Sopa es igual a Destrucción de Cocina


La luz del sol se coló por las cortinas de la habitación, el castaño abrió los ojos lentamente acostumbrándose a la iluminación, dio un bostezo y se estiró sobre la cama, se sentó con calma y notó que aun llevaba puesta la ropa del día anterior, sonrió al recordar el final del día. Miró al reloj que colgaba de su pared, eran las 11:30 de la mañana, a puesto a que el rubio lo había dejado dormir más. Aún tenía que terminar de arreglar el cuarto, se estiró otra vez y se levantó, se puso un pantalón de pijama suyo de color verde manzana y un suéter del mismo color. Para ser tan tarde, estaba haciendo bastante frio. Salió de la habitación con la ropa sucia en las manos, aun sentía un poco la molestia en la espalda por la caída y el golpe del otro día, pero eso no lo iba a detener.

Notó que la puerta de la habitación de Jackson estaba cerrada, no se había levantado aun, tal vez estaba muy cansado todavía. Llegó a la cocina y buscó algo para comer, en la nevera estaba la mitad del club house que Jackson había comprado, lo tomó, lo calentó en el microondas, se sirvió algo de jugo y empezó a comer, estaba delicioso a pesar de estar recalentado. Al terminar lavó los platos.

– Debería hacerle el desayuno a Jackson.

Aun recordaba donde el rubio guardaba las cosas, así que se puso manos a la obra y en poco tiempo y con algo de desorden, tenía listo un sencillo desayuno: Huevos revueltos con dos arepas asadas rellenas de queso, se veían algo desordenadas, pero olían bien.

Entró a la habitación del rubio con cuidado, estaba muy ordenada y olía a su loción, además de que tenía un televisor dentro del cuarto y al igual que el resto del lugar se veía acogedor. Nathan colocó la bandeja en el tocador, también se había traído un vaso de jugo de naranja que suponía que Jackson lo había preparado ayer mientras él acomodaba su cuarto. Caminó hasta el rubio y sonio al verlo dormir, pero luego se preocupó un poco al verlo temblar, estaba sonrojado y también algo sudado, dudoso se acercó más a él y le tocó la frente.

– ¡Estas ardiendo! – exclamó asustado, comenzó a moverlo de un lado a otro – ¡Jackson! ¡Jackson, despierta!

El rubio lentamente comenzó a despertar, parecía algo aturdido y luego reaccionó.

– Buenos días Nathan – dijo con una voz algo lastimera y ronca – ¿Cómo dormiste?

– ¿Dónde está el botiquín? Creo que tienes fiebre.

– Está en la cocina, voy por el – se iba a levantar, pero el castaño lo detuvo.

– Yo iré, quédate tranquilo – Nathan salió rápidamente de la habitación y buscó el botiquín, no fue difícil encontrarlo, estaba sobre la lavadora. Buscó el termómetro y se lo llevó junto a las medicinas para la fiebre por si tenía. Al llegar le tomó la temperatura y al rato el aparato sonó revelando 39° – Si, tienes fiebre – sacó una pastilla y se la entregó – Toma esto – buscó el vaso de jugo y se lo dio, el rubio se sentó y se tomó la pastilla – ¿Tienes hambre?

– Más o menos – el menor le trajo el desayuno y se lo puso sobre las piernas.

– No te lo comas todo si no quieres, pero come por favor.

– ¿Me hiciste el desayuno? Se ve muy bueno.

– Te dije que no sabía mucho, pero sé lo básico – Jackson sonrió y tosió un poco, Nathan se preocupó, pero el rubio lo calmó rápidamente.

– Es solo un resfriado porque me mojé el otro día, nada de qué preocuparse.

– Estás así por mi culpa – mencionó triste – porque te mojaste el viernes.

– Nathan – Jackson apartó la comida y se arrimó un poco hasta el susodicho, tomó sus manos con suavidad masajeándolas un poco – No te culpes, de todos modos, me habría mojado, ando en moto ¿recuerdas? Además, llovió toda la noche, así que de una forma u otra me iba a ir empapado de ese lugar – el castaño asintió, Jackson soltó sus manos y volvió a arrimarse para continuar comiendo – Esta bastante bueno, muchas gracias – el cocinero sonrió alagado y más tranquilo por ver a su comensal comer con ganas.

