Ocho


Concentrado, ordenó al libro de una de las estanterías más altas venir a su encuentro. Al final, su magia volvió a fallarle y el objeto le cayó directo en la cabeza. El dolor inundó su cabeza pero no tanto como la amargura que brotó al ver cómo los guardias reían, divertidos.

Tal vez el no haber comprado sus propios textos hubiera sido la mejor opción pero cuando Thor había sugerido usar los de palacio, también había creído eso. Caminó a la mesa más cercana y lanzó el típico hechizo que encogía las cosas sobre ella.

Aquel era el séptimo ejemplar que consultaba sobre magia y hechizos pero no encontraba lo que buscaba. Necesitaba hallar el porqué de la debilidad de su seidr. Nunca se lo había cuestionado porque jamás había estado tan potente e intermitente como ahora.

—¿Puedo sentarme contigo?

Se encontró con unos ojos color granada en una faz llena de calma y poderío. Aceptó con un asentimiento y el rey Skadi se sentó a su lado, para variar. Pasaron un rato en silencio hasta que el de cabellos plateados carraspeó.

—Últimamente he sentido en el palacio un seidr de lo más poderoso y ahora, gracias a lo que lees puedo afirmar que de ti proviene esa rareza.

Loki no negó ni afirmó nada. En realidad no creía que fuera el caso, pero le parecía curioso que el rey pensara eso de él y al verlo sonreírle, le hizo pensar en cuánto se había sorprendido al verlo sentado en el trono. Un enano como Loki gobernando un país era por más, inverosímil.

—Usted también posee una magia poderosa, pude percibirlo cuando estuve frente a usted.

—Yo por el contrario, no me percaté de la tuya hasta más tarde. Jamás me había pasado eso. —Sonrió. Se arremangó un poco las mangas de lo que parecía ser un vestido con un cinturón de cuero envuelto en su cintura—. Mi seidr no es muy original, se basa en la nieve.

De sus manos brotó hielo y de él salió un conejo en miniatura que saltó alrededor de la cabeza de Loki. Aquello era la diferencia entre poseer seidr y ser un usuario. El primero era inherente a la persona, por lo que se podía crear cosas de la nada; los segundos, sólo portaban una herramienta que la canalizaba o usaban materiales tangibles para ejecutarla.

—Ya había oído de usted, le llaman "la dama de las nieves". Recuerdo que por muchos años dijeron que su seidr estaba más allá de lo normal.

—Ese título me causa gracia pero sí, mi padre acuñó ese término para mí y orgulloso, hizo correr dicha información. —Su sonrisa se apagó y su semblante adquirió un matiz oscuro. Intentó ocultar sus manos pero él contempló cómo las convertía en puños—. Es una lástima que no esté aquí para verme convertido en rey.

—Lamento la reciente muerte de su padre majestad. —Bajó la cabeza en señal de respeto y esperó para lanzar su apuesta—: Yo también haría la guerra con los nueve mundos por vengar el asesinato de mi baba.

Las respiraciones casi acompasadas de los guardias apostados en la entrada del recinto se hicieron oír. El escaso sol se coló por una ventana próxima a ellos y le pegó de lleno al rey, quien permanecía estático en su sitio.

—Lo de tu baba es algo trágico y créeme que me enerva que otro de los nuestros esté bajo el yugo de los aesir. —Posó la mano bajó su mentón y sus orbes se clavaron en los de Loki—. Te propongo algo, mañana en la mañana mandaré a alguien a tu provincia para capturar a su apresador o apresadores y liberar a tu baba. A cambio quiero que me digas lo qué has escuchado sobre este asunto.

Entendía las dimensiones de dicho trato. A simple vista parecía que el hombre daba más de lo que recibía pero la opción de tener un rehén como Fandral a la mano por cualquier cosa sin duda beneficiaría al rey y por supuesto, estaba la información.

—Como cabría de esperarse, no me han contado nada directamente pero por lo que he escuchado, el Padre de Todo no desea que haya guerra y están aquí para enmendar su "error" con tesoros y una propuesta con la que los amigos del príncipe no están de acuerdo.

—Creí que era un tipo de treta del anciano pero tampoco le vendría bien que hubiera guerra. La última que pelearon apenas y la concluyeron hace veintidós años.

