🛫 7 🛫

🛫 «Quien no arriesga, no gana» 🛫

Arrojarse a los brazos de Sehun no era parte del plan, pero tampoco que se arrepienta por hacer caso a sus impulsos y aferrarse con fuerza al cuerpo del otro, al descubrir lo increíble que se siente hallar su lugar, ese espacio donde –como piezas de un rompecabezas– todo cae en su sitio, encajando a la perfección.

Dejándose envolver por las sensaciones que le provoca aquel abrazo, Luhan casi olvida el motivo que le animó a ir hasta ahí, las alarmas en su cabeza disparándose a tiempo para evitar que el incidente sea enviado a la trituradora mental. Y entonces, igual que en una pesadilla, se ve a sí mismo hecho un desastre, irrumpiendo en la oficina del jefe como un verdadero demente.

Horrorizado, empuja al coreano hasta deshacer el abrazo, sintiéndose vacío tan pronto el calor del cuerpo ajeno se desvanece en el aire. Sehun no parece ofendido, aunque en sus ojos reluce un deje de añoranza mezclado con angustia, recordándole su desaliñada apariencia y la dramática escena de un momento atrás.

—¿Estás bien? —pregunta. Luhan asiente con la cabeza, acomodándose las gafas en un gesto distraído.

—Lamento si te asusté, me pongo un poco loco cuando pierdo la cabeza. Y suelo hacerlo por tonterías como-

—No creo que fuera una tontería —Sehun interrumpe, su ceño fruncido como si le molestara que esté intentando minimizar las cosas. El gesto no le dura mucho, suavizando la expresión al añadir:— Pero me alegra que vinieras a buscarme en un momento así.

La forma en que lo mira y como sus labios se curvan hacia arriba, alborotan las mariposas que anidan en su pancita, haciéndolo desear arrojarse de nuevo a sus brazos.

Antes de que cometa (otra) imprudencia o más bien incitándolo a realizarla, Sehun saca un pañuelo de su bolsillo y se acerca para limpiar los rastros de maquillaje en sus mejillas. Teniéndolo tan cerca, Luhan se pierde en los detalles de su rostro: las cejas espesas y esas largas pestañas, las mejillas abultadas y los labios rosados que le invitan a saborearlos.

—Entonces, ¿me dirás lo que pasó?

Unos ojos oscuros se clavan en los suyos, capturándolo in fraganti en su repaso mental. Luhan se aclara la garganta y desvía la mirada, esperando que el menor pase por alto el rubor que ya tiñe su rostro. Habiendo terminado de atenderlo, Sehun se apoya contra el escritorio, aguardando con paciencia a que responda su pregunta.

—Sólo otro de mis famosos auto-sabotajes —dice el ciervo—. Me quedé dormido mientras trabajaba en la presentación y cuando desperté, derramé mi café sobre la computadora. Creo que la arruiné, porque no volvió a encender.

—Y supongo que no guardaste tu trabajo ni generaste algún respaldo.

—Bravo, Sherlock, eres todo un genio.

Sehun ignora la burla, riendo por lo bajo y se estira para alcanzar la pila de carpetas sobre la mesa. No tarda en dar con la copia impresa de su diseño, agitándola en sus narices como invitándolo a tomarla, pero antes de que Luhan pueda alcanzarla, el coreano la aparta, levantándola sobre su cabeza.

—¡Yah, dame eso!

—Ven a quitármela —lo reta.

Luhan se pone de pie, dispuesto a llevarse la carpeta. Sehun es más alto y no duda en aprovecharse de ello, pero el castaño es un hombre tenaz y cuando sus dedos rozan el folio, amenazando con arrebatárselo, al coreano no le queda de otra más que salir corriendo. Juguetean durante un rato, hasta que Sehun tropieza con la mesa y al manotear para sujetarse a algo, termina arrastrando consigo a Luhan.

Tendidos sobre el piso, uno encima del otro, la risa se les afloja por lo tontos que han sido, correteando como dos niños que se pelean por un juguete. Todavía se está divirtiendo, cuando la mano grande y áspera del menor se desliza por su rostro, acunando su mejilla con la misma delicadeza que si sujetara una flor. El silencio se instala entre ellos, las miradas se encuentran, negro y marrón fundiéndose en uno.

