De Compras
– Buenos días Dormilón – llamé al joven dormido – Es hora de levantarse – Él abrió los ojos con pereza y luego de unos segundos en donde pareció enfocar me miró.
– Jackson, buenos días – me dijo aun con sueño, yo sonreí.
– ¿Cómo dormiste?
– Bastante bien – se sentó con calma en la cama y se frotó los ojos – ¿Qué hora es?
– Son las 8 en punto de la mañana – dejó de frotarse los ojos y me miró con sueño – ¿te desperté muy temprano?
– Un poco, normalmente me levanto a las 11 de la mañana – lo miré con sorpresa.
– Duermes mucho, yo no podría llegar a esa hora. Perdón si te desperté muy temprano, recuerda que me dijiste que me acompañarías a comprar: tenemos que salir a las 9 para que nos dé tiempo y comprar con calma, a esa hora los sábados casi no hay nadie y hay buenas ofertas, a las 11:00am empieza a llegar más gente y todo se aprieta – Nathan asintió y se frotó la cara – levántate cuando te sientas más despierto y ve a desayunar, preparé pan tostado con huevo, tocino y jugo de naranja – el castaño me miró divertido y con algo de ternura.
– Es un desayuno muy familiar.
– Si, eso es lo único que pude hacer, como no sabía que te gustaría comer, me fui a lo básico.
– Entiendo, gracias. Dame unos 3 minutos para despertarme y luego voy a desayunar.
– De acuerdo, yo me voy a bañar, puedes encender el televisor y ver algo mientras comes, disfruta el desayuno – salí de la habitación y me fui directo al baño.
Mientras me duchaba, recordé lo tierno que se veía al dormir, parecía muy tranquilo, me dolió despertarlo y quebrantar tanta paz en un rostro tan hermoso. Era muy impresionante como puede verse tan tierno y a la vez tan sensual. Sacudí mi cabeza ante estos pensamientos y continué con mi higiene personal.
Al salir me puse una franela azul, unos pantalones azul marino y mis zapatos negros favoritos. Salí del cuarto y fui directo a la cocina, saqué la ropa que había puesto a secar más temprano y caminé a la salida, Nathan venia entrando con su plato vacío, le había gustado la comida, se puso a lavar los platos.
– Por cierto, Nathan – me miró mientras lavaba el vaso – aquí tengo tu ropa, está limpia y seca, la llevaré a tu habitación para que te cambies después de bañarte, también te llevo una bata de baño para que te seques, no la uso desde hace mucho, así que pensé que te gustaría más a ti.
C –
– Gracias, eres muy amable. Después de reposar iré a ducharme – yo le asentí y fui a dejarle sus cosas a su cuarto.
Empecé a arreglar lo que me llevaría: mis tarjetas de débito, dinero en efectivo, la maleta de las compras y dos suéteres.
Nathan salió de su habitación ya vestido: llevaba una camisa de vestir vinotinto y un pantalón blanco, me había costado lavarlo por lo que había pasado ayer, me alegraba verlo con él; también llevaba unos zapatos marrones y el cabello suelto alborotado.
– Estoy listo – le di el suéter extra – ¿para qué me lo das a mí?
– A dónde vamos hace mucho frio, ayer nos mojamos bastante, así que es mejor que vayamos abrigados para no resfriarnos – tomó el suéter y se lo puso.
– Es una buena idea, gracias. Por cierto, gracias por prestarme un cepillo de dientes, eres muy previsor.
– De nada, ese iba a ser mío, pero creo que a ti te hará más falta, me compraré otro en la tienda.
Salimos del edificio justo a las 9:00am, el día estaba tranquilo y empezaba a hacer sol, aun se sentía algo de frio, pero no tanto para que me pusiera el suéter.
– Bien, vamos por esta calle.
– Espera, ¿no iremos en algún auto o algo así?
– No, pero tranquilo, tenemos la maleta, así será más fácil cargar las compras. Además, no está lejos, solo son dos cuadras, vamos.
Él me asintió y rodando la maleta de las compras caminó detrás de mí hasta llegar al enorme centro comercial. Casi no había nadie como había predicho, caminamos al mercado y al entrar me puse mi abrigo, vaya que hacia frio. Saqué la lista de las compras y caminé hasta un carrito, por suerte nos dejaban entrar con la maleta porque esta se veía vacía a simple vista, nos verían a kilómetros si le metiéramos algo, además, era del local.
Mientras caminábamos por el pasillo de la pasta noté que Nathan iba bastante callado, jalaba la maleta y miraba el lugar, pero no me decía nada. La atmosfera se estaba poniendo algo incomoda. Me detuve junto a mi marca favorita de pasta y mi acompañante hizo lo mismo.
