Un Tormentoso Viaje al Pasado
Los meses habían vuelto a pasar y nosotros estábamos viviendo una hermosa armonía: Nos levantábamos temprano, desayunábamos juntos y yo me iba a mi trabajo antes, puesto a que mi trabajo era mucho más madrugador que el de Nathan, en la noche nos encontrábamos y dependiendo del ánimo salíamos a comer o comíamos en casa y luego si teníamos energías podía ocurrir una que otra ronda, pero como lo he dicho antes, eso era lo de menos; los fines de semana tratábamos de arreglar la casa, hacer las compras y por supuesto salir a algún lugar bonito o quedarnos en casa.
Afortunadamente ese tal Ángel no había vuelto a cruzarse en nuestro camino; Lyla había llegado a un acuerdo con el restaurant de Julián para que no los demandara, tendrían un equipo médico para las alergias más comunes y advertirían a las personas sobre los ingredientes que causen más problemas, a Nathan y a mí nos pareció una buena idea, además de que Julián terminó pagando los gastos de mi amigo en el hospital.
Nosotros dos no éramos pareja todavía, Nathan seguía un poco afectado por su anterior relación, pero dijo que la próxima relación amorosa que tendría seria conmigo, porque me quería mucho, yo estaba feliz con eso, aunque no era oficial, ambos teníamos una relación de pareja. Y para los que pregunten por Chocolate, él está bien, es un perrito fuerte y saludable, se recuperó hace mucho tiempo y cada noche lo sacamos a pasear, y si, sigue tan encariñado con Nathan como cuando llegó, a veces pienso que lo quiere más que a mí.
Nathan y yo estábamos cerca de cumplir un año de conocernos y eso era agradable, el tiempo en serio pasa volando cuando te diviertes.
Esa mañana me levanté confundido por mi perrito, eso era extraño en él, Chocolate solía despertar a Nathan para que le diera de comer y por eso el castaño se levantaba más temprano que yo, Chocolate luego de comer y acompañar a mi amigo mientras arreglaba sus cosas para el trabajo venía a dormir un rato conmigo y yo despertaba con la alarma, así que si me estaba despertando él era raro.
– ¿Qué sucede amigo? – pregunté medio dormido, aún faltaban 10 minutos para despertarme, Chocolate lamió mi mejilla y jaló mi manga – ¿Qué ocurre? ¿Ya comiste? – ladró un par de veces y volvió a jalarme, suspiré y me levanté cancelando la alarma, no dormiría 10 minutos.
Cuando me levanté Chocolate corrió por el pasillo y regresó al ver que yo no lo seguía, yo estaba bostezando y él jaló mi pantalón en dirección a la puerta.
– De acuerdo, ya voy, ya voy – caminé siguiéndolo y al salir del pasillo él se sentó viendo al balcón, yo me froté un ojo y miré a aquel lugar, allí estaba Nathan sentado viendo la ventana, estaba haciendo bastante frio así que tenía una manta encima. Chocolate me miró y parecía preocupado, caminó hasta Nathan y se frotó en su pierna mientras lloriqueaba un poco, el castaño lo acarició con una sonrisa, pero sus ojos parecían tristes, pareció darse cuenta de mi presencia y volteó a verme.
– Jackson – se limpió la cara y guardó algo en el bolsillo de su pantalón – despertaste muy temprano ¿Qué ocurre? – su voz se oía algo rara, como si tuviera un nudo en su garganta, caminé hasta él y Chocolate dio vueltas alrededor de mi preocupado, lo acaricié y me arrodillé frente a Nathan.
– ¿Qué haces aquí sentado? Y... – su rostro estaba surcado con lágrimas, me preocupé, ahora sabia porque Chocolate me había despertado – Estuviste llorando ¿Qué pasó? ¿algo va mal con el trabajo?
– No, todo está bien – habló mirando al suelo tratando de sonreírme, yo sujeté sus manos, estaban heladas.