—Sal conmigo, ciervito —Sehun murmura, en apenas un hilo—. Este viernes, cuando la presentación de la campaña haya pasado, concédeme el honor de una cita.

—¿Pasas por mí a las 7?

—Ahí estaré.

Luhan sonríe y se inclina un poco más sobre él, la cercanía de sus rostros robándole el aliento al menor. Podría besarlo (quiere besarlo) pero no es el momento ni el lugar, así que se conforma con alcanzar la carpeta por la que todo empezó y apenas tomarla, huir del sitio antes de sucumbir a la tentación. Lo último que escucha, es a su jefe quejarse al intentar levantarse.

🛫

Baekhyun le presta su computadora sin hacer preguntas y Luhan no pierde tiempo intentando conciliar el sueño, dedicando la noche entera a su presentación. Tiene menos de 24 horas para organizar la propuesta, así que no puede darse el lujo de descansar hasta haber logrado el objetivo.

Por la mañana, se ducha con prisas y sale corriendo a la oficina, espabilando por el camino sin necesidad de detenerse a comprar café, algo que Minseok lamenta pues no pasar por la cafetería, significa que ese día deberá conformarse con beber el agua de calcetín que sirven en la empresa. En lo que respecta al chino, sin embargo, ha decidido no arriesgarse a malograr otra laptop hasta terminar el proyecto.

Cuando Jihyo llega, luciendo fresca y despreocupada (dando a entender que su presentación está casi terminada) el ciervo cree que podría envidiarla por ser tan buena en su trabajo, pero la idea se esfuma de su mente tan pronto ver a Minho plantarse en su cubículo, un comentario tras otro criticando los esfuerzos de la chica, como si tuviera derecho o la autoridad para corregirla.

Al mediodía, el encargado de redes sociales finalmente se devuelve a su piso, justo a tiempo para evitar que la otra se le vaya encima, sus finos dedos ansiando sacudirlo por el pescuezo. Los otros se retiran para ir a almorzar, Jinyoung le comenta a su amiga lo cerca que estuvo de correr a Choi de una patada, pero Luhan permanece en su mesa, tecleando sin detenerse porque está cerca de terminar.

—No deberías saltarte las comidas —murmura alguien, a su lado y como si su cuerpo complotara para traicionarlo, el gruñido de su barriga se deja escuchar por todo el piso.

Sehun ríe por lo bajo, deslizando luego una bolsa de papel que captura su atención.

—Pan de avena y miel, con jamón de pavo, queso, lechuga y aderezo.

Hace rato que no come uno de esos, pero en su defensa, el Subway más cercano está a un par de manzanas y siempre hay fila a la hora de la comida. Pensar en lo que el menor tuvo que pasar sólo para comprarle un sándwich, así como el hecho de que recordara los ingredientes que recitó en medio de sus desvaríos, aquella noche en el avión, anima no sólo a su pancita, también a su corazón.

—Gracias, lo disfrutaré —dice, volviéndose para mirarle a la cara y dedicarle una amplia sonrisa. Sehun asiente con la cabeza y cuando ya ha dado un par de mordiscos a su emparedado, pregunta:

—¿Es la presentación para mañana?

—Ajá. Ya organicé toda la propuesta, ahora sólo intento sintetizar y evitar la sobrecarga. Creo que no lo hice bien la última vez y que por eso el jefe Park no me dejó continuar.

Sólo recordar el fiasco con Label Blue, hace que el estómago se le revuelva y sienta ganas de chillar y ya que lo último que desea es arruinarse él solito el delicioso almuerzo que el pelinegro le llevó, Luhan aparta esos pensamientos y se concentra en devorar su sándwich. Una vez lo termina, Sehun le pide que le muestre sus avances, como un ensayo para lo que dirá en la reunión del día siguiente.