– Voy a buscar uno paño y agua para bajarte la fiebre, ya regreso.

El menor salió de la habitación y buscó en la cocina lo que necesitaba, miró a su alrededor y vio un cuarto de calabaza en el mesón de la cocina, lo recordaba, lo habían comprado ayer. Corrió a la nevera y en el congelador vio unas patas de pollo congeladas, sonrió y feliz se fue al cuarto del rubio, quien al ver su sonrisa lo miró curioso.

– ¿Por qué vienes tan animado?

– Es que ya sé que preparar de almuerzo – colocó el cuenco con agua en la mesita de noche, sumergió el pañuelo, lo escurrió y lo puso en la frente del rubio quien dio un pequeño respingo por el frio.

– No tienes que hacerlo, podemos pedir algo.

– ¡Jackson! – se quejó – ¿No confías en mí? – lo miró triste.

– No es eso, es que no quiero molestarte, aun tienes cosas que arreglar y así como estoy no voy a poder hacer las labores.

– Yo las puedo hacer – Jackson iba a hablar, pero un pálido dedo en sus labios lo hizo detenerse, Nathan se acercó peligrosamente a su rostro y pegó la punta de su nariz con la del rubio, luego se alejó un poco, Jackson se sonrojó, más de lo que ya estaba.

– Estoy siendo una molestia constante y eso no me gusta, quiero ayudarte, me gusta ayudar y no solo porque me esté quedando aquí, en serio no me molesta, así que por favor confía un poco más en mí. Sé lo que hago – quitó su dedo de la boca del ruso y se alejó de él esperando una respuesta.

– Esta bien, puedes hacer las labores, confió en que lo harás bien.

– Descuida ¿Por qué crees que la casa de Ángelo estaba tan limpia? – preguntó sonriendo – Ahora – arropó al mayor con dulzura – tú descansa mientras yo me encargo de todo – Jackson asintió y cerró los ojos.

Nathan apagó la luz y cerró la puerta. Corrió a la cocina y buscó todos los ingredientes que necesitaba para hacer uno de sus platillos favoritos: Crema de calabaza. Tomó las patas de pollo, las lavó y las echó en una olla más o menos grande de color azul y encendió la estufa, tomó la calabaza y comenzó a picarla en pedazos más o menos grandes, empezó a pelarla; eso era lo más difícil. Cortó un poco de la concha y por accidente el cuchillo bajó a toda velocidad cortándole el dedo, el castaño chilló y fue a lavarse la cortada, se puso una curita y continuó, tristemente volvió a cortarse, esta vez en otro dedo.

– Genial, otra cortada – dijo molesto lavándose el nuevo corte.

– ¿Todo bien? – escuchó que le gritaba el rubio.

– ¡Si! – dijo secándose las manos.

Finalmente terminó de pelar un pedazo y luego de retirar las pepas y lavarlo lo echó en la olla; siguió pelando y al terminar se llevó varios cortes más, tenía 6 curitas en la mano izquierda. Tomó la cebolla y la picó en trozos grandes y también la agregó a la olla, hizo lo mismo con parte del pimentón, luego buscó algunos condimentos como saborizador, ajo en polvo y sal agregando un poco de cada uno a la mezcla. Tomó unas papas y por suerte pudo pelarlas esta vez con un pelador para papas, las picó en cuatro y las echó a la olla.

Revisó al rubio, su fiebre no había bajado, por suerte se había quedado dormido o eso pensaba porque cuando le cambió la toalla movió los ojos. Nathan lo dejó pasar y se fue a buscar la escoba, empezó a barrer toda la casa evitando su cuarto y el del rubio para que no tragara polvo; barrio animado mientras tarareaba una canción lo más bajito que podía para no molestar al dueño de la casa.

Al terminar volvió a revisar a Janckson, esta vez sí estaba dormido, le cambió el pañuelo y revisó su temperatura con la mano, parecía estar un poco más frio. Revisó la olla con un tenedor para ver si las cosas se habían ablandado, pero aún le faltaba, entonces decidió ir a terminar de ordenar su cuarto. Arregló todo y como aún tenía tiempo ordenó un poco la casa: limpió la mesa del comedor y los manteles individuales, sacudió los cojines del mueble del balcón, dobló las toallas que seguían tendidas, pasó el trapeador por toda la casa (salvo el cuarto de Jackson), sacudió el polvo de las mesas de adorno y acomodó el sofá que estaba enfrente del televisor. No podía escuchar música, pero se la imaginaba y al tararear era más divertido.

