4. Una abismo nos separa

NARRA ZOE

Llegamos a The Corner, el bar del campus donde los estudiantes, especialmente el equipo de fútbol universitario, pasan mucho tiempo.

El interior de The Corner tiene un aire acogedor y relajado, con una mezcla de elementos modernos y un toque retro que le da un carácter especial y único al lugar. Las paredes están decoradas con murales vibrantes que representan escenas de la vida universitaria y del equipo de fútbol del campus. Hay una gran barra de madera al fondo, detrás de la cual se alinean estantes llenos de botellas de diferentes cervezas artesanales y bebidas.

Las mesas están hechas de metal y madera, con bancos a lo largo de las paredes que ofrecen un lugar cómodo para sentarse. Las sillas son de diseño vintage, tapizadas en cuero y las lámparas de estilo industrial cuelgan del techo, proporcionando una luz cálida y acogedora que ilumina el lugar sin hacerlo demasiado brillante.

Apenas entramos, noto cómo algunas conversaciones se apagan gradualmente y las miradas se centran en nosotros. Lucas parece no inmutarse, pero yo siento el calor subir hasta mis mejillas y abrasarme la cara.

Los cuchicheos empiezan de inmediato.

—¿Lucas y Zoe? —escucho murmurar a alguien en una mesa cercana.

—Nunca los había visto juntos —añade otra voz, claramente sorprendida.

En otra mesa:

—¿Quién es esa que acompaña al quarterback de Los Titanes de Crestwood?

Trato de mantener la cabeza en alto, actuando como si no me importara la atención que recibimos. Él me guía hacia una mesa en el rincón, alejada del bullicio principal. Siento que todos los ojos siguen puestos en nosotros, evaluándonos, juzgándonos. No es algo a lo que esté acostumbrada, la verdad.

Mientras nos sentamos, intento concentrarme en la conversación que estamos a punto de tener, pero es difícil ignorar los susurros y las miradas que nos rodean. Lucas pide dos hamburguesas de la casa sin ni siquiera mirar el menú, obviamente conoce este lugar de memoria. Yo, en cambio, me siento algo fuera de lugar, porque nunca suelo venir aquí a comer o cenar.

—No hagas caso —me dice en un tono calmado, notando que estoy más tensa que las cuerdas de una guitarra—. Se les pasará pronto.

Le doy una pequeña sonrisa, intentando tranquilizarme. Espero que tenga razón.

La camarera, al acercarse con las hamburguesas, no disimula su coqueteo hacia Lucas. Se inclina sobre la mesa con un escote que no deja mucho a la imaginación y lo mira con una sonrisa que claramente indica que lo conoce bien.

No sé por qué, por mi mente cruza la posibilidad de que se hayan acostado.

Miro a mi alrededor y trato de concentrarme en el entorno. Las paredes están adornadas con banderines de Los Titanes de Crestwood y fotos de eventos universitarios. Hay un constante murmullo de conversaciones y risas que llena el aire, pero no puedo dejar de sentirme incómoda por la atención que Lucas atrae por todos, incluido el personal que atiende el local.

Finalmente, me vuelvo hacia él con una mezcla de frustración y desconcierto.

—No entiendo cómo puedes acostumbrarte a ser siempre el centro de atención —le digo con mi voz cargada de una sincera inquietud.

Lucas parece sorprendido por mi comentario y yo me doy cuenta de que quizás nunca se ha detenido a pensar en cómo su presencia afecta a los demás. Su vida, rodeada de miradas y admiración, parece ser algo natural para él, mientras que para mí es algo nuevo e incómodo.

Me mira desconcertado, como si no se hubiera dado cuenta del impacto que su presencia tiene en los demás hasta ahora.

—La verdad es que nunca lo había pensado así —responde con sinceridad—. Para mí, es solo parte del día a día. No es que lo busque, simplemente sucede.

Pausa un momento, parece que está considerando sus palabras.