Inclinándose lo suficiente para apreciar las diapositivas, sus hombros se rozan de tanto en tanto y el perfume del coreano amenaza con distraerlo. Luhan no tiene modo de saber si su presencia lo afecta del mismo modo, pero a juzgar por la sonrisa que se refleja en la pantalla, es posible que Sehun disfrute de la cercanía tanto como él.

—Nada mal, creo que plantea lo que ofrecemos bastante bien, pero quizás podrías...

Señalando algunos gráficos y sugiriéndole reacomodar un par de párrafos, el jefe se asegura de que el trabajo esté a la altura de la empresa y aunque en ciertos aspectos, la opinión de Luhan contradice sus observaciones, al final consiguen empatar ideas y solucionar el problema. Están en eso, cuando el resto del equipo regresa de almorzar, la sorpresa de encontrar ahí al CEO dibujándose en sus rostros.

Antes de que nadie tenga oportunidad de suponer nada, Sehun le pide a Jihyo que vaya preparando su presentación y sólo unos minutos más tarde, se une a ella para juzgar su trabajo, invalidando sin saberlo muchos de los comentarios que hizo antes Minho. Desde su sitio, el ciervo puede decir que no hay ninguna diferencia entre el trato que le ofrece a la chica con respecto al que le brindó a él.

Si acaso, lo único distinto es el lenguaje corporal y es que Oh tiene el cuidado de mantener una distancia prudente y no sonreír demasiado, demostrando su profesionalismo y el hecho de que, entre un montón de personas, sólo Luhan despierta en su pecho una emoción especial.

—Hoy vayan temprano a casa —les dice, al terminar con el diseño de Jihyo—, ambos necesitan descansar y reunir energías para la reunión de mañana. No es necesario que lleven sus computadoras, sólo no olviden la USB donde guarden sus presentaciones. Yeri, una de nuestras pasantes, preparará las copias impresas para los ejecutivos de Grupo KWON.

Los dos asienten al escucharlo, agradeciendo que los deje salir antes de la hora y una vez atendidas todas las instrucciones, Sehun se marcha. Luhan espera hasta que su compañera se va y entonces, se guarda la copia que el coreano le prestó la noche anterior y va directo con Yeri, quien no parece sorprendida porque su carpeta no estuviera junto a la de su compañera cuando el jefe se las entregó.

«¿Nada de esto cuenta como trato preferencial, o sí?», se pregunta y antes de que sus mini-yo se materialicen sobre sus hombros, sacude la cabeza optando por no martirizarse él solo.

🛫

Boa da luz verde a la campaña.

Después de conocer las propuestas y ahondar en detalles sobre cómo pretenden comercializar su producto, la CEO de Grupo KWON y su equipo deciden cerrar el negocio y firmar el contrato. El resto de la junta discuten cuándo sería conveniente echar a andar el proyecto y al terminar, Sehun felicita a sus empleados y a modo de recompensa por sus excelentes presentaciones, los invita a comer.

Cuando vuelven a la oficina y comparten con el resto las buenas nuevas, todos apoyan la sugerencia de Taeyeon para festejar con una cena, pero Jihyo comenta que sería más prudente y satisfactorio posponer las celebraciones hasta después de que la campaña sea lanzada. Es fácil darse cuenta de que lo hace para esperar a obtener los primeros resultados y así saber si su estrategia fue más efectiva que la de Luhan.

Lo que ignora, es que hasta la semana siguiente la mente del ciervo se ha desconectado por completo del trabajo, la cita que ha concertado para ese viernes siendo lo único en lo que puede pensar y que, tan pronto volver a casa, lo empuja a la ducha y más tarde al fondo de su armario, con un Baekhyun en modo mandón tumbado sobre la cama, piernas cruzadas y una copa de tinto bailando en su mano.

—¿De veras no te dijo a dónde piensa llevarte? —pregunta el rubio, por enésima ocasión. Luhan bufa bajito, un poco harto de pasearse en calzoncillos por la habitación—. Es difícil elegir un atuendo si no sé a dónde irás.

—Créeme, si lo supiera, hace rato que te lo habría dicho. ¡Es la quinta vez que me haces cambiar y no falta mucho para que Sehun llegue!

—Tampoco hay necesidad de gritar.