Revisó otra vez al rubio y volvió a cambiarle el paño, seguía durmiendo, Nathan sonrió, se veía muy lindo así, tan calmado y sereno.

Salió a revisar la cocina y al revisar se dio cuenta de que todo se había ablandado sin desmoronarse. Con unos guantes de cocina tomó la olla y la puso en el mesón junto a la ventana para que se enfriara un poco. Fue al baño y al salir aprovechó para limpiarlo un poco sin lavarlo a fondo. Volvió a la cocina y cuando se enfrió un poco el caldo comenzó a sacarle las patas de pollo y las colocó en un plato que había puesto allí, algunas gotas cayeron en el mesón, ya las limpiaría.

Con un cucharon tomó la sopa con lo que le saliera y lo echó a una licuadora, evitando cualquier pata que se le hubiera quedado por fuera.

– Por favor, no hagas tanto ruido, Jackson está durmiendo – le rogó a la máquina, pero al encenderla esta sonó con fuerza, asustándolo a él. Continuó licuando hasta que todo se hizo pedacitos, dejando la sopa algo espesa. Sirvió la crema en otra olla y repitió el procedimiento hasta que toda la sopa estuvo licuada.

En el proceso derramó muchas gotas del caldo, se le cayeron pedazos de comida al mesón y casi tumbaba la olla donde había cocinado todo. Con un cuchillo tomó un poco de mantequilla y con mucho esfuerzo, porque la mantequilla no quería caer dentro de la olla, echó el pequeño cubito amarillo en la sopa, como estaba tibia empezó a derretirse. Tomó un poco de sopa con el cucharon y lo echó en una cuchara normal para probarlo.

– Le falta sal – corrió hacia el frasco con la sal y al echarla se le derramó un poco – ¡Dios mío! – exclamó molesto – ¿Por qué me odia tanto la cocina? – volvió a probar la sopa y a su parecer había quedado bien. Escuchó pasos, volteó a la entrada de la cocina justo cuando el rubio se paraba allí y contemplaba sorprendido todo el desastre que había hecho: el mesón estaba cubierto de trozos de comida y salpicaduras, el mesón junto al lavamanos también y Nathan tenía una mano con muchas curitas y la ropa salpicada de naranja. El rubio finalmente comenzó a reír mientras Nathan lo miraba preocupado, en un punto Jackson comenzó a toser, esto alarmó al más joven quien caminó hasta el rubio y lo miró con atención, cuando dejó de toser el dueño de aquella destrozada cocina sonrió.

– Perdón por el desorden, lo limpiaré.

– No te preocupes, quería felicitarte, la casa quedó muy bien... buen, salvo la cocina, pero arreglaste todo muy bien – Nathan sonrió aliviado.

– Gracias, no sé por qué, pero la cocina me odia, siempre que intento hacer algo más elaborado termino causando un desastre.

– Bueno, pudo ser peor, al menos no incendiaste el lugar.

– ¿Cómo te sientes? – preguntó el castaño y rápidamente colocó su mano en la frente del rubio – tu fiebre ha bajado.

– Sí, estoy mejor gracias a tus cuidados, pero – tomó la mano llena de curitas del menor – ¿Cómo pudiste cortarte tanto?

– Pelar la calabaza no es fácil. ¿Tienes hambre?

– Por lo esplendido que huele me veo tentado a contestar que si – Nathan sonrió.

– Entonces ve al comedor, ya te llevo tu comida – el castaño se volteó, pero no pudo avanzar porque rápidamente unos fuertes brazos lo rodearon, el menor se quedó helado en el sitio y se dejó abrazar por el mayor – ¿Qué sucede?

– Gracias por cuidarme.

– No es nada – Jackson lo apretó un poco más y pareció acurrucarse en su cabello, el castaño se sonrojó un poco, ese abrazo era muy dulce y no estaba tan acostumbrado a esas muestras de afecto tan cariñosas – Amm, Jackson... la sopa se va a enfriar.

