11. El tiempo es relativo, decían. Para mí no lo es

 El tiempo pasa volando muchas veces.

Para otras cosas transcurre tan lentamente como

un pequeño caracol tratando de huir de su propia muerte.

    A la mañana siguiente justo antes del almuerzo me encontraba devorando un poco más del libro que me dio Dante cuando el hombre de más confianza de la seguridad de mi padre llama a mi habitación para indicarme que justo mi padre quiere verme en su despacho. Me extrañó mucho que no viniera él mismo a avisarme, y solo eso quiere decir dos cosas, que necesita de mi ayuda para algún negocio que no terminará de explicar por completo, como siempre, o, que le preocupa algo referente a mi persona, y justamente eso me preocupa mucho más. ¿Se habrá enterado de mi acuerdo con Alessandro? Es imposible, solo lo sabemos ambos, y no creo que Alessandro hubiera perdido la cabeza como para decirle.

   Me tardé solo minutos en cambiarme el pijama por un chándal y una pequeña blusa de tirantes ligera. Llamé a la puerta solo una vez para escuchar la dulce voz de mi madre indicándome que podía entrar. Si se encuentra mi madre es que, o desafortunadamente me atacarán con preguntas que no podré contestar por completo, o que definitivamente se han enterado de mi acuerdo. ¡Joder!

    La encuentro sentada en uno de los muebles de madera justo frente al escritorio donde se encontraba el señor Francesco Ferrano Costantini, mi padre. Llevaba su barba de más de tres días perfectamente arreglada con ese tono grisáceo a juego con su cabello. Entre sus manos un vaso con dibujos tallados en el cristal con un líquido dorado indicándome que se ha servido un poco de wiski, y a ha fumado también, lo percibo en el aire, y aunque me asombra un poco la presencia de mi madre ya que prohíbe que fumen dentro de la casa, el olor a habano no me incomoda ya que trae recuerdos de mi niñez a mi cabeza.

   — Accomodati, mia piccola stella. — me dice mi padre señalándome el asiento libre justo al lado de mi madre.

    Eso hice, me acerqué despacio y al mirar a mi madre pude notar que sujetaba una copa de vino tinto, y eso sí que sorprendió a mi subconsciente y automáticamente activó mi alarma interna de preguntas no deseadas. Ambos me sonrieron y se dedicaron una mirada, ¿qué está pasando aquí? Mi padre se le notaba aún más la preocupación, mi madre sabe disimularlo mejor. ¡Dios, que desesperación!

  — Por favor, pueden ponerse de acuerdo. — protesto.

   Observo a ambos, mi madre pone los ojos en blanco hacia mi padre, este baja la mirada. Mi progenitora se acomoda en el asiento dándose tiempo para acomodar perfectamente las palabras y decirme lo que sea que quieran decirme con delicadeza y sutileza. Ya viene.

  — En una semana se realiza tu compromiso con el chico Rinaldi. — suelta mi padre tan rápido que apenas logro entenderle.

   Giro mi cabeza hacia él. Mi cerebro comienza a analizarlo todo. Hoy es sábado, y justamente todo se realizaría el sábado de la semana que entra. Uf, que rápido. Respiro profundo tratando de tranquilizar mi cuerpo. No pasa nada, tengo siete días para prepararme, para organizar todo respecto a mi futura vida de casada. De todos modos, el compromiso siempre es mucho antes que la boda, así que todavía tengo tiempo.

  — Luego tendrás dos semanas para los preparativos de la boda. — suelta esta vez mi madre con mucha tranquilidad.

   ¡Qué ha dicho! Se comienza a inundar mi sangre con algo de nervios. La respiración se me acelera. Creo que voy a tener un ataque de ansiedad.

  — Puedo... — señalo la copa de mi madre.

   Despacio me la ofrece con la expresión de preocupación en el rostro. Vacío gran contenido en mi boca para terminarlo en un solo trago. Siete días para el compromiso, eso está bien, o al menos es tolerable, pero veintiún días para casarme, eso es cruel. Me hacía ilusión que me avisarán con tres meses de antelación, gracias por nada. Aunque pensándolo bien hace tres meses no conocía físicamente a Alessandro. Espera, ¡solo veintiún días! Tres semanas para compartir mi vida completamente con un total desconocido. Con el enemigo.

