6. Un comportamiento inexplicable.
NARRA LUCAS
Mientras la fiesta sigue su curso a nuestro alrededor, me quedo plantado frente a Zoe como un idiota, con la cabeza dándome más vueltas que un tiovivo. Me cuesta enfocar, pero hay algo en su sencillez que me deja completamente atónito. No lleva maquillaje, su ropa es sencilla, básica y no parece haber hecho el más mínimo esfuerzo para impresionar a nadie y, sin embargo, en este momento, en medio de este caos de luces y música, ella me parece la chica más preciosa que haya visto.
Mis ojos recorren su rostro, desde sus cejas suaves hasta la curva de sus labios. No puedo evitar compararla con las otras chicas aquí, todas arregladas y maquilladas para la fiesta. Pero Zoe... Zoe destaca precisamente por su naturalidad. No necesita artificios para ser bonita. Hay algo en la forma en que se presenta al mundo, sin adornos, que me parece increíblemente auténtico y único. Me pregunto cómo es posible que la esté descubriendo ahora, en nuestro último curso universitario y que no haya reparado en ella antes. Hay que estar ciego para no haberla visto antes.
Su mirada se encuentra con la mía, y veo un destello de sorpresa asomarse en ellos. Me doy cuenta de que probablemente estoy mirándola con demasiada insistencia, pero no puedo evitarlo, joder. En mi estado de embriaguez, todo se siente amplificado y la claridad de mis sentimientos hacia ella me golpea de lleno.
Me acerco un poco más, tratando de no perder el equilibrio.
—Zoe —logro decir, aunque mi voz suena un poco más áspera de lo que pretendía—, ¿qué... qué haces aquí?
Ella se muestra incómoda al instante. Puedo ver cómo observa mis labios y hace un gesto discreto hacia su propia boca, indicándome que me limpie la comisura de los labios. Lo hago con el pulgar y me doy cuenta de los restos de carmín rosa que Madison dejó con sus besos. Eso solo añade una capa más de vergüenza a mi ya confuso estado.
—Emily me convenció para venir —responde ella, con una voz más calmada de lo que esperaba—. No me voy a quedar más tiempo.
Me tambaleo un poco, pero me esfuerzo por mantener la mirada fija en sus ojos.
—No pareces estar disfrutando mucho —comento, tratando de no sonar tan borracho como me siento.
—No lo estoy —admite, sin rodeos—. Preferiría estar en casa, la verdad.
—¿Por qué no te quedaste en casa, entonces? —pregunto, genuinamente curioso.
Suspira y puedo ver la mezcla de frustración y algo más que no puedo identificar en su rostro.
—Porque Emily es mi amiga y pensé que tal vez podría pasar un buen rato con ella. Pero ahora... —Mira a su alrededor, claramente sintiéndose fuera de lugar—. No sé. Esto no es lo mío.
Doy un paso hacia ella, sintiendo una urgencia que no puedo contener.
—Zoe, yo... —comienzo a decir algo, pero las palabras se me escapan. Sacudo la cabeza, frustrado conmigo mismo por mi estado de embriaguez—. Quiero hablar contigo sobre lo que pasó y lo del proyecto.
Ella intenta mantener la distancia. Puedo verlo en su postura rígida, en la manera en que evita mirarme directamente y en la forma en la que se abraza a sí misma de un modo nervioso.
—Lucas, no es el momento ni el lugar para eso. Estás borracho.
Escuece, joder...
Sus palabras me arden en el pecho y una punzada intensa de vergüenza se me clava en el alma. Debo resultarle patético.
—No estoy tan borracho —replico, aunque sé que no es verdad—. Solo quiero que entiendas que lo siento. Lo siento de verdad.
—Oye, Lucas, deberías irte a casa y descansar. Hablaremos cuando estés sobrio, ¿ok?
—No —insisto, con una desesperación que no puedo ocultar—. No quiero esperar. No quiero que pienses que no me importa. Porque sí me importa, Zoe. Tú me importas.
Las palabras salen torpes y apresuradas, pero son sinceras. Puedo ver la incomodidad en su rostro y me duele saber que soy la causa.
