Trece


Al día siguiente el último rey llegó y como si le escupieran en la cara, un sirviente llegó a informarle que él no se reuniría con los jötuns pues primero debían ellos hablar en una Asamblea. Una vieja tradición, le informó Loki, que se daba desde que se firmara un acta donde Utgard reconocía a otras casas nobles como reinos.

No desaprovechó y contemplando la posibilidad de distraer al joven príncipe Helblindi de su asistencia, le recordó su promesa por cumplir. Como era cuestión de honor, este accedió y pronto estaban en un campo de batalla flanqueado por sus amigos y los guerreros jötun.

Se agachó ante el inminente golpe de costado que el otro le propinara pues ya había hecho cálculo del patrón de sus movimientos. Había dejado a Mjölnir en el suelo donde varios habían tratado de levantarlo y utilizó una espada de hielo.

Cantó victoria al rodar por el suelo y pasar por debajo de las piernas abiertas del otro para golpearlo en sus partes nobles, cuando de la nada un poco del hielo que había debajo de él se levantó, golpeando su cabeza y acercando demasiado esta a los genitales del gigante.

Escuchó risas y él estaba indignado, sin embargo no pudo declararlo trampa como gritaban sus amigos. Loki se lo había advertido y desde la esquina de la arena lo divisó, negando. Para los gigantes usar el hielo a su disposición no era más que defensa y aprovechar el terreno.

Debía hallar algún punto voluble. Repasó las instrucciones de Loki sobre los jötuns mientras Helblindi y él hacían un círculo midiéndose. Recordó entonces que al ser peculiares en cuanto a su reproducción, eran sensibles en su espalda baja más que en cualquier otra zona. También en el vientre, ya que un ataque allí más que noquearlos los doblaba asustados, por instinto.

Corrió y su oponente alzó su espada. Golpeó de pasada el brazo izquierdo del jötun antes de que él diera la vuelta y justo en el instante en que este levantaba otro montículo del suelo, Thor brincó, ensartando en la espalda baja su espada. Se dio impulso con ella para colgarse sobre este que ya caía arrodillado y hacer con su brazo un gancho a su cuello. Un movimiento y lo desnucaría.

Se bajó del jötun que había empezado a escupir sangre púrpura por la boca y pensó que si bien, la mayoría de los aesir no tenían su fuerza para ahorcarlos con un brazo podían usar de ancla el otro.

Las espadas de un pelotón entero le impedían el paso al rubio y casi quiso reírse: los presentes habían oído cuando Helblindi dijera que "se valía acuchillar y herir gravemente pero no matar". Alguien había dicho que le fueran a avisar al rey cuando Loki intervino.

—No creo que sea necesario, permítanme. —A pesar de ser un enano, se abrió paso entre los gigantes que viendo lo altivo de su andar lo permitieron.

Helblindi ya estaba sobre su estómago, en una especie de camilla para ser transportado. La fisura era grande y Loki sin amedrentarse un poco sacó el instrumento incrustado en su carne, haciendo que manara más sangre. Los guardias por poco y lo sacan a rastras pero Thor no se los permitió, quería saber que se le había ocurrido a su hechicero.

Este posó las manos sobre la herida profunda y de estas se desprendió un aura esmeralda, característica de su seidr. Para el asombro de la mayoría y del propio Thor poco a poco los tejidos y la carne se fueron reparando. Estaba casi lista una cicatriz cuando dos jötuns altos y delgados, llegaron corriendo y vieron lo que sucedía.

Un velo blanco y otro de color zafiro tapaban sus cabezas, así que no logró descifrar sus facciones. Tan entretenido estaba en eso que no se percató que la cicatriz no se volvió tenue sino que Loki, arrodillado como estaba, se desmayó allí mismo.

Conmoción era la palabra correcta para describir el caos que se instaló en la sala. Helblindi se sentó y al igual que los curanderos buscó darle la vuelta al jötun enano. Thor quiso intervenir pero al final la camilla fue usada para Loki, al que esos curiosos jötuns se llevaron a la sala de curaciones.