   El vino comienza a contaminar mi cuerpo.

  — ¿Estás bien? — me susurra mi madre inclinándose hacia mí.

  — Sí... — los observé, sus rostros se encontraban aún más alarmados que el mío. — Completamente. Solo estoy un poco en shock. — sonreí nerviosa.

   No es como que lo que acababa de decirles los calmara, pero al menos hice un esfuerzo. Comenzaba a faltarme el aire, poco a poco mis pulmones necesitaban aún más así que por educación les pedí marcharme cuando ya no tuvieron más que decir, justo después de la noticia. Ellos aceptaron. Salí tratando de no preocuparlos más por la necesidad que desprendía mi cuerpo de huir de todo. Cierro la puerta, y mientras trataba de controlar mi respiración aún con la espalda pegada a la madera, se escucha a mi madre reñir a mi padre por no poder calmarse. Él ni siquiera habla, solo se le escucha responder con un "Lo siento amor mío" que hasta a mí me dolió. Supongo que para ellos también es complicado entregar a su hija de este modo.

    Esquivé a mi hermano y a Gabriele al escuchar sus voces en el pasillo rumbo a ver a mi padre, me escabullí por otro pasillo para llegar a mi habitación. Automáticamente me encerré en él. Abrí rápidamente las grandes ventanas cuando comenzaron a temblar mis manos. Mis pulmones seguían necesitando más aire, pero eso no solucionaba nada. Entré al cuarto de baño, me desnudé, y dentro de la bañera vacía tomé asiento para girar la llave del grifo y dejar salir el agua. El agua va envolviendo mi cuerpo rápidamente, trato de pensar cosas positivas, como es el hecho de que tal vez luego del "sí, quiero" no nos crucemos ni una sola vez por los pasillos de la nueva casa. Cerré la llave cortando el flujo de agua. Cerré los ojos y dejé la cabeza reposada en el borde concentrándome en mis respiraciones y pensamientos positivos.

   Todo saldrá bien. Lo haremos bien, fue justo lo que me dijo. Suelto todo el aire que tengo atorado en mis pulmones. Solo tendré que compartir casa, y si me pongo de tan buena suerte ni eso, aunque eso sería arriesgarnos demasiado. La convivencia no tiene por qué ser un horror, solo es esforzarnos un poco más para dejar claro lo que nos incómoda para llevar un poco de paz. Tomo aire nuevamente. Todo va a salir bien, estamos arriesgarnos nuestras familias.

   Tengo un poco de miedo. Recuerdo lo que me ha dicho mi hermano cuando niños: "Una Ferrano nunca se rinde", y no seré la primera en hacerlo.

48 horas...

    Llega el lunes con un despertar informativo de parte de mi madre en la mesa justo cuando desayunábamos en la mañana, esta vez solo nos acompañaba mi hermano que lucía un poco cansado recién despertado. Me recordaron que no dormiré en casa esta noche, anoche no me hizo mucha gracia el hecho de que me informaran que dormiría en casa de los Rinaldi hoy, aunque ya lo haya hecho, consciente no fue. Preparo la maleta justo después de devorar mi plato con millones de cosas girando en mi mente. Estos temas de las costumbres familiares me ponen un poco nerviosa, con que más me sorprenderán, acaso debemos cortar nuestra piel y beber de esa sangre. Joder, que puto asco.

    Antes del almuerzo un auto de la casa de los Rinaldi viene a por mí, y no sé por qué me he decepcionado al no verle descender del auto con una sonrisa. Mi padre y Gabriele, tampoco están para despedirme, aunque me duele un poco más por mi padre. Joder, Valentina que no te vas a la otra mitad del planeta por siempre, es solo una noche. Me recuerdo con firmeza. Matteo ayudó a colocar mi maleta en el auto mientras mi madre se despedía con lágrimas en los ojos, es muy cercana a sus hijos.

