Once
Olas de fuego surcaban su interior. El aire que alojaba en sus pulmones para él se había convertido en lava durante no sabía ya cuántas noches. Quería morir, como deseaba otras veces que había estado así. Su magia lo estaba matando.
Si su baba estuviera allí, ella habría amainado ya el dolor como cada que regresaba de sus visitas para sanar a los más pobres. Como había predicho ella, con el paso del tiempo aquello iría aumentando hasta que lo acabara. Tener ese tipo de seidr era una condena sellada.
Pero no deseaba morir aún de verdad. Quería conocer Utgard, ese reino del que siempre se hablaba en sus libros de historia y en las novelas que leía. Dentro de ellos había podido probar las aventuras que le esperaban, las batallas que lucharía y toda la magia que aprendería. No quería que aquello sólo quedara en cuentos que su baba le traía.
En aquel infierno, alzó la mano y una luz brillante de color esmeralda surgió de allí. Si tenía que morir lo haría, pero todavía no. No sin concluir la aventura en la que se había logrado envolver él solo. No sin que pudiera saber en qué acababa la guerra, no sin haber dado su primer beso.
Abrió los parpados que le parecieron pesados y lagañosos. Una sonrisa enfatizada por una barba poblada lo recibió del otro lado. Thor le pareció un muelle seguro y acogedor que lo recibía después de tanto pelear él solo la batalla.
—¿Cuánto llevo así?
—Seis días.
Justo en ese instante, Hogun entró al cuarto y acomodó un cuenco de agua en la silla junto a la gran cama. Lo observó y una pequeña sonrisa se curvó en su semblante para salir de allí al mismo tiempo que Sif informaba que en un rato traerían una sopa.
—Yo, quiero ir al baño.
—Bien.
Fue levantado en vilo por el rubio y depositado frente al inodoro. Acabó sus necesidades y el aesir volvió a transportarlo de regreso a la cama. Sólo se tomó el caldo y un par de líquidos. Todo el día siguiente estuvo en reposo y Thor le contó el dilema en el que se encontraban.
—Iré con ustedes.
—Todavía no estás curado del todo y el viaje será largo y pesado.
—Lo sé pero quiero ir.
Los saltos que el trineo de Thor iba dando lo despertaban de sus sueños, así que los primeros días fueron un suplicio para él. Las noches eran otra historia. Al parecer, Thor había estado durmiendo a su lado, arrullándolo todo ese tiempo.
Así que al final, Loki acabó durmiendo acurrucado en el cuerpo del otro. El idiota a veces lo levantaba al toquetear su frente o poner las manos bajo sus fosas nasales para verificar el estado de su respiración. Al pequeño jötun le pareció tierno que se preocupara tanto.
Casi habían pasado tres semanas cuando pudo permanecer despierto sin sentirse cansado durante el día. Comía ya sin vomitar el alimento sólido y la movilidad de sus miembros comenzó a ser fluida de nuevo.
Pese a ello, su piel no dejaba de erizarse cada que su magia rebotaba dentro de él. Tampoco cesaba de sentir un aura extraña como al principio de su aventura, aunque era probable que se debiera a su propio seidr, demasiado inestable para materializarse del todo.
Lo bueno de aquello era que el viaje estaba transcurriendo sin interrupciones más que las que hacían por las noches para que Loki descansara, así que dentro de un par de semanas más de seguro estarían ya topándose con algunas casas o pueblos pertenecientes a Utgard.
Aquella noche, el hechicero estaba avivando el fuego con ahínco mientras los guerreros destazaban la presa que acababan de cazar, cuando se le ocurrió espiar a Thor. Con un inesperado bochorno notó cómo los músculos en los brazos del aesir se tensaban hasta que él volteó en su dirección.
<<"Oh por Ymir, ojalá no se haya dado cuenta", pensó revolviendo con una rama la leña>>.
No sabía qué espíritu maligno le había poseído para hacer eso pero esa misma noche cuando los otros estaban roncando y él envuelto en los dichosos brazos, se permitió contemplar las manos de Thor. Sabía que este no estaba dormido pero el estar de espaldas al rubio lo protegía.
—Dime la verdad. —Aquello puso en alerta al cuerpo de Loki y Thor lo notó—. ¿Fue mi culpa que te enfermaras de esa manera? Es que estabas bien y la verdad no entendí todo lo que el sanador me dijo cuando te trató.
—No, por supuesto que no —respondió en automático pero se arrepintió un segundo después. Al recordar las atenciones del rubio desechó su desagradecido pensamiento de manipularlo con culpa—. Esto me pasa desde bebé según mi baba. Quizás un efecto secundario de estar tanto tiempo en una tormenta de nieve.
—¿Y qué hacía un bebé en medio de una tormenta de nieve? —Si lo hubiera visto se habría reído de cómo Thor había movido sus cejas en respuesta.
—Mis progenitores me abandonaron en la intemperie unos cuantos días después de nacer. —Loki aplacó la acidez que se desplazaba por su estómago hacia su esófago—. Mi baba no sabe con exactitud cuánto tiempo estuve así antes de que me encontrara.
