Capítulo 15

Esa noche la mansión de los Park no podía estar más deslumbrante. Los empleados corrían de un lado para otro terminando de acomodar todo para el recibimiento de los Jeon. Shinhye había mandado a sacar la vajilla más elegante que tenían; la cena tendría un montón de platos variados, y algunos candelabros dorados adornaban la mesa.

—Ya están aquí, mamá —avisó Jimin entrando a la cocina. El aroma de la comida lo golpeó nada más entrar, y solo suspiró deseoso por probarla. Su madre se había esforzado un montón para que todo quedara perfecto.

—Vamos a recibirlos.

Caminó apresurada hacia la puerta, llamando a su esposo para que también estuviera presente. Cuando abrieron, los tres integrantes de la familia Jeon sonrieron, animándose a entrar a la mansión cuando los anfitriones se lo pidieron.
Jimin solo alzó las cejas asombrado por lo hermoso que se veía su novio esa noche. Jungkook portaba una camisa blanca algo transparente, con las mangas recogidas a tres cuartos y los primeros dos botones abiertos, mostrando el inicio de su pecho. Abajo llevaba un pantalón negro ceñido que remarcaba su estrecha cintura y sus muslos. Su cuello era adornado por una cadenita plateada simple, y portaba además varios aretes en sus orejas.

—Estás precioso —susurró disimuladamente en su oído antes de acercarse a Nayeon—. Señora Jeon, se ve completamente espléndida esta noche.

Besó su mano con caballerosidad, sonriendo al ver a la mujer soltar una risita avergonzada.

«Así se hace, Park Jimin, lo primero es ganarte a la suegra», pensó para sus adentros, ignorando la mala mirada que le dio su novio.

—Que caballeroso estás hoy, Jimin —comentó extrañada, acostumbrada a que el menor llegara a su casa y diera solo un vago saludo antes de correr hacia la habitación de su hijo—. La decoración te quedó preciosa, Shinhye.

Ambas mujeres se enfrascaron en una conversación mientras caminaban hacia el salón principal, dejando a los cuatro hombres a solas en un silencio incómodo.

—Jungkook, me alegra verte por aquí. Jimin se la pasa metido en tu casa, también podrías venir algunos días y así puedo pasar tiempo con mi hijo —pasó una mano por el hombro del rubio, sonriendo mientras apretaba levemente—. Solo si Gongyoo lo permite, por supuesto, aunque debo decir que me alegra mucho que se lleven tan bien.

Jungkoook frunció el ceño ligeramente, sintiendo las palabras del hombre un poco falsas. Estaba dispuesto a hablar, pero el llamado de la señora Park para que fueran a comer lo detuvo.
Todos se sentaron en la gran mesa, con Jimin arrastrando al pelinegro hasta su lado al verlo con intenciones de sentarse en la otra esquina.

—Todo se ve delicioso, gracias por la invitación, Shinhye —agradeció Nayeon educadamente, para luego proceder a comer.

Todos estaban en silencio, comiendo los deliciosos platillos con calma. Después de unos minutos Seung y Goonyo iniciaron una conversación, hablando de las empresas y la economía nacional, e incluyendo a sus esposas de vez en cuando en la charla.
Jimin rodó los ojos aburrido, mirando a Jungkook completamente metido en su mundo sin darle una mirada de reojo siquiera. Frunció el ceño, decidido a hacer que el pelirrizado lo observara. Asegurándose bien de que nadie le prestaba atención, dejó caer uno de los tantos cubiertos que su madre había ordenado poner, recibiendo la mirada de todos cuando el objeto metálico hizo ruido al chocar con el suelo.

—Lo siento —se disculpó, soltando un carraspeo incómodo por la repentina atención.

Se inclinó en la silla, agarrando el tenedor que soltó a propósito, no sin antes pasar su mano por la pierna del pelinegro, terminando por dar un apretón en la cara interna de su muslo. Jungkook se atragantó con la comida y comenzó a toser, mientras el rubio solo intentaba aguantar la enorme carcajada que quería soltar al tiempo que una empleada cambiaba su tenedor por uno nuevo.

—¿Te encuentras bien, Gguk? —preguntó extendiendo un vaso de agua, que el Jeon menor no dudó en tomar.

—Ustedes...se comportan tan extraño hoy —murmuró lo suficientemente alto Gongyoo para ser escuchado.

—¿Qué crees qué estás haciendo? —reprochó en un susurro cuando los adultos dejaron de prestarles atención.

—Voy a decirle a nuestros padres sobre nosotros —contestó encogiéndose de hombros, recibiendo un ceño fruncido por parte de su novio.

