Veintiuno


Había un ave extraña parada en la rama de unos árboles secos. El invierno había sido duro para las plantas pero los animales acostumbrados a lo extremo del clima, se habían adaptado. Como el pájaro tan lleno de plumas blancas tan densas que no se alcanzaban a divisar sus ojos entre ellas.

—¿Disfrutando del paisaje?

—En efecto —respondió el rubio poniéndose de pie en señal de respeto ante el consorte real—. Su tierra cada vez me parece más maravillosa con cada nuevo aspecto que hallo en ella.

—Adelante, tome asiento. —Señaló la banca usada por el aesir hacia algunos momentos—. Ah sí, mi hijo me ha contado que ha encontrado a alguien que de seguro lo hace contemplar todo de otra forma.

—Así es —rio el aesir, encantado por la forma en que de seguro el rey disminuía las palabras del príncipe. Tras un instante se tornó serio— Es por él que estoy aquí.

Explicó con detalle todos los por menores que aquejaban a su hechicero y habló sobre el vínculo que especulaban le estaba robando la vida al anciano que Loki más quería en el mundo. Preguntó por una forma de salvar al pequeño jötun sin minar la salud del otro y Farbauti apreció la desesperación en el semblante del aesir por lograrlo.

—Jamás había escuchado de un vínculo que tardara tantos años y menos con un objeto de por medio. Además está el hecho de que Loki es joven, algo que me desconcierta en esta ecuación. —El soberano se puso de pie y analizó las perspectivas— ¿Cuántos años dices que tiene?

—Casi diecinueve.

—¿Y es un enano? —Thor asintió en respuesta—. Me dijeron que es muy poderoso, que incluso tiene el arte de la sanación.

—En realidad, ese poder le pertenece a su baba. Él sólo la pide prestada.

—Urd no me dijo eso. —El príncipe explicó que Loki nunca se lo contó al maestre—. Es que lo que me dices no suena como un vínculo. Verás, en esos casos normalmente el beneficiario obtiene respaldo del benefactor y eso es todo, este último canaliza magia hacia quien desea salvar sí, pero no la cede para que el otro la tome. Eso es más como un conjuro de transferencia.

El rubio se quedó ahí como viendo a un oso con una falda que se cepilla el pelo con un peine. La reina entendió que no comprendía nada o casi nada sobre hechicería a pesar de tener uno de los objetos con mayor habilidad y aptitud para utilizarla.

—Este hechizo funciona casi como un vínculo pero no lo es. Sí ayuda a ambas partes pero quien lo sella es el que tiene potestad sobre el "banco" de seidr que entre uno o más hechiceros se forma. —Su interlocutor pidió disculpas por no captar todo, así que expuso más afondo el tema—: este hechizo es casi obsoleto y muy peligroso, era usualmente usado en batallas donde los hechiceros acordaban reunir todo su seidr en un artefacto que los conectaba de cierta manera, quien invocaba el conjuro era quien dirigía el ataque. Los otros fungían como pilares que debían resguardarse pues se debilitaban al donar toda su magia, por lo que una vez acabada la batalla quien guerreaba debía destruir el objeto y liberar a los otros. Pero como imaginarás dicho conjuro se prohibió porque varios de los beneficiados se quedaban con la magia de los otros y los mataban absorbiendo su energía vital.

—¿Y cómo hacían eso? ¿Qué no sólo deberían quitarle la magia y ya?

—Para absorber las habilidades mágicas de otros se debe robar su vida también pues el seidr está conectado al alma de aquellos que son hechiceros y no sólo usuarios.

—Es que no comprendo, si lo que dices es verdad; que sí que tiene mucho sentido, significaría que la baba de Loki, esa anciana... —El peso de todo lo dicho le cayó como un balde de agua fría—. Debo quitarle ese brazalete.

Se dispuso a partir rumbo a su cuarto a toda velocidad para arrancar de la anatomía de su amado esa cosa que le succionaba la vida y explicarle que quien más amaba en el mundo era una alimaña que todo el tiempo se había aprovechado de él por su seidr.

