🛫 5 🛫
🛫 «A toda acción, le sigue una reacción» 🛫
El coraje que siente, es uno de esos que ni la cerveza puede ahogar. No le molesta la decisión de Minho, romper era algo que debían hacer, pero el modo en que manejó la situación –la cobardía de ocultarse tras una pantalla, el cinismo de priorizar una película a sus sentimientos– hace que desee tenerlo de frente y atinarle un puñetazo a su perfecta mandíbula.
Baekhyun lo escucha quejarse, captando entre gruñidos los retazos de historia que el castaño suelta para explicar cómo terminaron así. Habla de lo ocurrido en el elevador y la discusión a media calle, y tal vez sea porque está cerca de rozar su límite de alcohol, pero no consigue cerrar la boca cuando los silencios incómodos que acaparaban el tiempo juntos y esa falta de emoción presente en sus citas, sale a la luz.
—Jamás fueron sus personas —conviene el platino, encogiéndose de hombros—, fue un milagro que duraran tanto. Acá entre nos, Minho era un tipo insufrible.
—Al rato que ya no esté enojado, seguro me arrepentiré de darte la razón porque, vamos, no era tan malo. Justo ahora, lo único de lo que me arrepiento es de haber accedido a tener una cita en la filmoteca.
El menor entorna los ojos y pregunta:
—¿Qué hay del sexo, de eso no te arrepientes?
Luhan se ahoga con la cerveza, una incómoda sensación recorriéndole la espalda, como si acabaran de tirarle encima un balde de agua helada.
Oh, sí, acostarse con Minho fue una de esas experiencias que podría haberse ahorrado y no perderse de nada. Siendo honestos, la culpa de que la experiencia resultara decepcionante no es de su exnovio, pues no fue Choi quien metió en su cabeza todas esas fantasías sobre el sexo, sino él mismo.
«No estoy esperando que me hagan ver flores, tampoco creo en lo de tocar el cielo. Lo único que pido es una persona que me haga sentir especial, que me deseé porque hay algo maravilloso en mí y no porque su cuerpo le exija bajarse la calentura. Quiero conocer a alguien que me haga el amor y dé sentido a lo de ser uno».
Sus palabras le vienen a la mente y aunque podría avergonzarse porque fue Sehun quien tuvo la desgracia de escucharlas, aquella noche en el avión; en ese momento lo único que se le ocurre es que no hay una mejor forma de expresar lo que anhela su corazón, ese deseo que le invade siempre antes de intimar y que poco a poco se deshace, cuando sus parejas demuestran ser incapaces de volverlo realidad.
—¿Debería hacerme monje? —sugiere, entonces, componiendo un puchero—. El celibato no se ve tan mal desde donde estoy parado.
—¡Buda, no!
Baekhyun parece aterrado, la chispa que el alcohol encendió en sus ojos de cachorro, extinguiéndose al mirar arriba y apuntar con el dedo, como retando al panzón dorado o cualquier otro Dios, a prestarles atención.
—¡Ni siquiera pienses en tomar en serio a este tarado! Y tú —ordena, apuntando ahora en su dirección—, déjate de tonterías. Que no hayas encontrado a tu príncipe azul, no significa que no exista y te esté buscando, sólo que es algo menso y anda a paso de tortuga. Tú estate tranquilo, ya llegará.
—Baek, tengo treinta años, si no ha aparecido aún, dudo que-
—¡Yah! Tal vez se tardó en nacer y por eso viene con retraso —objeta el rubio—, como sea, llegará y cuando lo haga, será justo como siempre lo has soñado. Alguien que te quiera por quién eres, sobretodo, un hombre que merezca que tú lo ames a él.
Luhan intenta sonreír, pero el puchero que tira de sus labios se lo pone difícil. Se levanta con dificultad y rodea la mesa intentando no enredarse con sus pies, aunque al final lo hace y termina cayendo sobre Baekhyun, quien le recibe entre quejas fingidas y risas que se ahogan contra el cuello del chino. Beben lo que queda de cerveza y luego de limpiar la mesa, deciden que es hora de volver a casa.
Al día siguiente, Chanyeol los despierta anunciando que ha preparado el desayuno, su novio le agradece tapizando de besos sus mejillas y Luhan mientras tanto, pide un repartidor para una entrega exprés. La caja que envía contiene el Blue-ray de "El séptimo sello" y un post-it adherido a la portada con sólo dos palabras: «La odié».
🛫
La semana después a su ruptura, Sehun llama a junta al equipo principal. No está solo en la sala, un chico del equipo de redes sociales lo acompaña y tan pronto darles la bienvenida, es Minho quien dirige la reunión, exponiendo la propuesta que le ha tomado semanas preparar. Según su análisis sobre la conveniencia de los medios para las estrategias de marketing, la agencia debería considerar retirarse de los canales tradicionales.