—Lucas, esto es demasiado. Por favor, solo... déjalo para otro momento.
Me siento herido, pero asiento lentamente, sabiendo que tiene razón. Doy un paso atrás, aunque mantengo los ojos fijos en ella y veo en los suyos una mezcla de compasión y exasperación y no puedo evitar sentirme como un completo idiota.
Siento una repentina ráfaga de movimientos detrás de mí y, en un abrir y cerrar de ojos, algunos jugadores del equipo y compañeros de la universidad me rodean, evidentemente felices de verme en la fiesta.
—¡Capi! —grita Kevin, el anfitrión, dándome un fuerte golpe en el hombro—. ¿Qué haces aquí tan serio?
Antes de que pueda responder, otro de ellos, Miles, se ríe y me choca el hombro.
—¿Ya te has acostado con Madison, cabronazo?
Joder, ¿era necesario esto?
Intento sonreír con impotencia, pero mi mirada se desvía hacia Zoe, que parece aún más incómoda con la situación. Los chicos están demasiado ocupados festejando como para notar su presencia.
—Oye, capi, deberías estar de fiesta, no luciendo tan miserable —dice otro, empujándome un poco más fuerte de lo necesario.
—Sí, hombre. ¿No has visto que Madison está detrás de ti toda la noche? —añade Miles, riendo a carcajadas.
Mi paciencia se está agotando. Todo lo que quiero es aclarar las cosas con Zoe, pero los chicos no me dejan espacio ni tiempo.
—Chicos, por favor —intento decir, pero mis palabras se pierden en la algarabía.
Zoe me lanza una mirada de refilón, pero no dice nada. Es evidente que esto es lo último que necesita ahora, así que retrocede un paso, su expresión se endurece y, antes de que pueda detenerla, se da la vuelta sin decir una palabra. La multitud de compañeros sigue a mi alrededor, sin darse cuenta de lo que acaba de pasar. Mi corazón se hunde al ver a Zoe desaparecer entre la gente con una última mirada hacia mi que irradia decepción.
Intento abrirme paso entre mis compañeros, que siguen bromeando y celebrando sin notar mi frustración.
—¡Zoe, espera! —logro gritar, pero ella no se detiene ni mira hacia atrás. Se pierde entre la multitud de la fiesta y yo me quedo ahí, atrapado por los brazos y voces de mis amigos que siguen presionando, borrachos y efusivos.
Finalmente, consigo zafarme de ellos y corro tras Zoe. Para cuando logro salir del círculo que me rodea, ella ya ha desaparecido por completo. Una mezcla de impotencia y desilusión se instala en mi pecho. Siento que he fallado otra vez, que he perdido una oportunidad de hacer las cosas bien con ella.
La fiesta sigue vibrando a mi alrededor, pero la música y las risas suenan lejanas. No hay nada más que quiera hacer en este momento que ir tras ella y tratar de arreglar las cosas. Sin embargo, la realidad es que ahora ella está más fuera de mi alcance que nunca y no sé cómo volver a acercarme a ella.
NARRA ZOE
Ha pasado el fin de semana y no he podido dejar de pensar en el desastre que fue la fiesta. Si Emily no me hubiera convencido para ir, todo esto habría sido diferente. El recuerdo de Lucas tambaleándose frente a mí, con restos de carmín rosa manchando sus labios y el olor del alcohol en su aliento, todavía me provoca una mezcla extraña de sentimientos. Por un lado, siento una frustración punzante. Verlo así, rodeado de sus amigos y arrastrando las palabras, me recordó cuán diferentes somos los dos. Él vive entre fiestas, bromas y ligues, mientras que yo, me siento más cómoda entre libros y apuntes, llevando una vida tranquila y apartada de todo eso.
Me siento estúpida por haber pensado que podríamos haber colaborado bien en el proyecto de literatura, pero, por otro lado, no puedo ignorar la punzada de preocupación que he sentido al verlo en ese estado. A pesar de todo, encontrarlo en la fiesta tan perdido, tan diferente al Lucas que había comenzado a conocer en clase, ha despertado algo en mí que no esperaba. Me pregunto si hay algo más detrás de esa fachada de chico popular que le cuesta mantener.