  — Mi pequeña ya no es tan pequeña. — dice con ternura dejando una de sus manos en mi mejilla.

   No puedo decirle nada, apenas respondo con un beso en su mano y le da espacio a mi hermano para que pueda despedirse. Este me abraza contra su cuerpo con fuerza y siento que en unos minutos estaré en un lugar donde no estará para protegerme. Un lugar donde estaré completamente desprotegida y solo eso me hizo sentirme indefensa. Me aleja un poco colocando sus manos en mis hombros.

  — Nunca pude imaginarme este momento. — me sonríe y me obligo a hacerlo para no preocupar a mi madre que nos observaba.

  Subo al auto, bajo la ventanilla y tengo dudas inundando mis pensamientos.

— Matteo.. — llamo su atención y se acerca. — ¿Cómo puedes estar tan seguro de que estará todo bien?

— Confío en él. — dice con toda seguridad.

— ¿Y si no es así? — pienso en más de una posibilidad que existen de que no vuelva a verlos jamás. Se me llenan los ojos de preocupación. — Estoy completamente desarmada, sé que es una de las reglas, pero...— me interrumpe.

— Nunca he sido de seguir las reglas, sorellina. —me guiña un ojo con una sonrisita. — Por eso te casas primero esta vez.

    No dejo de observarlo, el miedo terrible de regresar mañana y no verlos a todos y a cada uno se hace paso dentro de mí. De verle morir. De no poder regresar. No lo sé, mi cabeza solo crea un millón de supuestas escenas horrorosas.

— Eres la inteligente de la familia, Valentina. Nunca dudes eso.

   Esta vez me dice completamente serio, tratando de calmar un poco mis nervios. Se inclina, me deja un beso en el cabello para luego dedicarme una sonrisa, y dejarme marchar. Qué difícil es todo esto.

    Llegar a casa de los Rinaldi fue más rápido de lo que pensé, de todas formas, me sabía de memoria el camino. Al bajarme del auto el pequeño de la familia corrió para abrazarse a mis pies con cuidado, su madre, la señora Rinaldi me esperaba en la puerta con una sonrisa. Me recibió con un abrazo y luego de acomodarnos en el salón principal, me pasó con su hija por video llamada, aquella pelirroja que pude ver en pocas ocasiones acompañando a la familia. Era alegre y, aunque sus ojos no eran azules como Alessandro, sino ámbar como su padre, se podría apreciar su similitud con él. Puedo asegurar que su sonrisa era muy similar. Era alegre y gentil, todo lo contrario, a Alessandro. Se disculpó por no poder estar presente este día, y prometió que aprobaría los exámenes para tomar un vuelo lo antes posible para estar en la fiesta de nuestro compromiso, y escuchar eso hizo que un nudo en la garganta apareciera, no me adapto la idea de casarme aún.

   Luego de almorzar quise dormir la siesta, pero no podía, dormir en una habitación completamente extraña. No podía ni imaginar que estaba en casa de los Rinaldi. ¿Dónde está? Salí de la habitación asignada para mi estancia esa noche. Caminé despacio por los pasillos que recordaba perfectamente hasta encontrar su habitación. Me aseguré de que nadie estaba presente antes de entrar. Me sorprende lo grande y espaciosa que era, así que esta vez si me dediqué tiempo a analizarla. La cama estaba justo donde la recordaba, incluso sus sábanas blancas me sorprenden un poco al contraste con el tono gris oscuro de sus paredes. Es aún más grande que la mía, y pensaba que no existían, máximo cinco personas podían dormir sobre ella.

   Al lado izquierdo de la habitación un ventanal con cortinas gruesas y oscuras. Al fondo, en esa misma dirección la puerta que daba al cuarto de baño que llevaba dentro el enorme closet con su ropa, y aunque no me acerco estoy segura de eso. Nada estaba fuera de lugar, solo habían sustituido el enorme cuadro por un enorme televisor y una consola justo en frente de la cama. A la derecha, justo a mi lado, un pequeño escritorio junto con un librero no muy vistoso, pero si cargado de libros y carpetas que por lo que imagino sean documentos.

