🛫 8 🛫
🛫 «El que nada debe, nada teme» 🛫
Salir con Luhan debería incluir advertencias, nada exagerado, tampoco que sea para tanto; bastarían un par de indicaciones para la tranquilidad de sus citas. Algo simple como: «Peligro, ciervo hiperactivo. No dejar al alcance de tiendas de dulces y parques de diversiones», que evite perderlo entre la multitud.
—¡Aquí! ¡Vamos, vamos!
La mano que se agita en el aire a unos metros de donde aparcaron el auto, es todo lo que Sehun necesita para ubicarlo y apresurarse a alcanzarlo, antes de que a Luhan le dé por alejarse de nuevo y mezclarse entre las decenas de visitantes que se enfilan hacia Lotte World. Quedan sólo un par de horas hasta que el parque cierre, de modo que no pueden permitirse desperdiciar ni un minuto.
—Por favor, dime que compraste boletos antes de venir —pide el chino, tan pronto verlo detenerse a su lado. Sehun asiente con la cabeza, agitando el móvil frente a sus narices y el otro está por salir corriendo, cuando una mano grande y firme le sujeta por el hombro.
—Vamos juntos.
La forma en que lo dice hace que caiga en cuenta de lo infantil que ha actuado desde que descubrió a dónde se dirigían y aunque avergonzarse por su actitud es una opción, Luhan piensa que el pelinegro conoce los detalles más humillantes de su vida y esa colección de instantes bochornosos que no se cansa de acumular cuando se encuentran.
Entonces, ya que apenarse se siente irrelevante, el chino extiende la mano, invitándolo a tomarla.
Antes, dejó que la emoción por pisar un parque de diversiones después de tantos años invadiera su mente. Ahora, podría estar parado en medio de un desierto o bajo una cruel tormenta y todavía así, su único pensamiento coherente sería él: Sehun y la forma tan perfecta en que sus dedos encajan con los suyos, el dulce calor que le transmite su toque tentándolo a jamás soltarlo.
Dentro del parque todo es diversión, luces de colores y sonidos de emoción. Las decoraciones los transportan a una tierra de ensueño, tiendas, restaurantes y más atracciones de las imaginadas tapizando el espacio. Sehun parece casi tan maravillado como él, así que Luhan no advierte el peligro cuando lo arrastra a una tienda de suvenires, los artículos coleccionables distrayéndolo en el acto.
Mientras se pregunta cuánto dolerá su cartera si se embolsa algunas chucherías, el coreano se aleja y al volver, trae en manos un objeto que desliza tras sus orejas.
—¿Qué es esto? —pregunta y el reflejo en el escaparate no tarda en responderle, dos adorables cuernitos sobresaliendo entre sus rizos.
Siendo honesto, Luhan apenas recuerda cuando empezaron a compararlo con un ciervo, claro que tuvo algo que ver el significado de su nombre y otro poco el que su madre lo llamara a gritos por el mote de Xiao Lu, pero si fue en las calles de su barrio cuando salía a jugar con sus amigos o en algún punto de su paso por el instituto, en realidad tampoco importa.
Porque antes de que Sehun lo coronara con una diadema de astas y al volverse para preguntar qué tal le quedaban, esos ojos negros reflejaran la más pura admiración, Luhan jamás se sintió más afín a su apodo o creyó, de verdad, que su apariencia fuera capaz de robarle el aliento a nadie.
—¿Te lo he dicho antes, no? —murmura el pelinegro—. Eres precioso, ciervito.
Y por una vez, Luhan no protesta, aceptando el cumplido de buena gana. Un momento después, se gira para buscar entre las filas de diademas y justo cuando piensa que la suerte no está de su lado, un par felpudo roza sus dedos. Sehun se inclina para permitirle colocárselas, su característica sonrisa torcida asomando en sus labios.
—¿Te estás burlando de mí?
—Para nada —responde, encogiéndose de hombros—, sólo recordé el tatuaje en tu brazo y creí que te inspiraría a aullarle a la madre luna.
Disfrutando de ser (por fin) quien arroje la broma, Luhan da media vuelta con intenciones de alejarse, pero justo cuando el menor está por salir tras él, el chino se detiene y se vuelve a mirarlo, haciéndolo tropezar.
—¿Y el incendio? —se burla—. ¿Qué, creíste que saldría huyendo?
—Bueno, no sería la primera vez.
Sehun ríe al advertir su expresión y el chino se da cuenta de que, no importa lo que haga, ese hombre siempre tendrá la ventaja.
Antes de que el berrinche se apodere de él, siente el calor de un cuerpo ajeno abrigarlo y el peso del largo brazo del menor rodeándole por los hombros. Hay algo tan increíble en la cercanía que Luhan se olvida hasta de respirar y se mueve por inercia cuando el coreano lo empuja a la caja.
🛫
Hay tantas cosas que hacer y tan poco tiempo para realizarlas todas, que decidir a dónde ir primero se vuelve en una tarea casi imposible.