—¿Qué dices de repente? ¿Enloqueciste?

Sin esperar más, el menor de los Park se puso de pie, tocando gentilmente la copa con su cubierto para llamar la atención de sus progenitores. El tenue tintineo resonó en el elegante comedor de la mansión familiar, creando un breve silencio tenso antes de que se atreviera a hablar. Carraspeó para aclarar su garganta, sintiendo el peso de las miradas curiosas posadas sobre él. Dio una mirada de soslayo a su pareja, que se mantenía con la cabeza baja y el rostro en extremo sonrojado, sus manos entrelazadas con nerviosismo.

—Queríamos contarles que...nosotros estamos en una relación —confesó con voz temblorosa, obteniendo una mezcla de sorpresa y expectación en las expresiones de todos los presentes, excepto su padre, cuya sonrisa se amplió con alegría ante la noticia—. Le juro que voy en serio con Jungkook, señor Gongyoo. Él me gusta mucho.

—Jungkook...¿eres homosexual? —le preguntó a su hijo, cuya incomodidad era palpable mientras intentaba esconderse detrás de sus rizos oscuros, su piel aún más encendida por la vergüenza. Un golpecito juguetón en la nuca por parte de su esposa lo hizo rodar los ojos con fastidio.

—¡Por favor, Gongyoo! —exclamó Nayeon con un tono entre divertido y reprobatorio.

—Jungkook nunca se ha sentido atraído por nadie. ¿Cómo se supone qué voy a saber cuál es su orientación sexual, mujer? —reprochó Jeon con un mohín, frotando distraídamente el lugar del golpe y provocando unas risitas cómplices entre el matrimonio Park.

—Tierra trágame, por favor —murmuró Jungkook entre dientes, sintiendo el rubor extenderse a sus orejas y deseando desaparecer en ese preciso instante.

No es como si su padre tuviera razón acerca de su historial romántico hasta ahora; más bien era que sus encuentros anteriores no habían significado mucho y nunca habían trascendido más allá de unas cuantas semanas. Sin embargo, al ver a su novio extendiendo su mano hacia él con una sonrisa cálida y sincera, comprendió que lo que sentía por Park Jimin no tenía comparación con nada anterior.

—Bueno, solo me queda desearles que tengan una bonita y duradera relación —comentó Seung con una mirada alegre hacia ambos jóvenes—. Jungkook es un gran chico; no pudiste haber buscado a alguien mejor, hijo.

—¿Hasta cuándo pretendían escondernos su relación? —Jungkook arqueó una ceja ante el tono serio repentino de su padre, observándolo escrutar a Jimin como si intentara descifrarlo con la mirada y ver más allá de lo evidente.

—¡Papá! —protestó Jungkook con un gesto de molestia hacia su progenitor.

—Gongyoo, detente ya —intervino Nayeon con una sonrisa tranquilizadora—. Si ambos se quieren, entonces yo no veo ningún problema —añadió, dirigéndole una mirada amorosa a su hijo, mientras Shinhye asentía en señal de apoyo.

Después del revelador momento en la cena familiar, el ambiente se relajó y la velada transcurrió de manera tranquila. Una vez terminada la cena, los Park y los Jeon se trasladaron a la espaciosa sala de estar, donde se acomodaron en los confortables sofás dispuestos alrededor de una elegante chimenea.

Jimin, sintiendo la necesidad de estar a solas con Jungkook, quería besarlo y acariciar su suave piel, sin embargo, se contuvo y esperó el momento oportuno para pedirle permiso a los demás para mostrarle el jardín de su madre. Con una sonrisa discreta, consiguió que Jungkook lo siguiera afuera, alejándose del bullicio de la casa para encontrarse en un remanso de paz bajo el manto estrellado.

Una vez en el jardín, rodeados por la serenidad de la noche y el perfume de las flores que Shinhye personalmente se encargaba de cuidar, Jungkook no pudo contener su reproche hacia Jimin por haber revelado su relación a sus padres sin consultarle previamente.

—Jimin, no puedes simplemente decidir cosas tan importantes sin contar conmigo primero —expresó con un tono de frustración, mirando fijamente a los ojos del otro joven en busca de una explicación.

Jimin suspiró profundamente antes de responder, su mirada reflejando una mezcla de determinación y vulnerabilidad.

—Lo siento, Gguk. No podía seguir escondiéndonos. Quería que supieran la verdad y poder estar juntos sin tener que ocultarnos —explicó con sinceridad, acercándose lentamente a Jungkook y tomando una de sus manos entre las suyas con ternura.

