Siete


Sin que lo notaran se había escabullido del ala oeste a la que habían asignado a los aesir. Fue de puntitas por el pasillo hasta la salida, más para reírse un poco de sí mismo por lo ridículo que era aquello que para pasar inadvertido por los guardias pues estos estaban apostados junto a cada pared del recorrido.

No tuvo problemas con ninguno y para cuando cruzó el puente levadizo una ola de excitación lo hizo pararse erguido y caminar con seguridad por primera vez en su vida. ¡Que lo vieran con repugnancia los de su especie! ¡Qué más daba! Volvía a ser él con su cuerpo sano y sus poderes vibrantes.

Recorrió a paso lento la ciudad que era mucho más grande y limpia que la villa de donde él provenía. Su arquitectura estaba mejor cuidada y con menos tendencia a los picos, como recordaba su baba le había dicho que era lo usual en el reino de Utgard.

Tal vez algún día llegara a visitar aquella metrópoli de la que su baba hablaba con devoción. Esta vez no habría el pretexto de su precaria salud, porque los ratos en los que se sentía mejor eran mucho más largos que los que recordaba haber tenido alguna vez.

Llegó al mercado que se encontraba en el corazón de la ciudad e inspeccionó sus alimentos. Allí descubrió una fruta que no había visto, con puntos negros y de un verde alga que no lo convencía del todo, ¡pero qué demonios! Lo compró y con un hechizo lo redujo a una escala proporcional a la de él y lo probó.

Al final, compró una bolsa entera.

—¿Qué estás haciendo?

—¿Qué te parece que hago? —respondió sin girarse y apretando los vegetales que tenía en las manos para ver su nivel de madurez.

Claro que su magia le había advertido del aura de poder que emanaba Thor. Quizás el hombre no poseyera seidr y sólo fuera un usuario gracias a su martillo, pero aun así había logrado distinguirlo desde que estaba haciendo su show a lo largo de los pasajes del castillo.

Además de que la presencia de un aesir entre tantos jötuns no pasaba desapercibida para los de su especie.

—Hay algo que quisiera que me explicaras.

—Oh yo también, pero resulta que no siempre podemos obtener lo que queremos, ¿no crees? —soltó Loki viéndolo de soslayo.

No iba a comprar nada pero gustaba de distraerse con algo que hacer mientras hablaba. Pasó a otro puesto, uno de ropa y acarició las texturas: eran variadas en tejido y material, aunque abundaban las pieles, claro.

Quiso encontrar el tipo de tela que parecía que el rey usaba en sus camisas, pues no sólo servía para ocultar su torso sino que se pegaba a su cuerpo de una manera estética: ni tanto para parecer una prostituta ni muy holgada como la suyas.

—Tienes razón, déjame proponerte algo pequeño jötun.

—Creo que adoptar a un aesir debería venir con advertencias: no le hable rápido al espécimen, pueden ser cortos de miras y tardar en entender lo que le quiere decir —dijo poniéndose frente al rubio con los brazos posados en sus caderas—. Tampoco se preocupe si sale despectivo, es parte de su encanto.

Thor no pudo evitar reír ante la ocurrencia y tampoco entendió del todo la indirecta pues no había dicho nada malo. Sin embargo le había salido con tanta elocuencia que incluso uno de los gigantes que tenía un puesto aledaño se unió a la comedia.

Esto ya no le pareció gracioso a Thor por su puesto, una cosa era que un jötun enano se riera de él y otra muy distinta que hiciera de él un espectáculo para otros jötun. Su padre incluso lo habría regañado por haber dado cuerda a dicha burla.

—Creo que el que ha perdido el norte eres tú. Fui yo el que te adoptó y no al revés.

—Ahora resulta que debo explicarte el sarcasmo.

Los puños de Thor se apretaron al oír de nueva cuenta las carcajadas de ese mismo gigante de hielo. Sin meditarlo tomó a Loki de un brazo y lo arrastró fuera de ahí a rastras. Este se revolvió en su agarre pero al entender que no podía competir con la fuerza del hombre lanzó un hechizo para que a Thor le diera picazón en los testículos de manera incontrolable.

El rubio no tuvo más opción que dejarlo ir para aliviarse, rascándose. Aquello no hizo más que el hombre se pusiera en posiciones nada atractivas frente a los transeúntes que iban por allí. Otra vez las risas estaban allí y su furia al igual que su comezón, se incrementó.

—¡Detén esto!

—Pídemelo por favor —dijo el jötun con los brazos cruzados y los ojos brillantes de diversión.

—¿Qué? —Incrédulo ante la orden, aquello le salió como un quejido estrangulado.

Ahora estaba en el suelo intentando poner algo de nieve sobre la parte de su pantalón de cuero que le cubría la entrepierna. Le ardía de tanto rascarse y la comezón no menguaba.

—Ah y aprovechando la ocasión también quiero que les aclares a tus amigos que ni tu ni ellos pueden volver a llamarme "pequeño", "jötun" o "criatura", que para eso tengo mi nombre. ¿Está claro?

—¡Sí! Por favor Loki termina esto.

Con un chasquido de sus dedos el encantamiento cesó y el público, que miraba sin entender el intercambio pero que seguía allí por el show que el aesir les daba, se dispersó.

Loki estiró los brazos por encima de su cabeza y se tiró boca arriba en la nieve junto a Thor con una sonrisa altanera. Este sólo estaba tumbado concentrado en respirar y con las manos entumecidas. Clasificó en su mente al jötun como alguien con el que no debía meterse y pensó en cómo sería la forma más práctica de regresárselo.