Detrás de él percibió cómo el pecho de Thor se hinchaba y sus brazos se tensaban. Por alguna razón le dio miedo e intentó escapar de ellos pero al quedar frente al rubio, parecía que la cara de este había sido tallada en piedra por lo fuerte que apretaba la mandíbula. Respiró un par de veces y volvió a su postura habitual.
—¿Lo hicieron por tu estatura?
El jötun asintió y en su corazón afloró un sentimiento cálido por la reacción del aesir ante su vicisitud pasada. Ignoraba qué significaba eso y tampoco ahondó bastante en ello. Prefirió enfocarse en un tema que el propio Thor había sugerido como propio para tratar entre amigos.
—¿Y tú? ¿Cómo, tu infancia fue...?
No sabía cómo comenzar ni qué preguntar que no fuera tan profundo en un principio. Parecía estúpido, como un pez fuera del agua que sólo boqueaba sin darle un significado alguno a su balbuceo.
Al príncipe eso le pareció adorable, en especial la forma tan enojada en que le había dicho "olvídalo" y le había vuelto a dar la espalda.
—Bueno, para serte sincero hace ya tantos años que no soy un niño que no recuerdo muy claramente —susurró al oído de Loki e intentó copiar el tono que su madre empleaba al contarle historias—. Recuerdo que mi padre no era muy apegado a mí y casi siempre estaba ocupado. Para él yo siempre he sido un conducto, el legado que dejará a su pueblo cuando caiga en el sueño y decida no volver a despertar.
Loki pasó saliva. Claro que él no había tenido una infancia en un palacio, con sirvientes y padres pero de alguna manera aquello le causó compasión. Si en serio el Padre de Todo albergaba dichos pensamientos sobre su hijo, entendía por qué la gente de los demás mundos no eran más que peones para todo Asgard.
De algún lado tendría que haber salido ese desprecio por cada raza que no fuera la aesir que en un principio Thor tuviera.
—No malentiendas, él es un excelente gobernante y padre. No por ello quiere decir tampoco que deje de ser un recurso para él. Si estoy aquí es precisamente porque él creía que mi odio por los jötuns y mi sed de guerra me estaban cegando.
—¿Entonces tú eres quien lo inició? —Asco fue lo que sintió al llegar a esa conclusión y quiso arrancarse el cerebro para que este dejara de pensar bien del aesir.
—Claro que no, la mayoría de los dioses y el pueblo aesir los odia, pero yo seré rey y no debo albergar sentimientos tan profundos por nada ni por nadie. Distorsionarían mi perspectiva y no me dejarían usar la objetividad.
—¿Tu madre? ¿No la amas?
—Sí, claro. Ella es la mujer más amorosa de los nueve reinos, la respeto y la quiero pero desde hace siglos que no soy dependiente de ella. Mi padre decidió enviarme a Vanaheim desde mi madurez y separarme de ella para que pudiera aprender a mantener mis emociones a raya.
—No lo entiendo, ¿acaso cuando amas a alguien no dependes de él siempre? Es decir, sí haces tus propias cosas pero al final para cualquier golpe emocional, preocupación o vicisitud has de regresar a quien amas. Para eso creas relaciones, para apoyarte en alguien cuando te sientas vencido.
Thor no supo qué responder. Sí, con sus amigos era igual. Ese era el error del que su padre tendía acusarlo constantemente. Era demasiado afectivo, tanto que arriesgaría un tratado de paz por ayudar a un amigo en aprietos o por evitar que su madre sufriera.
—¿Cómo sabes tanto sobre eso? Tú..., ¿tienes pareja? —El sólo decirlo lo conmocionó, jamás se había parado a pensar en ello.
—¿Qué? ¡No! —Para ese punto Loki no podía evitar querer verle la cara, así que giró su cuerpo—. No, pero quiero a mi baba. Digo, tampoco es que nos demos muestras de ello a cada rato o que yo salga mucho de mi casa para saberlo a ciencia cierta, pero he leído mucho sobre el tema.
—Cuando comenzamos a interactuar me di cuenta de que a pesar de que sabias mucho sobre tu mundo parecías extasiado en cada oportunidad que tenías de salir...
No fue una pregunta ni tampoco una afirmación, más bien era una indirecta y Loki lo entendió al instante. Le explicó que no había dejado nunca la villa en donde vivía porque a su baba le daba miedo que su cuerpo frágil colapsara por lo inestable que era su magia. No le confesó que tampoco lo hacía para no encontrar más caras de desprecio a las que soportar.
Thor mencionó recuerdos con su madre Frigga y cómo la entristeció las varias veces que su padre trajo a casa a los hijos que tenía con otras mujeres para convertirlos en dioses. Balder, Hod y Vidar fueron el calvario de su madre que los aceptó como vástagos, pero que a la vez la hicieron más fría con Odín.
Al final se quedaron dormidos entre recuerdos y divagaciones de cada quien. Loki se dio cuenta de lo divertido que era hablar con el rubio. No le contó de la maldición que suponía su magia para él mismo pero no creyó necesario dar tal información.
No quería desperdiciar lo que tenían con eso.
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