El pelinegro se quedó en silencio por un momento, procesando las palabras de Jimin y sintiendo como el peso en sus hombros que sintió durante toda la cena se desvanecía poco a poco en la calidez de su contacto. Finalmente, asintió con resignación, reconociendo la valentía y la honestidad detrás de las acciones de su novio.

—Está bien, entiendo tu punto —respondió Jungkook con suavidad, devolviendo la mirada amorosa del mayor—. Pero prométeme que en adelante tomaremos decisiones importantes juntos, ¿de acuerdo?

Jimin asintió con una sonrisa radiante, sintiendo un alivio inmenso al saber que el ojigris no se había enojado con él. Y así, bajo la luz plateada de la luna y rodeados por el aroma embriagador de las flores nocturnas, el rubio juntó sus labios en un exquisito beso que estaba deseando darle desde el segundo en que cruzó el umbral.

El roce de sus labios se sintió como la fusión de dos melodías, creando una sinfonía única de emociones y pasión, o más bien, parecían dos estrellas danzando en el firmamento, entrelazándose en una armonía sin igual.

—Jungkook, hora de irnos.

Lamentablemente, el beso no duró demasiado pues Jeon Gongyoo había hecho acto de presencia y ahora los observaba con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Jimin debía admitir que el rostro serio de su suegro lo intimidaba un poco, pero aún así estaba decidido a no solo conquistar completamente el corazón del menor, sino también el de sus padres.

—¿Nos vemos mañana? —preguntó Jungkook en voz baja, mirándolo con una ligera sonrisa.

—Pasaré a tu casa luego de la escuela —se acercó, rodeando su cintura con sus brazos para apegarlo a él, aspirando por un breve momento el dulce perfume del menor directamente desde su cuello.

—Bien, ya me voy —dijo con tono neutro, pero el leve sonrojo en sus mejillas hizo a Jimin suspirar de ternura.

Adoraba ver como cada vez más Jungkook iba mostrando su verdadera cara. De aquel chico egocéntrico y apático que conoció hace más de un mes ya no quedaba mucho, y debía decir que amaba esas facetas que iba descubriendo de su novio.  Se sentía como si hubiera pasado una eternidad desde que se conocieron.

Pegó sus labios en un casto beso antes de soltarlo, escuchando a Jeon Gongyoo gritarle a su hijo para que se apresurara. Luego de que la familia Jeon finalmente desapareciera de su campo de visión, se adentró en su hogar, encontrándose a sus padres bastante contentos en el salón principal.

—Estoy tan alegre de ver que finalmente te das la oportunidad de querer a alguien, mi pequeño —su madre fue hasta él, poniéndose de puntillas para dejar un beso en su mejilla antes de darle una suave caricia.

—Es bueno ver qué seguiste mi consejo, Jimin, nuestra empresa y la de los Jeon juntas no tendrán rival en el mercado.

El rubio apretó sus puños con fuerza, sintiendo como una especie de ira incontrolable se adueñaba de él. Le parecía tan ridícula y molesta la forma en la que el hombre rebajaba de tal forma sus sentimientos por su pareja.

—Escucha, padre, mi relación con Jungkook no tiene absolutamente nada que ver con tu estúpido interés y ansias de poder  —maaculló mirándolo con la los hombros tensos—. Lo quiero, y si por tu causa mi relación se arruina no te lo perdonaré nunca.

La tensión en la habitación era palpable mientras Jimin lidiaba con sus emociones encontradas: la frustración por la falta de comprensión de su padre y el miedo a que su relación con Jungkook sufriera las consecuencias del constante interés de su padre.

—¿Amor? Eso es una estupidez, Jimin —soltó con simpleza, encogiéndose de hombros.

—¿Cómo puedes decir eso estando mamá presente? —reprochó, pero la indiferencia en el rostro de Park Seung lo hizo bufar, marchándose después de aquel salón.

Cerró la puerta de su habitación con fuerza, frustrado por la conversación que acababa de tener con su padre. Se dejó caer en la silla, con el ceño fruncido y los puños apretados.

«¿Por qué no puede entenderlo?», pensó para sí mismo.

El constante enfoque en el aspecto económico de su relación con Jungkook lo estaba agobiando. Temía que el interés obsesivo de su padre por el dinero terminara por arruinar la relación que tanto valoraba. Suspiró profundamente, con el corazón apretado por el miedo a que las acciones de su padre pudieran afectar su relación con su bonito y no tan amargado ya, pelinegro.













No voy a decir nada, pero ojito con las acciones de los personajes.

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