—Entiendo que puede ser incómodo para ti —continúa—. Lo siento si te he hecho sentir así. No era mi intención al traerte aquí.

Hay algo en su tono, una sinceridad y empatía que no esperaba, que me desarma un poco. Es extraño ver a Lucas, el capitán de Los Titanes de Crestwood y siempre tan seguro de sí mismo, mostrándose tan genuino y preocupado por cómo me siento. Es... mono, realmente. No puedo evitar que una pequeña sonrisa se asome en mis labios.

—Gracias, Lucas. Aprecio que te preocupes por cómo me siento. Es un buen comienzo.

Pruebo la hamburguesa, que está buenísima. No puedo evitar sonreír de oreja a oreja al saborear la jugosa carne y los condimentos perfectamente combinados. Viene servida con una buena ración de patatas fritas y aros de cebolla crujientes. Lucas también parece disfrutar de su comida y por un momento, la tensión entre nosotros se disipa.

—Esto está riquísimo —comento, levantando la vista para encontrarme con la suya.

Él asiente con entusiasmo.

—Sí, The Corner siempre ha sido uno de mis lugares favoritos. Nunca fallan con las hamburguesas y esta en especial, la de la casa, es mi favorita.

Mientras comemos, la conversación se torna más informal. Hablamos sobre nuestras clases, algunos profesores y las actividades extracurriculares. Sin embargo, no puedo evitar sentir curiosidad por saber más sobre él. Finalmente, después de un momento de duda, decido preguntar.

—Lucas, ¿puedo preguntarte algo personal? —digo, tratando de sonar casual.

Él levanta una ceja, pero sonríe de una forma encantadora.

—Claro, dispara.

—¿Cómo es tu vida fuera del fútbol y los estudios? Quiero decir, ¿qué te gusta hacer en tu tiempo libre? —pregunto, realmente interesada en conocer más sobre el chico que tengo frente a mí.

Lucas se toma un segundo para pensar antes de responder.

—Bueno, me gusta pasar tiempo con mis amigos, como cualquiera, supongo. También disfruto viendo películas, especialmente las de ciencia ficción y acción. Y, aunque suene cliché, me encanta entrenar. El fútbol es una gran parte de mi vida, pero también me gusta mantenerme en forma por mi cuenta. El deporte es básico en mi día a día. Lo siento tan necesario como respirar.

Asiento, sintiéndome más conectada con él a medida que revela aspectos más personales de él.

—Eso suena genial. ¿Tienes alguna película favorita?

Sonríe ampliamente.

—Sí, "Inception". Me encanta cómo juega con la mente y las diferentes capas de sueños. ¿Y tú? ¿Tienes alguna película favorita?

Me río suavemente.

—Me encanta "Orgullo y Prejuicio". Es un clásico y la forma en que está escrito el libro es simplemente precioso.

—Un clásico —repite Lucas, asintiendo con aprobación—. Nunca he visto la película y tampoco he leído el libro, pero he oído que es muy bueno.

Seguimos charlando, compartiendo anécdotas y risas. Poco a poco, me doy cuenta de que hay mucho más en Lucas de lo que había supuesto en un principio. Es más que el capitán del equipo de fútbol; es alguien con intereses, sueños y una personalidad sorprendentemente accesible. Igual por eso tiene tanta popularidad.

Lucas termina de morder su hamburguesa y después de masticar y tragar, me mira con una sonrisa divertida. Esa clase de sonrisa que parece hecha para desarmar a cualquiera y hacerte olvidar hasta de tu nombre. Sus labios se curvan ligeramente hacia un lado, revelando unos dientes perfectamente alineados que parecen brillar aún más bajo las cálidas luces de The Corner. Sus ojos marrones se entrecierran apenas, añadiendo un toque de picardía que me resulta fascinante.

—Bien, Zoe, es mi turno de preguntar —dice, señalándome con la mano libre.

Me río suavemente, apreciando su tono ligero y la manera en que está haciendo que esta conversación sea tan natural, cosa que sorprendentemente me encanta.

