Capítulo VII: ¿El culpable?

A diferencia de la noche anterior, todas Las Praderad amanecieron en un impropio silencio. Ningún pájaro emitió su trino, ningún felino alzó el rugido en caza, ninguna gacela huyó de ser la presa mediante sonidos de alerta a la manada, ningún hipopótamo salpicó a otro en el agua.

No había hecho falta más que un par de horas para que todos quedaran enterados de...

1. Lukeine estaba en estado de coma en la Guarida Árbol de Rafiki y Makini, recibiendo incontables medicinas pero sin esperanza de salir del coma.

2. Ono sabía quién era el asesino, estaba herido por él en espalda y cuello, no iba a volar en un tiempo, y apenas podía hablar por tener fastidiadas las cuerdas vocales.

Sin embargo, a la Familia Real y a la Guardia no le hacía falta ninguna sacr a Ono de su sueño y hacerle forzar la voz para dar ningún nombre. Por lo menos, no de dar el nombre que todos tenían en mente.

La reacción de todos al enterarse de que la zona que Ono cubría era la misma en la que se hallaban tanto Kopa cómo Vitani, y las heridas eran de garra, les hizo atar cabos tan rápido cómo Fuli acostumbraba a correr.

— Kopa sabía de mi cita con Fuli — repetía Kion, cómo si no se lo creyera.

— También estuvo bastante ausente en Halloween, junto a Vitani. Y no sé si Kovu también... — decía Besthe, atando cabos.

— Y vio morir a tu madre — Simba se levantó con decisión — Su sed de venganza hacia los elefantes que la... con los que se accidentó, le han consumido. ¡Zazú, manda llamar a Kopa!

— Creo que deberíamos confirmar con Kovu y Vitani si Kopa estaba enterado de la cita, tenía coartada en Halloween y estaba en su casa ayer por la noche — recapacitó Kion.

Kion había visto durante toda la noche a su hermano mayor cómo un desprecio en la familia, pero ahora que todo se ponía serio, le costaba pensar que pudiera haber sido él, y no le acusaría sin pruebas. No dejaba de ser un hermano que lo pasaba mal.

Tardaron unos minutos en llegar los tres aludidos, que habían sido objeto de pensamiento y conspiración durante 12 interminables horas.

Vitani, Kovu y Kopa, que no entendían la mitad, quedaron sorprendidos ante la reacción de Simba.

— Los tres quedáis condenados a muerte.

— ¡Papá espera! — Kion le detuvo, y explicó a los tres lo que pasaba — No queremos acusar directamente, pero Kopa, tienes que entender que...

— Lo entiendo Kion. Dicho así hasta yo sospecho de mí mismo. Pero yo no sabía que estabas en una cita con Fuli. De hecho, ¿desde cuándo sales con Fuli? — la cara de Kopa evocaba toda sincera confusión.

— Estuvo conmigo la noche de Halloween, y también anoche. De hecho, con Kovu también — explicó Vitani, con severa paciencia — Estuvimos dando una vuelta por ahí y volvimos muy tarde. Nos enteramos tarde de lo que le pasó a Ono, y queríamos venir, pero no nos pareció apropiado molestar la cura.

— Qué casualidad, los tres juntos.

— Vale, ¿y qué hacíais ayer y en Halloween exactamente? — Kion ignoró a su padre. Aunque las pruebas eran suficientemente concluyentes cómo para acusarlos a todos directamente, Kion creía en su hermano. Quería creer en él.

— Pues en Halloween estuvimos... — Kovu empezó a explicar sus jugueteos con un par de cachorros y dio sus nombres, pero fue interrumpido por Simba.

— Que conteste Kopa, aliados del asesino...

— No estamos acusando a nadie de eso. Puede ser que... — añadió Kion.

— Los tres mostráis una perfecta actuación, pero no lo creo. ¡Quedáis los tres desterrados! — si Simba hubiera estado un poco más en sus cabales, hubiera visto lo irracional que era aquello.

— ¡Otra vez no! — tanto cómo Vitani cómo Kovu se asustaron, nada impacientes de volver a revivir momentos crueles y hambrientos en el lugar al que nunca creían volver a ir.

— Papá por favor, intenta darle una explicación a su punto. Ha dado nombres exactos y precisos, y con la confesión de ésos niños, podríamos... — Kion estaba en sus cuerdas completas, pero debería haber sabido que pelear con un loco era imposible.

— He dicho desterrados, y cállate, ¡o tú serás el siguiente!

Kion lo vio tan claro en ése momento. Tan y tan claro. Su padre estaba enfermo. Enfermo de poder, abusando del derecho de exilio para echar a tres posibles inocentes, dos de ellos traumatizados en el lugar al que pensaba enviarlos de nuevo. Uno de ellos, más bueno que el pan, que le ayudó a salvar su reino y tenía una relación con su desaparecida hija.

No enfermo, sino obsesionado. No podía contar los crímenes que Simba había cometido en una sola frase. No podía y no quería.

Su padre se negaba a pensar, y a racionar. Estaba loco. No podía seguir siendo el rey. De un momento a otro, a Kion se le vino a la cabeza exactamente lo que tenía qué hacer. Era cruel, era despiadado. Pero Las Praderas eran su gente, y no permitiría que cayeran en el reinado de un loco.

El hijo de Mufasa, ya no merecía serlo. En lugar de eso, lo que merecía más que nada en el mundo, era la llamada de la misma Muerte en su puerta, y no para llevarse a otro. Para llevárselo a él.

Kion estaba seguro de lo que tenía qué hacer. Pero no estaba seguro de si podría conducir a la Muerte al portal de su padre.

Exactamente chicos, terminé los exámenes
He actualizado dos veces en dos días
Y quiero actualizar mañana

Socorroooo
En fin el tiempo libre da para mucho
Bye bye ¡!

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