🛫 4 🛫
🛫 «Nacer con estrella o nacer estrellado» 🛫
La noche en que se conocieron, Minho pretendía usar el baño cuando Luhan empujó la puerta, golpeándolo en la nariz. Habían sido obligados a asistir a la celebración por la última meta alcanzada, sus amigos acababan de irse y quizás, de no haberse cruzado, ellos también habrían tomado sus cosas y vuelto a casa. Aquella vez lo pasaron bien: bromearon, jugaron, incluso se besuquearon.
Estaban demasiado borrachos para intercambiar números, pero el destino intervino volviéndolos a reunir un par de días después. Parecía algo triste que su primer encuentro fuese un recuerdo difuso en sus memorias, así que para remediarlo, Minho lo invitó al cine al salir del trabajo. Debió saber entonces que lo suyo no funcionaría y es que aunque el mayor fuera un buen tipo...
No bastaba para agitarle corazón, al menos de la forma en que Luhan soñaba con que pasara. Sus personalidades eran opuestas, había muy poco en común, podían pasarlo bien mientras no tocaran temas serios o entonces discutirían y el ciervo sentiría como que Minho lo tenía por alguien inmaduro e infantil, lo que tal vez fuera un castigo por pensar en él como alguien no tan divertido.
Y ahí están, tres meses más tarde, sin valor para cortar por lo sano y buscar cada uno la relación que los haga felices.
—Sr. Oh, buenos días —saluda Minho, sin reparar en el castaño o, más bien, ignorando adrede su presencia. Sehun le devuelve el saludo con una venía y Luhan agradece que sea tan amable de no hacer o decir nada que pueda demostrar que sabe el tipo de relación que mantienen.
«Tampoco que sea necesario, el cinéfilo loco es bastante bueno fingiendo que no me conoce», piensa receloso. Supone que la actitud de Minho es un reflejo para disimular su noviazgo, uno de esos actos destinados a mostrar profesionalidad que, realmente, lo único que exponen es patanería. ¿Y qué si su jefe supiera que están saliendo? No es que sea un secreto, tampoco que vayan por ahí haciéndolo evidente.
Para ser honestos, no suelen reunirse en el trabajo, ni son de esas parejitas que se escapan para darse arrumacos. Luhan le envía un par de textos, a veces le pregunta si quiere que le suba café y Minho acostumbra a cederle el paso si lo pilla en el elevador o le ayuda con las carpetas cuando lo ve devolverlas al archivo.
—Disculpe si soy atrevido —Minho se anima a decir, dirigiéndose a su jefe—, pero quería saber si ha podido revisar mi propuesta sobre retirarnos de los medios tradicionales, principalmente de revistas y periódicos.
—¿Qué?
Luhan no puede evitarlo, tan pronto escuchar lo que Minho propone, la sorpresa escapa de su boca y las miradas de los dos hombres a su lado se vuelven sobre él.
—Lo siento, es que creo que eso podría ser una mala idea. El 90% de nuestras estrategias incluyen la distribución a través de medios impresos, sin mencionar que si los descartamos, corremos el riesgo de perder al público objetivo que obtenemos gracias a estos.
—Así era antes —Minho defiende su punto—, pero los tiempos cambian. Las nuevas generaciones consumen los productos que potenciamos porque se los acercamos mediante las redes sociales. Estos días los jóvenes no compran revistas, mucho menos leen los periódicos.
—Puede que los adolescentes hayan dejado de hacerlo, pero todavía hay un porcentaje significativo de adultos jóvenes que adquieren el material impreso. Mi mejor amigo, por ejemplo, corre a la librería por la revista VOGUE cada mes.
—Tu mejor amigo es anticuado.
Es una suerte que el ascensor se detenga justo en ese momento, porque Luhan no sabe lo que haría si tuviera que responder a un comentario tan idiota.
¿Qué clase de argumento real se basa en criticar a su roomie? ¿Y acaso recuerda quién es el chico al que se refirió? Baekhyun no es sólo el rubio bonito que le despertó al encender la licuadora a las 5 am, la vez que se quedó a dormir en su piso; es también el fundador y principal diseñador de PRIVÉ, la marca de ropa más cotizada del momento.
Antes de que la oportunidad se pierda, el castaño se empuja fuera de la cabina, no se molesta en disculparse, ni siquiera con el jefe y recorre la mitad del pasillo todavía echando humo por las orejas. Es su culpa, no debió meterse donde no le llamaban, pero si Minho quería defender su punto, entonces debió pensar en algo más inteligente que ofender a su mejor amigo.
«Y claro que anticuado cuenta como insulto», piensa, seguro de que Baekhyun estaría de acuerdo.