—De acuerdo, ¿qué quieres saber? —respondo, sintiéndome cada vez más cómoda con esta dinámica.

Lucas se reclina un poco en su asiento, pensativo. Verlo dándole al coco me parece graciosísimo, especialmente esos segundos en los que lleva los ojos hasta el techo de The Corner para encontrar la pregunta que quiere formular.

—Mmm, déjame ver. Bueno, has mencionado que te encanta "Orgullo y Prejuicio". ¿Hay alguna otra pasión oculta o hobby que tengas? Algo que no sea tan obvio como una buena lectura.

Sonrío, un poco sorprendida por su pregunta, pero apreciando su interés real y sincero.

—Bueno, además de leer, me encanta tocar la guitarra. No es algo que comparta mucho, pero encuentro que es una excelente manera de relajarme y expresarme.

—¿En serio? —dice Lucas, claramente intrigado con esta revelación—. Eso es genial. ¿Qué tipo de música te gusta tocar?

—Principalmente baladas o canciones melódicas —respondo, sintiendo una cálida satisfacción al hablar de uno de mis pasatiempos favoritos—. Hay algo en la simplicidad y la autenticidad de ese género que me resulta muy gratificante. Componer canciones, me ayuda a desarrollar mi lado creativo.

Lucas asiente, mirándome con atención.

—Eso suena increíble. Me encantaría escucharte tocar algún día.

—Tal vez algún día te lo permita —digo, un poco tímida, pero apreciando su interés—. Aunque tendrás que ganártelo.

La sonrisa que me lanza es absolutamente deslumbrante.

—Creo que me ha quedado claro que de ti no puedo esperar nada que no se obtenga a través del esfuerzo. Eres un hueso duro.

Seguimos comiendo y la conversación fluye con facilidad. Lucas tiene una habilidad sorprendente para hacerme sentir cómoda, y descubro que estoy disfrutando realmente de este tiempo juntos. La camarera vuelve a pasar, esta vez con menos insistencia y nos deja en paz mientras terminamos nuestras hamburguesas y nos rellena las bebidas.

—Bueno, mi turno de nuevo —digo, sintiéndome más valiente ahora—. ¿Cuál es tu recuerdo favorito de la infancia?

Realmente siento mucha curiosidad por saber más de él.

Lucas se queda pensativo por un momento antes de responder. Mientras se toma un momento para recordar un instante de su infancia, no puedo evitar fijarme en cómo su rostro refleja concentración y nostalgia. Sus cejas oscuras se fruncen ligeramente y sus labios se presionan juntos en una línea fina, antes de relajarse en una suave sonrisa al encontrar el recuerdo que busca. Es fascinante verlo tan inmerso en sus pensamientos, con esa mezcla de seriedad y ternura que no había notado antes.

¡Maldita sea lo atractivo que es!

—Probablemente cuando fui a mi primer partido de fútbol con mi padre. Era muy pequeño, pero recuerdo la emoción y la energía del estadio. Fue en ese momento cuando supe que quería jugar al fútbol. Es un recuerdo que siempre me ha motivado.

Asiento, viendo un destello melancólico en sus ojos. Esos pequeños detalles, esas historias personales, hacen que Lucas se vuelva más real y cercano para mí. Alguien más accesible y próximo.

—Esos son los mejores recuerdos, los que nos inspiran —digo con una sonrisa amable.

La conversación continúa, y cada vez me sorprende más lo fácil que es hablar con él.

—¿Tu padre todavía te acompaña a los partidos? —pregunto con curiosidad, queriendo saber más sobre la relación que lo inspiró tanto.

De inmediato, noto cómo la expresión de Lucas cambia de forma radical. Sus músculos se tensan y una sombra oscura pasa por sus ojos dándoles un aspecto inerte. La suavidad de la conversación desaparece de golpe.

—Mi padre falleció hace algunos años —responde con voz cortante y definitiva.

Siento una punzada de culpa y arrepentimiento al instante por haber tocado un tema tan delicado.