– Te vas a resfriar si sigues aquí, vamos adentro – me levanté y lo llevé a la cocina, Chocolate nos seguía tranquilo, pero por su lenguaje corporal parecía preocupado y no era el único, tenía mucho tiempo sin ver llorar a mi amigo así, algo le pasaba.
Lo senté en uno de los bancos del lugar y comencé a preparar café para darle un poco, Chocolate volvió a buscar cariño por parte de Nathan y este le acarició la cabeza gustoso, un perrito así de tierno y peludo siempre te hacía sentir mejor. Cuando el café estuvo listo le di una taza caliente a mi castaño.
– Gracias – comenzó a soplar para que se enfriara, yo me senté frente a él con otra taza.
– Nathan ¿Qué sucede?
– ¿De qué hablas?
– Estabas llorando, hace mucho que no te veía así, creo que asustaste a Chocolate – mi perrito ladró en respuesta y se restregó más en la pierna de Nathan.
– Estoy bien, no pasa nada, es solo que... – un tintineo nos hizo voltear a los dos al suelo, algo se había caído, era un dije de sol azul, el mismo dije que Nathan guardaba como recuerdo de su hermano; al darse cuenta se inclinó para tomarlo rápidamente lo vio sonriendo con tristeza.
– Estabas pensando en tu hermano ¿Verdad? – el castaño me miró y asintió apenado – Nathan...
– Ya lo sé Jackson, no es bueno que piense en el pasado, no puedo vivir arrepintiéndome, eso no va a cambiar nada, ya lo sé – se levantó del banco y caminó a la estufa, sacó una sartén y un huevo, yo caminé hacia él.
– Sé que ya sabes eso, pero...
– Se lo que vas a decir y la respuesta es no – habló un poco molesto mientras echaba el huevo en la sartén y le agregaba un poco de sal – es mejor así, no me va a perdonar.
– Nathan – sujeté su hombro – no lo sabes... – él empujó mi mano con cuidado.
– No voy a tener esta conversación de nuevo – habló dándome la espalda.
Bajé el fuego de la sartén y abracé a mi castaño por la espalda.
– Entiendo cómo te sientes, corazón, pero no puedes dejar que ese miedo al rechazo te frene – besé su mejilla con dulzura aspirando el aroma natural de su cabello.
– Ya te lo he dicho, no lo conoces. Yo le hice mucho daño – su voz comenzó a quebrarse – destrocé una foto suya frente a él y le dije que no era más su hermano, lo rechacé y me fui a vivir con ese desgraciado. Leo no va a perdonar lo que le hice pasar, además de que en todo ese tiempo nunca hice nada para contactarlo.
– Pero Nathan, según lo que me contaste Ángelo no te permitía salir.
– No, no me dejaba, pero pude haber intentado escapar o enviarle una carta...
– Tenias miedo de que se enterara, y tu hermano no iba a aceptarte tan fácil – él asintió y sollozó bajito. No soportaba verlo así y Chocolate tampoco, estaba a un lado de nosotros mirándonos con sus ojitos tristes.
Giré a Nathan y limpié las lágrimas que amenazaban con salir de sus bellas esmeraldas.
– Habla con él.
– Jackson, no...
– Es mejor que le hables a que te quedes aquí sufriendo, sé que puede que no te perdone, pero, hay una posibilidad de que lo haga; además, si llega a pasarle algo malo, si el día de mañana se llegara a morir, vivirás toda tu vida culpándote, porque tenías la oportunidad de disculparte y nunca lo hiciste – él me miró con tristeza, se veía la preocupación y el miedo en sus ojos.
– No quiero perderlo, en verdad que no, pero, siento que ya es tarde.
– Claro que no, nunca es tarde para intentar empezar de cero, nunca – sujeté sus hombros – la mejor forma de fracasar es no intentarlo para nada, porque puede que fracases o que lo consigas, pero si no lo intentas nunca sabrás lo que hubiera pasado.