—No te grité —se defiende el ciervo, dejándose caer en posición de indio sobre el suelo—, es que estoy nervioso y andar medio desnudo no ayuda a relajarme.

Baekhyun tuerce una sonrisa, fascinado con su estado. No de forma maliciosa, sino encantando con la emoción que su amigo no se esfuerce en ocultar. Dando un sorbo a su copa, los ojos de cachorro repasan al mayor como intentando descifrar un misterio que sólo él conoce y apenas resolverlo, se pone de pie y se adentra en las no tan profundas aguas de ropa amontonadas en su armario.

Un minuto después, se vuelve hacia Luhan con una percha en cada mano y la sonrisa victoriosa de gurú de la moda curvándole los labios.

—Ya sé que eres un experto en esto, pero... ¿no pueden los genios meter la pata de vez en cuando? —pregunta el chino, al advertir las prendas. Su amigo niega con la cabeza, guardándose para sí la explicación tras su elección y se limita a decir que:

—Algo me dice que tu príncipe es uno de esos seres puntualísimos, lo que significa que tienes quince minutos para estar listo y te recuerdo que todavía nos trabajar en tu cara.

Echando un vistazo al reloj sobre la mesa, Luhan se traga las protestas sobre lo informal que resulta aquella ropa y el comentario de que, si ya ha decidido ir en modo casual, tampoco parece necesario preocuparse por el maquillaje. Al final, puede que los sentidos artísticos de su roomie tengan una razón de ser.

Ding, dong.

—¿No te dije? —se mofa Baekhyun, poco más tarde, todavía con el lápiz de ojos en la mano y la certeza de que la persona tras la puerta no es otra más que el chico de su amigo—. Termina aquí, yo me encargo de recibirlo.

Luhan asiente con la cabeza, intentando no hiperventilar y el rubio se marcha, cerrando la puerta a sus espaldas. Solo, el chino descubre que su grandioso maquillaje no es más que un bonito delineado y un sutil sombreado que remarca el marrón de sus ojos. Ya que no es nada de otro mundo, le toma apenas un esfuerzo delinear el ojo que falta y completar el adorno con una fina capa de brillo para labios.

Mirándose al espejo, no diría que le desagrada el resultado. Se lo ve distinto, sin las camisas planchadas y las molestas corbatas, pero el aire suave y casi tierno que le brindan unos pantalones negros y un suéter a rayas dos veces su talla, sigue siendo él o, mejor dicho, se trata del Luhan de corazón romántico y sueños infantiles que cada día intenta reprimir para ir a la oficina.

La risa de Baekhyun lo devuelve a la realidad, recordándole que su cita todavía espera a que aparezca. Acomodándose las gafas, Luhan al fin se anima a dejar la habitación, encontrándose con que su roomie y el chico de sus sueños aguardan en la entrada.

—Vale, pues... que se diviertan —se despide el rubio—. Y Sehun, no olvides lo que te dije.

—Dudo que pudiera hacerlo.

Luhan frunce el ceño, curioso por aquel intercambio de frases, pero su amigo se aleja sin reparar en su mirada y al volverse hacia su cita, le queda claro que el pelinegro tampoco tiene pensado entrar en detalles. Viéndolo, se da cuenta de que él no es el único que luce diferente, los jeans y la cazadora de cuero concediéndole al menor una imagen juvenil y tan despreocupada que el chino no puede evitar preguntar:

—¿A dónde iremos?

—Ya lo verás. Según mis fuentes, es el sitio ideal para una primera cita, pero el éxito de la visita dependerá de si a ti te gusta —responde Sehun, dedicándole una de sus preciosas sonrisas—. Entonces, ¿nos vamos?

🛫 Continuará... 🛫

No las culparé si se aburrieron de esperar, sólo diré que haré mi mayor esfuerzo para no volver a retrasarme con las actualizaciones 💕 A veces me olvido de avisar en el tablero, pero Twitter es como mi diario, así que si no saben de mí, pueden pasarse por allá y enterarse de lo que ha sido de esta maceta 🌷 ¡Las extrañé mucho!

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