Capítulo 2

—Seth—

—La policía encargada de las investigaciones de las desapariciones de la Universidad Nacional de Artes, ha dado con un posible sospechoso de la reciente desaparición de Ammy Clin. Su actual pareja Daniel Leyton, quien, según amigos y familiares de la víctima, dijeron que un día antes de su desaparición, la joven habría tenido una cita con el sospechoso. Actualmente se encuentra en interrogatorio, iremos actualizando la información conforme se vaya anunciando...

La voz de la periodista hacía eco en mi cabeza mientras colocaba el arroz blanco en la pequeña fuente de porcelana que mi madre me habría regalado para mi cumpleaños.

Cerré la arrocera con un golpe seco y me encaminé de inmediato por el pasillo, hasta la última habitación del fondo. Aquella habitación que principalmente había sido destinada a visitas, ahora mismo cumplía con la función de guardar el segundo secreto más grande de la casa.

Quité el seguro de la puerta con la llave que siempre estaba puesta en la herradura e ingresé al lugar. Las cortina y ventanas estaban cerradas como era de costumbre. Camine con pasos lentos hasta la cama parando en seco antes de tocar el borde, dejando la fuente con comida sobre la polvorienta mesita de noche.

—No me mires así —hablé en cuanto sentí una mirada cargada de miedo, mirándome con fuerza—. Te traje comida.

Su silencio era obvio. Estaba amarrada de manos y pies, junto con una gruesa cadena, rodeando su cuello por detrás y su boca cubierta por cinta gris.

—¿Comerás? —pregunté, alzando la porción de comida para que sus ojos pudieran verlos. Sus ojos tan solo se dedicaban a mirarme con suplica sin emitir ni una señal de querer comer—. Solo debes asentir, Ammy.

Un nuevo silencio fue su respuesta.

—No tengo todo el día ¿Sabes? —continúe—. Otras personas deben ir a clases, no como tú que puedes dormir todo lo que gustes.

Silencio. Era lo único que obtenía de la novia de Daniel.

—Bien. Te lo daré a la fuerza —sentencié. Con mi mano derecha, tome la orilla de la cinta de su boca y la quite con brusquedad, escuchando un ligero quejido de los labios de la chica.

Dejé la cinta usada en el lado del cobertor y me dispuse a remover el arroz para enfriarlo un poco.

—Por favor... —escuché su voz suave y suplicante.

—Abre la boca —le ignore.

—Por favor... Seth —continuaba suplicando—. Si me dejas libre, no le diré a nadie...

—Abre la boca —insistí, acercando la cuchara a su boca—. Debes comer, será tu única comida.

—¿Qué te hice? —continuaba hablando la chica, apocando mi paciencia—. Ni siquiera hablábamos en la Universidad...

—Cállate y abre la boca, tienes que comer.

—Gritare —continuaba, esta vez con su voz un poco más alta—. Si no me dejas libre ahora mismo, gritare.

—Si gritas —hable de manera calmada y fría, dando a entender la posición en la que se encontraba—. Será peor para ti.

—Lo digo en serio... voy a...

—¡Cállate! —le callé de golpe, metiendo la cuchara con arroz a la fuerza en su boca—. No me hagas perder más mi tiempo.

El arroz no duro mucho en su boca, en cosa de segundos lo escupió en mi cara. Mostrándome ahora una expresión enojada.

—No quiero comer —escupió la chica, con arroz alrededor de sus labios, mientras sus ojos me detonaban desafío.

Fue ahí cuando mi paciencia se agotó por completo.

—¡Bien, no comas una mierda! —arrojé la comida con fuerza sobre la mesita de noche. Limpié mi cara con la manga de mi sudadera beige con molestia y proseguí a tomar nuevamente la cinta gris para cubrir su boca nuevamente.

—Eres un maldito enfermo —Ammy volvió a escupirme en la cara, evitando poder colocar la cinta en su lugar—. Estás loco, enfermo y desquiciado.

—¡Cállate! —grite furioso y le jale del cabello—. Me cansaste, ahora si vas a aprender.

Con un movimiento brusco quite el candado que cerraba la cadena de su cuello y con mi mano cerrada en su cabello la jale fuera de la cama, arrastrándola por el piso.

—¡Suéltame, duele! —la oí gritar.