—Como podrán notar —explica, señalando el colorido gráfico de pastel que acompaña su presentación—, el porcentaje de consumidores que adquiere los productos seleccionados, se concentra en quienes los descubren a través de las redes, opacando las cifras referentes a e-mails, periódicos y revistas.
—¿Estos datos corresponden a nuestras campañas anteriores? —Sehun pregunta, sin dejar de repasar la diapositiva tras el chico. Minho asiente con la cabeza.
—Así es, señor. No quise extenderme demasiado, de modo que consideré sólo los últimos tres productos lanzados.
Un resumen de las tres campañas mencionadas aparece a sus espaldas, los ojos de todos recorren la información, aunque no es necesario: Jihyo estuvo a cargo de la estrategia para Velvet, Jinyoung encabezó el lanzamiento de las gafas de sol y el mismo Luhan contribuyó al diseño de la propuesta para el chicle de moras.
—En el primer caso, el público mostró interés gracias al hashtag que aparecía barras de chocolate en la pantalla al twittear —Minho continúa—, los lentes se viralizaron mediante reels de Instagram y los dulces se volvieron tendencia con el filtro de Snapchat que le creamos.
—¿No es un poco drástico? —interviene Taeyeon—. Retirarnos de los medios tradicionales basándonos sólo en campañas dirigidas a los millennials, invalida los esfuerzos que pusimos en proyectos enfocados a adultos jóvenes y mayores.
Minho le sonríe con condescendencia y procede a explicar que si bien la agencia ha tenido éxito potenciando marcas pequeñas a través de los antiguos canales de comunicación, el auge de la era tecnológica demanda adaptación o se corre el riesgo de volverse...
—...tan arcaicos como estos viejos medios.
El silencio se prolonga, los presentes repasan los gráficos vistos hasta el momento y procesan las palabras con que el que expositor pretende convencerlos. Jihyo es la primera en comenzar a asentir, pero antes de que nadie se le una o Minho pueda cantar victoria, la voz de Luhan se hace escuchar. «¿Qué? Claro que quiero molestar», piensa, aunque no sea verdad, al encontrar los ojos de su ex y el gesto indignado con que arruga el ceño.
—Creo que aquí hay un error —señala—, antes has dicho que los medios tradicionales funcionaron sólo porque trabajamos con empresas pequeñas, pero este año lanzamos una campaña de joyería para promover la nueva colección de Zhang Yixing y hablamos de una marca internacional.
—Bueno, tú lo has dicho. MYM se vende sola, sus redes sociales son enormes-
—Y aun así, fue un éxito por la promoción en la revista ELLE. No se trató sólo de dar a conocer la colección, diseñamos la estrategia pensando en lo cerca que estaba San Valentín y lo bien que le venía al tema de ámate a ti, las mujeres (señoras privilegiadas) que leyeron la publicación se sintieron identificadas y no dudaron en adquirir sus piezas.
Minho intenta refutar, pero antes de que diga nada, Sehun se hace con la palabra:
—Parece que tenemos opiniones divididas. Por un lado, entiendo la conveniencia de la propuesta, según las estadísticas —concede, haciendo sonreír a Chi—, por otra parte, estoy de acuerdo en que los medios tradicionales son parte fundamental del éxito de nuestras campañas. Ahora bien, creo que podemos ponerlo a prueba.
Cuando las miradas curiosas y las preguntas a medio formular se extienden en la habitación, Sehun esboza una sonrisa y desliza con un movimiento elegante la carpeta que ha tenido consigo desde que comenzó la reunión.
—He recibido una solicitud de grupo KWON —explica—, su división de alimentos lanzará una leche vegetal a base de avena y quieren que diseñemos su estrategia de marketing. El trato es bueno y creo que nos ayudaría a salir de dudas, así que pondré a dos personas a cargo. Una construirá la propuesta basándose en medios tradicionales y la otra se centrará en canales digitales.
Los presentes se enderezan en sus asientos, advirtiendo la tan buena oportunidad que aquello representa. Hace ya tiempo que se desviven por intentar impresionar a su jefa, pero si bien la opinión de Taeyeon les ha valido elogios y una participación más activa en los proyectos, todavía no han cosechado verdaderos éxitos: un ascenso, por ejemplo.
Sehun continúa diciendo:
—Tan pronto se lance la campaña, analizaremos dónde se concentran los consumidores y replantearemos la opción sobre retirarnos o no, de los medios convencionales.
Nadie se niega, Minho no está del todo de acuerdo o quizás sea sólo que le molesta tener que esperar para que su propuesta sea tomada en cuenta, pero ni siquiera él se atreve a ir en contra de la decisión de Sehun.