¡Mierda!

Instintivamente, extiendo mi mano para atrapar la de Lucas y disculparme. Lo hago de forma automática, sin pensar, como un acto reflejo.

—Lucas, lo siento muchísimo, yo no...

Antes de que pueda terminar la frase, él retira su mano rápidamente, evitando el contacto. La tensión entre nosotros se vuelve sólida y palpable, y siento como si todo el ambiente se hubiera enfriado de golpe. Las palabras se me atragantan en la garganta y no sé cómo arreglar este incómodo momento.

Retiro mi mando de inmediato y la escondo bajo la mesa y sobre mi regazo un tanto mortificada.

—No pasa nada —dice Lucas con un tono que intenta sonar tranquilo, pero que no logra ocultar el malestar en su expresión. Hay algo en su mirada que ha cambiado, un sutil distanciamiento que no puedo ignorar.

En ese momento, la puerta de The Corner se abre y entra Madison, seguida por un grupo de animadoras. La risa y el bullicio de su llegada llenan el local, pero mi atención se centra en cómo Madison se acerca a nuestra mesa. Su mirada se dirige directamente a mí. El calor en el aire parece enfriarse de inmediato. Sus ojos, que antes brillaban con entusiasmo, ahora son fríos y gélidos cuando me descubre en presencia de Lucas. Es imposible no notar la clara advertencia en su mirada, un mensaje inequívoco que me dice que no soy bienvenida en su círculo y mucho menos aprueba que esté con Lucas.

La manera en que Madison me observa es como si estuviera evaluando cada detalle de mi presencia en esta mesa, como si buscara cualquier señal de que no debería estar aquí. Hay un matiz en su mirada que me hace sentir que estoy cruzando una frontera invisible trazada por una advertencia muda.

El ambiente alrededor de la mesa se vuelve adverso. La calidez que sentía al hablar con Lucas se ha evaporado tan rápido que siento cómo me falta el aire en los pulmones y esa calidez, queda reemplazada por una tensión palpable que casi se puede cortar con un cuchillo. Las animadoras, al notar la mirada fría que me lanza Madison, se agrupan más cerca de ella, como si intentaran proteger un territorio que, de alguna manera, acabo de invadir. Siento el impulso de levantarme y salir corriendo de aquí.

—¡Lucas! —exclama Madison—. ¡Qué sorpresa encontrarte aquí! ¿Qué estás haciendo con...?

Sus palabras se desvanecen cuando me inspecciona con desprecio y me repasa de arriba abajo con una mueca de asco reflejada en su rostro. Se dirige a Lucas con una familiaridad que me hace sentir aún más fuera de lugar. Ella se sienta en la silla vacía junto a él, casi como mostrándome cuál es su lugar en esta ecuación. Se inclina hacia Lucas y la forma en que lo mira, con esa mezcla de coquetería y confianza, hace que la atmósfera quede enrarecida.

Lucas se vuelve hacia ella y aunque su sonrisa se mantiene en su rostro, puedo notar que es algo forzada o eso quiero pensar.

—Hola, Madison. —Su tono es cordial pero suena un poco cansado—. ¿Qué tal?

Ella se inclina ligeramente hacia mí, su mirada sigue siendo helada.

—Hola, Zoe. —dice, como si estuviera tratando de recordar mi nombre—. No esperaba verte aquí.

La forma en que pronuncia mi nombre y esa manera de dirigirse a mí, hacen que sienta que vivimos en universos completamente opuestos. No me pasa por alto ese tonito estudiado meticulosamente y que suena afilado, arrogante y muy transigente.

—Sí, bueno, Lucas y yo estábamos hablando del proyecto de literatura —respondo tratando de sonar casual.

Ella, sin dudarlo, coloca un brazo sobre los hombros de él de una manera que resulta casi posesiva. Su gesto es tan descarado que no hay que ser muy listo para entender que se trata de una clara declaración de guerra. Está, lo que vulgarmente se dice, marcando territorio. Sus amigas le ríen el gesto y me miran con aires de superioridad mientras que ella lo hace con un gesto de triunfo.