🛫
La cena de bienvenida se lleva a cabo en un elegante restaurante de Insa-dong, casi todos están ahí cuando Luhan y Minseok se dejan ver, ocupando un par de asientos vacíos en la mesa del fondo. Se supone que busquen a sus equipos y convivan sin presiones, pero como obligarlos a asistir ya es motivo suficiente para hacerlos sentir incómodos, nadie hace caso de la indicación, sentándose dónde y con quién les viene en gana.
Poco más tarde, el jefe hace acto de presencia, acompañado de Taeyeon y Changmin, el jefe del área de diseño. Sehun saluda a su equipo, agradece el festejo que han organizado para él y menciona que la cena correrá por su cuenta. El salón revienta con los aplausos y vítores que genera su comentario, incluso Luhan se anima porque no negará ser un tipo de buen diente y hace rato que no consciente a su barriga como se merece.
El ambiente se anima cuando las charolas repletas de comida empiezan a desfilar, las conversaciones se mezclan en una armonía de voces y risas que estallan con el brindis en honor al nuevo director. Minseok le cuenta de sus recientes sospechas sobre que el nuevo vecino está intentando robarle a su gato y tras un par de cervezas, lo hace prometer que le sacará de prisión si acaso sucumbe a recurrir a la violencia.
—Hyung, eres pacifista, ¿recuerdas?
Luhan no podría estar más sobrio, no tiene intenciones de embriagarse esa noche y todavía carga en la consciencia su última noche de copas, de modo que está resuelto a conservar sus cinco sentidos.
—¡No más, absolutamente no! —exclama el otro, con las mejillas coloradas—. Chondé se enterará lo que pasa cuando te metes con Whiskas.
—Sólo invítalo a salir, te apuesto que es lo que busca.
Un rato después, Luhan pide un taxi para enviarlo a casa, su amigo está en modo escandaloso así que son varias las disculpas que debe ofrecer mientras esperan el auto, aunque para su suerte no pasa tanto antes de que el Uber llegue. Tan pronto despedir al mayor, el castaño se dispone a volver dentro. No tiene caso quedarse ahora que su amigo se ha marchado, pero se ha dejado las cosas en el salón y debe volver por ellas.
Antes de dar un paso, sin embargo, Minho decide aparecer.
Se lo ve aburrido, lo que es probable ya que antes le vio sentado junto a unos chicos de finanzas o tal vez sea el hecho de que es viernes y en lugar de acudir a una de esas funciones especiales en la filmoteca, ha debido presentarse a la cena de la empresa. Sea cual sea el caso, Luhan no se siente ni un poco mal por él. Todavía está molesto por lo ocurrido esa mañana.
—Creí que no vendrías, odias estas reuniones —comenta su novio, al acercarse.
—Tú también y aquí estás —señala el ciervo—, es parte del trabajo.
Hay una pausa, un instante de ese incómodo silencio que no es inusual en ellos. Ninguno sabe qué decir, mejor dicho, tienen las palabras atravesadas a media garganta, pero les falta valor para dejarlas salir. Al cabo de un minuto de tortuosa tensión, es el coreano quien decide tomar al ciervo por las astas.
—Siento haberme burlado de tu amigo, no fue ético ni profesional. Aunque si a esas vamos, tampoco lo fue meterte en una conversación ajena.
—Ya sé que no debí hacerlo, era un asunto entre tú y el jefe —Luhan concede—. Lamento haber intervenido cuando lo correcto habría sido esperar a que se planteara el tema en una junta con el equipo principal.
Se siente bien hablarlo, reconocer que ambos tuvieron errores y ofrecer disculpas. Casi puede ver el problema disolverse en el aire, una chispa de esperanza sobre que esa noche pueda terminar de la mejor forma resplandeciendo en su pecho, sólo un segundo, antes de que Minho se encargue de extinguirla.
—¿Estás de broma? Tal vez no lo notaste, pero voy en serio con esa propuesta, he invertido mucho tiempo y esfuerzo en diseñarla. Hace tiempo que trabajo en esto, nunca he tenido la oportunidad de impresionar a los jefes y ahora que al fin surge la ocasión y tengo algo que ofrecerles, ¿intentas boicotear mis ideas?
—¿Qué? ¡No! —se defiende el de gafas—. Es sólo... También estoy en esto, ¿vale? Sé lo importantes que son los medios para las estrategias de marketing y sugerir descartar periódicos y revistas sin más me parece una mala idea. Dar mi opinión no significa que quiera arruinarte, sino...
Pero Minho no lo deja terminar.
Sacudiendo la cabeza en señal de frustración, el de chaleco murmura una escueta despedida que suena a «Como digas» y se pierde tras las puertas de cristal. Podría seguirlo, podría obligarlo a escucharle, pero sabe que no tiene caso, Minho no dará el brazo a torcer... y él tampoco. Ni siquiera se da cuenta cuando comienza a andar, tiene la cabeza embotada de pensamientos, todas las ideas convergiendo en torno a una sola interrogante.
