Y... Esta es mi casa
No tardamos mucho en llegar a mi calle, nos bajamos de la moto y luego de que la asegurara, entramos al edificio y subimos al ascensor. No sé por qué, pero el viaje se me hizo bastante largo y un poco incómodo, aun no podía creer que le hubiera dicho que viniera conmigo ¿En que estaba pensando? Bueno, esa es la cuestión, no estaba pensando en ese momento, pero me sorprendió más que él me hubiera dicho que sí, es decir, no somos amigos y apenas nos conocemos, supongo que lo hizo porque estaba desesperado.
Finalmente llegamos al piso 13 y al girar a la izquierda nos topamos con la puerta, la abrí y luego entré, Nathan se quedó mirando la puerta, como esperando algo.
– Adelante, puedes pasar – le dije mientras colgaba las llaves, él asintió y entró cerrando la puerta detrás de sí.
– Es un bonito lugar, muy cálido – sonreí cuando dijo eso. Mi casa estaba pintada de un tono marrón y los muebles hacían juego con colores cálidos, además de que la luz de mi casa era amarilla y daba esa sensación de calidez, la casa del otro sujeto parecía un manicomio reluciente.
Entré a la cocina y busque mi botiquín de primeros auxilios, lo puse sobre la mesa y luego corrí a mi cuarto, busqué una toalla y se la entregue a Nathan.
– Deberías darte una ducha caliente, por suerte tengo una tina, pero no te demores, buscaré algo de ropa para que uses – él me asintió.
– ¿Dónde está el baño?
– ¿Ves ese pasillo? – le pregunté señalando el único pasillo que había junto a la sala, el castaño asintió – al fondo, junto al lavamanos – él me asintió y luego lo vi entrar al baño.
Busqué en mi cuarto ropa que no usara muy a menudo y que no oliera ha guardado y encontré un suéter bastante grueso de color lila claro, un mono azul de pijama y unos calzones que tenía nuevos.
Mi apartamento tenía tres cuartos, una cocina, un baño, la sala y un balcón, no es muy grande pero tampoco es pequeño, mi cuarto era el primero, el que estaba más cerca del pacillo, el del medio lo tenía reservado para mi madre y el ultimo era de huéspedes, bastante útil cuando a Liam se le ocurría quedarse a dormir con mi madre de visita. Procedí a cambiarme yo también, estaba empapado, me puse un mono azul oscuro y una franela de mangas largas del mismo color, estaba haciendo algo de frio y aún seguía lloviendo.
– Nathan, aquí te dejo la ropa – le dije lo suficientemente alto para que me escuchara a través de la puerta.
– Esta bien – me contestó rápidamente.
Me fui a la sala y allí me senté en el sofá rojo que tenía en medio de la sala, miré el reloj y vi que habían pasado unos diez minutos desde que habíamos llegado aquí. Mi teléfono sonó era un mensaje de Liam, preguntaba si todo estaba bien, le contesté que sí y volví a enfocar mi mirada en el pasillo. La puerta del baño se escuchó, supuse que Nathan abrió la puerta para buscar la ropa, la puerta volvió a escucharse, esta vez cerrándose.
Esperaba que le quedara, es más bajo que yo y un poco más delgado y por lo que pude ver de él en aquella ocasión tiene buen cuerpo, parece que hace ejercicio y se cuida bastante, es muy bello ese chico. Sacudí mi cabeza al pesar en eso y encendí la televisión rápidamente para sacarme de la mente la imagen mental que tenia del cuerpo de Nathan.
Después de un rato, el chico salió del baño y caminó a la sala, como me lo imaginé, la ropa le quedaba algo grande y le daba un aire de ternura. Me levanté y busqué el botiquín.
– Ven, tenemos que curarte esas cortadas – él asintió y se sentó junto a mí en el sofá.
Tenía varios cortes, unos tres en la espalda, dos en la mano derecha y dos moretones en la espalda y su hombro izquierdo. Le subí el suéter y comencé a echarle una pomada para los golpes.
– Jackson, ¿no sería mejor que me quitara el suéter? No tendrías que sostenerlo – me sonrojé de golpe cuando dijo eso y es que precisamente quería evitar que se desvistiera frente a mí, podía provocarme, voluntaria o involuntariamente, pero podía.