Madison, con un movimiento aparentemente torpe, derrama la bebida de Lucas sobre la mesa, haciendo que el liquido frío llegue a mi suéter. Por un segundo, me quedo congelada, tratando de procesar lo que acaba de pasar.

—¡Oh, lo siento tanto! —dice Madison con una voz cargada de falsa preocupación mientras que Lucas lanza unas servilletas sobre la mesa para absorber el líquido vertido—. No fue mi intención, de verdad.

Me levanto lentamente de la mesa, mi corazón bombeando con toda su fuerza en mi pecho a la par que se me seca la boca por la rabia contenida. Veo como la bebida gotea de mi ropa a mis Converse y siento las miradas de todos los presentes clavadas en mí, esperando una reacción por mi parte. Tomo la servilleta de papel que hay bajo mis cubiertos y trato de limpiarme el suerte azul manchado, sin mucho éxito.

—Bueno, parece que la situación se está complicando un poco. —digo, tratando de mantener la calma a pesar de las ganas contenidas que tengo de lanzarle mi bebida a Madison a la cara—. Creo que deberíamos dejar esto para otro momento.

Lucas abre la boca para decir algo, pero parece que se queda sin palabras. Su expresión muestra un descontento claro, pero no dice nada. Madison, por su parte, parece satisfecha con la situación y su sonrisa retorcida se amplia cuando ve cómo me alejo.

—¡Zoe, espera! —oigo a Lucas finalmente reaccionar llamándome, pero ya he decidido que es mejor marcharme.

Salgo de The Corner con los ojos empañados por las lágrimas y un nudo en el estómago que no quiere aflojar. La tarde que había empezado con la esperanza de aclarar las cosas entre Lucas y yo, se ha convertido en una experiencia horrible y muy incómoda. Mientras me alejo, reprimo la leve sensación de decepción.

No puedo evitar sentirme tonta por haber pensado que esto podría haber ido de otra manera. Me siento estúpida por haber bajado la guardia y haber aceptado acompañar a Lucas a tomar una hamburguesa. Mientras las lágrimas nublan mi vista, me pregunto si alguna vez podré superar las complejidades de las relaciones humanas o si siempre me encontraré en situaciones que terminan en dolor y confusión.

Mientras me alejo de la hamburguesería, con cada paso me reafirmo más en la idea de que nunca debí intentar encajar en el mundo de Lucas. La humillación y la tristeza me envuelven, haciéndome sentir más pequeña con cada segundo que pasa. No pertenezco a su entorno de risas despreocupadas, miradas gélidas y rivalidades absurdas. Soy una extraña en su reino y esta noche ha sido una amarga confirmación de ello.

El recuerdo de la falsa disculpa de Madison y la forma en que él se quedó sin palabras me hieren más de lo que quiero admitir. Es evidente que nuestras vidas están demasiado separadas, por mucho que el señor Thomson piense que nos complementamos. Es hora de volver a lo que conozco, a lo que es seguro. Los libros, el estudio, mi pequeño círculo de amigos... Ahí es donde pertenezco, no aquí, tratando de navegar las aguas turbias de la popularidad y de las animadoras maliciosas que son capaces de todo por la atención de un chico.

Yo no soy así, nunca seré así y me juro a mí misma que por encima de todo eso, está mi paz mental. Ahora y siempre.

Es la única manera de protegerme y evitar que vuelva a suceder algo como esta noche.

NARRA LUCAS

Llego al entrenamiento al día siguiente con el ánimo por los suelos. No he dormido bien y siento el cuerpo como si le hubiese pasado una apisonadora por encima. Mi cabeza está llena de pensamientos sobre lo que pasó anoche en The Corner y cada vez que recuerdo ese momento, más mala hostia me entra. Mientras me cambio, Mikel me lanza una mirada curiosa desde el otro lado del vestuario.

