14. A nuestro ritmo.

NARRA ZOE

El silencio se apodera de la mesa tan pronto como Lucas sale por la puerta del bar. Nadie se atreve a decir nada y las risas o las conversaciones de las otras mesas parecen lejanas, ajenas a la tensión que se ha instalado entre todos nosotros. Puedo sentir las miradas de todos clavadas en mí, esperando a ver qué haré.

Mikel, sentado justo frente a mí, se mueve en su asiento y parece inquieto. Sé que está a punto de levantarse para ir tras Lucas. También sé que quiere calmarlo, hacerle entrar en razón o al menos intentarlo.

—Déjalo, Mikel, —digo rápidamente antes de que pueda ponerse en pie.

Me mira con preocupación en sus ojos oscuros, pero asiente cediendo. Puedo sentir la expectación en el aire, la curiosidad contenida de los que no entienden del todo lo que acaba de pasar.

Me levanto lentamente, tratando de calmar mi propio nerviosismo disparado por mis venas. Noto el cosquilleo en mis piernas y la presión fuerte en mi pecho, pero ignoro la sensación y camino hacia la puerta.

Al salir al aire frío de la noche, me estremezco.

Miro a mi alrededor tratando de localizar a Lucas y lo veo a unos metros, caminando como si estuviera tratando de alejarse de todo, de mí, de lo que acaba de pasar y del Sidebar.

—¡Lucas! —exclamo.

Él se detiene en seco, pero no se da la vuelta de inmediato. Sus hombros se contraen y su ancha espalda se tensa. Por un segundo parece que va a seguir caminando, ignorando mi llamada, pero luego suelta un suspiro audible, se gira y me enfrenta. Su expresión es una mezcla de enfado y algo más, algo que no puedo descifrar del todo, pero que me hace sentir un nudo en el estómago.

—¿Qué quieres, Zoe? —pregunta y su tono es áspero y a la defensiva.

Me acerco a él, notando cómo sus manos están rígidas a los costados y las venas del cuello tensas. Está enfurecido y aunque una parte de mí debería estar asustada o molesta, no lo estoy. En cambio, siento una necesidad urgente de entenderlo, de calmar esa tormenta que veo en sus ojos.

—Quiero saber qué te pasa, por qué reaccionaste así —le digo.

Lucas suelta una risa amarga, pasando una mano por su cabello castaño algo desordenado.

—¿Por qué reaccioné así? —repite, como si fuera obvio—. ¿De verdad no lo ves, Zoe? Me molesta ver cómo Asher se te acerca como si... como si tuviese algun derecho.

Lo miro, tratando de mantener la calma, aunque la intensidad de su mirada me abrasa.

—Pero eso no es excusa para comportarte de esa manera —le digo, acercándome un poco más.

Lucas desvía la mirada por un momento, como si estuviera buscando las palabras adecuadas, y luego vuelve a fijar sus ojos impresionantes en los míos.

—Lo sé —admite en voz baja—. Pero no puedo evitarlo. Es como si... —suspira, pasándose una mano por la cara con frustración—. No quiero que nadie más te mire de esa manera, joder. Es difícil de explicar.

Mi corazón late con fuerza al escuchar sus palabras y aunque una parte de mí quiere enfadarse con él, otra no puede evitar sentir una extraña mezcla de emociones.

—Lucas, no puedes controlar algo así. Yo... yo tampoco quiero a alguien que actúe como un tipo posesivo conmigo —respondo, tratando de mantener mi voz firme.

Él asiente lentamente, bajando la mirada por un instante antes de levantarla de nuevo.

—No se trata de ser posesivo, Zoe. No de esa forma. No funciona así. Es solo que... desde que estás cerca de mí, desde que... —hace una pausa buscando las palabras y noto la vulnerabilidad brotar en su tono—. No puedo evitar sentir algo que no había sentido antes.

El aire entre nosotros se siente pesado, cargado de algo que no puedo definir del todo. Me acerco otro paso, hasta estar a solo unos centímetros de él y mi cuerpo reacciona a su proximidad alterando mis constantes vitales.

—Yo... —empiezo a decir, pero no sé exactamente cómo continuar.

Él se inclina un poco hacia mí.