– Pero y si no me perdona ¿Qué haré si eso pasa? No podré soportarlo.
– Si podrás – tomé sus manos con cariño – eres un chico fuerte Nathan, puedes con todo esto y mucho más, sé que podrás hacerlo, además, yo voy a estar contigo – le sonreí con dulzura – Por favor, discúlpate con Leo, aunque pueda darle lo mismo, al menos lo habrás intentado, y si no te perdona eso será su decisión, no la tuya. Cometiste un error y estás más que arrepentido, lo has aceptado y te has hecho responsable, pero no con él – limpié sus lágrimas otra vez – puede que no te perdone de inmediato, pero si le das tiempo lo hará y como dije, si no lo hace, tienes que encontrar la forma de seguir adelante – acaricié su mejilla con cariño y él me sonrió de forma tierna, era una sonrisa pequeña, pero hermosa.
Suspiró y me miró temeroso.
– De acuerdo, te haré caso. Espero que me perdone.
– Lo va a hacer, eres su hermano, su única familia. Ve con mente positiva y atraerás cosas positivas – el huevo comenzó a sonar, tomé una espátula y le di la vuelta – casi se nos quema – reí un poco y Nathan sonrió, me acerqué a él y le di un dulce beso en los labios, miré el reloj de la cocina y vi que eran las 6:10am – bueno corazón, debo irme a dar una ducha, se me va a hacer tarde – volví a besarlo y corrí al baño dejando a mi castaño y a Chocolate en la cocina.
La semana transcurrió tranquila, bueno, más o menos, Nathan estaba bastante nervioso por ese reencuentro que tendría con su hermano, habíamos acordado que sería ese fin de semana, así que ambos esperábamos algo angustiados el sábado.
Como de costumbre, nos levantamos un poco más tarde, preparamos el desayuno juntos y nos bañamos por turnos, ese día era bastante caluroso así que decidimos ponernos algo más fresco.
Chocolate saltaba de aquí a allá persiguiendo a Nathan como siempre y este lo acariciaba y lo llenaba de besos y de mimos.
– De verdad lo tienes muy malcriado – hable divertido al ver a Nathan en el suelo sentado junto a Chocolate.
– Jackson ¿Cómo podría ignorar a esta cosita tan linda? – preguntó poniendo una voz bastante aguda y chistosa, según él así hablaba Chocolate – eres un perrito muy tierno y cariñoso, verdad que sí, uy claro que si – comenzó a hacerle cosquillas en la barriga mientras que Chocolate movía la pata gustoso.
– Te vas a llenar de pelos, vamos – Nathan me miró y luego acarició más a Chocolate para levantarse después.
– Le tienes envidia – me dijo en tono de broma, yo sacudí su ropa y le di un beso en los labios.
– Puede ser, pareces quererlo a él más que a mí.
– Claro que no, él es nuestro bebé, tú eres diferente para mí, Jackson – me sonrió de forma dulce y se sonrojó un poco, Chocolate se restregó a mi pierna y yo lo acaricié.
– Si, y ahora te acuerdas de que existo, traidor – el castaño rio ante mi comentario, me alegraba verlo tan feliz, y esperaba que se mantuviera así el resto del camino. Besé a mi perrito en la cabeza y luego de cerciorarme de que tuviera agua y su periódico limpio tomé la mano de Nathan y la basura de la casa – bueno, vámonos – él me asintió.
– Adiós Chocolatito, cuídate mucho y no hagas desorden – le habló mi castaño antes de que saliéramos de la casa, mi perrito ladró y se sentó en la puerta como despedida.
Llamamos al ascensor y pude notar que Nathan empezaba a ponerse nervioso, apreté su mano para recordarle que estaba a su lado y le sonreí para calmarlo.
Nos subimos a mi moto luego de botar la basura y de ponernos los cascos.