Aunque los aesir eran impredecibles y traicioneros cuando tenían necesidad de serlo, era más lógico pensar que en realidad no querían declararle la guerra a Jotunheim.

Vanaheim a pesar de que no tenía tantos avances tecnológicos como Asgard ni era una tierra de soldados aguerridos, había debilitado un tanto las filas del reino dorado. Tal vez los aesir sí pudieran luchar, pero no tendrían un escenario favorable o ventajoso como el de hacía casi 50 años al empezar la reyerta contra los vanir.

El monarca jötun dejó caer su cabeza hacia atrás, cerró los ojos y se quedó así un rato. Por lo apretado que tenía los parpados, debía estar recordando algo más personal.

Al no estar la casa de Loki cerca de las urbes más grandes ni atado bajo la jurisdicción del gobierno de Rahndoffh, no había oído del asesinato del rey Thiazi hasta el día previo entre los continuos comentarios del pueblo.

Y así, y con cada pieza del rompecabezas encajando en su lugar era claro que Thor venía a impedir que los cinco reinos de Jotunheim se levantaran en armas. Aquel era el pretexto perfecto para hacerlo. La cuestión era si en serio se fraguaba una guerra o era cosa de conjeturas.

Nada había revelado el rey Skadi mientras estaban allí pero eso no significaba algo en realidad y Loki no era tan tonto como para pensar que apenas conociéndole el monarca le contaría sus planes. Sin embargo, intentaría ganarse su amistad, por lo que le pidió seguir viéndolo para que le hablara más de esa extraña magia cambia-formas que poseía.

Lo de su baba, lo tenía resuelto ya. Thor se iba llevar una sorpresa cuando se enterara.

..........

Esta vez habían acabado en un extraño juego que Loki aseguraba era propio de esa región. Vaya que los jötuns inventaban cosas extrañas si no, no estaría calculando el ángulo correcto de una bola de cristal gigante para pegarle a otra y que dicha se golpeara a la de su oponente para sacarla del campo.

—No la empujes desde hacía un lado troglodita, hazlo desde abajo.

Llevaban perdiendo un rato. No porque el aesir no tuviera la fuerza suficiente para arremeter contra las esferas, sino porque no podía calcular bien la trayectoria correcta y sus bolas rojas al final no sacaban del perímetro a las azules de su contrincante.

Loki tampoco ayudaba mucho. Se la pasaba gruñendo y protestando porque no ganaban. Thor, sin embargo, era de la opinión de que si él tuviera la fuerza para ayudarlo con su "equipo", tendría voz para opinar.

Contra su enfado el rubio hizo lo que el menor le sugería y para su satisfacción y disgusto dio resultado. El público gritó encolerizado por la buena suerte del aesir y él no pudo más que aguantarse las ganas de abofetear a Loki por la cara de sabiondo que le dedicaba.

Otra vez, habían ganado contra todo pronóstico. Al final habían conseguido recuperarse de forma eficaz y se habían ido así hasta pasar a las finales. Cargar aquella copa de oro sólido no era nada para Thor, pero no podía parar de pavonearse por las calles.

—Hoy no traes tu capa roja.

—¡Que observador eres Loki!

Los ojos del pequeño jötun parecía que se iban a salir de sus orbitas. El enfado llegó después cuando cayó en la cuenta de que había sido timado. Thor estaba orgulloso de haber aprendido el sarcasmo que Loki empleaba por costumbre.

—¿Cuánto tiempo más tendré que soportar tu vacío cerebro Thor? Llevamos ya cuatro días sin tener audiencia con Skadi.

El día previo no contaba porque tanto él como el jötun no habían salido de palacio por haberse indigestado en una comelona a la que se habían inscrito el segundo día. Lo cual le hizo recordar a Thor la pregunta que venía desconcertándolo desde que llegaran al reino de Rahndoffh.

—Loki mis amigos no hacen más que dormir y comer, ya casi nunca tienen ganas de entrenar. —Entonces y sin previo aviso, el rubio tomó a Loki de su blusa de tela delgada y lo somató contra la pared más cercana—. Si no me dices qué demonios les hiciste, juro que la pagarás caro.

—Tardaste casi una semana en preguntar y por si no te has dado cuenta, desde que hice el hechizo están taciturnos —Se aclaró la garganta y logró que su mano sobre el puño de Thor que lo aprisionaba, fuera soltándolo poco a poco—. Es normal. Aceleré el proceso de sanación sí, pero la poción tenía efectos colaterales. Al menos unos que duraran varios años.