—Solo quiero que entiendas que esto es nuevo para mí —dice suavemente—. Y me asusta, Zoe. Estoy jodidamente asustado, porque este sentimiento confuso me inhibe la voluntad y me convierte en alguien irracional que no conozco. Hace unos días no quería ni oír hablar de relaciones sentimentales y ahora, joder... Ahora no quiero ni imaginarte con otro que no sea yo y es de locos, lo sé. Necesito de algún modo sentir que esto que recién arranca entre tú y yo es en exclusiva.

Sus palabras, llenas de sinceridad, me paralizan, pero el impacto solo dura unos segundos antes de volver a reponerme. Mi enfado se desvanece lentamente y siento una punzada de empatía en mi pecho. No sé qué va a pasar después de esto, pero lo que sí sé es que, en este momento, quiero estar aquí con él.

Lucas me observa por un momento más, como si estuviera debatiendo algo consigo mismo y de repente, me toma por la cintura y me atrae hacia él. Nuestros pechos se presionan, el mío suave y el suyo, duro como una roca. Siento el calor de su cuerpo contra el mío y por un instante, todo se detiene.

—Estás preciosa —murmura en un tono bajo y grave. Su respiración es cálida en mi piel—. Y, demonios... este vestido debería estar prohibido. Casi me da un infarto al verte con el.

Una sonrisa se escapa de mis labios, a pesar del remolino de emociones que siento por dentro. Mis manos se apoyan en su pecho, sintiendo los latidos acelerados de su corazón a través de la tela de su camiseta.

—No digas tonterías. Solo es un vestido.

—No son tonterías —replica, con una sonrisa torcida—. No tienes ni idea de lo que provocas en mí.

El peso de sus palabras hace que mi estómago dé un vuelco y mis manos se aferran un poco más fuerte a su camiseta. Noto la rigidez en sus brazos, cómo sus dedos se hunden suavemente en mi cintura. Por un segundo, me pierdo en sus ojos, en ese calor que parece envolverme por completo cuando estoy cerca de él.

—Oye... —mi voz es apenas un murmullo—. Igual deberíamos ir más despacio. Con más calma.

Sus ojos se suavizan, pero su mirada no se aparta de la mía.

—¿Y qué quieres que le haga si me vuelves loco?

Su confesión me deja sin palabras. Lo siento acercarse un poco más, sus manos en mi cintura firmes, pero a la vez llenas de una ternura que me desconcierta.

—Lucas, —susurro, tratando de encontrar mi propia voz—. No quiero que esto sea solo una locura pasajera. No quiero que después te arrepientas... o que te aburras.

Él frunce el ceño. Sus ojos oscuros buscan los míos como si estuviera tratando de leer algo en mi expresión, de encontrar una respuesta que yo misma no tengo clara.

—¿Crees que me arrepentiría? —pregunta con suavidad. Su tono ha cambiando sutilmente, volviéndose más profundo e íntimo—. Esto no es algo pasajero para mí, te lo prometo. Soy consciente de la mala fama o reputación que tengo, Zoe, de todas las barbaridades que se dicen de mí y que en su mayoría no son ciertas, pero necesito que me creas cuando te digo que esto es completamente diferente a todo lo que he conocido antes. No soy ningún santo y sí, he disfrutado de mi libertad y del sexo, he salido de fiesta con mis amigos y me he emborrachado alguna que otra vez, pero eso no me convierte en un cabrón sin sentimientos.

Trago con dificultad, sintiendo cómo mi corazón se acelera a un ritmo peligroso y amenaza con despegar de un momento a otro. Mi mente lucha por encontrar las palabras adecuadas, pero todo se siente tan confuso y claro a la vez. Me muerdo el labio, bajando la mirada un instante antes de volver a encontrarme con sus ojos que ya me esperan.

—Es que... no quiero que acabemos haciéndonos daño —respondo con sinceridad—. Yo nunca he estado con ningún chico y...

Él suspira, pero una de sus manos se desliza por mi mejilla acariciándola con el pulgar y me obligó a cerrar los ojos para sentir su tacto.

