Capítulo IX: Travesía y Pensamientos.
Había logrado escapar.
Era noche cerrada por completo, pero las estrellas lucían distantes. La Luna Nueva no otorgaba ningún tipo de luz para ayudar a Kion a ubicarse.
Haría horas que se había separado de su hermana. En un ambiente normal habría llegado sin problema, peor la oscuridad y su sentido de la orientación no congeniaban.
Había estado evitando todo sonido, cualquier ruido por ligero que fuera, para escuchar únicamente a sus pensamientos.
Cualquier cosa que otro ser vivo pudiera emitir, incluso aunque fuera un mero grillo, lo esquivaba.
Llevaría media hora sin cruzarse con ningún otro animal, que no fueran las Luciérnagas que le otorgaban un poco de visión.
Estaba preocupado, pero no perdía la calma en ningún momento. Sabía que si se ponía nervioso y abandonaba el gran trabajo que llevaba haciendo horas por ocultarse, Kiara y Fuli estarían perdidas.
Sabía que tenía de margen de tiempo todo el que tardara Fuli en encontrar a Vitani, Kovu y Kopa, y enterarse de todo, a la vez que encontraba a Kiara al volver.
No sabía cuánto tiempo llevaba allí, así que era algo complicado intentar adivinar por dónde iría Fuli en aquellos momentos.
Esperaba que Kiara no se hubiera encontrado inconveniente alguno a la hora de proseguir sola, y estuviera a salvo más allá de las fronteras.
Llevaba todo aquel rato callado y agazapado, así que los huesos empezaban a dolerle, y empezaba a serle difícil mantenerse en aquella posición sin hacer ruido.
Se fue estirando poco a poco, dejándose ver un poco más. Era ridículo seguir así. Si él no podía ubicarse y apenas ver, era ridículo pensar que alguien más podría hacerlo, que no fuera Ono.
Subió una pequeña colina y se tumbó sin hacer un ruido excesivo. Sospechaba que ya no le quedaba mucho tiempo para llegar, antes de que Fuli y Kiara volvieran.
Lo que no quería Kion era que ninguno de los que estaban en Las Lejanías volvieran. Era demasiado peligroso para ellos y exhibía a los demás y a sí mismo.
Tumbado observó el firmamento. No podía descansar. Debía continuar, sólo así se salvarían.
Sin embargo, al intentarlo, lo único que hizo fue caer, redondo en el suelo, al no poder continuar de lo usados que tenía los huesos y lo cansado que estaba. Luchó, pues debía luchar y llegar antes de que se hiciera la luz y todos pudieran dar con él.
Sin embargo, sus fuerzas no daban a más. No se resistía. Poco a poco el mundo se tornó oscuro, y él no pudo evitar sucumbir a él con los ojos cerrados.
Y entre toda la desesperación que sentía en su fuero interno, lo último que vio fue un rostro algo desdibujado que conocía muy bien.
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Despertó. Sin más. Despertó.
Cómo sí fuera la mañana más hermosa y normal del mundo.
Ojalá lo hubiera sido. Kion despertó y, nada más empezaba a ubicarse, sintió una fuerte presión en la cara: era nada más y nada menos que Fuli, con una cara tan furiosa que nadie se atrevía a decir nada.
— ¿Me voy unos días y la liáis parda? Y encima a los dos minutos me preocupas porque ya nos hemos preocupado. ¿Por qué nos has hecho venir aquí? Podrías habérnoslo explicado allí tranquilamente — Fuli tenía los ojos llorosos.
— Mi padre había perdido la cabeza — Kion sonaba duro, y su cara parecía inexpresiva — Lo he matado.
Las caras de los demás mostraron mil y un asombros diferentes, con cuatro escándalos alborotados en la cabeza de cada uno.
Sólo Kopa parecía tan duro, frío e inexpresivo cómo él lo estaba siendo.
— Estaba ido, ¿verdad? Lo notaste — Kopa fue quién habló primero.
— No tenía otra opción. No me lo tengáis en cuenta.
Todos notaban la frialdad del tono de voz de los dos leones, pero dado el contexto, nadie se atrevía a decir nada.
— No hay rey — Kiara trataba de mantener la calma — No hay reina. No hay príncipes. No hay nadie a cargo...
— Eso da igual ahora — Kion cortó a su hermana para acercarse a ella y a Fuli — Vosotras me habéis hecho caso y os lo agradezco. Muchísimo.
— Cállate, asesino — Fuli se dio la vuelta enravietada, para salir de la cueva rápidamente.
Kiara la siguió, y Kovu a su vez. Kipa no tardó tampoco en salir de allí. Quedaron Vitani y Kion solos en la cueva.
— Lo aceptarán. No saben cómo estaba de mal Simba — hizo un pequeño receso para observarlo. Ahora Kion se veía algo más expresivo — El primer asesinato duele. Mi madre me obligaba a matar a los rebeldes de la manada.
— ¿Cuándo dejaron de importarte? — Kion la miró fijamente.
Vitani suspiró.
— Nunca. Siempre te importarán. Es la capacidad de matar sin pensar por lo que preguntas. En eso no puedo ayudarte. Nunca me importó matar por mi madre. Al igual que a ti no te ha importado matar por tus hermanos.
Se miraron unos segundos. Ambos habían asesinado. Y ambos habían sentido en sus carnes ésa primera vez tan indecisa de la misma forma.
A lo mejor no eran tan distintos cómo los dos habían creído.
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En Pridelands las cosas no iban mejor. No había Familia Real y nadie encontraba a Fuli, Kiara, o a Kion.
Las noticias de cero avistamiento no dejaban de llegar, y Zazú y Rafiki, quiénes habían pasado al liderazgo automáticamente, se impacientaban.
Sin embargo, llegó la noticia más aterradora cuándo el sol ya estaba alto. La noticia más cruel y aterradora que el mundo podía plantar en un momento tan crucial y decisivo cómo aquel.
Otro.
Otro más.
Allí estaba.
Acababan de encontrarlo.
Acababa de aparecer.
Otro cuerpo.
Aquí estoy again después de años
Cuídense ;)
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