Lo último que discuten, antes de que se levante la sesión, es quien estará al frente del diseño. Sería obvio pedirle a Luhan –principal defensor de periódicos y revistas– que encabece una parte de la estrategia, sin embargo, el fiasco con Label Blue es todavía muy reciente y luego de lo ocurrido, el ciervo no guarda esperanzas de ser seleccionado para nada importante. Para su sorpresa, es su nombre el que el jefe pronuncia.
🛫
Todos se han ido a casa. A esa hora, Luhan es el único que permanece en la oficina, el proyecto que le asignaron acaparando toda su atención.
Podría irse y continuar la investigación desde la comodidad de su cama, con la portátil en las piernas y una bolsa de sus galletas preferidas al lado, pero Baekhyun está cerca de terminar su nueva línea y tiende a los ataques de inspiración a medianoche. Si no se sintiera tan obligado a impresionar a los superiores, seguramente le daría igual.
Lo más probable es que sacrificara horas de sueño para unirse a su roomie y acompañarlo con una copa de vino tinto, la suave música del saxo sonando en la tornamesa. Chismearían hasta bien entrada la madrugada, Luhan pasándole alfileres, tijeras o simplemente sosteniendo las telas, mientras Baekhyun cose, crea.
El rubio no es egoísta, si le pidiera que pasara la noche en su cuarto y evitara hacer ruido para dejarlo concentrar, no tendría ni que suplicar porque Byun se pasaría los dedos por los labios imitando un zíper y aunque la ansiedad lo invadiera, rodaría en la cama hasta que la alarma sonara y Luhan se preparara para ir a la oficina.
Saberlo le arranca una sonrisa de los labios, pero la verdad es que no es necesario, porque antes de poder pensarlo el ciervo decidió que esta vez usaría su espacio en la oficina para lo que fue creado y que no importando la hora, seguiría en lo suyo hasta que se le cayeran los dedos... figurativamente, claro, no es que sean muy bonitas pero se ha encariñado de sus manos, lo suficiente como para no desear perderlas.
«¿Qué hay de nosotros?», preguntan sus doloridos ojos, cuando el brillo de la pantalla resulta insoportable. Luhan se saca las gafas y frota con delicadeza, agradeciendo los segundos de oscuridad que le brinda cerrarlos. Pasan de las once y ha avanzado bastante a su propuesta, así que no estaría mal ir a casa y descansar. Entonces recoge sus cosas y tan pronto apaga la lámpara el piso se queda a oscuras.
Mientras espera el elevador, la barriga le gruñe tan ruidosamente que bien podría haberse escuchado en todo el edificio, un humeante plato de ramen o una deliciosa porción de tteokbokki antojándosele necesarias para lograr volver a casa. Está pensando en dónde podría detenerse a cenar, cuando las puertas se corren y lo primero que advierte es el atractivo rostro de su jefe.
—¿Trabajando hasta tarde?
Sehun pregunta, esbozando una de aquellas sonrisas que transforma su rostro, haciéndolo pasar de empresario multimillonario a veinteañero travieso. Luhan asiente con la cabeza y se acomoda a su lado, lamentando encontrarlo en un espacio tan reducido, pues el perfume que usa se concentra muy pronto y huele tan bien que le embota los sentidos.
—Veo que te has puesto cómodo —señala el pelinegro, refiriéndose al atuendo tan distinto que luce, aunque las prendas sean las mismas que llevaba por la mañana.
No sirve de nada negar lo mucho que odia vestir formal, así que Luhan no hace amago de ocultar que se ha cambiado los zapatos por unas calzas deportivas y que tan pronto sacarse el saco, el chaleco y la corbata, desabotonó el cuello de la camisa y se aseguró de remangarse, dejando al descubierto el tatuaje que se hizo a los dieciocho, con una frase que (a decir verdad) lo describe a la perfección.
—Mi latín está algo oxidado, por no decir que en realidad no sé latín —murmura Sehun, arrancándole una sonrisa por la forma en que ha elegido cuestionarlo sobre el significado de la frase en su antebrazo. Luhan responde sin rodeos:
—Cogito, ergo sum, significa Pienso, luego existo. Lo dijo un filósofo francés, quería demostrar la existencia de las cosas, a partir de la certeza de nuestra propia existencia.
—¡Wow! Ahora me siento un poco tonto.
—¿Por no saber latín?
—No, hoy en día sólo los cerebritos saben latín —se defiende el coreano—, me siento tonto porque el significado de mis tatuajes es bastante soso, en comparación con el del tuyo.
—¿Tienes tatuajes? Espera-... ¿me llamaste cerebrito?