– Esta bien así, no tardaré mucho – le respondí tratado de hablar lo más normal que podía, Nathan suspiró pesadamente y yo me asusté un poco.
– Eso pasó por Ángelo, así que no te preocupes, no va a volver a pasar – me dijo tranquilo, sentí las mejillas calientes y algo de pena, ¿Cómo podía pensar que haría algo así en mi casa? Yo lo estaba ayudando y por el momento se quedaría por un día, así que no podía darse el lujo de hacer lo que le diera la gana, aunque me sentía aliviado, una parte de mi estaba desilusionada, sacudí la cabeza al pensar en eso ¿Qué pasa contigo Jackson? ¡contrólate!
Respiré profundo y terminé de untarle la crema en la espalda y su hombro.
– Puedes quitarte el suéter, no quería que lo hicieras porque podría darte frio, pero tienes razón, así será más fácil curarte – le dije lo más tranquilo que pude y aunque no era verdad, tampoco era mentira, esa era una de las razones por las que no quería que se quitara el suéter. Él se lo quitó de inmediato mostrándome de nuevo su piel nívea, ahora con tonos rojos y cortes no muy grandes – voy a curarte los cortes, te va a doler – sumergí un poco de algodón en alcohol y lo pasé por uno de los cortes, como esperaba, Nathan dio un respingo y se quejó, pero se mantuvo quieto. Lo pasé por todos los cortes de la espalda y luego puse el algodón algo manchado de sangre en un lugar limpio para volverlo a usar más adelante.
Le eché algo de agua oxigenada y coloqué algunas gasas pequeñas en los cortes.
– Daté la vuelta – le pedí mientras respiraba hondo para mantenerme tranquilo, él obedeció y yo procedí a tomar su mano. Esto ya lo había notado antes, pero Nathan de verdad tiene una piel bastante suave, le miré la mano y comencé a limpiarle la sangre con el algodón con alcohol, luego le eché agua oxigenada y vendé la palma de su mano. Los cortes no eran profundos y eran pequeños, como de unos 5 centímetros, pero los cubría para que no se le infectaran – listo, terminamos – solté su mano.
– Muchas gracias – Nathan me miró y me sonrió de costado, fue un gesto algo amargo, pero lo agradecí, luego se me quedó viendo algo triste, llevó su mano izquierda a mi mejilla golpeada y la acarició con suavidad, yo me sentí en el cielo con ese toque tan delicado, me dolía un poco pero no me molestaba – tienes el cachete hinchado – tomó la crema que había usado con él y luego de untarse un poco en la punta de los dedos y sin que yo lo pudiera detener, me esparció la crema con cuidado. Después de unos momentos apartó su mano y volvió a guardar la crema – listo.
– Gracias.
– No es nada, es lo menos que puedo hacer después de que te golpearan por mi culpa – volvió a ponerse el suéter – este abrigo es muy cómodo y calientito, me gustaría tener uno ¿Dónde lo compraste?
– Mi mamá me lo regaló hace unos años, no sé dónde lo compró, pero si quieres le puedo preguntar.
– Si no es mucha molestia por favor.
– Claro – nos quedamos en silencio, me sentía algo incómodo a su lado, a pesar de tener el televisor encendido, Nathan miraba la pantalla, pero parecía no prestar atención a lo que sea que la chica de ventas estaba diciendo. Tomé valor y decidí preguntarle algo que me estaba atormentando desde hace rato – Nathan, ¿Qué harás después de esta noche? ¿A dónde iras?
Él miró al suelo con algo de tristeza y negó lentamente mientras suspiraba.
– Si te soy sincero, de verdad no lo sé. Iré a recoger mis cosas mañana pero no sé a dónde podría llevármelas.
– ¿Tienes algún familiar o amigo con el que te puedas quedas? – volvió a negar.
– Solo somos mi hermano y yo, mis padres murieron cuando tenía 10 años y mi hermano me ha cuidado desde entonces, pero, no estamos en contacto, y no tengo amigos gracias a Ángelo. Tampoco tengo dinero para quedarme en un hotel, no trabajaba en su casa, él me mantenía allí y me pagaba todo. Era cómodo pero el precio que debía pagar me hizo darme cuenta de que no me quería en verdad y hoy me lo confirmó al dejarme ir, así como así.
