Diecisiete


Un malestar se instaló en su cabeza desde el primer esfuerzo que hizo por levantarse. Fue aumentando conforme el estrés que le siguió también lo hacía al contemplar a su lado a un aesir rubio con aspecto divino. Y es que si era sincero consigo mismo, Thor sí que daba una excelente primera impresión a lo que era su raza por las mañanas.

Este se removió en su lugar y abrió los ojos, alerta como el buen soldado que era. Loki casi se derrite ahí mismo al recibir del aesir una sonrisa completa, con un hoyuelo en su mejilla derecha y el brillo del sol en sus pupilas. Entendía lo peligroso que ese gesto resultaba para mentes poco astutas, como la que parecía tener en ese momento al devolverle dicha expresión.

O al menos hasta que su cerebro se encendió al fin y recordó lo último que dijera hacía unas horas antes de su inútil esfuerzo por llegar a su recamara. Al parecer su cuerpo había encontrado ya un buen refugio en aquel lugar caliente que era la anatomía de Thor.

—No soy un animal o una criatura. —Empezó y apartó las sábanas para sentarse sobre sus piernas—. Tampoco soy alguien con el que puedes entretenerte durante una misión y después botarlo. No soy un agujero en donde puedes meter tu pene cuando quieras, ni una cosa linda o exótica que puedes exhibir como trofeo, ¿entiendes?

—Claro que no lo eres —contestó Thor tomando la misma posición del pequeño jötun quien erguido de esa manera altiva, le parecía la perfecta representación de un monarca. El rubio creyó que seguiría pero este sólo callo, invitándolo a proseguir—. Estoy de acuerdo con todo lo que has dicho y créeme que no te veo como un pasatiempo. No te deshonraría de esa forma.

—¿Entonces qué pretendes con esto?

—A través de estos meses he llegado a sentir afecto por ti y un sentimiento extraño ha surgido en mí. Todavía no puedo llamarlo amor, sería inmaduro pero sí sé que estoy enamorado de ti a tal grado de ponerme celoso o a no querer más que permanecer a tu lado cuando te enfermas.

En segundos Loki entendió que el vacío ardiente que sentía en la boca de su estómago no se debía al alcohol ingerido la noche previa. Oír eso hizo que bajara la guardia, pero su instinto de preservación le planteó también todas las formas en que aquello podía resultar en catástrofe.

Claro que el hombre no iba a proponerle matrimonio por sólo meses de conocerse pero él quería una garantía. Una que sabía que no podía tener porque en ese tipo de cosas nada era seguro. Lo entendía, pero aun así su corazón estaba paralizado de miedo.

¿Y si salía mal? ¿Qué pasaba si no eran compatibles? ¿Valdría la pena soportar el dolor del futuro rechazo por experimentar aquello? Además estaba el asunto de su baba.

Sí, había planeado pedirle a Thor que lo llevara con él para viajar por el Bifröst y así conocer Asgard, pero ahora debía asegurarse del bienestar de su ser querido. Uno que estaría ahí aun si el rubio se iba.

—Loki —dijo Thor aproximándose a él y tomando una de sus manos entre las suyas—. Sé que esto es aterrador y nuevo. No voy a jactarme de lo que puedas o no sentir por mí pero sé lo que representa para alguien tan joven como tú esto —suspiró y se rascó la cabeza—. Para serte franco, en los años que llevo habitando este universo jamás me había relacionado con alguien sin percibir la atracción física al instante de conocerlo.

El hechicero soltó la mano de su agarre y pareció querer ponerse de pie incómodo. Thor tal vez no había elegido las palabras correctas y como resultado ahora estaba sudando como un cerdo a pesar de no haber ni un poco de calor en la habitación. Sus pulmones al parecer creían que podrían dejar de funcionar de no salir bien aquello.

—No me malentiendas por favor. —Se acercó a él a gatas hasta quedar en frente de nuevo—. En verdad pienso que eres tan perfecto y sublime hasta el punto de provocarme un subidón de energía con sólo verte sano y feliz. —Aquello lo hizo sonrojar, no estaba acostumbrado a decir palabras tan salidas de su corazón, antes sólo sonreía, coqueteaba y ya estaba. Y allí era donde radicaba la diferencia—. Lo que intento decir es que en un principio no me fijé en tus cualidades por mis prejuicios y lo hice hasta que tú con cada acción, destreza o cosa que decías me fuiste inspirando a ver tu belleza, no al revés. —Tragó saliva—. Si me aceptas, deseo poner todo mi esfuerzo en que funcione, creo que adoraría que funcione.