– Oye, ¿te gusta la pasta?
– ¿Qué? – Nathan pareció salir de sus pensamientos, sonreí y repetí la pregunta con calma – ¿Por qué me preguntas eso?
– Bueno, vamos a vivir juntos por un tiempo, así que debemos empezar a aprender el uno del otro, no hay nada más difícil que convivir con una persona bajo el mismo techo, así que mejor hablamos sobre lo que nos gusta y lo que no nos gusta en casa, en la comida, en general, mejor dicho – pareció entenderme, así que asintió y tomó un paquete de los que me gustaban de pasta y me lo enseñó.
– Me gusta mucho esta marca ¿y a ti? – yo le asentí, tomé dos más y ambos metimos la pasta en el carrito – normalmente prefiero comer la pasta larga, no me gusta mucho la corta.
– A mi igual – comenzamos a caminar otra vez – ¿Qué comida te gusta?
– La pasta bien condimentada, la carne molida, la carne guisada, las chuletas de cerdo ahumadas, el pollo en cualquiera de sus presentaciones y los jugos naturales ¿y a ti?
– Me gusta la pasta igual que a ti, la carne molida, mechada y guisada también, el hígado de res, las chuletas y el cochino en general, el pollo salvo al horno y también me gustan los jugos hechos en casa ¿Qué cosas no te gustan?
– La lengua de res, el arroz, el hígado, el cochino, sobretodo el chicharrón, lo odio; tampoco me gustan los frijoles rojos y no me gusta mucho el pescado – le sonreí.
– Tenemos gustos similares, pero a mí me encanta el hígado, sobre todo con limón. Mi madre hace una receta espectacular con mucho limón, tal vez algún día la prepare para ver si te gusta – Nathan negó horrorizado, pero luego sonrió – no me gusta el jugo de pera ni el de mango y tampoco me gustan los frijoles rojos, no como mucho arroz, tiendo a comer pasta y harina, además de cereales y avena.
– Yo también.
– ¿Eres alérgico a algo?
– Al maní – lo miré sorprendido.
– ¡Dios! Estuve cerca de darte eso esta mañana, pero por suerte me decidí por otra cosa – Nathan sonrió y empezó a reír.
– Casi muero esta mañana – yo le seguí, era un alivio que no le hubiera hecho un emparedado de mantequilla de maní.
– Lo peor fue que en serio lo pensé y lo pensé un montón.
– Bueno, aunque me lo hubieras dado me habría dado cuenta, sé cómo huele la mantequilla de maní.
Continuamos hablando de lo que nos gusta y lo que no: aprendí que a él le gustaba hacer ejercicio por la noche. No le importaba el escándalo de los vecinos y que podía dormirse hasta en medio de la fiesta más ruidosa; no le gustaba hacer oficio sin escuchar música y odiaba que le quiten de su comida si esta le gustaba mucho. No le gustaba mucho cocinar y no sabía hacer mucho.
Solo hablamos de trivialidades, nada más. Nathan parecía muy amigable pero aún estaba hermético, no me contó nada de su pasado mientras hicimos las compras. Yo tampoco dije mucho, después de todo no tenía mucho que contar.
Al terminar me pidió que le mostrara ese centro comercial, no era el más vistoso, pero era bastante grande. Lo llevé a la librería primero, se maravilló con muchos libros ahí, le ofrecí comprarle dos, pero él me dijo que los conseguiría cuando empezara a trabajar; luego fuimos a la juguetería, ambos parecíamos niños mirando los juguetes, algunos eran auténticas bellezas, otros se notaban que eran alguna copia, nos reímos un montón allí; pasamos por las tiendas de ropa, pero no se animó mucho en ese lugar, dijo que tenía mucha ropa que desechar y ese lugar no le traía buenos recuerdos.
Decidimos tomar una pausa del recorrido, lo invité a comer sushi en el restaurante de Lyla, si, la novia de mi amigo tiene un restaurante de Sushi.
Entramos al local y nos sentamos en una mesa cerca de una pared, para no llamar tanto la atención.
– ¿Estás seguro de querer comer aquí? – preguntó el castaño nervioso – es decir, mira este lugar, está muy bien decorado y tiene poca gente, la comida debe ser costosa.
– ¿Costosa? No, para nada, venden a buen precio. No hay mucha gente porque realmente a esta hora no viene casi nadie a comer.
– Pero son las 12:30.
– Las personas empiezan a llegar a la 1:30 y a las 3:00 está repleto.
Nathan parecía nervioso y algo apenado, a su lado estaba la maleta de compras repleta con lo que comeríamos toda esa semana.
Alguien pasó y me tapó los ojos, sonreí y sujeté sus manos.