Sehun sugiere descartar las atracciones de altura y Luhan acepta viendo las largas filas de acceso, antes de caer en la cuenta de que lo que el pelinegro pretende, es evitarle un ataque de pánico debido a su acrofobia. Aun si dejan fuera algunas de las mejores atracciones, todavía hay muchos juegos a los que pueden subir y no queriendo perderse toda la diversión, el chino los arrastra a la Furia del Faraón.
Mientras esperan sus turnos, el coreano le pregunta si alguna vez visitó Lotte World y Luhan le platica de la única vez que estuvo ahí, hace ya varios años .
—Luego de que su abuelo falleciera, Baek estaba muy deprimido. Lo traje aquí pensando que sería una buena forma de desahogarse y creo que funcionó. Subimos a casi todos los juegos y cuando llegamos al Conquistador, se dejó los pulmones gritando. Al detenernos, me di cuenta de que estaba llorando.
—Pobre...
—No, no. Yo era el que chillaba a moco tendido —aclara—. Baekhyun se burló de mí y me abrazó. Cuando volvimos a casa, me dijo que salir le había hecho bien y que estaba feliz.
Sehun le observa como si quisiera decir algo, pero la llamada del operador interrumpe el momento y les obliga a separarse para montar su carrito.
El recorrido inicia lento, luego poco a poco va ganando velocidad. Las decoraciones egipcias y los efectos especiales les arrancan gritos de sorpresa, pero son los giros del camino los que despiertan su emoción. Luhan levanta los brazos, disfruta el beso del viento contra su cara y no se preocupa por el lío que será su cabello cuando baje de ahí.
Una vez el juego se detiene, el pelinegro lo ayuda a salir y lo aparta del camino de los demás visitantes, para acomodarle los rizos y las astas de ciervo que se han torcido. El chino hace lo propio, jugueteando con sus orejas de lobo, antes de tenderle la mano y apremiarlo a su siguiente parada.
Ninguno se da cuenta del tiempo que pasan, liberando en los juegos las risas, gritos y toda la euforia reprimida que la vida adulta les roba. El poco tiempo que les queda eligen pasarlo en el carrusel y Luhan hace que Sehun le prometa que volverán para patinar en la pista de hielo.
Montando cada uno su caballito, aprovechan las vueltas para sacarse algunas fotos, posando como si fueran los protagonistas de un drama romántico o haciendo gestos en pics que jamás verán la luz del internet. Lo último que hacen, antes de que llegue el momento de marcharse, es buscar una mesita y compartir la última bebida que servían en el puestito.
—¿Siempre eres así de cursi? —pregunta Luhan.
—Es la primera vez que hago esto: la cita en el parque, orejitas a juego, subir al tiovivo y dos pajitas en un solo vaso —asegura, pero la sonrisita en sus labios no le permite creerle del todo, una nueva interrogante surgiendo de su boca sin que el chino pueda contenerla.
—¿Por qué yo?
—¿Y por qué no? —devuelve el menor, todavía empleando ese tono juguetón. Luhan se serena, anunciando una conversación seria.
—Podrías tener a cualquiera. Eres un tipo increíble y yo... soy un chico común, mi mayor talento es ser ridículo, tengo la cara pero no soy ningún modelito, tampoco soy tan listo.
—Lo admito, casi me hiciste pensar que no tenías espejos en casa —Sehun responde y es la última oración que pronuncia con un deje de diversión—. Ciervito, no creo que existan palabras para describir lo fascinante que eres, aunque si hay una para definir lo que sería si no me gustaras.
—¿Ah, sí? —Luhan arquea una ceja—. ¿Y cuál es?
—Imbécil. Si conociera a alguien tan precioso, divertido, sincero e inteligente como tú lo eres y cometiera la estupidez de dejarlo escapar y no hacer hasta lo imposible por hacerlo sonreír y merecerme su amor, no cabe duda que sería un reverendo imbécil. ¿Y te digo algo? Me niego a convertirme en eso.
La forma en que su voz es capaz de transmitir la sinceridad de su corazón, asombra y enternece a partes iguales al chico que podría jurar que un montón de fuegos artificiales explotan en su pecho, aliviando la incertidumbre al resplandecer con la fuerza y el calor suficiente como para que Luhan confirme que ahí, ese que mantiene una expresión severa y al mismo tiempo adorable con sus orejas felpudas... él es su príncipe azul.
La voz del altoparlante anunciando el cierre del parque provoca movimiento en todo el lugar, Sehun se apresura a beber de la soda y Luhan lo imita, inclinándose para sorber de su pajita, una lucha silenciosa por ver quien se llevará la mayor parte entreteniéndolos al instante. Apenas terminar (el chino proclamándose vencedor) arrojan la basura a un cubo y ponen rumbo a la salida.