¿Cuánto más prolongará lo inevitable?
Tiene que romper con Minho, no porque hayan discutido (todas las parejas lo hacen) sino porque es obvio que su relación no va a ninguna parte y lo que es peor, no tienen intenciones de que lo haga. Hace tres meses que están juntos, van a citas que disfrutan a medias y tienen sexo esporádico que no los complace del todo. No han hecho planes a futuro, tampoco se esfuerzan por ser parte de las rutinas del otro.
Si lo piensa a consciencia, lo más probable es que estén juntos porque a ambos les asusta la soledad. Ya no son unos niños y la vida a los treinta puede ser dura, pero el miedo a quedarse solos no es una razón suficiente, ni debería ser el pegamento que mantenga unida a una pareja.
«¿Y qué si lo sería?», se pregunta, dejándose caer en el asiento de la estación.
La gente alrededor no se detiene a mirarlo, como si el chico que mira sus zapatos sumido en sus cavilaciones fuese un mero adorno, una de esas publicidades para animar a los usuarios a esperar el transporte en la comodidad del parabus. Y mientras el mundo lo ignora, Luhan da con la respuesta sobre qué es aquello que debería unir a dos personas.
El amor.
No la versión resumida que retratan las películas, sino aquella que incluye la poesía de la música y el romance de las novelas, la atracción a nivel químico y la armonía espiritual. Esa clase de amor que te hace sentir como si devoraras estrellas, la que en lugar de completarte, suma piezas a tu rompecabezas y en lugar de formar un retazo de imagen, crea un paisaje completo con colores en todas sus tonalidades y emociones en todas sus intensidades. Un amor que reivindique al amor.
«Madura de una vez, hombre. Si algo así existe, es claro que no es para ti», gruñe el Luhan pesimista que flota sobre su hombro. La antítesis angelical que siempre lo acompaña no parece estar cerca, tal vez porque se quedó dormido o se perdió en el camino, o quizás porque por una vez está de acuerdo con su gemelo. Un suspiro escapaba de sus labios, pesado y amargo. A su lado, alguien ríe por lo bajo.
—Haces unas caras muy graciosas cuando te quedas pensando, ¿te lo han dicho?
—¡Sehun! —exclama, al reconocerlo y no tiene duda de que terminaría en el suelo si la mano hábil de su jefe no lo sujetara a tiempo, el tacto cálido casi quemándole la piel—. G-Gracias.
Luhan balbucea, apoyando ambas manos en el banquillo para no olvidar dónde está sentado, entonces procesa el comentario anterior y añade por lo bajo:
—Sé que hago caras, mi mejor amigo se burla de mí todo el tiempo.
—¿Te refieres al mejor amigo que todavía compra la revista VOGUE? —pregunta el pelinegro; el chino asiente con la cabeza y aunque a Sehun seguro que no le interesa, explica:
—Se llama Baekhyun, es la persona más genial que conozco. Su sentido de la moda es fabuloso, siempre sabe hacerte reír y le gusta comer casi tanto como a mí.
Ahí está, el diablito sobre su hombro, golpeándose la frente al escuchar cómo se avergüenza (de nuevo) frente a su jefe. Podría morderse la lengua, tendría que estarse arrepintiendo por irse de boca cada vez que Sehun está cerca, pero tal vez sea la forma en que el otro se inclina en su dirección, sus preciosos ojos negros irradiando curiosidad, que Luhan no puede evitar hablar de más.
—Parece un buen tipo —conviene el pelinegro—, tienes buenos amigos.
Eso es un hecho comprobado, así que el castaño no puede negarlo y se limita a sonreír. Un autobús se detiene y las personas a su alrededor se apresuran a subir, cuando las puertas se cierran no queda nadie más que ellos en la estación. Luhan no sabe qué decir, la presencia de Sehun hace que algo se sacuda en su interior, pero no puede decidir si son los nervios de hallarse junto al hombre al que le confesó sus secretos, que el tipo sea su jefe o, simplemente, si el atractivo del coreano es tal que provoca un cortocircuito a su sistema.
—También tienes buenos argumentos —comenta Sehun, mirando a la avenida donde los autos ya se han puesto en movimiento, dejando a su paso ruidos sordos y destellos fugaces—, así que espero escuchar tu opinión en la próxima reunión.
—Sobre eso... —Luhan murmura, sabiendo por adelantado el tema que abordarán la próxima vez que convoquen a su equipo. Sehun sacude la cabeza y una suave sonrisa asoma en sus labios.