—¡Esperen! Él viene conmigo —Alcanzó a gritar, pero lo ignoraron con desfachatez.

...............

Preguntas llovieron cuando abrió los ojos y aquello curanderos que eran también una especie de sacerdotes lo cubrieron de atenciones. Volvía a estar con temperatura pero a la vez sudaba frío.

Había sido lo más estúpido que había hecho sabiendo que su baba le advirtiera jamás tomar de su seidr para efectuar curaciones. Al menos esperaba que valiera la pena.

Gritos reverberaron por el pabellón y él pidió que cesaran. Su cabeza parecía que iba a explotar pero ellos dijeron que era el príncipe aesir que no paraba en sus intentos de entrar a pesar de las negativas. Aquello le hizo gracia y más cuando solicitó que lo vetaran de allí hasta el día siguiente.

—¿Desde cuándo tienes esa especie de magia niño? —preguntó el del velo blanco.

—Me llamo Loki y tengo casi 19 años —afirmó en un intento de aparentar bienestar—. Así que les agradecería me trataran con respeto y se presentaran.

—Mi nombre es Urd, soy el líder de la Congregación de los Hechiceros de su Majestad y este es Bragg, un nuevo integrante de la misma.

Conocía sobre esa gente. El culto de Utgard era la menos liberal de Jötunheim pues al ser estos descendientes directos de Ymir, sus rituales y festividades se le profesaban con mayor seriedad. Sabía que esa orden estaba compuesta por una especie de sacerdotes-curanderos del reino.

Mucha de la medicina que su baba compraba provenía de lo que los novicios fabricaban en su Reclusión y por supuesto recordaba que eran vírgenes hasta el final de sus días. Si ese par estaba allí, era por ser los más capaces y poderosos del reino, por algo los había llamado para servir a la familia real en persona.

—Es un placer —contestó apretando con una mano su garganta. Respiró con dificultad—. Lo tengo desde mi infancia pero nunca tuve a alguien que me enseñara a usarlo.

—Ya veo.

—Incluso para usted maestro eso sería...

—Basta —calló a su pupilo. Contempló un momento a Loki y procedió—: en cuanto te recuperes me gustaría mucho que me hablaras más de ella.

El jötun enano sonrió y asintió volviendo la cabeza. De repente Loki se encontró a solas con el príncipe Helblindi, al cual no había notado durante el lapso que duró su conversación. Este sonrió y ocupó la silla a un lado de su cama, recién dejada por los sacerdotes.

—Agradezco lo que hiciste. Creí que tendría que guardar reposo durante algunas semanas y que no podría ayudar a mi padre en la guerra.

A Loki le pareció curioso que su nariz chata se moviera al hablar y que no tuviera ni un sólo cabello a la vista. Tal vez esa medicina que había tomado momentos antes le había hecho algo porque casi estaba seguro de que había dos Helblindi.

—Así que ya no eres virgen —comentó con una risita, al ver su pecho desnudo.

—¿Perdón? —Alzó una de las cejas negras que adornaban sus ojos escarlatas.

—Nada, estoy delirando creo. No se preocupe su alteza —dijo arrastrando las palabras.

—No es nada —Su sonrisa parecía de lo más divertida—. Lo que no entiendo es por qué un jötun virtuoso como tú le sirve a alguien como Thor Odinson.

—Me dará algo que quiero. —Quería que la conversación parara pero no debía ser descortés. ¿Cómo debía a hacer para despacharlo amablemente? Su cerebro no carburaba.

—Yo también puedo darte lo que quieres y quizá podríamos, ¿conocernos mejor?

Sí, definitivamente estaba alucinando. Estaba soñando que el jodido príncipe de Utgard le coqueteaba. Ya era hora de que aquello cesara y él se durmiera. Le hubiera parecido cómico cómo Thor se materializó allí mismo en ese instante, como llamado por su mente, pero ya no escuchó la discusión: sólo dejó que la oscuridad se lo llevara.


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