—Zoe, no tengo todas las respuestas, —admite—, pero sé que quiero intentarlo. Quiero intentarlo contigo. Estoy agotado de luchar contra mis sentimientos y créeme cuando te digo, que estoy cagado de miedo, pero no quiero quedarme con la duda de qué pudo haber sido... y sé que tú tampoco.

Sus palabras me golpean como una ola que rompe con violencia en el centro de mi corazón y la verdad que hay tras ellas, me asusta y me consuela a la vez.

—Está bien... —murmuro al fin—. Vamos a intentarlo, pero a nuestro ritmo, ¿vale?

Una sonrisa suave y preciosa aparece en sus labios, y asiente despacio.

—A nuestro ritmo, —repite, como una promesa.

—Y en exclusiva —añado.

—En exclusiva absolutamente. Solo tú y yo. —Se le ensancha la sonrisa.

—Solo tú y yo.

Se inclina ligeramente y roza sus labios con los míos en un beso tan suave que apenas es un susurro, pero que me hace sentir que estamos en el comienzo de algo nuevo, algo que ambos deseamos, aunque no sepamos aún hacia dónde nos llevará.

NARRA LUCAS

Me inclino hacia ella, despacio, y rozo sus labios con los míos. Son jodidamente adictivos. Es un beso suave, apenas un roce, pero mi corazón empieza a latir con fuerza, como si quisiera salir de mi pecho. Su boca es cálida y se siente tan increíblemente bien que me pregunto cómo he podido esperar tanto para hacer esto. Es un gesto delicado, y sin embargo, lo siento como una descarga eléctrica que recorre cada célula de mi cuerpo.

Los dedos de Zoe se tensan en mi pecho, aferrándose a mis hombros como si tuviera miedo de soltarse. Yo paso una mano a través de su cabello, sintiendo la suavidad de los mechones entre mis dedos. Estoy tan cerca que puedo sentir su respiración mezclarse con la mía y es como si el mundo se hubiera reducido a este instante, a este beso que significa todo lo que no he sabido cómo decirle hasta ahora.

Mis labios se mueven contra los suyos con más intención, más hambre. Quiero que sepa cuánto la deseo, cuánto me importa, pero también cuánto respeto cada una de sus palabras, cada uno de sus miedos. Ella me devuelve el beso, su boca respondiendo a la mía con una mezcla de timidez y pasión, y siento que no hay nada que desee más en la vida.

El aroma a vainilla de su cabello, el leve temblor de su cuerpo contra el mío, la suavidad de su piel... Todo de ella me embriaga los sentidos. No es solo el beso, es todo lo que ella representa: su dulzura, su fuerza, esa luz que lleva dentro y que me hace querer ser mejor, diferente, ser digno de ella.

Me detengo un segundo, rozando su nariz con la mía y la miro. Sus ojos están cerrados, sus pestañas temblando un poco y sé que para ella también esto significa algo importante. Maldita sea es preciosa, tan preciosa que duele. Mi pulgar acaricia suavemente su mejilla mientras mi respiración se mezcla con la suya. Quiero más, quiero tanto de ella, pero al mismo tiempo quiero quedarme en este punto exacto, con este cosquilleo de emoción que me recuerda lo mucho que me hace sentir solo con tenerla entre mis brazos.

—Zoe... —susurro contra su boca—. No entiendo cómo he podido estar tan ciego... ¿Cómo es posible que no te haya visto antes? Todo este tiempo, todos estos años, caminando por los mismos pasillos, compartiendo clases y no me di cuenta de que estabas ahí...

Ella me mira un poco sorprendida. Su aliento es suave contra mi piel y siento la urgencia de besarla de nuevo, pero me contengo.

—Buenos, siempre he sido una chica invisible —bromea.

—Lamento haberte descubierto tan tarde. —Mi voz suena ronca—. Porque ahora que te veo, Zoe... Ahora que realmente te veo, no quiero volver a ser el idiota que no sabe lo que tiene frente a él. Me da vergüenza reconocer que un estúpido proyecto de clases es lo único que me ha hecho descubrirte.

Su expresión cambia y veo el brillo en sus ojos claros, la forma en que lucha por entenderme, por saber si lo que le digo es real, pero vaya si es real. Es tan real que casi me atormenta.