—Seguir la corriente es sencillo, por eso se necesitan personas valientes que ofrezcan nuevos puntos de vista, sobre todo cuando sus ideas están tan bien fundamentadas. Así es como crece el mundo, ¿no lo crees?
—Bueno.., sí.
La sonrisa del otro se ensancha un poco más, al tiempo que el altoparlante anuncia la llegada del último autobús.
—Tengo que irme —anuncia—. Por cierto, dejaste esto en el restaurante. Uno de los meseros me lo dio cuando me acerqué a pagar.
Le entrega sus cosas, que Luhan recupera sin poder creer que estuvo a punto de marcharse sin ellas. Sehun se pone de pie y se despide, deseándole un viaje seguro, da dos pasos en dirección al restaurante pero la voz del ciervo lo manda detener al preguntar:
—¿No ibas a montar el autobús?
—Ésta no es mi línea, vivo hacia el otro lado —explica—. Ve con cuidado, nos vemos el lunes.
Se aleja caminando, su andar despreocupado no resta elegancia al movimiento, remarcando lo ancho de sus hombros y qué tan estrecha es la cintura bajo la tela del sencillo suéter púrpura. Luhan lo observa alejarse, hasta que el chofer del autobús le pregunta a gritos si piensa subir o si puede cerrar las puertas y como pasar la noche en la estación no es parte de su plan, el ciervo reacciona y se apresura a abordar.
🛫
Baekhyun se mete a la tienda, saludando por lo alto al adolescente tras el mostrador que responde sin mirarlo, demasiado absorto en el juego que ilumina su teléfono. Luhan va hasta la mesa y se deja caer, agotado, todavía sin saber por qué dejó que el rubio lo arrastrara a una carrera nocturna por el Río Han.
Hace rato que no salen a jugar, en la universidad solían fugarse para sudar el estrés de los exámenes en las canchas de baloncesto. Al rubio le gusta hacer el tonto, pero controla el balón como un pro y el ciervo siempre ha tenido talento para encestar. Ojalá también pudiera clavar. Esos días, pasaban horas correteando por el parque y luego reponían energías, atragantándose con banderillas y...
—¡Tan-tan! —canturrea su roomie, de vuelta, sacudiendo frente a sus narices un six de cervezas.
Brindan a su salud y chocan latas antes de empinarse la mitad del líquido de una; se siente bien estar ahí, desentenderse del mundo y las responsabilidades de una vida adulta, al menos por un ratito. Baekhyun le cuenta de los avances de su línea, también del último gran caso que ha tenido a su novio ocupado y escucha de vuelta las novedades de la oficina, ahora que tienen un nuevo director ejecutivo.
—¿Y qué tal es? —pregunta el rubio—. No me has dicho mucho de él, sólo que se sabe la mitad de tu vergonzosa existencia.
—Ja-ja, muy gracioso.
—Sabes que te quiero, nene —Baekhyun le manda un beso volado—. Pero venga, chismeame un poco.
—¿Qué quieres que te diga? Apenas lo conozco. Sólo sé que es un tipo inteligente y que su amabilidad llega al punto de guardarme los secretos más humillantes.
—Yah, debe haber algo interesante. ¿No es la primera vez que le ves desde que empezaste a trabajar en la agencia? Apuesto que es feísimo y por eso no deja que le dé el sol.
Luhan sacude la cabeza.
—Te equivocas. Sehun es todo menos feo, su rostro es una obra de arte y tiene un cuerpo increíble, como el David de Miguel Ángel. No es sólo músculos, ¿eh? Es difícil explicarlo, pero te sientes cómodo a su lado. Su voz es dulce y su sonrisa te roba el aliento, emana este tipo de calor que...
—¿Ajá? —insiste el rubio—. Sigue, sigue. Nunca te había oído hablar así de nadie.
La sonrisa resplandece en su rostro y un brillo extraño estalla en sus ojos, pero el ciervo no ha ido a callarse porque la reacción de su amigo le llamara la atención, sino por la vibración del teléfono en su bolsillo. Echando un vistazo, sólo para asegurarse de que no sea algo importante, Luhan ignora la ansiedad de Baekhyun y lee con cuidado el mensaje que acaba de llegar.
—¡Este idiota!
—¿Quién?
—¡Minho! Se enfada conmigo porque no apoyo su idea, me deja a media calle con la palabra en la boca y ¿ahora decide terminarme por texto?
No es que el rubio necesite más para que la indignación lo embargue, pero Luhan le proporciona un motivo extra cuando gira el teléfono y le muestra su conversación con el cinéfilo: "Creo que esto no está funcionando, paremos aquí. ¿Podrías llevar a la ofi el Blue-ray sueco que te presté la última vez?".
🛫 Continuará... 🛫
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