1. A un Ferrano nadie le da órdenes.
Soy una Ferrano, nadie me da órdenes y menos,
un Rinaldi.
Mi padre había organizado una fiesta por mi cumpleaños y justo ahora estoy huyendo, ya es hora de salir un rato de todo este alboroto. Veinte y tres años y aún no puedo hacer lo que me plazca. Bueno, no del todo. Una de las cosas negativas de pertenecer a una de las familias más poderosas de la mafia italiana. Que si, que estoy solo un poco al corriente de lo que se dedica mi familia, aunque mi padre no me deja saber todos los negocios puedo imaginar un poco de que tratan. Me mantienen bastante al margen, él, mi hermano y mi tío.
Mi madre me recalca que no debo meter las narices en negocios de hombres, y mi padre siempre me ha dado un poco de confianza ya que dice que mi hermano mayor es muy bruto y yo suelo resolver las cosas un poco menos violento. <<La mia mente brillante>> me dice.
- Brutta ragazza... - escucho a un chico detrás de mi.
El pasillo está oscuro y solo puedo observar sus zapatos de vestir alumbrados por la luz de las farolas del jardín que entraba, y un poco de sus dedos que sostenían un cigarrillo.
- ¿Quién eres?. - digo un poco confundida.
- Qué más da quien yo sea, deberías entrar. - río un poco y doy varios hacia adelante donde estaba la luz.
Levanto la mirada del suelo intentando no pisar mi vestido y veo que ha caminado también. Llevaba una sonrisa en los labios. Sus ojos azules intensos me examinaron el rostro. Estábamos cerca, justo mi cuerpo frente al suyo.
- En mi casa nadie me da órdenes. ¿Quién eres? - vuelvo a preguntarle.
Tomó de su cigarro y soltó un poco de humo cuando terminó el segundo paso que dio hacia a mi.
- Entra a la casa.
- Creo que estás sordo. - doy un paso hacia él estando aún más cerca. - No me das órdenes.
Le dije casi en un susurro y decidí marcharme, pero con una de sus manos me agarró con fuerza y me acercó hacia él sintiendo su aliento en mi rostro.
- ¿Por qué tanta curiosidad por saber quién soy, señorita Valentina Ferrano Costantini?
Dice con un poco de rabia pegado a mi rostro. Me quedo un poco hipnotizada por sus facciones tan perfectas, asombrada, incluso maravillada por cómo ha reaccionado mi piel al escucharle decir perfectamente mi nombre como si llevara años esperando este momento. Con otro movimiento me pega aún más a su cuerpo, tanto que no puedo evitar perderme en sus labios.
- Eres terca. Desobediente. Mal educada. Brutta.. - suelta con repugnancia.
Me enfurece escucharle, con ese tono, con su actitud, con... ¿Quién se cree para ofenderme? ¿Quién se crees para venir a mi propia casa tomarme así y llamarme brutta?
- Vuelve a ofenderme y te enseñaré lo que esta "brutta" puede hacer.
Intento moverme para liberarme de su agarre, pero es mucho más fuerte que yo y acercó su boca cerca de la mía dejándome paralizada ante su rostro. Recorría con su mirada desde mis labios hacia mis ojos y regresaba, lo hacía tan rápidamente como si algo le detuviera a hacer algo que deseaba. Tragué en seco. Yo no podía sacar mis ojos de los suyos, estaba muy enfadada, pero me era imposible actuar y mi cerebro no encontraba respuestas a esa incertidumbre.
- Estás tan mal educada que no sabes callar cuando un hombre te lo ordena. - me dice casi en un susurro. Creo que si alguien estuviera cerca no pudiera escucharnos.
- Suéltame. - hice un poco de fuerza para soltarme, pero me agarró aún más fuerte.
- Acaso no te puedes quedar quieta, brutta.
Hice un movimiento ágil con lo que logré soltarme, saqué el revólver que llevaba pegado a mi muslo por el soporte de cuero que llevaba abrochado alrededor y le apunté rápidamente alejándome solo un poco con un rápido movimiento. Estoy muy enfada y aunque no me gustaba andar armada mi hermano insistía en ello. Me recalcó que hoy era un gran día, y yo en lo principal, tendría que andar armada incluso dentro de casa.
- Nunca acataré una orden tuya. - cargué el arma y lo veo con toda la tranquilidad que pueda tener un ser humano encenderse un cigarrillo. - ¿Qué pasa? ¿Te asusta la "niña terca"?
Escucho que se ríe y rápidamente con una de sus manos saca un revolver y me apunta directo a la cabeza con un movimiento muy limpio. Se notaba que tenía experiencia cosa que hace que me asuste un poco, bastante, no lo niego. Si se escucha cualquier disparo comenzara una guerra justo ahora donde seré la primera en caer en manos de... ¿Quién era?