—Te dije que te callaras y no quisiste hacer caso —escupí con furia. Arrastrándola con más brusquedad por la roja alfombra del pasillo de la casa.

Unos ojos ajenos, nos miraron desde el borde de la pared que daba a la cocina, en silencio y sin meterse.

Le ignoré y seguí mi camino. Llegando al final de la roja alfombra, quitándola con brusquedad con ayuda de mi pie derecho.

Con mi mano libre agarre la delgada soga de la puertecilla que estaba debajo de esta y abrí la entrada al sótano.

—¡Suéltame! —continuaba gritando y haciendo una escena la chica—. ¡Maldito enfermo!

—¡Te dije que te callaras!

Empuje su cuerpo hacia el sótano, provocando que chocara de golpe con las escaleras que daban al lugar. Quejas no tardaron en salir por sus labios. Aquellos labios rosados con el brillo del labial corrido.

—Traté de ser dulce, ¿Sabes? —hablé, arrastrando mis palabras mientras bajaba por las cortas y desgastadas escaleras, pateando su cuerpo al toparse en mi camino.

—¡Ugh...! —exclamó Ammy al chocar sin delicadeza su cuerpo con el frio piso de cemento.

—Pero —continúe, bajando el último escalón—. ¿De que sirvió?

—Por favor... —su suplica llego a mis oídos.

Tan baja y desganada...

—¿Por favor? —me burle—. Descuida, no tomara mucho tiempo.

Volví a encerrar mis dedos entre sus suaves cabellos, jalándola hasta la tubería más cercana. Aquella tubería que cruzaba el piso del sótano, hacia el piso de la casa, era ideal.

Con una nueva soga, más gruesa que la que rodeaba sus extremidades, ate sus muñecas nuevamente alrededor de la tubería, sin importarme el daño que le ocasionaba el tener aun las anteriores rodeando sus muñecas.

—Duele... —gemía Ammy—. Duele, Seth...

—Tiene que doler —me agache a su altura, mirando con detalle como todo su cabello estaba en su rostro, cubriendo el hermoso rostro de aquella chica que semanas antes, estaba por los pasillos besando a su novio y hablando mal del resto a sus espaldas.

—Duele... —volvió a repetir lo obvio.

—Lo sé.

—Mis muñecas... —volvía a insistir—. Duelen mucho...

—Fuiste una niña mala, Ammy —ignore su insistencia—. Cocine ese arroz exclusivamente para ti, y aun así no quisiste comerlo.

Mis oídos lograron captar unos pasos bajando la escalerilla con tranquilidad y evitando el menor ruido posible. Le ignore, sabía perfectamente quien era la tercera persona que estaba entrando al sótano.

—Ahora no podrás comer nada hasta mañana —le explicaba a mi víctima, quitando con mis largos dedos, los mechones de su rubio cabello del rostro.

Sus ojos se clavaron en mí, mirándome con odio. En su propia mirada se veía las oscuras intenciones que pasaban por su mente.

—Eres asqueroso...

—¿Soy asqueroso? —pregunté de manera inocente, incorporándome nuevamente y tomando entre mis manos el bate de madera que ocupaba para mis juegos de la infancia—. Es una pena. Antes juraba que te caía bien.

Alce el bate con ambas manos. Sintiendo enseguida como su mirada de odio pasaba a una de miedo en cosa de segundos.

Ammy era una chica muy expresiva...

—Ten dulces sueños, Ammy —sonreí con mi característica sonrisa, antes de golpear su cabeza con el bate. Su cuerpo no tardo en caer como una verdadera muñeca de trapo.

—Seth...—sentí a mi espalda la dulce voz de mi mejor amigo. Seguido de sus brazos rodeándome por la espalda, mientras una de sus manos viajaba hacia el bate que acababa de utilizar—. Se nos hará tarde para ir a clases.

Unos pomposos labios se posaron en mi mejilla, dedicándome un cálido beso.

—¿Vamos? —preguntó.

Gire ligeramente mi cuerpo para poder ver su rostro sonreírme de manera cálida. Su cabello rosa ya estaba perfectamente peinado, junto con un ligero maquillaje en sus ojos y labios.

—Está bien —hable finalmente, dejando caer mi bate a algún lugar del sótano—. Vamos a clases, Ángel.

Ángel, era la única persona en quien podía confiar y mostrar mis más oscuros pensamientos.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top