– Liam – escuché un chasquido y supe que había acertado, me quitó las manos de los ojos y me miró molesto.
– Nunca puedo engañarte Jackson – me reí un poco.
– No es por ofender, pero eres el único que me tapa los ojos en este local, es lógico que adivine – sonrió.
– Es verdad – Nathan nos miraba y parecía incomodo, Liam lo vio y le sonrió – perdón, no te había visto, ¿Cómo estas...ehh...?
– Nathan – le recordé.
– Si, Nathan ¿Cómo estás? Perdón, soy malo con los nombres – eso era cierto, se había demorado una semana completa en aprender mi nombre.
– Bastante mejor ¿y tú?
– Cansado por el trabajo. Me alegra que estés mejor, ¿Jackson te está cuidando bien?
Se escuchó un carraspeo detrás de Liam, ahí estaba Lyla: una joven de cabello largo castaño con las puntas teñidas de morado, ojos verdosos y una mirada furiosa, es una mujer bastante atractiva pero ahora daba miedo.
– Liam, ¿Qué estás haciendo? Los clientes te están esperando.
– Hola Lyla – saludé.
– ¿Cómo estas Jackson? Me alegra verte – me miró con una dulce sonrisa – me da gusto que vengas aquí.
– Es mi lugar favorito para comer, el trato aquí es muy agradable. Todo bien Lyla – la mujer vio a Nathan y luego a mí.
– Y ¿Quién es tu acompañante?
– Él es el chico del que te hablé, se llama Nathan y Jackson lo está ayudando. Te dije que no era mentira – Lyla lo miró algo molesta.
– Lo sé, reconozco cuando mientes y cuando no corazón. Hola Nathan, soy Lyla Walter, dueña de este humilde restaurante, espero que te guste la comida y que disfrutes estar aquí – Nathan le sonrió a la dama.
– Es un gusto Señorita Walter y no se preocupe, el lugar es increíble.
– Por favor, parecemos de la misma edad, llámame Lyla – Nathan le asintió – Bueno, los dejo con Liam y – miró amenazante al castaño – espero que les tome su pedido, pronto – sentenció y se fue con una sonrisa.
– Deben tener hambre, ¿Qué van a pedir?
– Amigo, no nos has dado el menú ¿Cómo vamos a decidir? – el castaño sonrió algo apenado y nos dio un menú a cada uno.
– Volveré dentro de un rato, Lyla me está mirando desde la barra. Lean bien, aquí todo es delicioso, pero hay platillos que son divinos – dicho esto se fue corriendo a la barra.
Yo ya sabía que ordenar, venía a este lugar bastante seguido, así que había probado casi todos los platillos. Puse mi menú en la mesa y miré a Nathan, se veía muy concentrado pero perdido, sonreí, se veía muy tierno.
– ¿Sabes lo que vas a pedir? – me miró y derrotado bajó el menú.
– La verdad no, nunca he comido Sushi. Además, no tengo mucha hambre – en ese momento se escuchó un gruñido, miré a Nathan y este miró a otro lado sonrojado – en serio no t-tengo hambre.
– Nathan, no te preocupes, puedes ordenar lo que quieras, necesitas energía para lo que sigue, recuerda que iremos a buscar tus cosas – las mejillas de Nathan se pusieron un poco más rojas. A veces me preguntaba ¿Qué rayos le había pasado al chico atrevido que conocí ese día? Me sentía aliviado y un poco decepcionado por eso... espera ¿decepcionado? ¡No! No me sentía así. Sacudí la cabeza espantando esas locas ideas – muéstrame el menú y dime que te gusta, yo te daré mi opinión ¿estás de acuerdo?
– Esta bien – me enseñó y señaló uno – ¿Vulcano con ensalada de cangrejo?
– Se ve bueno.
– Lo es, ese es uno de mis favoritos. Si te gusta puedes pedir ese – Nathan asintió.
Liam regresó luego de un rato, tomó nuestros pedidos y se fue de nuevo. No se demoraron mucho, trajeron nuestros platillos y ambos comenzamos a comer.
Nathan trató de comer con los palillos, pero se enredaba, estaba por tomar el tenedor cuando lo detuve.
– Ven, te enseño – me levanté de la mesa y caminé hacia él, tomé su mano y puse los palillos como iban – así los debes sostener y cuando quieras comer haces esto – moví su suave mano a uno de los royos, lo tomamos juntos y lo llevé a su boca, Nathan le dio un mordisco y luego devolvió el resto al plato, lo ayudé a bajar la mano y me volví a sentar, sus manos eran realmente suaves. Lo vi masticar con gusto, tragó y volvió a tomar otro bocado – ¿te gusta?