– Bueno, ¿a dónde vamos?
– Yo... no lo sé – miré a Nathan sorprendido.
– ¿Cómo que no lo sabes?
– No he tenido contacto con él desde hace casi dos años ¿recuerdas? No sé si vivirá en el mismo lugar.
– ¿Entonces como lo buscamos? – Nathan sacó un papel de su bolso y anotó algo rápidamente.
– Ve a esta dirección, sé a quién podemos preguntarle si se mudó.
Asentí y arranqué la moto luego de ver la dirección. El camino no fue largo, llegamos a una calle con muchos edificios pequeños y tiendas, no se veían en mal estado, pero se notaba que la calle era bastante vieja. Nos bajamos de la moto y nos quitamos los cascos, Nathan miró hacia uno de los edificios y suspiró.
– Sígueme, primero vamos a confirmar si sigue viviendo aquí – comenzamos a caminar hacia un edificio marrón que necesitaba una mano de pintura y que tenía varios grafitis en sus paredes, Nathan sacó una llave y abrió la puerta.
– ¿De dónde sacaste la llave?
– Me la llevé el día en que me fui, creo que en el fondo sabía que estaba haciendo mal, así que la conservé, pero dejé la del apartamento – miró la llave y volvió a suspirar, vi como las manos empezaban a temblarle, tomé su mano y le sonreí.
– Tranquilo, todo va a salir bien.
– Eso espero. Vamos.
Entramos al edificio y subimos al elevador, en el camino el castaño se notaba bastante nervioso, cada vez que la puerta del asesor se abría él daba un pequeño respingo, esto era muy atemorizante para él, espero que ese tal Leo lo perdone, de verdad que sí.
Llegamos al piso 7, nos bajamos y caminamos a la derecha, Nathan tocó el timbre y suspiró.
– Aquí es donde vivíamos – me dijo rápido y bajito, casi no lo escuché, tomé su mano con más fuerza y cuando la puerta se abrió sentí su mano apretarme.
– Buenos días ¿Qué se les ofrece? – Por la puerta apareció un hombre de cabellos negros con reflejos verdosos y mirada fría, nos analizaba con la mirada.
– Buenas – hablé cuando vi que Nathan lo miraba estático y un tanto confundido – estamos buscando a Leo Álvarez, por casualidad ¿lo conoce? – el hombre nos analizó de pies a cabeza y luego de un incómodo silencio respondió:
– No, lo lamente, no lo conozco. ¿eso es todo?
– Si, eso era todo lo que queríamos saber – habló Nathan un poco más tranquilo y algo triste.
– De acuerdo – cerró la puerta, ese tipo era bastante frio.
– Bueno, y ¿ahora qué hacemos?
– Vamos – caminamos a la puerta que estaba al lado y Nathan tocó el timbre.
De la puerta salió una señora de cabello blanco un poco más baja que Nathan y al verlo se acomodó los lentes.
– ¿Nathan?
– Hola Nana – la señora sonrió y le dio un fuerte abrazo, el castaño le correspondió con una gran sonrisa, luego se separaron.
– Mi vida, ¿Cómo has estado? Hace mucho que no te veía – me vio a mí y sonrió – y ¿quién es este muchacho tan apuesto?
– Él es Jackson, un amigo muy especial, estoy viviendo con él ahora – la señora sonrió.
– Bueno, pero no se queden ahí, pasen, pasen.
– Nana, no es necesario, estamos de paso – la señora lo miró – es que, vinimos a preguntarte si tú sabes la dirección de mi hermano, vimos que se mudó y...
– Nathan ¿él no te dijo? – la mujer lo vio preocupada, el menor negó decaído.
– Hace casi dos años que estamos peleados.
– Tiene sentido, se fue un poco después de que tú te fueras, empezó a trabajar como agente de bienes raíces luego de conocer a David y hace una semana llegó Carlos, tiene una cara aterradora, pero es un buen muchacho. Pasen, aun así, no quiero atenderlos en el pasillo.
