Dos


A la mañana siguiente, Thor decidió que el otro rubio sería quien acompañara al senil jötun mientras regresaban de su cruzada. No sabía cuánto tiempo le tomaría pero le había prometido a Fandral una recompensa jugosa cuando estuvieran de nuevo en Asgard.

—Olvidas algo amigo mío, el anciano puede controlar el hielo —recordó el hombre casi al mismo tiempo que ellos ya estaban saliendo al otro lado de la vivienda.

El príncipe aesir soltó una carcajada y los demás vieron al que debía quedarse con los labios apretados para aguantar las propias. Una vez apagada su diversión, tomó un poco de aire y lo pensó dos veces: aquello era cierto y por lo tanto, le daría una ventaja a su prisionero.

Reflexionó dos veces lo que su madre le hubiera dicho años atrás y sin más llegó a una conclusión que al ser tan fácil, no le agradaba del todo. Suspiró y sin que nadie lo parara, avanzó rumbo al susodicho y le rompió ambas muñecas.

La primera fue fácil pues este no lo vio venir y en la segunda tuvieron que intervenir sus amigos, unos sosteniendo al condenado en su lugar para que no retirara la mano y los demás conteniendo al joven que no dejaba de intentar liberarse para ayudar al otro.

Reconoció los gritos y las palabras de este último como insultos aunque no las comprendiera del todo, por el modo en que este las escupía. Se retiró y dio la orden de seguir rumbo a su destino.

Todos subieron a la réplica de trineo que su madre le había mandado a pedir a los hijos de Ivaldi para su transportación. Aquel modelo era más grande y amplio, además de que exactamente cabían cinco personas a bordo. Tanngnjóstr y Tanngrisnir no irían tan rápido si los enanos no hubieran logrado el balance perfecto de peso en el artefacto.

—¿A qué ha venido eso que hiciste con el anciano? —preguntó Sif con curiosidad y sin una pizca de juicio en sus palabras. Ella lo había visto tener que tomar decisiones peores.

—Mi madre dice que sin sus manos, aquellos usuarios de la magia del hielo no podrán usarla.

Avanzaron con ritmo constante y a Thor aquello no podía sino fastidiarlo más. El paisaje siempre era el mismo: montañas y paramos, todos recubiertos de blanco. Incluso los pocos árboles y arbustos no eran sino otra de las reproducciones en bucle que hacían honor a lo simplista de su mundo.

A lo lejos pudo divisar algunos conejos del tamaño de un oso y presenció un temblor proveniente de una manada próxima de renos gigantes que pasaban a unas millas de donde ellos estaban. Ver cómo los lobos hacían trizas a algunos de ellos casi le pareció entretenido.

Entrada la noche pararon en un lugar que al rubio le pareció apropiado y volvió a desollar a sus amadas cabras para hacerse con su carne. Comieron haciendo bromas de algunas de las damas de la corte, burlándose de sus manías por aparentar lo que no eran.

—¿Y qué me dices de Jard? Es un bueno para nada que sólo busca sentarse a tocar el laúd a sus anchas. Hasta su hermana tiene más futuro que él si en verdad llega a ser una Valkiria.

Todos estaban de acuerdo. De acuerdo en que era preciso hablar de temas triviales frente a aquel ser que podía comprender bien lo que decían. Le proveyeron carne al jötun pero este la despreció sin razón aparente y Thor acabó comiéndosela. No habría problema con ello, siempre y cuando la criatura no la tocara.

Tres días se sucedieron de esa forma hasta que sin previo aviso aquel ser azul saltó del trineo y en un santiamén sus compañeros ya lo estaban persiguiendo colina abajo mientras él frenaba el transporte.

Para cuando llegó al lugar de los hechos en donde los demás se arremolinaban, se percató de lo que los tenía tan entretenidos. Aquella criatura estaba vomitando algún tipo de bilis transparente.

En el suelo, el líquido viscoso se mezclaba con la nieve y se pegaba un poco a las vestiduras inferiores del jötun que no eran muy abrigadoras en esencia pues aquello era como una falda de tela fina.

Menos mal que el ser llevaba su largo cabello negro recogido en una trenza; de no ser así, ya se habría llenado de porquería como lo estaban las guardas doradas que se aferraban a sus muñecas. Definitivamente cuando aquello acabara se las obsequiaría.

—Si ya terminaste, debemos seguir adelante.

Las cejas de la criatura se juntaron justo cuando Thor le devolvía la mirada mientras se limpiaba los restos de baba que tenía adheridos a sus labios. Sus camaradas ya iban de vuelta al trineo cuando a él se le ocurrió una idea.

—¿Tienes nombre jötun?

—¿Por qué debería decírtelo? —Lo retó a la vez que intentaba sacudir la camisa de color azul verdoso, como si con ello pudiera barrer lo ocurrido.

—Porque si no lo haces puedo llamar a la tormenta con mi martillo.

No pudo evitarlo. La rabia que reflejaba el semblante de aquel ser de alguna manera extraña le causaba placer y más aún cuando dejaba salir aire de su organismo con semblante resignado.

—Me llamo Loki.

