El tiempo había pasado muy rápido, la primera nevada estaba aquí, caminaba y podía observar a las parejas abrazándose o tomándose de las manos para poder sentir menos frío, no pude evitar sentirme celosa.

Ya no podía recordarlo con tanta claridad.
Pero conservar algo, que me ayudara a recordarlo sería admitir que lo podía olvidar.
Y para mí olvidarlo sería simplemente imposible.

—Oye —grité —¿Puedes oírme? Me cansé de esperarte, ya no puedo seguir soportando esto, no se como sobrellevar tu ausencia.

Supongo que nunca nos quisimos.
Continúe caminando, sentí como mi hombro choco con el de alguien más, necesitaba disculparme apropiadamente.
Me giré lentamente e hice una reverencia, pero al levantar la mirada, no podía creerlo.

Ambos abrimos los ojos de golpe.
crucé mirada con aquel chico, esto ya no era un sueño, era sólo como nos mirábamos, sus ojos, su mirada, su sonrisa, el.
Estaba frente a mi.
Ese hermoso chico de ojos cafés cuál otoño estaba frente a mí.
Las lágrimas comenzaron a caer descontroladamente, de esa forma explicaba la emoción que sentía sin la necesidad de decir o explicar con palabras.
Comencé a acercarme a él con lentos pasos.
El hizo lo mismo.
Paramos cuando ya no había tanta distancia entre nosotros, mi mano fue directa y lenta, se posó en su mejilla, sonreí.
El sonrió y colocó su mano sobre la mía, era real.
A partir de ahora, tal vez, solo tal vez, existiria un nosotros.

Éramos dos extraños, con algo en común...

Un recuerdo.