Un Conejito Muy Peculiar
De verdad ¿Qué demonios estaba ocurriendo aquí? Al abrir el armario no me encontré con un tierno conejito, me encontré a un chico con esposas en las muñecas, una mordaza y una diadema con orejas de conejo mirándome fijamente acostado en aquel mueble.
– ¡Oh Dios mío! – el chico movió los brazos, suspiré algo aliviado.
Con cuidado ayudé al chico a salir de aquel mueble y lo senté en el sofá que estaba en medio de la sala, además de que le quité la mordaza, pero no encontré las llaves de las esposas.
– ¿Estas bien? ¿Qué hacías dentro de un armario? No me digas que estabas secuestrado.
– No, no lo estoy, esta es mi casa, bueno, de mi pareja. ¿Tú eres amigo del Ángel de la Muerte?
– ¿Quién?
– El Ángel de la Muerte, o mejor dicho Ángelo, me dijo que llamaría a un amigo suyo para entretenerme con él.
– No, yo no tengo nada que ver con eso, trabajo en una tienda de mascotas y se supone que debo cuidar a un conejo llamado Nathan.
– Ese es mi nombre – dijo con el ceño fruncido.
– ¡¿Qué?! – no podía ser cierto, este chico no puede ser el conejo que debía cuidar.
Lo miré detalladamente, tenía un cabello castaño bastante sedoso, algo revuelto por el lugar en donde estaba, pero se le veía bien, además de poseer unos ojos grandes de color verde. Me recodaba a mis amados cachorritos salvo por una cosa, su mirada estaba apagada y algo triste, no sé por qué, pero sentía que eso no debía ser así. Miré su torso, su piel era blanca y sin marcas, cuando miré más abajo noté que estaba completamente desnudo. Sentí mi rostro arder y rápidamente corrí a cualquier habitación, encontré una toalla y lo cubrí con eso. No podía sacarme esa imagen de la cabeza.
– Parece que de verdad no eres amigo de Ángelo – ¿no me había creído? – bueno, tenía la sensación de que haría algo como esto ¿sabes?, hizo lo mismo el año pasado, le dije que eso no me había gustado, pero parece que no le importa.
– ¿Por qué dejas que te someta de esa manera? No es por ofender, pero, se está burlando de ti. Además de que eso puede ser peligroso, estas desnudo, esposado y estabas en un mueble estrecho, si ocurría un accidente, algo muy malo pudo haberte pasado.
El chico se quitó la diadema y me miró directo a los ojos, sentí mis mejillas calentarse de nuevo, este chico era hermoso... ¡No! ¿Qué carajo estás pensando Jackson? ¡contrólate! ¡contrólate!
– Parece que le gusto a alguien – Nathan se levantó y caminó hacia mí sujetando la toalla a su alrededor para que no se abriera, se inclinó frente a mí y me acorraló contra el sofá – viéndote de cerca no estas nada mal, Jackson.
– ¿Cómo sabes mi nombre?
– Tú lo dijiste: "El tío Jackson va a jugar contigo" – su voz era dulce pero algo burlona, sentí que mis mejillas se calentaron aún más, Nathan posó sus manos en mi pecho y lo acarició con suavidad – ¿No quieres jugar conmigo?
¿Cómo una persona con esa apariencia podía ser tan sensual?, no entendía por qué con ese simple toque ya me estaba calentando, eso no podía ser normal. Además, ese chico estaba actuando raro, ¿Por qué me decía eso? ¿no le desagradaba la idea de que su "pareja" me haya engañado? ¿Qué forma de divertirse era esa?
Miré con atención su rostro, sus facciones delicadas parecían finos trazos de pintura sobre un lienzo de mármol perfectamente esculpido. Sonrió y sentí sus manos bajar hasta mi abdomen, eso me hizo soltar un pequeño suspiro y además dar un brinquito, Nathan volvió a mirar mi rostro y con suavidad besó mi mejilla.