   Escucho el sonido de la puerta moverse a mi espalda y sobresalto del susto de que alguien pudiera encontrarme, por lo que me giro rápidamente. Me encuentro al pequeño con una bolsa de papel algo grande de palomitas. Me dirige una mirada, para luego entrar con confianza a la habitación pasando por mi lado y le sigo con la mirada. Enciende la consola, agarra el control de lo que imagino que es el televisor y se encarama en la cama como un poco de dificultad por su tamaño, pero con precisión. Sabía lo que estaba haciendo, y todos sus movimientos me parecieron tiernos. Enciende el televisor estirando su manita hacia enfrente y aquella enorme bestia encendió. Cuando estaba decidida a marcharme, a darle privacidad para que pudiera hacer y deshacer con tranquilidad cuanto quisiera, llama mi atención haciendo un sonido que me hace girarme de nuevo hacia él. Pasa su manita por el colchón dando pequeños golpecitos indicándome que lo acompañara y eso hice.

    Jugamos bastante, hasta que terminó dormido en mis brazos mientras veíamos un dibujo animado que ha insistido en ver y a lo que yo no le contradije. Pocos minutos después me encontré su dulce rostro descansando sobre mi brazo estirado junto con su cuerpo acurrucado a mi lado. Acaricié su cabello despacio mientras pensaba a cuántos niños dejaron sin hogar mi familia solo por nacer en el lado enemigo, porque sé que tienen prohibidos asesinar niños y a mujeres embarazadas, pero no todos se rigen por esa regla. Trago con dificultad. No puedo pensar en el hecho de que, si me equivoco, que, si este matrimonio sale mal, puede que este pequeño pague con su vida. No me lo puedo permitir. No se nos permite fallar, repito mentalmente sus palabras. A esto se refería Alessandro cuando lo dijo esa tarde en el restaurante. Mis párpados comenzaban a pesar sobre mis ojos, cada vez un poco más, hasta que caí vencida por el sueño. Mis veintitrés años no son suficiente para seguir el ritmo de seis, es toda una pequeña máquina para absorber energía.

    Se escucha un disparo. Los gritos torturan mis oídos. Un dolor amenaza con quitarme el aire y comienzan a temblarme las manos cuando percibo que el conjunto blanco que llevaba puesto estaba cubierto de sangre y en mis manos se encontraba el pequeño de los Rinaldi sin respirar. ¿Qué ha pasado? ¿Dónde estoy? ¿Dónde esta Alessandro? Levanto la mirada y todo pasa a ser borroso por las lágrimas en mis ojos, a ser completamente oscuro y no poder ver nada. El aire en mis pulmones comienza a faltarme aún más. Joder, no puedo respirar.

   Siento una caricia sobre mi cabello, una caricia dulce y tierna, placentera. Abro los ojos sobresaltada al sentir un movimiento a mi lado. Mi instinto por proteger al pequeño fue lo primero en sobresalir de mi cuerpo y el roce de sus manos sobre mi hombro recorriendo de arriba abajo mi brazo me hace tranquilizarme al instante. Siento humedad en mis mejillas y hago desaparecer al instante una lágrima que comenzó a correr y en el otro lado el rastro de una que ya se había escapado cuando veo el rostro de Alessandro frente a mi. Me alejo un poco de sus manos por la vergüenza que se ha implantado en mis mejillas. Fue todo un sueño, me repito, un mal sueño.

   — No pasa nada. Ha sido solo una pesadilla. — me susurra despacio y calmado, con una sonrisa tranquila en el rostro.

    Desvío la mirada hacia la puerta, su madre se encontraba con el pequeño dormido en sus brazos y me sonríe tranquilamente para luego cerrar la puerta despacio. Paso las manos por mi rostro aún adormecido. Joder, puto mal sueño.

  — ¿Qué hora es? — digo acomodándome en el colchón.