—¿Qué te pasa, tío? Pareces un zombie. Menudas ojeras —me dice con su tono usual de burla, mientras me mira con el ceño fruncido.

Me encojo de hombros, intentando restarle importancia.

—Nada, solo que ayer no me fue muy bien con Zoe.

Mikel deja de atarse las botas y me mira fijamente.

—¿Qué pasó? ¿No te perdono que llegases tarde?

—Bueno, me costó lo suyo —confieso—. El tema es que la invité a cenar a The Corner con la intención de disculparme y la cosa se torció bastante.

Suspiro con derrota, recordando la escena con Madison y el desastre que le siguió.

Mikel me mira confundido y hace una mueca de extrañeza con la boca.

—¿La invitaste a cenar? Supongo que dices que la cosa se torció porque declinó tu invitación, entiendo.

—No, no pasó así. Aceptó y entramos en The Corner, empezamos a hablar, todo iba guay, pero luego Madison apareció y lo estropeó todo. Zoe se marchó bastante molesta.

Mikel arquea una ceja, claramente intrigado.

—¿Madison? ¿Qué hizo esa para liarla?

Le explico todo, desde la pregunta incómoda sobre mi padre hasta el momento en que Madison derramó la bebida sobre Zoe. Mikel escucha con atención, su expresión oscureciéndose a medida que avanzo en el relato.

—Vaya, suena a una noche de mierda. Ya te dije que Madison es una cabrona con la que debes tener cuidado. Pero, tío, ¿por qué te importa tanto lo que piense Zoe? —me pregunta, genuinamente curioso.

Me encojo de hombros, porque no tengo una respuesta real a su pregunta.

—No lo sé, Mikel. Ella es diferente. Tú mismo lo dijiste. Me importa su opinión, porque es esa clase de persona cuya opinión importa, supongo. Además, ella no se merece ese trato y encima yo me quedé callado. No hice nada y me siento como una mierda por ello.

Mi amigo asiente lentamente, como si estuviera procesando mis palabras.

—Bueno, parece que la chica te importa más de lo que quieres admitir. Pero si realmente quieres arreglar las cosas, tendrás que hablar con ella y dejarle claro que lo que pasó anoche no define cómo eres en realidad.

Asiento, sabiendo que tiene más razón que un santo, pero las cosas no serán tan fáciles esta vez. A Zoe no le vale una simple disculpa y eso ya me quedó claro ayer. Tiene demasiada personalidad como para dejarse impresionar solo por un chico deportista con algo de popularidad.

Mikel se queda callado un momento, antes de mirarme directamente a los ojos.

—¿Y qué piensas hacer con Madison? No puedes dejar que siga interfiriendo.

Suspiro, sintiendo el peso de la situación sobre mis hombros como una losa de quinientos kilos.

—No lo sé, tío. Necesito hablar con ella también. Hacerle entender que tiene que mantenerse al margen de esto, porque Zoe es mi compañera para el proyecto de literatura, pero Madison no es del tipo que se toma bien las órdenes. Ya sabes cómo es.

—Eso es cierto —admite Mikel, poniéndose de pie—. Siempre me ha parecido excesivamente tóxica para ti, pero sabes que respeto tus decisiones y más si son sobre tu vida privada. Tienes que echarle el freno a Madison si realmente quieres arreglar las cosas con Zoe. Igual deberías dejar de acostarte con ella —sugiere, acercándose hasta mi y dándome unas palmaditas en el hombro.

Reflexionó un instante sus palabras y miro a Mikel, dándome cuenta de algo que he estado evitando admitir incluso para mí mismo.

—Hace semanas que no nos acostamos. La verdad es que he perdido el interés en ella —confieso, sintiendo un peso salir de mis hombros al decirlo en voz alta.

Mikel me mira sorprendido, pero asiente con comprensión.

—Eso lo explica todo. Si ya no te importa Madison, es aún más importante que hables con ella y pongas límites claros.