– Nana...
– Yo insisto.
Al final no nos quedó de otra que entrar a la casa, olía a galletas y estaba llena de adornos y muebles antiguos muy bien cuidados, era acogedora, pero al mismo tiempo se sentía casi como un museo. La señora nos trajo galletas con una gran sonrisa.
– Están recién hechas, coman sin compromiso.
– Señora, es muy amable, pero...
– No me digas señora cariño, llámame Kyo, ese es mi nombre. Come una galleta – miré a Nathan y él asintió y tomó una galleta, eran de chispas de chocolate; suspiré y tomé una sonriendo.
– Gracias, señora Kyo – la albina sonrió y caminó a la cocina.
– Tomen asiento, ya regreso – los dos nos sentamos en uno de los sofás de la casa, Nathan tomó un cojín en forma de pescado azul.
– Nana ¿todavía los conservas? – la señora venia caminando de la cocina y sonrió cuando vio el cojín que tenía el menor en la mano.
– Claro, recuerdo que jugabas mucho con él – caminó hacia mí y me sonrió – Jackson, lo hubieras visto, tomaba la sartén más grande de la cocina y ponía el cojín dentro y luego lo "cocinaba" en aquel sillón – señaló un sillón negro – después me lo daba a probar y luego a su hermano – la señora rio mientras Nathan se sonrojaba y luego le acarició los cabellos con cariño.
– ¿Cómo están tus nietos? – preguntó el castaño sonriendo.
– ¿Toby y Mia? Están bastante bien, hace unos días vinieron de visita, hablábamos justo de ti y de Leo, recordamos como jugaban los cuatro. Esos eran buenos tiempos – Nathan sonrió con nostalgia.
– Así es. Kyo, la dirección – habló luego de salir de un pequeño trance, parecía haberse quedado recordando; la señora sonrió y anotó algo rápidamente en un papel que tenía en la mesa, caminó hacia el castaño y le entregó el papel.
– Aquí tienes, abajo anoté mi número, para que me llames y me escribas; no te preocupes, Mia me enseñó a usar más o menos este aparato – mostró su teléfono inteligente y los dos sonreímos al verla.
– Te llamaré cuando pueda Nana, gracias por todo.
– No es nada, mi vida – acarició su rostro con cariño – tienes los ojos de tu madre – Nathan sonrió.
– Siempre me lo dices – ella le regaló una bella sonrisa y palmeó su hombro.
– Ya eres todo un hombrecito, Jackson espero que no haga mucho caos en tu casa – me levanté y sonreí, Nathan también se levantó.
– Para nada, él es muy trabajador, hasta tiene trabajo – la señora lo miró complacida.
– A tu madre le encantaría saber eso, y sé que lo sabe, ella te mira desde el cielo siempre Nathan y siempre está cuidándote, al igual que a Leo. Me da alegría haberlos criado bien – el castaño la abrazó con fuerza y besó su mejilla.
– Gracias por siempre estar pendiente de nosotros.
– Reconcíliense, miren que son familia, deben estar unidos como los hermanitos que son – Nathan le asintió – bueno, cuídense muchachos.
– Adiós Nana, cuídate mucho.
– Adiós señora Kyo, gracias por las galletas – la señora sonrió y los dos salimos de la casa.
Bajamos y nos subimos a mi moto partiendo a la dirección que decía el papel; estaba un poco lejos, casi saliendo de la ciudad, las calles eran elegantes y muy pulcras, el lugar era para gente con más o menos dinero.
– Es aquí – estacioné la moto frente a un gran edificio, la calle estaba llena de casas y tiendas y en la esquina había un enorme centro comercial.