Una mano se enredó en su brazo y cuando se volvió, furioso y en disposición de atacar a quien osara detenerlo, se encontró con los ojos escarlata de Farbauti, que lo instaban a calmarse. Ya relajado, ella lo llevó de nueva cuenta a la banca y procedió:

—No funcionará. Aunque se lo quites, unas horas después volverá a estar en su lugar, pues este es un contrato sellado de mutuo acuerdo. Loki debió de haberle otorgado permiso en algún momento para usarlo.

—¿Entonces qué hago? —Casi sollozó, impotente, poniendo su cabeza entre sus manos.

—Para ser franca no lo sé. Esta magia tiene siglos sin usarse y la última persona que lo hizo era una maldita bruja odiada por todos los mundos, una que tuve la desdicha de conocer...

El tono de furia adoptado por el consorte real de Utgard cambió a uno de desconcierto a otro de completo mutismo en menos de dos segundos. Aquello extrañó a Thor y preocupado se paró frente a Farbauti para encontrar una expresión de horror única. Era como si acabara de ver a los muertos levantarse.

—Este chico, Loki. ¿Qué fue de sus padres?

Extrañado pero intrigado, el príncipe aesir procedió a narrarle la horrible historia del abandono de los padres de Loki y de cómo este había ido a parar a manos mucho peores al parecer. A medida que avanzaba, contando el desprecio que este sentía por sus progenitores, los ojos del rey se volvieron cristalinos.

—Pero dices que tiene casi 19, entonces no puede ser lo que creo —dijo sorbiéndose la nariz con un pañuelo de tela que Thor como buen caballero, siempre andaba en su cinturón—. Debería de cumplir 22 en menos de un mes pero es que no hay otra persona a parte de ella que sepa el hechizo de transferencia...

Entonces el jötun comenzó una historia extraña que coincidía con el final de la guerra que batallaran Asgard y Vanaheim hacía veintidós años. Una de las tantas noches que tanto los reyes de Utgard como los de las otras casas reales estuvieran encerrados en sus ciudades por la Guerra Fría entre ellos, se abrió un portal a la mitad de su sala del trono.

Farbauti y su esposo Laufey llegaron después del aviso dado por sus guardias y lo que encontraron fue a una mujer moribunda que reconocieron como la temida Gullveig. Ella les pidió hospedaje pues los vanir ya habiéndola utilizado como catalizador de una fútil negociación, la habían dejado a su suerte.

Las heridas mortales ocasionadas por los aesir que Thor recordaba, aunque habían sanado le habían costado el arrebato de todo el seidr que había acumulado en sus largos años de vida. Claro que Farbauti conocía los métodos por los cuales "obtenía" dichas cantidades de magia que hasta ahora le habían funcionado como una manzana de Iduun.

Aunque accedieron a darle asilo no lo hicieron con lo que venía buscando y que en aquellos últimos treinta años había estado pidiendo en las peregrinaciones hechas a cada reino de cada mundo en el Yggdrasil: un vínculo. Pese al enfado por la negativa agradeció la hospitalidad.

Más tarde esa noche, Farbauti fue a checar que su segundo hijo Býleistr, un enano que prometía ser uno de los hechiceros más prometedores de Jotunheim, se encontró con una cama vacía. El pánico cundió en el palacio y al sospechar de la bruja fue ya demasiado tarde porque no la encontraron tampoco a ella.

Se había esfumado y con ella se había llevado uno de los tesoros más grandes de su raza y el corazón sangrante de un dam que anhelaba a su bebé.

Un sudor frío bajó por la columna del aesir al terminar de escuchar la historia y encontrar al rey Farbauti desecho en lágrimas al hacerlo. A pesar de que el jötun aclarara que su hijo debía cumplir veintidós dentro de un mes y no diecinueve, tanto él como el rubio estaban convencidos de que Loki era Býleistr.

Sólo debían hallar una forma de demostrarlo, de romper el encantamiento de transferencia y de decirle la verdad a Loki.

—¡Thor!

La voz de Skadi interrumpió las miles de preguntas más que quería hacerle al jötun pero la cara de desconcierto que apreciara en el de cabellos platinados lo hizo estar en guardia. Este le mostró una carta que acaba de recibir proveniente de Rahndoffh y lo que tardó en leerla fue lo que tardó en salir corriendo rumbo a su habitación.


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