    Desvío la mirada por toda la habitación, tratando de no coincidir con sus ojos, pero estaban justo aquí, frente a mi cuerpo. Pendientes de cada uno de mis movimientos. Se encontraba sentado en el borde de la cama y me sentí fuera de lugar. ¿Qué hago aquí?

— No debería estar aquí.

   Quise deshacerme de las sábanas y correr hacia la puerta y desaparecer, pero el calor de su mano apoyada sobre mi pierna me hizo detenerme.

— Tranquila, puedes quedarte si deseas. — me dice calmado, demostrándome que delante de mis ojos estaba el Alessandro que pocos conocían. — Mandaré a que trasladen tu equipaje antes de la cena.

   Se levanta. Agarra un traje perfectamente planchado y doblado que descansaba sobre el asiento que estaba junto a su escritorio junto con unos zapatos de vestir de un tono marrón claro.

— En el baño hay toallas limpias en los cajones, por si quieres ir adelantando.

   Lo observo, joder, no me puedo creer que este sea el Alessandro con el que estoy acostumbrada a tratar. No puedo dejar de observarlo, llevaba una camisa blanca, un poco desecha, con las mangas remangadas hasta la mitad de sus brazos, los tatuajes del brazo izquierdo adornaban varias zonas de su piel, dejando entre ellos espacios en blancos. Todo en él era provocador. Su pantalón oscuro y... Joder, su cuerpo. ¿Por qué sonríe de medio lado? Sus ojos, aquel tono azul tan brillante no dejaba de analizar mi rostro perdido en él. Ese destello vuelve a estar en ellos. Creo que podré morirme tranquila cuando vea sus ojos encima de mi cuerpo, ambos con el cuerpo completamente desnudos.

  ¿Por qué he dicho eso?

— Tu familia debe estar al llegar. — termina de decirme.

    Se dirige hacia la puerta con la misma sonrisita, y todo mi rostro comienza a arder por el calor que emana mi cuerpo. ¿Lo habrá notado? Casi al agarrar el pomo de la puerta para abrirla y abandonar la habitación, llamo su atención:

— Alessandro... — se voltea. — Gracias.

   Me sonríe, pero distinto.

— Eres la única mujer que ha dormido en mi cama. Soy yo quien debería agradecerte.

   Me congelo en modo automático a sus palabras. ¿Qué cojones significa eso? Baja su mirada y sale despacio de la habitación. ¿Soy la única mujer que he dormido en su cama? Y no solo una vez, sino dos veces ¿Por qué debería de agradecerme? ¡Jodeeeeer, que alguien me explique!

   Minutos después fui la última en incorporarme al comité de "Bienvenidos a la casa Rinaldi" que le prepararon a mi familia en la entrada. Se encontraba el señor Leonardo, en el medio, a su lado derecho su esposa, Gemma, que llevaba un vestido hermoso color verde aceituna. A su lado izquierdo, se encontraba agarrando la pequeña manita de su pequeño Paolo; al lado Alessandro que no dejaba de observarme, yo estaba un poco distraída en lo feliz que era al ver como los autos de mi familia entraban por el camino de piedras diminutas de la propiedad. Solo llevaba pocas horas sin verles, pero era una necesidad abrazarles, de que pudieran sentir que estaba completamente bien, al igual que yo de ellos.

   Como era de esperarse Matteo encabezaba la gran fila de autos, fue el primero en descender del asiento del conductor con un gran regalo en sus manos con un moño verde que relucía. Gabrielle apareció tras la puerta del copiloto del auto de mi hermano y en sus manos se podía ver una botella de algún champán o vino de nuestra colección. También estaba hermoso, hoy le brillaba un poco más el rostro por lo que sonreía satisfactoriamente. Mi padre vestido con traje azul oscuro, camisa negra y corbata blanca, a dos autos detrás, se acercó para abrirle la puerta a mi madre y con solo ese gesto hizo que se me estrujara un poco más el corazón. Mi madre, hermosa a más no poder, lucía espectacular con un vestido plateado.