Ha sido una noche increíble, casi perfecta, lo único que podría coronarla como la fantasía vuelta realidad sería algo que el ciervo no se atreve a pedir, aunque tampoco hace falta que lo haga, basta con esperar a que Sehun lo lleve a casa y en el portal, los dedos entrelazados jugueteando entre ellos como intentando prolongar el momento, murmurar:
—Entonces, te veo el lunes.
—¿Puedo esperarte y llevarte a cenar? —pregunta el menor.
—Claro, aunque quizás me tome un rato, todavía debo arreglar varias cosas para echar a andar la nueva campaña.
Sehun asiente con la cabeza, diciendo en silencio que no hay ningún problema y luego, pregunta:
—¿Puedo llamarte el fin de semana sólo por el placer de escucharte?
—Vale, sólo que sea después de las 10, me gusta dormir hasta tarde cuando no debo ir a trabajar.
Una vez más, el coreano asiente sin protestar y justo cuando parece que las peticiones se le han agotado, pregunta:
—¿Puedo besarte, Luhan?
—¿En serio estás preguntando?
Sehun ríe por lo bajo, encogiéndose de hombros, un instante después se inclina en su dirección y desliza la mano hasta acunar su mejilla. Luhan da un paso adelante, echa la cabeza hacia atrás y cuando sus labios se encuentran, la sonrisa del otro todavía curvado sus belfos, se siente justo como debería sentirse estar besando a la persona correcta.
No hay dudas cuando sus bocas se mueven, no hay temor cuando las lenguas se encuentran. Les falta el aire y les sobra emoción, así que se alejan un segundo para recuperar el aliento y luego lo entregan al otro. Sehun le pasa la mano libre por la cintura y Luhan se aferra a las solapas de su chamarra, no es mucha la diferencia de altura, pero aun así se sostiene sólo en las puntas de los pies.
—Gracias por esto, ciervito —susurra el pelinegro, contra sus labios, conteniéndose para no iniciar un nuevo beso—. Buenas noches.
—Buenas noches, Sehun-ah.
🛫
—¡Cuenta, cuenta, cuenta!
Un Baekhyun en pijama lo zarandea sin piedad, trepado a horcajadas sobre su cuerpo semi-dormido. La luz que entra a raudales por la ventana indica que es de día y no tan temprano como para arremeter contra su amigo por irrumpir en su pieza a horas inhumanas, aunque no por respetar sus horarios de sueño, significa que Luhan vaya a tomarse a bien su forma de despertarlo.
—¡Yah! ¡Quítateme de encima! —gruñe, negándose a abrir bien los ojos, una parte de él esperando librarse del ataque para volver a la tierra de los sueños—. ¡Chanyeol, saca a tu novio de mi cama!
—¿Cómo sabes que Yeol está aquí?
—Él siempre está aquí los sábados —se mofa.
En el pasillo, los pasos firmes y la risa mal disimulada del abogado le dicen que ha alcanzado a escucharlo y un minuto más tarde, el hombre se materializa en su pieza, apoyándose contra el marco de la puerta como preparándose para admirar desde lejos lo que pase en la cama.
—Buen día, Lu. ¿Dormiste bien?
—No tanto, creo que estoy teniendo pesadillas. ¿También ves a la bestia loca intentando asfixiarme? —Chanyeol ríe por lo bajo, ganándose una mala mirada por parte de Baek.
—Obvio no. Sólo veo a un chico hermoso y emocionado intentando sacarte los detalles de la grandiosa cita que tuviste anoche.
—Yeollie~, ven que te beso —canturrea el bajito, pero su novio se limita a lanzarle un beso volado que Luhan agradece, porque odiaría estar tan cerca de ellos cuando se dan arrumacos.
—Por Buda, ¡Baek! ¡Quítate de encima o lo único que me sacarás, serán las ganas de vivir!
—Que llorón, ni que pesara tanto —bufa el rubio, por fin, moviéndose de encima para dejarlo respirar.
El chino se traga el comentario sobre el trasero del otro y espabila como puede, sabiendo que los otros no le dejarán volver a dormir. Nunca estuvo en sus planes negarse a compartir la hermosa cita que Sehun le regaló, pero no piensa decir nada hasta haber cumplido su ritual de las mañanas, además de que sus amigos se merecen esperar, luego de haberlo atacado mientras dormía.
Baekhyun sale a regañadientes de su cuarto, aunque no tarda en distraerse con el gigante que tiene por novio y el chino aprovecha aquel instante de privacidad para ir al baño, hacer sus necesidades y cepillarse los dientes. Como siempre, el reflejo en el espejo es el de un ciervo que parece haberse peleado con las sábanas, los rizos en su cabeza luciendo más como un nido.
Un mensaje ilumina la pantalla cuando regresa a la habitación, casi espera que sea su madre amenazándolo con llamarla o esperar a que ella y su padre aparezcan en la puerta, pero lo que se encuentra son un par de textos de Sehun:
—Joder, podría enamorarme de este hombre —Luhan dice, dejándose caer en la cama igual que una estrella de mar. Una muy feliz estrella de mar.
🛫 Continuará... 🛫
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