Cinco


Antes de seguir rumbo a donde habían dejado montado su pequeño campamento, pararon de nuevo en el mismo pueblo, que les quedaba de paso, por requisición del rubio.

—Necesito que preguntes a alguien de confianza a cuántos días exactamente quedan los dominios de la casa real de Rahndoffh.

Loki no emitió cuestionamiento alguno y sólo procedió a cumplir con el mandato.

Ahora, iban a todo galope sabiendo que tal fortaleza estaba a más de mes y medio de viaje en carreta o caballo. Claro que Thor había asegurado que sería una semana y media cuando mucho, ya que sus cabras no eran una montura cualquiera.

Y debía admitir que sí. Aquellos animales eran más veloces que la media común, aún y cuando cargaban con el trineo, dado que sin él no dudaba que hicieran el trayecto en menos tiempo.

Puso manos a la obra en cuanto sus pies se posaron a un lado de las tiendas que el as había construido en un parpadeo para sus amigos. Consiguió con facilidad una roca plana que sería la base, y junto con la ayuda de una más pequeña, pero cilíndrica, empezó a moler los ingredientes.

Oyó los murmullos de dolor y olió la carne de cabra asada que de seguro Thor ya había puesto a las brasas pero los ignoró por la tarea que tenía entre manos. Un arrullo salió de su boca: pedía al espíritu de Ymir auxilio y aprobación para el éxito de la cura.

Juntó el líquido viscoso en el mismo tarro en donde había traído los materiales y para acabar recitó el hechizo que sabía de memoria gracias a las enseñanzas de su baba. Aquello iría con un premio extra pero no había otra manera.

Los dos hombres y la mujer ya habían sido alimentados por Thor cuando Loki llegó con dos recipientes llenos de la pócima. Se acercó y aunque en un principio cada uno forcejeó para que el jötun no se le acercara, terminaron tranquilos y prestos a seguir sus órdenes gracias al rubio.

—¿Necesitan agua para pasárselo?

—¿Qué? Por supuesto que no. No van a beberlo, necesitan untárselo.

Con maestría e instrucciones de los dolientes, Loki pasó sus manos por las zonas afectadas liberando de su castigo eterno a los guerreros. Al final su magia los cobijó y estos se quedaron dormidos aun con el halo verde rodeándolos.

—¿Qué hiciste?

—Aunque el ungüento serviría por sí solo, lo haría en cosa de meses. Así que aceleré el proceso. De nada.

Una sonrisa floreció en la faz del jötun. Thor se reclinó con los brazos apoyados en el tronco contrario al de Loki para contemplar la fogata. Las estrellas aquella noche eran brillantes de una forma que no recordaba días antes hubieran sido; quizá porque no las había apreciado con atención.

El recuerdo de una melodía acaparó su mente y en automático sus labios ya estaban interpretando la tonada. Cerró los ojos y pese a percibir que la atención del jötun estaba puesta en su persona, no erró en su silbido ni una vez hasta que terminó.

—Así que la razón por la que están aquí es por los rumores de guerra que ha habido últimamente —dijo Loki rompiendo el silencio que los había acobijado unos instantes atrás—. Supongo que debí sospecharlo pero mi baba aseguraba que eran sólo habladurías y creí que venían en busca de gloria como siempre que arriban a nuestro mundo.

Thor era el epítome de la serenidad. Cuidando que su rostro estuviera relajado y que no revelara nada, tomó la jarra de barro en la que habían puesto agua fresca y sin servirse en un vaso, se bebió la mitad.

—Para ser franco, me resulta en extremo arrogante el hecho de que el monarca de Asgard haya decidido librar sus batallas sólo con cinco de ustedes. Aún si eres al que denominan "el más diestro de los guerreros" no tendrías oportunidad contra millares de nosotros.

—En eso ten tus dudas. Créeme, yo valgo tres ejércitos juntos —respondió con suficiencia el rubio. Aquello enervó a Loki pero ya estaba hablando así que había conseguido su propósito—. Si pudieras leer mi mente sabrías que deseo con fervor que está guerra se lleve a cabo pero para mi pesar, mi padre no opina lo mismo.

—¿Vienes como un enviado de paz? —interrogó casi ahogándose con sus palabras.

De la nada, el joven jötun se puso de pie y corrió hacia unos arbustos a la lejanía y Thor por inercia lo siguió. Creyó que estaba huyendo hasta que el hechicero sólo regresó sobre sus pasos para encontrarse a medio camino con él.

—¿Pasa algo?

La forma en que Loki se abrazaba a sí mismo, como si el invierno más atroz hubiera calado en sus huesos, hizo que tuviera un impulso extraño de reconfortarlo que rechazó al instante. Casi como el que tenía por uno de sus amigos cuando se veía tan vulnerable.

—Pensé, más bien sentí... —Balanceó su cabeza de un lado a otro, negando—. No es nada, quizá la fiebre que me está regresando me ha hecho alucinar un poco.