—¿Qué era lo que querías proponerme?

—¿Cómo? —¿En serio le estaba preguntando aquello así como si no lo acabara de humillar?

Sin que lo supiera Loki puso los ojos en blanco y se levantó con dificultad. Se sacudió su falda larga de tela y le extendió una mano al aesir que lo miraba atento.

—No necesito tu ayuda —le escupió Thor.

—Lo sé, pero temo que el estar haciendo berrinche como un niño en medio de la calle de la impresión incorrecta de lo que todos aquí creen que es tu gente.

Otra vez el maldito jötun tenía razón. Rechazando públicamente la mano que Loki le ofrecía, ejecutó un movimiento ágil e ipso facto ya estaba al lado de él. Caminaron un rato, él detrás del menor, como si de una sombra se tratara. Se había quedado con él ya que todavía quería hacerle la pregunta.

Hicieron una pausa para que Loki entablara conversación con un gigante y en unos minutos el rubio estaba siguiendo al jötun dentro de uno de los edificios que no podía tener esa definición.

Aquello era como una construcción incompleta: tenía pilares puestos en forma circular pero no tenía paredes y el techo era más alto de lo que acostumbraban a ser los jötuns.

Loki fue hacia adelante, donde había algo parecido a un tubo donde bajaban y subían lo que parecían ser esporas pero que visto de cerca eran copos de nieve. Expandió su falda larga de modo que al arrodillarse esta cubría sus piernas y se quedó en silencio un rato.

Por supuesto que ese templo no estaba dedicado a ninguno de los verdaderos dioses; que eran los aesir. Así que él no hizo más quedarse parado a un costado. Su atención cayó entonces sobre un rayo de luz que pareció desprenderse de aquel conducto y que le agregó un brillo antinatural a Loki.

Thor jamás se había percatado de la delicadeza de las facciones del jötun. Sí había visto que su cuerpo era esbelto y ágil, pero como estaba acostumbrado a ver a su especie como algo primitivo no había tenido interés tampoco en él.

Su rostro tenía proporciones simétricas casi perfectas y las marcas ancestrales parecían acentuar la textura suave del lienzo. Su nariz era recta en su tabique pero pequeñas eran sus fosas nasales.

Sus pestañas aunque no eran largas como las de Skadi estaban rizadas hacia arriba y las cejas tenían una forma bien definida. Apreció que las manos en su regazo estaban compuestas por dedos largos pero delgados, así como se percató de que rascárselas era un tic nervioso.

Cuando el canto que a él le pareció de ultratumba cesó, supo que era hora de irse. Caminaron lentos por la calle, Thor de nuevo recuperando su lugar al lado del jötun hasta que este corrió en dirección a lo que parecía una carpa.

Al entrar, el rubio se quedó de piedra en su sitio. Loki se paseaba entre los varios puestos de libros que había a lo largo de los pasillos que cubría el pabellón. Él lo alcanzó, inseguro al notar que varios gigantes y sus hijos estaban revoloteando por el lugar e incluso comprando varios ejemplares.

—¿Qué es esto?

—Nosotros les llamamos "Ferias del libro" —dijo como dando una clase—. Mi baba me había contado de ellas, según tengo entendido ustedes también las tienen.

—No, quiero decir sí. Es que...

Los orbes escarlata de Loki se ensombrecieron. Entendió rápido que la sorpresa de Thor no provenía de aquel tipo de mercadeo sino de quiénes lo efectuaban. Le dio la espalda y prosiguió su camino sin dirigirle la palabra.

—No te molestes Loki, no era mi intención —aclaró con miedo el rubio—. Es sólo que no sabía que ustedes leían o al menos que el pueblo llano lo hacía.

—¡Sí! Como creíste que nadie de nosotros hablaba tu idioma hasta que yo te respondí.

Retrocedió unos pasos ante el exabrupto del menor y espero a que este se serenara. Lo hizo tomando aire y acariciando la larga trenza de pelo oscuro entre sus manos, como si de un gato se tratara.

—Mira, sé que has sido criado en una cultura centralista pero no sólo los aesir aprecian la cultura, el arte y las tradiciones. ¿Acaso no te diste cuenta que uno de los gigantes del mercado se reía cuando me burlé de ti, aun cuando estaba hablando aesir?

El cerebró de Thor trabajó con eficacia para traerle ese recuerdo y ubicar lo que Loki acababa de mencionarle. Era cierto, nadie se reía menos ese tipo. No había tenido la idea de buscar otro traductor porque había pensado en el menor como una excepción a la regla.

—¿Hay más personas que hablan aesir?

—Muy pocas en realidad. —Antes de que el grandulón agregara algún comentario "inteligente", señaló—: No porque no podamos, sino porque el odio que hay hacia tu raza repercute en ello. La mayoría habla alf y svarthá, un número precario habla vanir pero el aesir no es muy popular que digamos.

—Vaya eso es...

—¿Racista? —apuntó Loki con una sonrisa de triunfo y la ceja levantada—. Según los cuentos que me relataba mi baba, has venido varias veces a nuestro territorio por aventuras.

—En efecto —dijo el rubio hinchando el pecho.

—Pero al parecer nunca te has interesado en aprender sobre nosotros. Somos sólo una excusa para llenarte de proezas absurdas.

Él no lo supo, pero esa conversación dejó a Thor sin sueño la mayor parte de esa noche.


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