—No fue solo el proyecto, Lucas. —Su voz es delicada—. Las cosas pasan cuando tienen que pasar.

Sonrío de lado y niego con la cabeza, todavía sosteniéndola entre mis manos. Entre mis jodidas manos donde quiero que se quede para siempre.

—Sí, pero me arrepiento de no haberte visto antes... De no haberte buscado, aunque no supiera que existías. —Mis dedos siguen su mandíbula, apenas rozando su piel—. Porque ahora que estás aquí, es como si los años anteriores los hubiese vivido en una zona gris.

Zoe cierra los ojos por un momento y toma una bocanada de aire. Luego, abre los ojos de nuevo y me regala una sonrisa tímida.

—Tal vez no estabas listo para verlo —susurra—. O tal vez yo tampoco lo estaba. Nunca lo sabremos.

Mis labios se curvan en una sonrisa que no puedo controlar. Ella tiene razón. Pero ahora, todo parece tan claro.

—Pues... —Apoyo mi frente en la suya—. Ahora que nos hemos encontrado, habrá que intentar aprovechar el tiempo.

Mis palabras se quedan flotando en el aire entre nosotros, cargadas de verdad. No quiero perderla. No ahora que, finalmente, la he encontrado. Siempre he escuchado a mis colegas con novias hablarme de "la indicada". Esa chica que de alguna forma hace que todos sus planes cambien, que con solo mirarla olvides todo lo demás. A veces sonaba como una tontería. Como algo que te venden en las películas y no que no existe en la vida real. Lo escuchaba y asentía, fingiendo que entendía ese tipo de compromiso, esa devoción casi absurda. Pensaba que era una idea exagerada, que en realidad era algo que solo se decían para quedar bien.

Cuando voy a volver a besarla, oigo un grito que proviene desde la puerta del Sidebar.

—Vaya, vaya... —dice Mikel, con ese tono burlón que me resultar tan familiar—. ¿Por qué no os buscáis un hotel? O ya que estamos, al menos podríais volver a entrar en el bar. Nos han traído la cena, chicos.

Zoe da un pequeño brinco al escuchar su voz y se separa de mí con las mejillas teñidas de rojo. Me quedo inmóvil un segundo, procesando la interrupción antes de soltar una risa baja y resignada.

—Siempre tan oportuno, Mikel —respondo, girando la cabeza hacia él sin soltar a Zoe.

Mi amigo se encoge de hombros con una sonrisa divertida, disfrutando claramente del momento. El capullo se lo pasa pipa fastidiándome.

—Es un don, qué te voy a decir, capi —bromea, pero sus ojos se desvían hacia Zoe—. En serio, deberíais venir. No quiero que la comida se enfríe. Además, Asher se alegrará un huevo de saber que se le acabaron las oportunidades de andar jodiendo la noche.

Siento cómo Zoe se tensa ligeramente a mi lado al escuchar el nombre de Asher y antes de que pueda responder, la acerco un poco más a mí, como si con solo un gesto pudiera darle la seguridad que necesita.

—Ya vamos —digo con un suspiro teatral—. No quiero que os muráis de hambre por nuestra culpa.

—Eso mismo —añade Mikel, mientras empieza a retroceder hacia el bar—. Aunque, sinceramente, me alegra que al fin alguien haya decidido poner a Asher en su lugar. —Me lanza una mirada maliciosa—. Bueno, vosotros decidís.

Veo cómo Zoe duda un segundo, mirándome de reojo y le dedico una sonrisa tranquilizadora.

—Es solo Mikel siendo Mikel. Capullo hasta la sepultura —le digo suavemente, mientras tomo su mano de nuevo—. No le demos el placer de vernos incómodos. Además, me muero de hambre.

Ella asiente en silencio y empezamos a caminar juntos de vuelta al bar, donde la cena y probablemente, más miradas curiosas nos esperan.

Zoe y yo volvemos a la mesa con nuestras manos entrelazadas, sintiendo el calor de sus pequeños dedos entre los míos. Mikel, siempre atento al espectáculo, se levanta de su sitio con una sonrisa de oreja a oreja, dándole una palmada en el hombro a Nick antes de darme espacio.