Nathan se bajó nervioso de la moto, noté el temblor en sus manos y vi como trataba de respirar profundo; miré el papel para poder buscar el lugar exacto y sentí la mano del castaño apretarme con fuerza el brazo, lo miré y vi que estaba pasmado en el sitio, volteé hacia donde estaba viendo y noté a un castaño con mechas azules alto de tez algo oscura con traje y portafolio que miraba en nuestra dirección, el hombre de ojos azules frunció el ceño y empezó a caminar hacia el edificio más grande.
– ¡Espera! – Nathan corrió detrás de él y yo lo seguí – ¡Espera!, ¡Espera Leo! – exclamó alcanzándolo y tomándolo por la mano.
– ¿Qué demonios quieres? – se zafó de su agarre con brusquedad.
– Leo, por favor, escúchame.
– No tengo nada que hablar contigo – intentó caminar, pero Nathan corrió hacia al frente impidiéndole el paso, yo lo seguí y él mayor me miró, veía fuego en sus ojos y no en el buen sentido.
– Así que te quedaste con el ultimo – los dos lo miramos confundidos – en verdad no me esperaba esa actitud de tu parte Nathan.
– Hermano, antes de que digas algo más, escúchame por favor. No vine aquí a pedir tu perdón, vine a disculparme contigo porque en serio lo siento – el mayor lo miró con seriedad – fui un idiota al irme con ese hombre y lo reconozco, te hice mucho daño y todo para nada, al final tenías razón, siempre la tienes – las lágrimas comenzaron a salir – por favor perdóname, puedes gritarme e insultarme todo lo que quieras, lo merezco, pero perdóname Leo, me equivoqué, la cagué en grande, lo sé, perdón por todo lo que te hice pasar.
El mayor vio a Nathan, no parecía para nada conmovido con lo que le había dicho el castaño, sonrió de forma cínica.
– Qué bueno que hayas venido a disculparte y no a buscar mi perdón, porque no lo tienes – el castaño y yo lo miramos sorprendidos, vi como mi amigo comenzaba a desmoronarse – ¿crees que solo con venir aquí y decir "Perdóname hermano, soy un imbécil por no hacerte caso" todo se arreglaría? Pues te informo que la vida no funciona así – las lágrimas comenzaron a salir más deprisa de las irritadas esmeraldas – fueron meses de sufrimiento lo que me hiciste pasar, con 5 minutos de llanto no vas a resolver nada.
– Leo... yo...
– ¡No digas nada! No he terminado – el menor miró al suelo – Pensé que mi hermano era un joven con dignidad, pero mírate, acostándote con cualquiera y viviendo con esa rata – me señaló a mí – no eres más que una vil zorra – Nathan lo miró sorprendido y yo también, ¿Cómo se atrevía a decirle algo así?
– ¿Por qué le dices eso? ¡No tienes derecho a hablarle así! ¡Es tu hermano! – la gente del lugar empezaba a reunirse a nuestro alrededor, pero ninguno de los tres prestaba atención.
– ¿Hermano? – miró al castaño – ¿Qué fue lo que dijiste cuando me lanzaste las llaves y rompiste la foto que siempre cargabas contigo? "Cada uno por su lado, ya no somos familia" Creo que eso era ¿verdad? – Nathan miró al suelo avergonzado.
– ¡Eso no te da derecho a hablarle así!
– Mira rubiecita, deja de defenderlo, no sabes lo patético que te ves, además, déjalo actuar como hombre por primera vez en su vida – miró a Nathan con enojo y se le acercó – no quiero que vuelvas a aparecerte por aquí, tú y yo ya no tenemos nada que nos una, mi hermano murió hace casi dos años, no eres más que una puta arrastrada para mí, así que desaparece de mi vista – le dio un empujón no muy fuerte para alejarlo y comenzó a caminar de nuevo al edificio.