La risa de Sehun resuena en el pasillo cuando el elevador se detiene, no parece haber nadie ahí, ni siquiera el guarda nocturno, quien ya debe haber comenzado a patrullar el edificio. Luhan agradece que estén solos, de esa forma puede perderse un poco en el dulce sonido que aflora del otro, antes de recordar que se supone está indignado y componer un mohín.
—Sólo bromeaba, ciervito. Me parece impresionante que sepas latín.
—No es que conozca la lengua, sólo me aprendí esa frase. Los idiomas no son lo mío, en el instituto nos daban inglés y lo seguí estudiando porque era obligatorio para la carrera. Probé un poco con el japonés, quería ver animes sin subtítulos, pero se me trababa la lengua.
—Algo similar me pasa con el chino —le cuenta Sehun, deteniéndose para sostenerle la puerta.
Fuera de la empresa, la brisa fresca de una noche de agosto agita sus cabellos y les hace sentir un poco más vivos. Es tarde y dormirán poco luego de quedarse hasta pasado el horario en la empresa, lo que no importa mucho dado que es viernes y tendrán todo el fin de semana para reponer energías. Con eso en mente y advirtiendo el tan buen clima que hace, Luhan casi puede saborear la botella de soju que pedirá con la comida.
—¿Tienes que ir a casa? Me salté la cena y creo que fue mala idea, así que pensé en detenerme en el puesto de tteokbokki que hay pasando la intersección. Si quieres venir, no me molestaría oír un poco de ese chino tan malo que dices tener.
Un segundo, quizás todo un minuto. Luhan tarda en advertir la imprudencia que acaba de cometer, invitando a Sehun a cenar como-si-el-tipo-no-fuera-su-maldito-jefe. Le entra el pánico, sabe que debe disculparse por ser un atrevido de primera, quizás inventarse una excusa para volver a casa sin que el pelinegro se sienta obligado a aceptar su invitación, pero antes de que las palabras acudan a su boca, Oh mete las manos en los bolsillos y encogiéndose de hombros, murmura un suave:
—Seguro, vamos.
«Idiota, detente ahora. No puedes cenar con tu jefe», lo riñe la voz de su consciencia y el Luhan miniatura que vive en su cabeza, asiente decidido a obedecer a su razón.
—Por acá, ya verás que no está nada lejos.
Caminan a paso tranquilo, Sehun mencionando en chino algo sobre que la noche es realmente buena. No lo hace mal, de hecho, hay algo en su acento que le sabe adorable al oído, aunque la pronunciación no es perfecta, algunas consonantes luchando para escapar, como si su lengua las sujetara y ellas debieran obligarse a arrancarse de sus labios.
Tal como el ciervo dijo, el puesto de tteokbokki aparece pronto en su campo de visión, más de una mesa libre y a la espera de que alguien las ocupe, invitándolos a tomar asiento. Sehun se adelanta para ordenar, pidiendo dos porciones de pasteles de arroz y una botella de soju que no tarda en aparecer en su lugar.
¿Debería avisarlo de su poca resistencia al alcohol? Negarse a beber con el jefe nunca ha sido bien visto, así que Luhan se traga las advertencias, pensando en que una copa no le hace mal a nadie y jadea un poco al sentir el líquido caliente bajando por su garganta.
—Entonces, ¿es tu único tatuaje? —pregunta el menor, retomando la conversación que comenzaron en el elevador. El castaño asiente con la cabeza.
—Dolió bastante cuando me lo hice, ni loco volvería a hacerlo. ¿Qué hay de ti?
Sehun sonríe con suficiencia, enumerando con los dedos las obras de arte en su cuerpo:
—Tengo tres. Unas inmensas alas de ángel en la espalda, una serpiente enroscada en el tobillo y mi favorito, un lobo aullando a la madre luna en el brazo.
—¿En serio? —Luhan parece impresionado.
—Claro que no, ciervito —se mofa, sin poder evitarlo—, pero debiste ver tu cara. No creí que pudieras ser más lindo, pero supongo que me equivoqué.
—¡Y-Yah! —lo reta, sintiendo el rubor extenderse por sus mejillas. ¿Qué tonterías está diciendo ahora?—. ¡No bromees conmigo!
—¿Por qué no? Es divertido.
La comida llega y Sehun mira el tteokbokki como si hace mucho no tuviera en frente un pastel de arroz. «Tarado, acaba de volver de Estados Unidos», se recuerda. Su jefe toma los palillos, prueba un poco y se relame los labios con gusto, adorando el sabor. Lo anima a acompañarlo, pero Luhan no es capaz de dar un mordisco, cuando la voz grave del otro suelta otro de esos comentarios que le provocan vuelcos en el corazón.
—Hablando en serio, sólo bromeaba con lo de los tatuajes. No es mentira que te encuentro lindo, más que eso, de hecho. Eres precioso, Luhan.
🛫 Continuará... 🛫
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