– Me encanta, está muy bueno.
– Te lo dije, y la ensalada también es deliciosa – Nathan llevó los palillos con algo de torpeza, cuando sujetó un poco de la ensalada se sonrojó un poco.
– Gracias por enseñarme a usarlos – sonrió, sentí mis mejillas arder, esa era una hermosa sonrisa.
– No es nada.
– Veo que te sonrojaste – me dijo pícaro – no me recuerdes como nos conocimos, me tientas – lo miré sorprendido y él sonrió, pero esta vez de forma amable, empezó a reír. Sip, ahí estaba el chico atrevido que conocí, ¡que dualidad! – Sabes, te vez adorable cuando te sonrojas Jackson, normalmente te vez bastante imponente, y así, te ves muy tierno – me dijo sonriendo – perdona si te lo recordé, es que, para mí, esa fue una experiencia interesante, por primera vez la pasé bien y creo que fue porque nunca me obligaste a hacer nada, ni siquiera me... bueno, eso – se sonrojó un poco, yo le seguí – me hiciste sentir como hace mucho no me sentía, como una persona.
Lo miré sorprendido y un poco triste, no podía creer que ese hombre lo haya cosificado tanto, lo trataba como trofeo y lo ofrecía para que todos pudieran ver lo hermoso y pulido que estaba, ni siquiera le importaba si estaba bien. En alguna de esas situaciones podían golpearlo de más, lo violaban sin compasión y lo trataban como querían, no le interesaba su bienestar y mucho menos su felicidad. Eso era despreciable.
– Nathan – me miró con otro rollo en los palillos – si te soy realmente sincero, a mí... también me gustó lo que hicimos – dije con las mejillas ardiendo, Nathan me miró sorprendido y lentamente se llevó el rollo a la boca – me alegra saber que, a pesar de que me dejé llevar, no te hice nada malo – sonrió.
– Me alegra saber que lo disfrutaras – dijo sonrojado.
– Si, bueno, comamos, al terminar ¿quieres que vayamos a...
– ¿A tu casa para una segunda ronda? – lo miré sonrojado, él solo sonrió y empezó a reír – estoy jugando contigo Jackson, no te pongas así. Continua.
– Bueno – carraspee un poco – ¿a recoger tus cosas de una vez o continuamos viendo el lugar? – su semblante cambió, ahora parecía algo preocupado, eso me hizo enojar, ¿tanto miedo le tenía a ese sujeto?
– Vamos por mis cosas de una vez, será mejor salir de eso rápido, además, tengo que acomodarlas, no me gustaría estorbarte con eso.
– Tranquilo, no te preocupes, lo entiendo. Vamos después de comer – Nathan asintió y seguimos con nuestro almuerzo.
Al terminar pague la cuenta, noté que Lyla nos redujo el precio, sonreí por eso, cada que venía hacia lo mismo, me sorprendería que no lo hiciera y con Nathan aquí, más todavía conociendo lo que le había pasado.
Fuimos a mi apartamento a dejar la compra y al salir Mario nos esperaba con su fortuner blanca. En la mañana le había pedido de favor que nos ayudara con las cosas de Nathan, con mi moto debíamos hacer muchos viajes y lo que más quería era salir de ahí rápido para que no pasara nada.
Nos subimos a su vehículo y yo le indiqué a donde ir, Nathan estaba callado, miraba por la ventana ansioso, yo tomé su mano, se sobresaltó y me miró asustado.
– Tranquilo, estamos contigo, no te va a pasar nada.
– Lo sé, es solo que, aun no puedo creer que me dejara ir tan fácil, tengo miedo de que me vuelva a arrastrar a ese lugar.
– No te preocupes, no lo permitiremos – dijo Mario desde el volante, yo asentí, Nathan me sonrió y nos agradeció a los dos.
Llegamos al edificio y para la sorpresa de todos, el lugar estaba lleno de gente.
– ¿Hay una venta de garaje o qué? – preguntó Mario confundido buscando un lugar apropiado para estacionar – ¡a un lado, a un lado! – exclamó tocando la bocina para que se apartaran.
Yo miraba extrañado el lugar, había mucha gente acumulada y parecían interesados en algo ¿había alguna celebridad o qué?
– No puede ser – escuché decir a Nathan preocupado.
– ¿Qué pasa? – pregunté, pero no me respondió, Mario notó la tensión, se estacionó rápidamente y miró hacia atrás.
– ¿Todo bien atrás? – miré al castaño, estaba pálido y noté que sus ojos se estaban llenando de lágrimas, empezó a mirar furioso la escena, comencé a entender que sucedía.
– ¡Ese bastardo está vendiendo mis cosas! – exclamó.
Continuará...
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