– No te asustes, esto te va a gustar – me susurró en el oído provocándome un escalofrió.
El castaño se sentó en mis piernas y fue en ese momento en donde todo mi mundo quedó de cabeza, podía sentir con claridad su piel desnuda porque precisamente, no llevaba ropa. Lentamente comenzó a restregarse contra mí, posó sus brazos alrededor de mi cuello y empezó a moverse un poco más rápido. En un rato ya tenía una fuerte erección atrapada en mis pantalones y podía sentir que él también tenía una.
– N-no deberíamos de h-hacer esto – puso un dedo sobre mis labios soltando mi cuello.
– Shhh, tranquilo, s-solo disfruta – colocó sus manos en mi pecho y siguió moviéndose.
Con el paso del tiempo el movimiento se hizo más rápido y sin darme cuenta mis manos se habían posado en su cintura y mis caderas se meneaban al compás de las suyas. Solo se escuchaban nuestras respiraciones agitadas puesto que ninguno de los dos emitía sonido alguno, en mi caso por miedo y vergüenza y en el suyo, no lo sé.
Sentía mi erección más dolorosa y eso me hizo soltar un quejido, Nathan me escuchó y detuvo sus movimientos, yo lo seguí con la mirada: tenia las mejillas rojas y un poco de sudor en su frente. Quitó sus manos de mi pecho las bajó en una suave caricia desde mis hombros hasta mi pelvis y ya allí solo escuché la cremallera bajar. Sacó mi miembro de su prisión y aun sentado sobre mis piernas, acercó su erección a la mía. Eso si no lo pude resistir, solté un gemido bajo y el castaño comenzó a frotar ambas erecciones.
Mientras más se movía más errática se volvía su respiración, de vez en cuando lograba escuchar uno que otro gemidito de su parte. Por mi lado yo estaba casi en mi limite, nuestras pieles rozándose, que él me respirara en el cuello, sentir su pecho desnudo contra el mío era algo que me confundía y a la vez me excitaba, nunca había estado tan caliente en mi vida. La toalla se había caído hace bastante y eso me permitía tocar esta vez sus caderas sin ropa, su piel era realmente suave, incluso más que la tela me atrevería a decir.
– N-Nathan... voy a... venirme – dije tratando de omitir cualquier gemido que se me quisiera escapar.
Sin esperar más tiempo Nathan se bajó de mis piernas y se posicionó entre ellas arrodillándose en el suelo, sujetó mi hombría con rapidez y luego de lamer un poco la punta se lo metió completamente a la boca, eso sí me hizo arrancar un gemido bastante notorio desde lo más profundo de mi ser. Él siguió con lo que hacía, succionaba mi miembro y metía lo más que podía a su boca. Lo estaba haciendo increíble, nunca antes había recibido una felación, pero me sorprende que la primera sea tan buena. De golpe me vine fuera de su boca, le manché parte de la cara y el pecho, además de que parte cayó en su boca.
– ¡Perdón! ¡yo...! – empecé a buscar desesperado la toalla para secarlo, pero él me la quitó y se la puso sobre los hombros como pudo con las esposas.
– Eso estuvo interesante – dijo mientras se levantaba y se sentaba a mi lado en el sillón, con un dedo se limpió un poco se semen que había quedado en su mejilla y se lo llevó a la boca – no sabes mal.
Con ese comentario me avergoncé bastante y acomodé mis pantalones. Miré hacia abajo y pude notar la erección que él aun tenia escondida debajo de la toalla.
Y si, aquí me di cuenta de que ya había perdido la cabeza, acababa de correrme por culpa de un chico y ahora... ¡no! ¡no Jackson! ¡reacciona!
Llevé una mano hacia su hombría y lo acaricié por encima de la tela, Nathan se sorprendió y se levantó de inmediato, yo en un impulso lo sujeté por la muñeca.
– ¿Por qué huyes? No has acabado.