– Perdón, es que eres tan suave, casi pareces un peluche – el más pequeño empezó a reír y el rubio lo soltó dejándolo con la espalda fría. El dueño de la casa fue directo a la mesa y Nathan fue a servir.

Está de más decir que se le derramó un poco más de sopa en el mesón cuando la sirvió. Tomó ambos platos y los llevo con cuidado al comedor, no sin antes dirigirle una mirada molesta a la cocina que tendría que limpiar luego. Puso los platos en la mesa y después de un buen provecho ambos tomaron la primera cucharada.

– Está muy buena, no sabía que preparabas tan bien la sopa de auyama (Crema de Calabaza).

– Leo solía hacerme esta sopa cuando me enfermaba y a veces yo lo ayudaba cuando la hacíamos solo por el gusto de probarla. Es muy nutritiva y fácil de comer.

– Leo es tu hermano ¿verdad? – Nathan asintió un poco triste, recordar esa situación le dolía, se sentía un tonto – no te pongas así, comamos y si quieres luego de que limpies la cocina – el castaño frunció el ceño al oír la palabra – vemos una película juntos ¿sí?

– Esta bien.

Luego de que Nathan limpiara su desastre en la cocina volvió a revisar a Jackson, ya no tenía fiebre, pero debía estar pendiente para que no le volviera a dar.

El rubio buscó una película en la caja de las películas, vio una y miró a Nathan.

– ¿Qué tipo de película te gusta?

– Normalmente veo de comedia o de aventura, las de romance son algo tediosas para mí y las de terror no me gustan, ya casi ninguna película es buena.

– ¿Qué te parece esta? – Jackson le mostró la caratula.

– Belleza inesperada, interesante nombre, pon esa.

Jackson asintió, puso la película y apagó la luz, se acostó en la cama con la almohada en su espalda para poder ver mejor y se arropó, Nathan solo tomó asiento al otro lado.

La película inició. Nathan se había cambiado, ahora usaba un mono azul y un suéter blanco. Afuera era de noche y por el tiempo en el que se encontraban empezaba a hacer frio. A mitad de película el castaño frotó su brazo derecho en un intento por tratar de calentarse, Jackson lo vio y detuvo la película.

– ¿Qué pasa? ¿te sientes mal?

– No, ¿tienes frio?

– Un poco, no es nada.

– Debes estar incomodo ahí, ¿Por qué mejor no te acuestas en mi cama? – Nathan lo miró algo sorprendido – vamos, será más cómodo así, puedo arroparte con la sabana si quieres.

– ¿Estás seguro? ¿No te incomodo?

– Si me incomodaras no te lo estaría proponiendo, además, solo te acostaras junto a mí.

– Estas enfermo, no intentaré nada por ahora – el rubio se sonrojó y Nathan sonrió divertido – Jackson, sabes que me gusta jugar así contigo. Bueno, ahí voy.

Se acostó y se arrimó un poco para estar cerca del rubio, este lo arropó y puso play a la película.

El filme terminó, Jackson sintió como Nathan se abrazaba a él, como estaba acostado, el castaño se acercó lo más que pudo y se le acostó a un costado abrazándolo.

– ¿Qué te pareció la película? – peguntó, pero nadie le contestó – ¿Nathan? – miró al castaño con atención, moviendo los cabellos que le cubrían el rostro, el menor se había quedado dormido.

Jackson no sabía qué hacer, en primer lugar, estaba haciendo bastante frio esa noche y eso que en ese lugar nunca nevaba, segundo, no tenía la fuerza para cargarlo, no tenía fiebre, pero se notaba que no estaba recuperado aun y tercero, el castaño se veía realmente cómodo y parecía muy cansado, después de todo lo que había hecho se merecía un buen descanso.

– De acuerdo, solo por esta noche. Mañana duermes en tu cuarto – apagó el televisor que era lo único encendido en toda la casa y arropó mejor a Nathan moviéndolo un poco para poder voltearse, el menos se abrazó más a él posando su cabeza debajo del cuello del rubio, este sonrió y lo abrazó por la espalda como peluche, sin darse cuenta cayó rápidamente en los brazos de Morfeo.

Continuará...

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