Me pongo las botas y salgo al campo, decidido a encontrar una forma de enmendar el desastre de anoche. Mikel tiene razón. Si quiero arreglar esto con Zoe, necesito tomar el control de la situación, tanto con el proyecto como con Madison.

Después de entrenar y ducharme, entro a la clase de literatura del señor Thomson con un propósito firme en mente: hablar con Zoe y arreglar las cosas. Todavía siento el peso de la culpabilidad sobre mi y necesito aclararlo todo. Sin embargo, al entrar al aula, veo algo que no esperaba.

Zoe está de pie junto al escritorio del señor Thomson, hablando con él en voz baja. Puedo ver la tensión en su postura y escuchar el tono urgente de su voz. Camino más despacio, intentando captar partes de la conversación.

—Señor Thomson, por favor, solo quiero cambiar de compañero para este proyecto. Estoy segura de que habrá alguien más con quien Lucas pueda trabajar mejor —dice Zoe, con su voz desbordada por la desesperación.

Me detengo en seco, sintiendo un nudo formarse en mi estómago. No puedo creer que Zoe esté realmente pidiendo que la cambien de compañero. La idea de no trabajar con ella me golpea más fuerte de lo que esperaba.

El señor Thomson frunce el ceño, ajustando sus gafas mientras considera sus palabras.

—Zoe, entiendo tu preocupación, pero estos proyectos se asignaron hace tiempo y es importante aprender a trabajar con diferentes personas. Además, ya han pasado varios días. Sería complicado reorganizarlo todo ahora.

Siento una punzada en el pecho. No puedo permitir que esto suceda. Me acerco a ella, interrumpiendo la conversación.

—Zoe, por favor, ¿podemos hablar un momento? —le digo, intentando sonar calmado y razonable.

Ella se vuelve hacia mí y su expresión es tensa e incómoda.

—Lucas, no es el momento —responde, volviendo su atención al profesor Thomson.

—Señorita Harper, esto no es una decisión que yo haya tomado a la ligera —dice el profesor, mirando entre ambos con curiosidad—. Pero si las diferencias y discrepancias entre los dos son insalvables...

—No, profesor —interrumpo, mirando fijamente a Zoe—. No es así. Zoe, por favor, solo dame un momento para hablar.

El profesor Thomson se cruza de brazos, claramente harto. Suelta un suspiro y se aleja para darnos privacidad.

La miro fijamente. Esos ojos verdes se clavan en mi rostro, a la espera de que diga algo.

—Zoe, lo siento por lo de anoche. De verdad. No esperaba que la cena terminase así y menos que Madison interfiriera de ese modo —digo con sinceridad, esperando que mis palabras lleguen a ella.

Me devuelve la mirada sin parpadear, su expresión suavizándose solo un poco, pero sigue estando claramente molesta.

—No se trata de eso. Tú y yo no somos compatibles ni siquiera para el proyecto —responde con un tono firme.

—Zoe, de verdad que lamento todo esto. Solo dame una oportunidad más y verás que estás equivocada —susurro.

El señor Thomson pide que nos sentemos y Zoe lo hace en las butacas de la primera fila. Yo la sigo y me siento a su lado.

—¿Por qué tienes tanto interés en hacer el proyecto conmigo? —susurra Zoe, sin mirarme directamente.

Siento un nudo en el estómago. No es solo el proyecto, es algo más. Pero, ¿cómo se lo explico sin parecer desesperado? La realidad es que trabajar con Zoe me importa más de lo que quiero admitir, joder.

—Porque creo que podemos hacer un gran trabajo juntos. Eres inteligente y dedicada, y eso me motiva a esforzarme más —respondo, intentando que mis palabras suenen sinceras y no calculadas—. Además, no quiero que pienses que no me tomo en serio nuestras responsabilidades.

Gira la cabeza hacia mí en silencio, observándome con esos ojos que parecen ver más allá de mis palabras. Puedo sentir que hay una barrera entre nosotros que no será fácil de derribar, pero estoy decidido a intentarlo.