—Vamos, tórtolos, tomad asiento —dice con una risa burlona, señalando las dos sillas vacías que deja a nuestro lado.

Emily nos observa con una emoción que no trata de ocultar. Sus ojos brillan de alegría mientras deja escapar un pequeño chillido.

—¡Por fin! —exclama, sin preocuparse por bajar la voz—. Sabía que algo se cocía entre vosotros dos.

Zoe se sonroja a mi lado, pero no aparta la mano de la mía. Yo me siento y la guío suavemente a la silla junto a mí, sintiendo todas las miradas en nuestra dirección.

Asher, en cambio, no parece tan contento. Está recostado en su silla, con los brazos cruzados sobre su pecho, observándonos con los labios apretados en una línea fina. Su mirada es de derrota, aunque trata de disimularla sin mucho éxito. Él no dice nada, pero su silencio lo dice todo.

Capullo...

Peter y Jack intercambian una mirada rápida antes de soltar una carcajada, levantando sus vasos en un brindis improvisado. Estos nunca pierden la ocasión de celebrar algo, lo que sea.

—Bueno, esto sí que no me lo esperaba —dice Jack, con una sonrisa socarrona mientras sacude la cabeza—. Pero ya era hora de que asentaras la cabeza, ¿no?

Nick, sin embargo, simplemente sonríe y me lanza un guiño cómplice mientras que su novia intenta no reírse demasiado.

Kevin, que ha estado observando todo desde su sitio al final de la mesa, se inclina hacia adelante con una sonrisa de complicidad, antes de soltar en tono burlón:

—Joder, capi... que calladito te lo tenías, pedazo de mamón.

Las risas de los chicos lo acompañan y siento una oleada de calor trepar por mi cara, pero no puedo evitar sonreír. Me encojo de hombros, fingiendo una inocencia que definitivamente no siento.

—Bueno, ya sabes, tío... —le respondo, haciendo una mueca con la boca—. No todo se cuenta en el vestuario.

—Eso está claro —responde él, riendo—. Aunque ya me contarás cómo cojones ha sucedido. No me vengas con que es solo por el proyecto ese de literatura.

Zoe se ríe suavemente a mi lado y siento que su risa, suave y contagiosa, es el sonido más perfecto que he escuchado en toda la noche. Al final, me encojo de hombros y sin perder la sonrisa, le doy un apretón suave.

—Bueno, digamos que... —la miro, perdiéndome un segundo en esos maravilloso ojos verdes que me encantan—, algunas cosas buenas pasan cuando menos te lo esperas.

La cena sigue su curso con risas y conversaciones que fluyen con total naturalidad. Emily charla animadamente con Nick y su novia sobre una película que todos vieron la semana pasada, mientras que Mikel bromea con Peter sobre alguna anécdota del entrenamiento. Zoe y yo compartimos una mirada cómplice antes de volver a centrarnos en nuestra propia pequeña burbuja.

—Prueba esto —me dice, acercándome a la boca un trozo de su hamburguesa vegana. La tomo con un poco de duda, pero cuando lo pruebo, me sorprende lo bien que sabe.

—Está buena, ¿eh? —comenta, sonriendo con un destello en los ojos.

—No está mal para ser... bueno, sin carne —bromeo, y ella me da un pequeño puñetazo en el hombro, riéndose.

De repente, siento sus dedos acariciar mi boca, limpiando la comisura de mis labios manchada con un poco de ketchup. El gesto es tan natural, tan íntimo, tan jodidamente especial que por un segundo me olvido de dónde estamos. Me inclino hacia ella, queriendo más de ese contacto, de esa cercanía que me da serenidad.

Todos parecen cómodos, relajados, inmersos en sus propias conversaciones. Excepto Asher. Su mirada es como un peso oscuro al otro lado de la mesa. Con su ceño fruncido nos observa con una expresión que no puede ser más clara: disgusto puro. Vamos, que nos mira con cara de culo, pero no me importa. De hecho, casi me da igual.

Por una vez, me siento en el lugar correcto y con la persona correcta. Zoe sonríe de nuevo y todo mi universo cobra sentido.

—> Aquí ruegos, preguntas y reclamaciones.
SARHANDA   🥰

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