La nariz de Thor casi acariciaba la de Loki y sus alientos eran un único vaho de lo cerca que estaban. Los ojos azules del dios lo tenían clavado allí mismo, expectantes.

—De ahora en adelante, las áreas de su cuerpo donde esparcí el ungüento serán impenetrables para cualquiera arma —dijo y casi pudo oír el pensamiento de incredulidad de Thor—. Al menos durante unas cuantas décadas. Diría para el resto de su vida pero como son aesir y tienen eterna juventud...

—¿Entonces están cansados porque...?

—Su cuerpo se está adaptando a ese cambio, las células de su piel se fortifican y reemplazan a las normales por lo que debe haber un periodo de "hibernación", aunque por mi magia no es completo.

Después de su pequeña discusión, ambos se pusieron en marcha de regreso al palacio. Se habían alejado bastante por lo que cuando ya estaban casi por arribar, el sol se había puesto. A Thor le perturbó mucho que durante todo ese tiempo, Loki lo ignorara en sus intentos de plática o bien, que no corriera en busca de problemas.

—¿Estás enfadado cierto?

—¿Qué te hizo llegar a tan difícil conclusión? —El jotun siguió adelante, aunque percibió que el rubio no lo seguía.

Su cuerpo se movió solo y el rubio no supo por qué ni en qué momento había aparecido esa constante punzada en su estómago que lo obligó a forzar a Loki a verlo. Fue fácil, halarlo hacía él era tan sencillo como hacerlo con una pluma para él.

—Déjate de niñerías y dime qué es lo que he hecho esta vez —dijo sacudiéndolo en el aire a cada palabra que decía. Su trenza parecía un animal siguiendo sus movimientos.

—¡Esto precisamente! ¡Me estás lastimando! —Los dedos gruesos de Thor se clavaban en sus brazos y las piernas del jötun intentaban alcanzar la corta distancia que los separaba del suelo—. ¡No puedes ir por la vida avasallando a los demás! ¡Suéltame ya o sufrirás las consecuencias!

Así lo hizo Thor, incrédulo ante lo que le había forzado a hacer aquello. Él demandaba atención continua y se la daban. Todo el mundo en Asgard lo respetaba porque era el mejor guerrero, el protector de los nueve reinos, pero no por eso sabía que cada dios en Asgard le prestaría atención.

Prueba de ello era Freyja, quien asidua a provocarlo, lo ignoraba a propósito y aun así, jamás había sentido esa rabia al pasar inadvertido frente a ella u otros como la que acababa de infectar su torrente sanguíneo.

—¿Entiendes que no soy un muñeco que puedes mover de arriba abajo o aventar a la pared? ¡Puede que no seamos nada pero merezco respeto por ser tu maldito traductor!

—¿De qué hablas? —El ceño del rubio se frunció y su barba no pudo ocultar la cara de niño regañado que le dio—. Creí que éramos amigos.

—¿Tú? ¿El príncipe heredero de Asgard, protector de los nueve mundos y Dios del Trueno siendo amigo de un jötun enano?

Loki ni siquiera entendía por qué había soltado aquello. Bueno, sí. Se sentía humillado por cómo los gigantes lo habían mirado mientras él era tratado como una figura de trapo por el aesir. Ya era bastante malo que lo vieran como un fenómeno, ahora también era "la mascota del príncipe aesir".

—Sí.

La manera tan firme en como Thor lo dijo, lo mortificado de su expresión y el simple hecho de que hubiera respondido con un tono lastimero lo hizo callarse. ¿Qué era eso que miraba en el aesir? De repente una sensación de calma se hizo presente en su cuerpo.

—Bien pues, te diré que aunque nunca he tenido un amigo, sé por los libros que he leído que estos no se tratan entre ellos como tú me tratas a mí.

—Tienes razón, normalmente no hago eso, no sé qué pasó. Prometo no volver a tratarte así.

En su paladar aquella promesa le supo insulsa al jötun. No porque no le creyera a él en particular, sino porque no lo hacía con nadie. Ese era una de las primeras lecciones que había aprendido en su vida.

Sin embargo y pese a su instinto de conservación, una parte de él decidió que le daría al aesir el beneficio de la duda.

Sólo el tiempo diría si era cierto o no.


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