Estos sentimientos encontrados me han dejado confundida. Me gustaría poder olvidarlo todo y concentrarme en mis estudios, en el proyecto que ahora parece imposible de completar con él. Pero hay algo en Lucas que me intriga, que hace que mis pensamientos regresen a la noche de la fiesta. Me irrita que tenga este efecto en mí, que me haga cuestionar mis decisiones y mis juicios.
Aún así, he decidido que tengo que ser firme. Lo último que necesito es distraerme con un chico que no parece tomarse en serio nada, al menos por ahora. Debo protegerme, mantener la distancia y seguir adelante con mi vida.
Cuando llego a clase de literatura del lunes, me invade una sensación de nerviosismo que intento reprimir. No puedo evitar pensar en la última vez que vi a Lucas, tambaleándose en la fiesta y me preparo mentalmente para encontrármelo.
Lucas entra con un grupo de compañeros del equipo de fútbol, riendo y charlando como si nada. Ni siquiera repara en mí cuando pasa a mi lado, lo que me deja momentáneamente desconcertada. Parece completamente absorto en su grupo y eso me hace sentir una mezcla de alivio y algo que no puedo identificar del todo, quizás decepción.
Él ocupa su lugar habitual en las últimas filas, rodeado de sus amigos, como siempre lo ha hecho desde que tengo conocimiento de su existencia. Esa actitud me recuerda a la distancia que siempre he sentido entre nosotros dos, como si lo que hubiera pasado en la última semana, las miradas compartidas y las conversaciones, nunca hubieran existido. Me siento un poco tonta por haber esperado algo diferente.
Sí, tonta perdida.
Me siento en mi habitual asiento en primera fila, tratando de concentrarme en lo que realmente importa: la clase.
Mientras me acomodo en mi asiento, intento concentrarme en la clase y no dejar que su presencia me afecte más de lo necesario. Es difícil, pero me esfuerzo por centrarme en la asignatura y no en la montaña rusa emocional que parece alcanzarme. Sin embargo, no puedo evitar una punzada de curiosidad: ¿será esta su forma de evitar lo que pasó en la fiesta o simplemente ha decidido que yo no valgo la pena? La clase comienza y trato de apartar esos pensamientos mientras tomo mis apuntes, aunque una parte de mí permanece distraída, buscando respuestas que quizás nunca lleguen.
La clase de literatura llega a su fin cuarenta y cinco minutos después y mientras el profesor Thomson da las últimas instrucciones sobre el proyecto de literatura, empiezo a recoger mis cosas. Mis movimientos son automáticos.
Mientras guardo mis cuadernos y el bolígrafo en la mochila, escucho el murmullo de conversaciones y risas que llenan el aula cuando los estudiantes comienzan a salir. No puedo evitar levantar la vista cuando veo a Lucas pasando por mi lado con sus amigos, todos envueltos en charlas animadas sobre fútbol.
Lucas sigue caminando sin detenerse ni mirar en mi dirección, como si yo fuera completamente invisible. La sensación es extraña, casi como un vacío que se forma en mi pecho. Durante la semana pasada hemos compartido miradas, pequeños momentos que parecían tener un significado oculto, pero ahora, es como si nada de eso hubiera existido.
Me esfuerzo por no tomarlo de manera personal, recordando que este quizás, sea el verdadero Lucas. Un idiota sin sentimientos que se comporta así cuando pierde el interés por algo.
Me convenzo de que necesito concentrarme en mis propios objetivos, en mis estudios y en mis amigos. Mientras termino de cerrar la cremallera de mi mochila, inhalo profundamente, en un esfuerzo por mantener la cama.
Con un último vistazo al aula, me uno al flujo de estudiantes que salen al pasillo, intentando dejar atrás cualquier resquicio de decepción y centrarme en lo que realmente importa.
Al finalizar la clase de lingüística, recojo mis cosas y me dirijo hacia la cafetería, donde la familiaridad de mis amigos y la rutina diaria prometen ser un refugio bienvenido.