– ¡Leo! ¡Por favor regresa! – Nathan trató de correr hacia él, pero no pudo alcanzarlo, al ver a la gente alrededor se puso rojo y cubriéndose un poco el rostro corrió hacia un callejón cercano, yo lo seguí rápidamente apartando a todos los mirones del camino.
Cuando llegué al callejón lo vi llorando como nunca antes, estaba sentado apoyado en la pared y tenía la cabeza oculta entre sus brazos, además de que los sollozos se escuchaban un poco fuera del callejón. Caminé hasta él despacio y no pude evitar que mis ojos se humedecieran al verlo así, me oprimía el corazón.
Me senté a su lado sin importarme que mi pantalón se ensuciara y acaricié su espalda, Nathan levantó la mirada y me vio, sus ojos estaban rojos y bastante hinchados, además de que algunos mocos se le habían salido por el llanto y tenía la nariz roja.
– Nathan, yo...
– T-te lo d-dije – dijo con un hilo de voz mientras sollozaba sin control – te d-dije que n-no me p-perdonaría – habló hipando, yo no supe que más decir, solo dejé que me abrazara y llorara todo lo que quisiera, lo acompañé sin importar que me llenara de mocos y lágrimas, y sin darme cuenta también lloré a su lado.
Al cabo de unos minutos noté como su llanto se iba menguando poco a poco, hasta que me soltó y se levantó, yo me paré de inmediato a su lado.
– ¿Qué pasa? ¿quieres que vayamos a casa? – pregunté limpiándome un poco el rostro, Nathan asintió, incapaz de hablar, aún estaba llorando, pero sin hacer ruido.
Caminamos a mi moto y partimos de inmediato, llegamos a casa casi una hora después, mi compañero se bajó silencioso y se secó las lágrimas con un pañuelo que yo le había dado, caminamos al departamento y al llegar Chocolate nos recibió sacudiendo la cola, para mi sorpresa Nathan pareció ignorarlo por completo, si lo vio, pero caminó derecho a su habitación y luego escuché como la puerta se cerraba.
Suspiré derrotado y cerré la puerta de entrada, Chocolate me miró y chilló un poco buscando consuelo conmigo.
– Perdónalo pequeño, no tuvo un buen día – él pareció entender y caminó hasta la puerta del cuarto de mi compañero, al verla cerrada se regresó a la sala y se acostó triste junto al sofá, mirando atentamente al pasillo.
Mi teléfono sonó, lo saqué de mi bolso y vi el contacto, era Liam, le contesté rápidamente.
– ¿Aló?
– Jackson amigo, ¿Cómo has estado? Mira, te llamo porque Daniel nos invitó a un restaurante a comer y a beber, hace mucho que no salimos, Lyla y Natalie también van a ir, Mario no puede porque tiene que estudiar, ya sabes, medicina. Bueno quería preguntarte si tú y Nathan pueden venir, para que la pasen bien un rato,
– Gracias, Liam, pero este no es un buen momento, Nathan no está bien ahora – lo escuché alarmarse al otro lado de la línea.
– ¿Por qué? ¿Qué le pasó? – le conté todo lo que había pasado, él me escuchó atentamente y cuando terminé suspiró – pobre, debe estar muy mal ahora.
– Así es, ni siquiera saludó a Chocolate cuando llegó y si te soy honesto, jamás lo había visto llorar así.
– En verdad lo lamento mucho, mira, si quieres puedes preguntarle si quiere venir, sé que es un muy mal momento, pero, tal vez así se anime un poco. Pregúntale, yo espero.
– Ok – caminé a la habitación de Nathan y Chocolate me siguió, lo escuché sollozar y eso me partió el corazón, seguía llorando. Toqué la puerta.
– Adelante – habló con voz gangosa, yo entré y lo vi sentado en su cama con la habitación a oscuras mirando a la ventana, como la vez que regresamos de la casa del imbécil de Ángelo.