Aquello inquietó a Thor en sobremanera. Eso significaba que los temblores que daba el cuerpo del jötun eran en serio porque tenía frío o que bine, le estaba mintiendo con respecto a algo. Estaba preocupado y por eso, decidió mantenerse alerta por cualquier amenaza.

Aunque Loki le aseguró que era un síntoma de una enfermedad crónica que padecía, la zozobra no amainó en su anatomía muy al contrario de lo que le hizo ver al otro.

Claro que dicho sentimiento no estaba allí por ese ser azul, se recordó, sino por perder más tiempo que era crucial para su propósito.

...............

Vinieron los días tan rápido como se fueron y para cuando se dio cuenta, ellos ya estaban a la entrada del reino de Rahndoffh. Los estandartes turquesa con el símbolo de la aljaba y los copos de nieve ondeaban libres por las murallas.

Fue obvio que los gigantes que custodiaban la entrada del extenso territorio de la casa real, les dieran la bienvenida con sus lanzas de hielo apuntando contra su persona. Hablaron y entonces llegó el turno de Loki.

—Ellos dicen que enumeremos los motivos por los cuales deberían permitir la entrada de aesir a su reino.

—Dile mi nombre y mis títulos, además asegúrale que no vengo más que con la intención de redimir mis errores. Estamos en son de paz.

Confiscaron sus armas, a excepción de la de Thor que él mismo tuvo que dejar en la carreta que usarían para transportarlos hasta palacio. Los llevaron casi como prisioneros con la cabeza gacha y sus cuerpos muy juntos.

Varios de los jötun le preguntaron que qué hacía con esos despreciables extranjeros pero Loki sólo les respondió que le pagarían bien. Eso le hizo recibir miradas de repugnancia aún más agudas pero supuso que era normal que lo hicieran con o sin tentarlos, por su estatura.

Pudo ser partícipe del fastidio de los aesir por lo tardado de su escolta hasta la capital de dicho reino. Los pueblos que fueron dejando atrás fueron de diferentes tamaños en población y territorio pero aun así aquello se sintió como otro viaje dentro de su viaje.

Casi podía oír la queja interna de Thor por tener que ir tan lento sin sus cabras que iban atadas a la carreta en la que los transportaban. Claro que no podía haber sido de otra manera, después de todo aquel lugar era un Estado con sus propias reglas de hospitalidad.

Para el hechicero fue fascinante ver con sus propios ojos aquellas personas tan iguales pero a la vez distintas a él y las costumbres de su pueblo. Había escuchado muchos cuentos de la boca de su baba pero jamás se había atrevido a dejar la villa de artesanos a las afueras del reino de Gardjovka para vivirlas en carne propia.

Estuvieron en varias posadas y en cada una de ellas Loki no se perdió la oportunidad de explorar lo que pudiera en el límite que su escolta lo permitiera. Era extraño cómo a él le daban más libertad para andar que a los aesir, pero no hizo cavilaciones profundas. No quería que tal privilegio fuera desperdiciado en niñerías.

Casi un mes después de su arribo al reino, por fin llegaron a la capital, que gracias a Ymir estaba en el centro y no hasta la otra punta. Tal vez hubieran ido más lento de lo que Thor hubiera planeado pero para un soldado de su raza aquello había sido lo que se consideraría rápido.

—Criatura, ¿qué es lo que te acaban de decir?

—Te pido que no te refieras a mí en tales términos, aesir.

El pelirrojo reculó, casi sorprendido de que Loki le hubiera contestado y no lo que él había preguntado para variar. El semblante de Sif se contorsionó en el punto exacto donde residía su entrecejo y Hogun atinó a levantar una ceja.

Sí, no le tenían mucho aprecio que digamos.

No tuvo que traducirles ya que en ese preciso momento apareció a las puertas una nueva escolta que los guió hacia la sala del trono. Loki dio pasos cortos para poder oír como quien no quiere la cosa lo que susurraban los aesir.

—Thor esto es una ofensa, llevarnos directamente a ver al soberano sin dejarnos descansar o instalarnos. Eres el príncipe heredero y protector de los nueve, no un simple guerrero que viene con un mensaje.

—Concuerdo con Sif, amigo mío. La verdad no creo que ellos estén en términos de negociación ahora mismo.

—Basta Volsstag, si el soberano decidió que era oportuno llevarnos directo a él que así sea. No se preocupen, tengo potestad sobre esta misión así que veamos qué podemos acordar.

Un rechinido se oyó en la antesala cuando se abrieron las enormes puertas de madera para dejarlos entrar. El suelo brillaba, al estar hecho con bloques de hielo sólido, la luz que en ellos se reflejaba hacía que en su interior hubiera arcoíris. Aquello era una maravilla.

Pero lo que encontró sentado en la otra punta de la sala, fue lo que sin duda le quitó el aliento.


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