—Y dime Loki, ¿acaso es esa tu forma de venganza? ¿Matarte de hambre para que no puedas sernos útil?

Sus hombros dieron un salto casi imperceptible. Ahora entendía el asunto mejor que antes, pero si ese chiquillo quería darle la vuelta a su situación estaba muy equivocado. Él tenía años de experiencia con artimañas, no en vano era general supremo de las filas del ejército aesir.

—Me temo que si eso llegara a suceder, de todos modos el anciano moriría. Así que hazte un favor y come.

..........

—Ya estoy harto de lo mismo, ¿no sería posible que pudiéramos cazar algo Thor? —interrogó resoplando Volsstag.

—Estamos a sólo unos días del pueblo más cercano amigo. Allí podremos comprar de todo.

En realidad, aquello era una desilusión colectiva. Loki lo supo por cómo los cuerpos de los demás pasaron de un estado de alerta y emoción contenida, a uno de flacidez en sus miembros.

Él también ya estaba harto de probar eso como alimento y de sólo parar tres veces durante todo el día para hacer eso junto con sus necesidades. Esto, aunado al hecho de que llevaban todo ese tiempo sin darse un baño no hacía más que añadir a su larga lista de odio, unos cuantos puntos extra.

No es que llevara mucha ropa dentro de la improvisada bolsa de cuero que había hecho al partir, sino porque más de dos días sin que su cuerpo probara el agua helada para purgarlo era un martirio. Aunque tal vez ese hecho no dejara a los aesir hacerlo.

Perdidos entre unos arbustos enanos, aunque para él eran de tamaño regular, vislumbró cómo un par de conejos corrían a sus anchas, libres. Deseó ser ellos hasta que uno resbaló en el terreno viscoso y sin previo aviso, el otro lo devoró. Aquello le dio una idea.

—¿Puedo hablar?

—Vaya, así que ya no estamos con chinches en la boca. —El que el aesir usara aquel dicho sólo lo hizo querer olvidar las palabras sumisas que estaba de dirigirle, pero se contuvo—. Bien, adelante jötun.

—A un tramo de aquí hay una zona llena de barro resbaladizo en el que la mayoría de los animales se atasca. Si quisieran, podrían ir allí y cazar sin perder mucho tiempo.

El trineo paró de sopetón y él hombre con largos cabellos rubios sostenidos en una media cola dejó su puesto de conductor y subió a la parte de atrás para quedar en cuclillas frente a él. Pensó que le diría lo mismo que a su baba, pero tras quedarse así durante unos minutos con el semblante estoico, le sonrió.

—Iremos por uno de esos animales.

Los otros rugieron enardecidos, como si les acabaran de decir que estaban yendo directo a una batalla gloriosa. Él sólo podía darse el gusto de sonreír para sus adentros. Aquello sería fácil y sobre todo, representaba para él más que un finiquito, una forma de regresarles el favor que le habían hecho a su baba.

Poco a poco se alinearon para seguir la ruta que él les propusiera. En realidad, nunca había salido fuera de la villa más cercana, la cual habían omitido aquellos seres, pero recordaba las enseñanzas de su baba sobre dicho terreno.

El punto en donde la nieve se convertía en barro parecía un desafino en cualquier armonía. Si bien el conejo había caído en la parte menos densa de aquel lodazal que iba tomando espesor conforme avanzaban, no había probado lo peor de dicho suelo.

Uno que lo hizo achicar los ojos para enfocar mejor aquel remedo de cementerio. Bien se decía que los animales más colosales eran los que caían con más fuerza. Muchos quizá habían muerto al instante y otros lo habían hecho luchando por salir de aquella zona.

Gracias a Ymir un gran oso blanco cubría las dimensiones verídicas de tal lugar. Sus patas eran tan largas que los aesir nunca podrían adivinar que en realidad aquello aparte de ser en extremo viscoso, tenía una profundidad alarmante.

El líder puso manos a la obra y comenzó a dibujar con ayuda de la rama de un arbusto, lo que parecía una estrategia. Claro que no eran idiotas y pronto Loki se encontró siguiéndolos, brincando sobre un cadáver y luego otro para evitar el cochambre.

—Ay, ¡qué asco! —Escucharon tras el sonido de una prenda desgarrándose, a la vez que percibían un olor rancio y desagradable—. Creo que me quedaré atrás, sigan.

Le pareció curioso como a pesar de que debían actuar con apuro, todo el grupo había quedado estático esperando a que el hombre gordo y pelirrojo saliera del cuerpo del lobo o bien, diera su beneplácito para que continuaran.

—Procuren caer sobre alguna parte en la que haya muchos huesos. —Señaló el rubio.

Claro que habían concluido que era mejor destazar a un animal que todavía se moviera puesto que de otro modo sería como devorar carroña. El líder levantó un puño y el resto se quedó en su lugar. Se había percatado del problema que Loki había deducido, sucedería.

—No hay donde saltar hasta llegar al animal —declaró—. Tomen un par de sogas y atenla a sus espadas.

No aquello no debía pasar. Si lo que él hombre sugería era lo que pensaba, lo había subestimado.

—Vamos a evaluar qué tan buena puntería tengo —dijo como burlándose de sí mismo.


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