Encuentro a Emily y Ethan en nuestra mesa habitual cerca de la ventana, donde la luz del sol inunda el espacio con un cálido resplandor.
—¡Zoe! —me saluda Emily con una sonrisa brillante mientras levanta una mano para llamarme. Ethan ya está desenvolviendo su sándwich, dispuesto a atacar su comida con el entusiasmo habitual.
—Hey, ¿cómo ha ido la clase? —pregunta Ethan, mirando brevemente hacia mí antes de concentrarse nuevamente en su sándwich seco y sin sabor.
—Bien, lo de siempre —respondo, dejándome caer en la silla junto a ellos. La familiaridad de la escena me reconforta, proporcionando la sensación de estabilidad que tanto necesito en este momento.
Emily me lanza una mirada curiosa mientras abre su botella de agua.
—¿Todo bien, Zoe? Pareces algo distraída.
Dudo un momento, considerando si debería contarles lo que ha estado pasando. Ethan y Emily son mis mejores amigos; siempre han estado ahí para mí, pero siento que no quiero dar demasiada importancia a Lucas. No se la merece.
¡A la porra con Lucas!
—Sí, solo cosas de clase y el proyecto de literatura —digo finalmente, decidiendo no mencionar a Lucas directamente.
Ethan hace una mueca, mostrando su comprensión de lo agotador que pueden ser los proyectos académicos.
—Bueno, espero que tu compañero no te esté dando muchos problemas —comenta, justo antes de darle un bocado a su emparedado.
—Nada que no pueda manejar.
Mientras empezamos a comer, la conversación cambia hacia temas más ligeros: el último episodio de nuestra serie favorita, chismes del campus y los planes para el próximo fin de semana. La normalidad de nuestra charla me envuelve, y por un rato, logro olvidar la incómoda interacción con Lucas, al menos hasta que deba volver a verlo.
Emily toma un sorbo de su agua y de repente se le ilumina la cara, como si recordara algo emocionante.
—¡Ah, chicos! —dice, apoyando su botella con entusiasmo en la mesa—. El próximo fin de semana hay partido de los Titanes de Crestwood contra Los Halcones de Ridgeview y escuché que después del partido están organizando una gran fiesta en la playa.
Miro a Emily, un poco recelosa ante la idea. La única fiesta a la que he ido con ella no terminó exactamente como esperaba y, la idea de estar rodeada nuevamente de jugadores de fútbol y el ambiente que los acompaña, no es precisamente mi plan ideal de fin de semana.
—No sé, Em —respondo, haciendo una mueca —. No estoy muy segura de querer ir a otra fiesta, especialmente si está relacionada con el equipo de fútbol.
Emily no se desanima, su entusiasmo es inquebrantable.
—¡Vamos, Zoe! Va a ser diferente. La playa, la música, la gente. Habrá una fogata y si el tiempo acompaña, puede que hasta nos bañemos. Será divertido, lo prometo.
Ethan, que ha estado mordiendo su sándwich, interviene con su típico pragmatismo.
—A mí me da igual, realmente. Estoy dispuesto a ir donde sea. Es bueno salir de vez en cuando.
Emily me mira con sus ojos brillantes, haciendo un puchero que sabe que a menudo me hace ceder.
—Por favor, Zoe. Piensa en el mar, la arena y simplemente relajarte después de una semana de clases. Nos vamos a reír muchísimo.
Suspiro, sabiendo que no cederá hasta que al menos considere la idea. Siempre ha sido la aventurera del grupo, buscando nuevos lugares y experiencias, mientras que yo suelo ser la que busca la comodidad de lo conocido. Sin embargo, una parte de mí sabe que quizás necesito esto, una oportunidad para distraerme y quizás, solo quizás, pasar un buen rato, pero no sé si una fiesta es la mejor opción.
Mientras Emily sigue insistiendo emocionada con asistir a la dichosa fiesta en la playa, decido aprovechar la oportunidad para molestarla un poco. Con una sonrisa traviesa, le pregunto:
—Emily, ¿acaso tu entusiasmo tiene algo que ver con un chico llamado Jake?