    El pequeño Paolo se soltó de su padre y corrió hacia mi hermano que lo cargó con su brazo disponible y le dio su regalo. Aquella imagen me puso los ojos cristalinos, se vería genial siendo padre. Con sus tatuajes. Con su delgadez. Con su espeso cabello largo hasta la nuca. Con sus ojeras al levantarse. Con todo. Desvío la mirada hacia Alessandro que aún se encontraba analizándome con una sonrisa limpia y le sonrío, tratando de borrar las lágrimas con pequeños pestañeos, mientras se acercaban todos.

   Después de estrechar a cada miembro de mi familia con emoción contra mi cuerpo fueron introduciéndose en la casa. Gabriele se acerca de último, mientras mi hermano charlaba con Alessandro. Me dedicó una gran sonrisa y con sus brazos me estrechó contra su cuerpo muy fuerte, justo como siempre me había gustado hacía ya par de años atrás.

— Estás hermosa. — me susurra.

    Alessandro hizo un sonido con su garganta que hizo que nos separáramos al instante. Le dedico una mirada a Alessandro que no dejaba de sonreírme, estaba muy cerca de mi cuerpo por lo que coloca una de sus manos en mi espalda baja. Gabriele intenta no dirigirle la mirada, así que me sonríe y se marcha con los demás.

— ¿Qué haces? — le susurro mientras caminábamos.

— Marcando territorio. — me susurra bajando su estatura para llegar a mi oído y trato de controlar el ataque de risa que me ha dado. — ¿Te parece gracioso?

   Protesta. Se detiene para girarse y quedar uno frente al otro. Me animo a arreglarle la corbata, desviando mi atención de esa sonrisa que ha aparecido nuevamente en sus labios.

— Buena elección, hace que resalte el color de tus ojos. — le digo terminando con la corbata.

— ¿Te he dicho lo hermosa que estás esta noche? — suelta en casi en un susurro.

   Subo la mirada hacia sus brillantes ojos donde se encontraba presente ese destello deseoso que me hace comenzar a sentir un fuerte calor en mi sexo. Respiro mentalmente profundo. No pienso demostrárselo esta vez. No dejaré que note que domina mis deseos, aunque se nos da bien fingir esto de ser pareja.

— Se te han adelantado. — bromeo.

— Creo que volveré a arreglar nuestro acuerdo. — lo observo esta vez extrañada. — Dejaré claro que no puede acercarse de nuevo.

   Vuelvo a reír al ver la seriedad de su rostro, sé que bromea, aunque no lo refleje justo ahora en su rostro. Es imposible que coloque en nuestro acuerdo prematrimonial que Gabriele no pueda estar a menos de dos metros de mí. ¿O sí? Una vocecita dentro de mi cabeza me susurra un "Él sí sería capaz", y trago en seco.

   Ya era media noche, me encontraba queriendo dormir, pero mis ojos estaban convencidos de que tendrían que mantenerse bien abiertos. Mi cuerpo descansaba boca arriba bajo el calor de sus sábanas. El olor es esquicito, lavanda y rosas, perfectamente mezclados. La luz principal estaba completamente apagada, por lo que agarré mi teléfono para usarlo como linterna cuando decidí acercarme a mi maleta que estaba abierta sobre uno de los muebles que permanecía junto a las cortinas. Rebusco metiendo mis manos, quiero dormir, lo necesito. Encuentro el frasco de tranquilizantes que mi madre me ha obligado a guardar, pero, ¿qué es esto que se...?

   Comienzo a buscar algún agujero por donde pueda introducir la mano en el forro de la maleta al sentir una silueta familiar y al encontrarlo saco un revolver que se encontraba escondido. Llevaba un post-it pegado donde relucía un dibujo de una carita sonriente y una frase justo debajo:

"Completamente cargada, cuidado"

   Era la caligrafía de Matteo, pequeña y un poco distorsionada de lo rápido que escribía. Sabía que tramaba algo. Escucho un sonido en la puerta y escondo rápidamente el arma entre mi ropa como puedo antes de que una luz me alumbrara el cuerpo. Me quejé al encontrarme la luz directo en los ojos y él la desvió hacia el techo.

