. Comenzaba a dudar de todos, comencé a buscar alternativas en direcciones opuestas a Dante. Tal vez podría haber sido los hombres que han amenazado a Matteo justo frente a mis ojos. Podría ser tal vez, algún enemigo en común con ambas familias. O tal vez... no puedo seguir con estas dudas. ¿Cómo podría haber sido él? Es mi amigo. Mi único lugar seguro para fingir que soy una persona normal que no debe andar con armas para protegerse. Joder, con quien podría ser incluso más natural que lo que he sido al lado a de mi hermano.
Pero, Alessandro no mentiría si supiera algo. Ni me hermano. Ni Gabriele. No culparían a alguien más si supieran la verdad, no si esa persona ha arriesgado la vida de su familia.
— ¡Nona! ¡Ya estoy en casa! — le escuché gritar.
Se gira. Con ojos asombrados me analiza, llevo el arma en las manos apuntándole directo al pecho. Estoy furiosa y necesito saber la verdad.
— ¿Qué haces? ¿Dónde está mi abuela? — pregunta alarmado.
Deja las bolsas en el suelo. Se inclina hacia a un lado para ver si podía verla a mis espaldas. Doy un paso hacia él, Dante da un paso hacia atrás.
— No está, ha salido a hacer unas compras.
Se notaba la ira, no dejaba de observarlo. No me creeré que ha sido él hasta que no lo escuche de su propia boca.
— Está cargada, ¿cierto? — no dejamos de observarnos. — No puedo creer que me estés amenazando con un arma.
— Quiero que me expliques que hacías en mi compromiso.
— No es la primera vez que me encuentras en una fiesta sirviendo copas a personas con mucho dinero. Es mi trabajo. — me dice enfadado.
— Y es lo que percibo, precisamente, como una coincidencia demasiado obvia.
Sonrío con sarcasmo. Sus ojos me analizan otra vez.
— ¿Qué insinúas? — cruza sus brazos a la altura de su pecho. — Espera, ¿crees que he sido yo quien...? ¡Joder!
Su reacción me impacta, se pasa las manos por el cabello y vuelve a observarme aún más enfadado. Nunca lo había visto enfadado, no es algo típico de él. Siempre sonreía, esta vez no.
— Si no fuiste tú, ¿quién planeó todo eso? — comienzo a desesperarme. — ¿Por qué estabas ahí?
— ¿Acaso te estás escuchando?
— Entonces, explícame. Tiene que haber algún motivo para... — me interrumpió.
— ¡Por pura casualidad!
Alza la voz desesperado. Pasa sus manos por su rostro tratando de tranquilizarse. Le escucho respirar profundo.
— Una maldita casualidad que he deseado desde ese instante que fuese solo una pesadilla.
Sus ojos no dejaban de contemplar los míos. Sus palabras se clavaban como balas en mi piel y dolían a cada segundo que seguía apuntándole con el arma, a cada segundo que continuaba desconfiando de él. Le he juzgado, y lo sigo haciendo.
— Explícame entonces, por qué no sé nada de ti. ¿Por qué no has terminado de decirme quién eres? ¿Por qué me ocultas cosas?
— Solo soy un idiota que ha abandonado la Universidad de Medicina en su último año y he rechazado a una chica increíble, porque no aguantaba más la presión que suponía vivir la vida perfecta que le obligaban sus padres. — no me miente lo veo en sus ojos. — Eso es lo que soy.
Siento sus emociones. No quería que lo viera como un cobarde. No se sentía preparado aún para contármelo y lo he obligado a hacerlo.
— Pero eras el único del servicio de catering que tenía una relación con alguien de la familia. — noto el nudo que se ha formado en mi garganta.
Quiero bajar el arma, pero mis dudas no me lo permiten y la desesperación me está matando.
— Por favor, solo quiero escuchar el porqué de hacer algo así.
Mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas y obliga a su cuerpo mantenerse tenso.
— Si estás tan segura de que he sido yo, ¿por qué no me disparas? ¿Por qué no me disparaste cuando entré por la puerta?
— ¡Porque eres mi amigo! Eres la única persona con la que puedo ser normal. — controlo la respiración para no derrumbarme. —Solo quiero saber la verdad.
— ¡Qué verdad! Que nunca he estado en una situación como esa. Que me he quedado como un idiota en medio de disparos porque me gustas desde la primera vez que te vi.
Se me parte el corazón en dos. Él solo se vuelve a pasar las manos por el rostro. Bajo las manos dejando de apuntarle, las manos comenzaban a temblarme y en mi mente se repetían sus palabras haciendo que mi cuerpo quede fuera de juego.
— No sé a qué estarás acostumbrada, pero los amigos no se amenazan con armas, Valentina.
Sigue enfadado, se le nota, y está en todo su derecho de estarlo. Recoge las bolsas del suelo y pasa por mi lado sin ni siquiera tocarme. No quiero perderle. No quiero perder nuestra relación.
— Te he salvado la vida. — le digo casi en un susurro.
— Y justo ahora has estado dispuesta a terminar con ella. —volvemos a observarnos. — ¿Qué te hace diferente?
Me quedo callada porque lleva mucha razón en lo que ha dicho. Sí, estaba dispuesta a dispararle. Estaba dispuesta a acabar con su vida si me decía que había sido todo culpa suya, que había sido capaz de matar a mi familia, le dispararía sin ni quiera pensármelo. Pero, no fue así. No había sido él. No fue él quien planeó todo lo que sucedió. He dudado de él. Lo he culpado. Lo he amenazado. Lo he obligado a confesar algo que tal vez no deseaba nunca más volver a recordar, y con ello he terminado con nuestra relación por culpa de mi impaciencia.
— No he sido el único que conocía a alguien de la fiesta... — le escucho decir y levanto la mirada hacia sus ojos. — Si quieres respuestas, puedes preguntarle porqué estaba hablando con la chica pelirroja. Estoy seguro que tiene algo que ver con lo que sucedió.
La copa de champán, por eso no ha dejado que beba de ella, había sospechado de ella mucho antes de que yo pudiera incluso cruzármela. Pero, ¿a quién se refería? ¿Matteo? ¿Gabriele? ¿Mis padres? Espera, justo cuando conversábamos ha soltado un comentario sobre cambiar parejas... ¿Alessandro? No puede ser.
— Solo una cosa más, te agradecería que Nona no se vinculara con nada de esto. — baja los ojos hacia el arma que llevo en la mano derecha.
Comienzo a sentirme fuera de lugar. Despreciada. Tan sucia. Vulgar. Debo irme.
— Nunca la lastimaría. — digo en un tono de voz muy bajo.
— Has estado a punto de hacerlo, Valentina.
Quise defenderme, pero no pude, volvía a tener razón en lo que decía. Mis manos comenzaron a temblar y las oculté detrás de mi cuerpo. El nudo en mi garganta se hacía aún más grande aumento las lágrimas que se acumulaban en mis ojos impidiéndome ver con claridad.
— Cierra la puerta cuando salgas.
Fue lo último que le escuché decir, desapareció detrás de la cortina de flores plásticas que separaban el recibidor con la habitación donde se preparaban los ramos de cada pedido sobre la gran mesa de madera y donde me perdí la primera vez que vine mirando aquellas flores tan maravillosas.
¿Cómo es que he llegado a esto? Tanto que siempre intenté ser diferente a todo lo que me rodeaba y terminé siendo exactamente igual.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top