– Deberíamos dejarlo así, pronto volverá Ángelo y... – Jalé a Nathan y lo hice sentarse entre mis piernas, lo abracé con un brazo para que no se fuera y volví a acariciar su miembro, él tembló en mis brazos y soltó un gemido bajo – En serio, n-no es n-necesario.
– Tú ya me hiciste disfrutar, no es justo que no puedas hacerlo tú también, además, debe dolerte.
Metí mi mano por debajo de la tela y comencé a masturbarlo de forma rápida, justo como lo necesitaba en ese momento. Nathan no resistió y comenzó a gemir sin control, a moverse y a temblar entre mis brazos.
No entendía que me estaba sucediendo, a mí no me gustan los hombres, pero con Nathan fue distinto, cada vez que lo escuchaba gemir o lo sentía temblar o veía ese rostro sonrojado me hacía querer tocarlo más. Quería que siguiera gimiendo así, quería que finalmente se liberara entre mis manos, quería continuar con eso. Él me envolvía de una forma tan fuerte que no era capaz de despegarme de su lado hasta que acabara. Nunca en la vida me había sentido así y mucho menos por un hombre.
Con un gemido casi grito, Nathan se corrió en mis manos y cayó como plomo sobre mi pecho, respirando de forma agitada. Lo dejé descansar allí hasta que lentamente su respiración se fue volviendo más y más tranquila.
Sin previo aviso se levantó y recogió la toalla para cubrirse.
– Tienes que irte, Ángelo está por llegar – eso me hizo preocuparme.
– ¿Cómo puedes estar tan tranquilo después de que ese hombre nos engañara a los dos? Se está aprovechando de ti, Nathan.
– Lo sé, ¿crees que soy estúpido? Lo entendí esta vez. Pero debes irte, no le gusta verme con nadie más – eso encendió otra alarma en mi interior.
– ¿Te ha lastimado? – Nathan me miró con rostro frio y serio, eso me hizo suponer que si lo había hecho – no puedes permitir eso, lo que él hace es abuso, además de que se está aprovechando de ti, te engaña y mete a cualquier persona para que te viole y se vaya, eso no puede seguir así, no puedes aguantar eso por amor...
– ¡Yo no lo amo! – su grito me hizo callarme, se escuchaba molesto – dejé de amarlo hace mucho.
Me acerqué a él con cuidado y lo abracé por la espalda, él no hizo nada solo se dejó hacer. Me sentía mal por él, aguantar tanto sin amar a esa persona, él debe tener sus razones, pero por su comportamiento y el primer nombre que mencionó de esa persona, me hacen pensar que algo muy malo le tuvo que haber pasado para estar en esta situación. En ese momento Nathan me recordaba a un perrito maltratado por su amo. Quería llevármelo a mi casa, alimentarlo y cuidarlo como se debe, pero Nathan no es un perrito, es una persona y por más que me duela verlo así no puedo hacer mucho si él no se deja.
– No sé qué es lo que haya pasado para que te enrollaras con ese hombre, pero sé que no es solo por sexo o algo de ese estilo. Nathan, déjame decirte algo – lo volteé y le hice verme a los ojos – tú vales, vales más de lo que te puedes imaginar, sé que no nos conocemos, pero, siento que no eres una mala persona y no quiero que sigas siendo pisoteado así, ¿entiendes? – él me asintió y luego me apartó de su cuerpo.
– Lo sé, Jackson, no te preocupes por eso. Pero debes irte, ya te dije que va a llegar pronto y no puede verte aquí.
Caminé a la puerta y luego de abrirla le devolví las llaves a Nathan.
– ¿Vas a estar bien? – el me asintió con una mirada segura y me hizo señas de que me fuera. Realmente no quería dejarlo allí como perrito abandonado, pero tenía que hacerlo. Salí de la casa y corrí directo a mi moto sin voltear a los lados por miedo a regresarme a buscarlo y me fui de allí lo más rápido que pude.
Continuará...
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