– Lamento la muerte de tus padres.
– No te preocupes, fue hace mucho – Miró al suelo y pude ver una pequeña lagrima que rodaba por su mejilla, la limpió rápidamente y se levantó – Voy a llevar mi ropa a secar ¿Dónde la puedo colgar? – preguntó mirándome seriamente.
– Puedes colgarla en la cocina, hay un tendedero junto a la lavadora y los ganchos también están allí – señalé la cocina que estaba junto a la puerta de entrada, Nathan asintió y lo vi desaparecer por el pasillo.
Me sentía mal por él, parecía bastante triste, había estado viviendo con ese loco desde hace bastante al parecer y finalmente había reunido el valor para dejarlo, no podía dejar que regresara con él, sé que no lo haría, pero si seguía así, terminaría durmiendo en las calles.
Nathan regresó después de un rato y volvió a sentarse a mi lado, lo vi abrazarse a sí mismo y me imaginé que tendría algo de frio, me levanté y cerré un poco la ventana del balcón, aún seguía lloviendo, suspiré, iba a estar así toda la noche. Volví a sentarme junto al castaño y lo vi limpiarse disimuladamente otra lagrima. No pude soportarlo más.
– Oye, estaba pensando... podrías q-quedarte aquí el tiempo que necesites, es decir, mientras que consigues dinero y un lugar para quedarte.
– No me gustaría incomodarte más, ya estás haciendo mucho al recibirme y mencionaste a tu madre, ¿Qué harás si viene de visita y me ve?
Ese era un buen punto, pero estaba seguro de que, si mi madre supiera lo que le ocurría, estaría más que dispuesta a ayudarme, así que no habría problema, eso sí, tendría que inventarme una historia sobre como los conocimos porque si se enterara que nos masturbamos mutuamente al conocernos me asesina.
– No me incomodas, además, mi madre no se molestaría, es muy comprensiva y si le contamos porque te quedas querrá ayudar.
– ¿También cómo nos conocimos? – preguntó en un tono burlón, yo me sonrojé.
– ¡No! ¡eso definitivamente no! – Nathan comenzó al reír al verme, yo me quedé como tonto viéndolo, su risa era bastante contagiosa y agradable, daba gusto verlo sonreír así. Yo sonreí al verlo y una pequeña risita se me escapó.
– Era broma, no te preocupes. ¿De verdad no te incomodo?
– Hasta los momentos no. No quiero que termines viviendo en la calle, quiero ayudarte, de verdad – él lo pensó un poco y después asintió.
– De acuerdo, te ayudaré con todo lo que pueda, gracias por dejarme quedar aquí – me sonrió. Yo volví a quedar como tonto viéndolo, tenía una sonrisa muy bella, quería verlo sonreír más seguido.
Miré la hora,12:30 de la madrugada, sí que era tarde.
– Será mejor que vayamos a dormir, mañana debo levantarme temprano para hacer la compra y te acompañaré a buscar tus cosas a la casa de ese hombre.
– Gracias, te ayudaré con las compras ¿Dónde dormiré? – me levanté y le hice un gesto a Nathan para que me siguiera, él caminó detrás de mí, caminamos por el pasillo hasta llegar a la habitación del final.
Tenía todo lo necesario: un armario, una cama, un escritorio y un mueble con gabinetes, todos de diferentes tonos de marrón, una ventana y la cama estaba cubierta por sábanas blancas. Saqué un edredón del armario y se lo puse a Nathan en la cama.
– ¿Necesitas algo más?
– No, gracias, esto es perfecto. De verdad, gracias por dejarme quedar aquí.
– De nada. Si necesitas algo, mi habitación es la del otro extremo.
– Entendido, buenas noches.
– Buenas noches – Nathan cerró la puerta del cuarto. Yo apague la tv, guardé el botiquín y apague todas las luces y me fui a dormir.
Solo esperaba que mañana ese sujeto no le diera más problemas a Nathan.
Continuará...
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