– Bueno, Nathan, Liam llamó y... sé que es un terrible momento, pero, los chicos quieren salir a un restaurant y... bueno, Liam nos está invitando a ir, ¿te gustaría venir? – Nathan no volteó a verme, empecé a pensar que estaba molesto conmigo, lo escuché sonarse la nariz.
– Gracias por avisarme, pero no quiero ir – dijo con dificultad por el nudo que seguramente debía tener en la garganta por el llanto – si quieres puedes ir tú, no tienes por qué quedarte aquí a hacerme compañía, no quiero atarte más.
– Entiendo, no me atas, yo...
– Gracias por tu comprensión, pero, ahora solo quiero, estar solo un momento ¿sí?
– Esta bien – retrocedí y ajusté la puerta, caminé por el pasillo y escuché como la volvía a cerrar, Chocolate lloró un poco al notar esto – ven Choco, necesita estar solo – mi perrito me siguió con la cola baja – ¿Aló?
– No escuché mucho, solo la puerta cerrarse, supongo que dijo que no.
– Si, así fue – Liam suspiró.
– Bueno Jackson, no hace falta que te diga esto, hazle compañía y bueno, tú lo conoces mejor que yo, pero, te recomiendo que no lo molestes, déjalo pensar, desahogarse tranquilo, créeme, cuando esté listo, él mismo va a hablar contigo.
– Si, eso haré, diviértete.
– Gracias, buena suerte y que todo mejore – colgó, yo suspiré y caminé a mi cuarto, cambié mi camisa por algo más cómodo y pedí pizza, no tenía ánimos de cocinar.
Le guardé a Nathan y me senté en el sofá para ver lo que sea en el televisor, Chocolate se acostó a mis pies y me acompañó todo ese rato. Estábamos a la mitad de nuestro cuarto capítulo de "La ley y el Orden" cuando escuchamos la puerta del cuarto de Nathan abrirse, y luego otra puerta cerrarse, había entrado al baño, Chocolate se había puesto alerta y miraba el pasillo esperando a que el castaño apareciera, yo traté de enfocarme en la serie, pero a cada rato miraba al pasillo, escuchamos la regadera, se estaba dando una ducha.
Al cabo de unos minutos la regadera se detuvo y escuchamos que salía del baño y entraba de nuevo al cuarto. Yo estaba más concentrado en escuchar lo que estaba haciendo Nathan en lugar de entender el capítulo, ya había perdido el hilo hace mucho.
La puerta de su habitación se escuchó de nuevo y unos pasos dirigiéndose a la sala comenzaron a sonar por el pasillo, miré hacia allá y vi a Nathan salir con una toalla sobre sus hombros terminando de secar su cabello, me miró y luego siguió de largo al balcón, Chocolate no se movió de su sitio, pero miraba a mi amigo triste. Estaba empezando a oscurecer por lo que solamente se apreciaba más o menos su silueta.
Nathan caminó de nuevo a la sala y para mi sorpresa se acercó al sofá y se sentó a mi lado buscando pegarse a mi pecho en un abrazo, yo lo abracé con cariño oliendo su cabello algo mojado y acariciándolo un poco.
– Compré pizza, ¿quieres que te la sirva? – él negó con suavidad abrazándome con más fuerza – ¿Te traigo agua?
– Jackson – me miró, sus ojos estaban bastante hinchados, no podía abrirlos bien y noté que aun los tenía húmedos, además de que seguía con la nariz roja – no hables, solo... quiero mimos – habló con un hilo de voz, yo lo miré recostarse a mi pecho con tristeza – por favor.
Comencé a sobar su espalda con cariño y él pareció tranquilizarse. Al rato se acostó de lado en el sofá recostando su cabeza en mi regazo, Chocolate se subió al mueble y se acostó frente a Nathan y este lo acarició con cariño, yo acariciaba su cabello con calma, notando como lentamente, esas lagrimas que seguían derramando sus ojos, iban cesando hasta que cayó profundamente dormido.
Continuará...
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