— ¿Qué haces aquí? — suelto inmediatamente.

— Y tú, ¿no deberías de estar dormida? — me dice recuperándose del susto.

— No puedo dormir. — le enseño el frasco de pastillas y lo muevo dejando que suenen un poco.

— Yo vine por unas cosas que necesito.

   Desvía la mirada hacia el librero y ambos seguimos con nuestras cosas. Yo subo de nuevo a la cama aferrándome al frasco como si hubiera otra alternativa. Él se acerca al librero y le veo agarrar algunos documentos. Es casi media noche, es imposible que esté trabajando a estas horas, estoy completamente segura que no puede dormir y que su orgullo no le deja admitirlo.

— ¿Quieres dormir aquí?

   Ya lo he dicho. Escucho que detiene sus dedos sobre los archivos y se queda inmóvil, aún de espaldas a donde me encontraba como si se lo pensara un poco. Como si buscara un motivo para aceptar.

— Ha sido un día extraño para mí, y creo que estoy un poco tensa con todo este cambio.

   Ahí tiene su motivo. Para aceptar o para negarse, espero que decida lo primero. Se gira colocando su mirada en la mía con la carpeta verde que le ha dado mi padre en las manos. "Que acepte. Que acepte.", gritaba mi cuerpo. Su rostro no mostraba ningún sentimiento. Ninguna expresión. Frío y oscuro como siempre. Frente a mi estaba el Alessandro rudo, oscuro y sin sentimientos de siempre. ¿Qué había pasado con el Alessandro de esta tarde?

— Terminaré varios pendientes y volveré. Si estás dormida me marcharé de nuevo, si no lo estás, me quedaré hasta que te quedes dormida por completo. — dice pausadamente con esa mirada sin emoción.

   Asentí, y lo vi marcharse justo después, despacio, dejando la habitación nuevamente a oscuras justo al cerrar la puerta.

   El sueño luchaba por vencerme y lo logró justo treinta minutos más tarde. Poco después una claridad hace que abra los ojos despacio somnolientos y le veo entrar, lo que hizo que dentro de mí se encendiera una chispa de orgullo. Lo logré. Me sonrió al verme pestañar muy lentamente y poco a poco se sumergió bajo las sábanas. El calor de su cuerpo me lleno de una tranquilidad incalculable, y busqué encontrarme con su piel, hasta que lo conseguí. Me dejé llevar, no quería preocuparme por lo que pensará de mi por pedirle esto, ni por lo que pudiera pensar al acercarme de esta forma, así que aproveché para acurrucarme a su lado dejando mi nariz pegada a su piel.

   Abro los ojos a media madrugada, despacio, solo para ver si aún era cierto que ha aceptado dormir a mi lado. Sus ojos se encontraban observando el cielo de la habitación y con el brazo estirado bajo mi cuello, acercó su mano mientras acariciaba mi cabello delicadamente. En sus labios se esbozaba una sonrisa delicada, casi imprescriptible en esta oscuridad.

— ¿Por qué no duermes un poco? — le digo somnolienta pestañando lentamente cerca de su cuello.

— Descansa. — dice despacio mientras yo me acomodo más cerca de su cuerpo. — Aún tengo cosas que pensar.

   Me reincorporo, apoyando mi cuerpo sobre mi antebrazo justo a su lado para observarlo desde arriba. No es hora de pensar nada. ¿Será que no puede dormir conmigo encima de su cuerpo?

— ¿Qué tanto piensas a esta hora?

   Suelto, mi cabello cae hacia un lado de mi rostro y estira una de sus largos brazos para colocar parte de mi cabello detrás de mí oreja. Detengo mis ganas de caer derretida sobre su cuerpo, por lo que cierro por un instante los ojos disfrutando la caricia.

— Puedes compartirlo conmigo... — abro los ojos despacio. — Puedo ayudar.