Había leído confesiones en un par de libros. Todas estaban llenas de metáforas y promesas de amor eterno con palabras galantes pero aquella era quizá la forma más sutil y a su vez, directa de provocar tormentas y huracanes en su interior. Quería correr una maratón y gritar al viento lo bien que le hacía escuchar esas palabras.

Dulces eran los frutos que se cosechaban con la sinceridad y no con falsos juramentos o frases vacías.

Por la frente de Thor rodaban perlas de sudor y sus manos no paraban de apretarse los muslos para reprimir el evidente tic que estos tenían por moverse. Vio que su garganta luchaba por tragar varias veces y lo apretado de su boca, cosa que le hizo pensar que se lastimaría.

—Yo también —balbuceó. ¿Qué se decía ante algo así?—. Me encantaría que así fuera.

...............

Salieron a dar un paseo por la ciudad. Aunque ahora el jötun tuviera una postura rígida cuando caminaba a su lado, Thor aligeró el ambiente contándole un par de aventuras graciosas de su niñez.

Oscilaron entre visitar un mercado de maestros artesanos que les dijeron había al este de la ciudad o ir a un evento parecido a lo que el rubio conocía como un circo. Al final Loki tomó la decisión por ellos: no quería oler porquería de los animales que ya conocía en el bosque, aunque hubieran exóticos también.

Llegaron a su destino y allí encontraron lo que al rubio le parecieron auténticas piezas de arte, complaciendo con su deleite al jötun quien se decantó más por la cristalería. Había adornos con ese material que dejaron a Loki con la cabeza en las nubes y el aesir pagó por las tres entre las que el hechicero no se decidía.

El de cabellos negros metió en su bolsa de cuero el cisne alzando el vuelo, la familia de conejos alrededor de un lago y la corona de siete puntas. El último se lo llevaría a su baba, esperaba que le gustara.

Recorrieron un pabellón con cosas hechas a base de cuero en donde Thor pidió unos collares hechos con cintas y un minúsculo cuadro de cuero pintado. Ambos se enteraron que su animal favorito eran las serpientes y por eso eligieron este como la pequeña pintura que adornara los dijes.

—Diles que si hay manera de que escriban nuestros nombres en la parte de atrás —explicó el aesir lo que quería.

Loki no muy convencido y con las mejillas pintadas de purpura, requirió la petición que el artesano cumplió sonriente. Al parecer era de los pocos que no veía a Thor de forma arisca o con un claro afán de denigrarlo. Una vez pagado, el jötun estaba por colgarse el suyo cuando el rubio le paró en seco.

—Espera —dijo nervioso—. Preferiría llevar el tuyo y si me lo permites, que tú llevaras el mío.

El hechicero creyó que jamás podría sentirse más avergonzado que cuando el rubio tomó el que tenía "Loki" al reverso y lo deslizó por su cuello para después colocar el de "Thor" en el suyo, hasta que el aesir aprovechó la maniobra para depositar un beso en su nariz.

Lo demás se hizo borroso a partir de que Thor con discreción y suavidad enganchara su mano en la de él, dándole la oportunidad de rechazarlo. El jötun no estaba más que revuelto con todas las sensaciones que estaba experimentado pero lo permitió.

Supo más tarde en su cuarto que había comprado un cinturón con adornos de orquídeas y un cuenco de obsidiana cuando los acomodó en el nuevo bolso más grande que también había adquirido Thor para él.

Dio un largo suspiro al recordar su mano en la del otro y se echó en sobre la cama de espaldas con los brazos extendidos. Nadie jamás sabría lo estúpido que actuaba ante las memorias que evocaba cada que el aesir estaba cerca.

O tal vez no había disimulado tanto como pretendiera esa tarde por las miradas de juicio que le habían dirigido los amigos de Thor o los mercaderes, pero es que no podía evitarlo. Fingir estaba fuera de contexto cuando estaba con el rubio y se odiaba por eso.

Ojalá que el viaje a las afueras con las aguas termales fuera igual o mejor.

<<"¡Mierda!, ya estoy pensando como idiota otra vez" se regañó>>.


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