Emily se detiene un momento y veo cómo sus mejillas se tiñen de un suave color rosado. Es suficiente confirmación para mí, y no puedo evitar reírme mientras Ethan frunce el ceño confundido.
—¿Quién demonios es Jake? —pregunta, mirando entre nosotras en busca de respuestas.
Emily se remueve incómoda en su asiento, tratando de parecer despreocupada mientras responde:
—Jake es solo... un chico que conocimos en la fiesta de Kevin el fin de semana pasado.
Ethan alza una ceja, claramente interesado.
—¿"Solo un chico"? Si estás así de emocionada, supongo que no es "solo un chico".
Mi amiga se ríe, pero no niega nada.
—Bueno, es un tío agradable, ¿vale? —admite finalmente, levantando las manos en señal de rendición—. Nos gustamos y... sí, quizás me apetecería verlo de nuevo.
—Ah, ahora todo tiene sentido —comento, dándole un codazo amigable—. Así que no es solo por la fiesta, es por ese tal Jake.
Ella me mira con fingida indignación, pero no puede ocultar la sonrisa radiante en sus labios. Ethan, todavía procesando la información, se encoge de hombros.
—Bueno, mientras sea divertido, no veo por qué no ir —dice finalmente, relajándose de nuevo en su silla—. Será interesante ver cómo se desarrolla esto.
Mientras seguimos con esta conversación tan animada, veo que Emily de repente se queda en silencio en una actitud tensa, mirando hacia la entrada de la cafetería. Sigo la dirección de su mirada y me encuentro con Lucas entrando al lugar, acompañado de Madison. Él le rodea la cintura con un brazo y se ríe de algo que ella acaba de susurrarle al oído, manteniendo una actitud cercana, casi como si fueran pareja.
Lucas lleva puesta la camiseta de los Titanes de Crestwood, que le sienta demasiado bien y destaca su figura atlética. La camiseta ajustada resalta su pecho y brazos tonificados, como si estuviera hecho a medida solo para él. Madison lo acompaña, vistiendo el traje de animadora que deja al descubierto sus largas piernas torneadas. La combinación de su atuendo y su actitud desinhibida le da un aire de seguridad francamente envidiable.
Siento una punzada de celos que no puedo evitar o puede que simplemente sea resentimiento, a pesar de que intento convencerme de que no debería importarme lo más mínimo verlos aparecer juntos.
Emily me mira de reojo, notando mi incomodidad y se inclina hacia mí.
—¿Qué demonios pasa aquí? —susurra, claramente sorprendida—. Pensaba que a Lucas le interesabas tú.
No sé qué responder, así que simplemente me encojo de hombros, tratando de ocultar mi decepción. Ethan, sin embargo, tiene una opinión diferente. Observa a Lucas y Madison con una mirada crítica antes de hablar.
—Ahí lo tienes. Ese es el verdadero Lucas Bennett. Siempre ha sido como todos los demás jugadores de Los Titanes de Crestwood. ¿Qué esperabas?
Sigo hablando con mis amigos de otros temas, pero para mí, todo se reduce a un solo punto de atención en la cafetería: Lucas y Madison. No puedo evitar mirar de reojo hacia ellos, Lucas completamente inmerso en su grupo de amigos, rodeado de risas y bromas y Madison sentada en su regazo de manera casual y natural, como si fuera la cosa más normal del mundo.
¿Por qué les presto una atención que claramente no merecen? Pues porque soy idiota.
Con cada gesto cariñoso de Madison hacia Lucas, con cada risita compartida, mi decisión se va volviendo cada vez más firme. Estoy cansada de torturarme con pensamientos sobre alguien que le doy igual. Necesito liberarme de esta carga emocional.
Así que tomo una respiración profunda, decidiendo que se acabó pensar en Lucas. Mi determinación se refuerza mientras trato de redirigir mi enfoque hacia el presente, hacia mis amigos y hacia lo que está frente a mí. La realidad es clara y está justo aquí: Lucas ha tomado su camino y es momento de seguir yo el mío.
—> Aquí ruegos, preguntas y reclamaciones.
SARHANDA 🥰
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