- ¿Y ahora...- se acerca unos pasos hacia mi nuevamente. - señorita Valentina Ferrano, creo que ya va siendo hora que alguien la eduque correctamente?
- Ni en tus sueños.
- Ya lo veremos, amore.
Nos quedamos observándonos enfadados. Todavía fumaba con tranquilidad. Mis piernas temblaban debajo de mi vestido rojo. No quería dispararle, y ahora me apuntaba un completo desconocido con su arma, no podía hacer nada más que defenderme. En apenas unos segundos veo que hace un movimiento, se me escapa un tiro hacia el pino que mi madre tiene en el jardín. El disparo estremece todo el silencio del lugar, pero la música no se detuvo dentro. Aquel desconocido se queda inmóvil, deja el cigarro en el suelo y vuelve a ponerse de pie. Me observa aún más enfadado.
- Te dije que no te movieras. - estaba enfadada, asustada y nerviosa.
No puedo dejar que me dispare. Puede acabar con mi vida en cualquier instante si lo desea. Se ríe mientras se acomoda el traje con las manos, apaga el cigarrillo de una sola pisada y se acerca a mi cuerpo hasta que el arma con la que le estoy apuntando se queda clavada en su pecho sobre su camisa.
- Dispara. - me ordena directo a los ojos y me sudan aún más las manos. - ¿No lo harás? Te he dicho que dispares.
- No vuelvas a darme una orden. - dije, y me temblaba un poco la voz.
- ¿Te da miedo después de que casi me matas? - se queda observándome y bajo la mirada junto con las manos. No pienso dispararle. Me sorprende cuando agarra mis muñecas con fuerza y coloca el arma justo donde estaba, directo en el medio de su pecho. - Dispara.
- ¡No lo haré!. - le grito furiosa.
- ¡Que dispares de una vez!.
Ambos nos quedamos observándonos enfadados. Sobresaltados. Furiosos. Con la respiración entrecortada. Le odio con todo mi ser.
- Oh, Alessandro, ya veo que has conocido a la mia piccolina. - escucho a mi padre acercarse con varios de sus hombres y guardo el arma, él también lo hace. - Mi pequeña estrella, te he buscado por toda la fiesta, ¿cómo has pasado este día tan especial?
- Muy bien, padre. - dejo que me bese el cabello.
Viene acompañado de sus hombres, mi hermano me sonríe desde atrás arrecostado a la pared y encendiéndose un cigarrillo. El señor que venía junto con ellos se queda de pie junto al chico y justo detrás de ellos tres hombres. Gabriele pasa por mi lado y me pregunta si estoy bien, cosa que asentí. No quiero preocuparlos.
- Querida, el señor Leonardo Rinaldi Di Fiore y yo, estuvimos hablando y creo que ya es hora de tener paz para nuestras vidas. Uniremos nuestras familias, haremos una cena pasado mañana en su increíble jardín, te encantará, me lo ha asegurado el mismísimo señor Rinaldi. - el señor mayor solo asiente son una sonrisa y el chico me observaba a los ojos con el rostro congelado. Con la mirada fría. - Ya veo que has conocido a Alessandro Rinaldi Di Fiore, el segundo hijo de los Rinaldi Di Fiore, y un buen chico escuché.
- Un gusto conocerla, señorita Ferrano. - me ofrece su mano como saludo y le correspondo apretando su mano un poco.
Se me eriza poco a poco la piel de todo el cuerpo. Sus ojos y el apellido Rinaldi se repite en mi cabeza. Nuestras familias estaban en guerra desde hace años. Luchaban por quedarse con todo el negocio de la zona. Se han matado entre ellos durante mucho tiempo. Terminamos el saludo. Mi padre los invitó a una copa y se marcharon hacia el salón central donde estaban todos. Alessandro me analizó antes de irse con la misma expresión de siempre. Gabriele prometió quedarse un rato y luego acompañarme a mi habitación.
Me quedé perdida observándole marchar.
- ¿Qué te ha hecho?. - suelta Gabriele enfadado. Yo sigo perdida.
- No ha pasado nada.
- He escuchado el disparo. ¿Qué ha sucedido? - se enfada aún más. - Estaba armado, lo he visto. No puedes decirme que no sucedió nada.
- Gabriele, todos aquí estamos armados. ¿Acaso tu no?. - le observo enfadada. Furiosa. -Te he dicho que no ha sucedido nada, joder. Acaso hoy todos se han puesto de acuerdo para darme órdenes.
Me voy a marchar y Gabriele quiere tomar mi mano, pero la quito rápidamente para seguir caminando. Maldito día. Maldito Rinaldi, y maldito sea Alessandro Rinaldi Di Fiore.
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