   Esas últimas palabras las suelto en un susurro que hace que analice sus ojos, estaban cansados y tal vez sea su mente lo que no le permita dormir llenándole la cabeza de preocupaciones. Sonríe, aparece ese destello que indica que está deseando algo más que solo conversar, pero esta vez es débil, no cabe duda de que necesitar dormir. Me quedo en su mirada analizando sus gestos sin poder identificar nada.

— No entiendo cómo puedo tenerte en mi cama y ni siquiera te he tocado ni un pelo.

   Aparece el inicio de aquella sonrisita provocadora que inicia en mí un millón de sentimientos profundos justo debajo de mi ombligo. Una de sus manos viaja desde mi oreja, recorriendo suavemente la piel de mi cuello hasta entre mis senos. Se detiene, justo en el centro, casi al punto de perderse bajo la tela de seda de mi pijama de dos piezas. Subo la mirada de sus dedos, hasta sus ojos que se encontraban pendientes de mí.

— Si me has tocado el pelo. — bromeo.

   Sonrío sutilmente. Con la mano que tengo libre acaricio la piel de su mejilla despacio, subo hacia su frente, bajando despacio por su perfecta nariz y sigo hasta sus labios. Sentía su mirada encendida directo a los míos lo que avivaba mis deseos por besarle. No podía dejar de observar sus labios que se encontraban entreabiertos. Siempre han sido prohibidos para mí. Tan provocadores. Tan... muero por besarlo.

— Tus labios...

   Y sin darme cuenta había susurrado cada palabra, avivando aún más el fuego en la habitación. El destello en sus ojos era aún más intenso. La luz que entraba por debajo de la puerta del baño dejaba percibir sus facciones. Su sonrisa provocadora, que se había borrado de su rostro. Sus labios que solo existían bajo mis dedos. Su respiración calmada pero profunda, como si luchara contra su cuerpo para mantenerse tranquilo.

   Alejé despacio mis dedos, pero seguía perdida en sus ojos. No supe cuando exactamente mi cuerpo entero comenzó a vibrar, cuando los latidos de mi corazón se habían acelerado justo como se encontraban ahora. Mi mente no reaccionaba bien, solo pedía a gritos que me besara y un poco más si fuera posible. Algo más que implicara nuestros cuerpos desnudos.

— Creo que debemos dormir.

   Le escucho decir en un tono suave, y no sé porque en el fondo percibo que con eso quiere converse así mismo de que es lo mejor.

— Sí. — susurré, esta vez convenciéndome a mí misma.

   Admito con decepción lo que es correcto para ambos acomodándome en la cama de espalda suyo, es mucho más no tenerle tan cerca con todos estos deseos que tiene mi cuerpo por terminar desecha por su miembro justo ahora. Por desear que me embista duro, o suave, no lo sé, ser follada por su cuerpo debe ser una tortura deliciosa que se posicionaba mucho más arriba de mi lista de deseos.

   Reacciono del susto que me ha dado sentir su cuerpo tan pegado al mío aún perdida en mis pensamientos impuros. Me quedo quieta hasta que deja de moverse acomodándose.

— Valentina... Valentina. — suelta en un susurro con voz grave.

   Eso hizo que mi piel reaccionara automáticamente. Sentí su rostro sumergirse en mi cabello y tomar profundamente parte de mi olor para él. Cierro los ojos tratando de controlarme. Borro la imagen que crea mi cerebro de su rostro entre mis piernas. Mis palpitaciones se disparan. Respiro profundo. Joder, voy a morir si sigo acumulando estas ganas.

   Cierro de nuevo los ojos y trato de controlar mi respiración. Necesito dormir.Necesito encontrar el sueño. Piensa en algo que no sea una escena sexual conAlessandro Rinaldi. Me tranquilizo, buscando en mi mente algo tranquilo en quepensar. ¿Cómo un hombre que hace tanto daño físicamente puede ser a la vez tanperfecto? El sueño comienza a entrar en mí. Siento su brazo rodear mi cuerpopara acercarme a él, dejando mi espalda pegada aún más a su cuerpo y justo ahícaí, dominada por ambos, el sueño, luego él.

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