—¿Y qué más te da lo que yo piense, Lucas? —pregunta, su tono cargado de escepticismo.

Sus palabras me golpean con fuerza. ¿Cómo le explico que me importa más de lo que debería?

—Me importa, porque quiero demostrarte que tengo más capacidad de la que crees. Quiero que veas que puedo tomarme esto tan en serio como tú.

El señor Thomson pide silencio y todos en la clase vuelven su atención al frente. Me siento frustrado, incapaz de seguir hablando con ella. Las palabras que quiero decirle se quedan atrapadas en mi garganta mientras el profesor continúa con la lección y me hundo en el asiento, porque odio estar en primera fila.

Cada vez que intento concentrarme en la clase, mi mente vuelve a Zoe y su mirada de decepción. Ella está sentada a mi lado, inmóvil y distante, como si un puto abismo nos separara. El resto de la clase transcurre en un borrón de palabras y conceptos que no logro captar del todo.

Finalmente, suena la campana y los estudiantes comienzan a recoger sus cosas. Miro a Zoe, esperando al menos un indicio de que me dará una nueva oportunidad, pero ella se levanta rápidamente, evitando cualquier contacto visual conmigo.

—Zoe, espera —digo en un tono urgente, pero ella ya está caminando hacia la puerta. La veo alejarse, su figura desapareciendo entre la multitud de estudiantes que se dirige al pasillo.

La impotencia y la rabia me invaden. Me quedo sentado por unos segundos, observando la puerta por la que se ha ido. No entiendo por qué me trata así, joder...

¿Por qué Zoe tiene que ser tan terca? ¿Por qué no puede ver que estoy intentando arreglar las cosas?

Me levanto, recogiendo mis cosas con movimientos bruscos. No entiendo su actitud. Le he pedido disculpas y le he prometido que me tomaré el proyecto en serio. ¿Qué más quiere de mí? Me esfuerzo por ser paciente y comprensivo, pero su constante rechazo está empezando a irritarme.

No voy a seguir arrastrándome más. Si ella no puede ver que estoy dispuesto a hacer el esfuerzo, entonces quizás no vale la pena. Me marcho del aula con una determinación renovada, decidido a no dejar que esto me consuma más de lo necesario. Si Zoe quiere actuar así, será su elección. Yo he hecho todo lo que podía.

Cuando salgo de la clase, me encuentro con un par de mis compañeros del equipo de fútbol, Jake y Ryan, que parecen estar de muy buen humor.

—¡Hey, capitán! —saluda Jake, dándome una palmada en la espalda—. El entrenamiento de esta mañana ha sido brutal. Estamos todos agotados, pero al final ha valido la pena.

Ryan asiente con entusiasmo, sus ojos brillando con emoción

—Sí, y esta noche vamos a una fiesta en la casa de Kevin. Habrá mucha cerveza y chicas. ¿Te animas a venir?

Normalmente rechazaría una invitación así, sabiendo que tengo que centrarme en mis estudios y en el maldito proyecto de literatura pero hoy, después de lo que ha pasado con Zoe, necesito una distracción. Necesito olvidar toda esta mierda.

—Claro —respondo, tratando de sonar más animado de lo que me siento realmente—. Necesito algo de diversión después de esta semana de locos.

Jake sonríe, satisfecho.

—Eso es lo que quería oír. Nos vemos a las ocho allí. No llegues tarde.

Mientras caminamos juntos hacia el vestíbulo, trato de sacudirme la sensación de fracaso que me persigue desde que Zoe se fue. No quiero pensar en su mirada fría ni en sus palabras duras. Esta noche será solo para divertirme, sin preocuparme por el proyecto, las clases o las complicaciones.

La idea de una fiesta con mis amigos, con mucha bebida y sin preocupaciones, suena increíblemente tentadora en este momento. Por una noche, puedo dejar de lado mis responsabilidades y olvidarme de Zoe. Necesito esto.

—> Aquí ruegos, preguntas y reclamaciones.
SARHANDA 🥰

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