13. Noche en la bolera.

NARRA ZOE

Me siento en la cama de Emily, rodeada de vestidos esparcidos por todas partes mientras ella se prueba uno tras otro, decidiendo qué ponerse para su noche de bolera con Jake. Aunque intento prestar atención a su desfile de moda improvisado, mi mente está ocupada recordando lo que pasó con Lucas en el mirador. Me siento como en un nube desde ese momento y eso me aterra.

Emily, que está ahora ajustándose un vestido verde botella frente al espejo, de repente se detiene y me lanza una mirada curiosa.

—¿Y qué tal con Ethan? —pregunta con un tono casual, pero con sus ojos atentos—. ¿Cómo van las cosas entre vosotros?

Su pregunta me toma un poco por sorpresa, y no puedo evitar tensarme mientras bajo la mirada, fingiendo interés en el dobladillo de una de sus chaquetas.

—No lo sé... —respondo bajito, como si no quisiera que me oyera demasiado—. Después de nuestra discusión, las cosas han estado un poco raras y aunque hemos hablado del tema, sigue estando esa sensación rara entre nosotros.

Emily se gira para mirarme de frente, dejando el vestido a un lado. Su rostro muestra una mezcla de curiosidad y preocupación.

—¿Sensación rara? —pregunta, acercándose y sentándose a mi lado en la cama.

Suspiro y me paso una mano por el pelo, buscando las palabras adecuadas para explicar cómo me siento sin revelar demasiado.

—Es solo que... Ethan siempre ha estado ahí para mí. Ha sido mi mejor amigo por tanto tiempo, pero después de lo que pasó en la fiesta de la playa, no sé si las cosas pueden volver a ser como antes. Está raro, distante... y yo también me siento diferente.

Emily me mira fijamente, tratando de entender.

—¿Y raro cómo? —insiste y su tono se suaviza—. ¿Raro porque discutisteis o raro porque... algo más está pasando?

Evito su mirada, sintiéndome un poco acorralada.

—No lo sé, Emily. Es complicado... no quiero perder su amistad, pero últimamente siento que hay algo más que no está bien entre nosotros. Igual solo es necesario darnos algo de tiempo para que las cosas vuelvan a su sitio.

Mi amiga asiente lentamente, como si procesara lo que acabo de decir. Se queda en silencio por un momento, observándome con esa mirada que tiene cuando está a punto de soltar alguna frase incómoda.

—¿Y... no crees que Ethan siente algo más por ti? —pregunta finalmente, midiendo cada palabra.

Bueno... Había evitado pensar en esa posibilidad, o al menos, no quería admitir que tal vez era cierto.

Suspiro y bajo la mirada, jugueteando con un hilo suelto en la colcha de la cama.

—No lo sé... —admito en voz baja—. Pero si fuera así, si realmente él sintiera algo más... yo no siento lo mismo.

Emily me observa, sus ojos oscuros están cargados de compasión.

—¿Estás segura? —pregunta suavemente, como si no quisiera presionarme, pero al mismo tiempo, necesitando saber.

Asiento lentamente.

—Ethan es increíble y lo quiero muchísimo, pero no de esa manera —digo, intentando aclarar mis pensamientos en voz alta—. No sé, no puedo imaginarme con él de otra forma que no sea como amigos. Lo que más me preocupa es que si él siente algo más, entonces todo se complicará. No quiero perderlo por algo así.

Mi amiga me aprieta la mano y su toque es reconfortante.

—Si es tu amigo de verdad, lo entenderá, Zoe —dice con firmeza—. Y si tiene que tomarse un tiempo para procesarlo, lo hará, pero lo importante es que tú seas honesta con él y contigo misma. No puedes forzarte a sentir algo que no sientes y eso debe entenderlo.

Sus palabras me calman un poco, aunque el miedo sigue ahí, latente.

—Tienes razón... —murmuro, aunque en el fondo sé que la situación con Ethan no será fácil de resolver.

Emily me ofrece una sonrisa cálida antes de volver a levantarse para seguir probándose vestidos. Se da una vuelta frente al espejo, observando cómo le queda el vestido negro con escote corazón. Es el tipo de prenda que en ella se ve increíble, resaltando su figura y su confianza natural. Me lanza una mirada por encima del hombro, con una ceja levantada.

—¿Y Lucas? —pregunta de repente, con una chispa de curiosidad asomando a sus ojos marrones—. ¿Algo que contarme sobre él?

El sonido de su nombre hace que un rubor cálido se extienda por mis mejillas. Mi mente viaja inmediatamente al recuerdo del beso en la biblioteca, la suavidad de sus labios rozando los míos y luego, a la intimidad del mirador.

—Lucas... —repito, intentando sonar despreocupada, aunque mi voz me traiciona con un ligero temblor—. No hay mucho que contar, la verdad.

Mi amiga se gira para mirarme directamente, con una sonrisa traviesa en los labios.

—¿En serio? —increpa, claramente no creyéndome del todo—. Porque esa cara de tomate maduro que tienes me dice otra cosa.

Muevo las manos, intentando restarle importancia, aunque sé que el rubor en mi rostro es delator.

—Es solo que... bueno, hemos estado trabajando juntos en el proyecto de literatura, ya sabes —respondo, tratando de mantener la voz neutral.

—Mmm... —Emily no se traga del todo la excusa, pero no insiste. Se da otra vuelta frente al espejo—. Este vestido es demasiado, ¿no? —pregunta, cambiando de tema, pero no sin lanzarme una última mirada inquisitiva.

Mientras se vuelve hacia el armario para buscar otra opción, siento una pequeña punzada de culpa. No le estoy contando todo a Emily, y es raro para mí guardar algo así. Pero la situación con Lucas es tan confusa y tan... íntima, que aún no estoy lista para compartirla. Aunque me siento mal por ocultárselo, no puedo evitarlo.

Mi amiga finalmente se decide por un vestido corto sin mangas en un tono malva que le sienta de infarto. El color resalta de manera impresionante contra su largo cabello negro, haciéndola lucir como una auténtica estrella de cine. Se observa en el espejo, ajustando un par de mechones de cabello detrás de las orejas.

—Estás preciosa —le digo, con una sonrisa sincera.

Emily se da la vuelta, satisfecha con mi comentario y su mirada se ilumina como si acabara de tener una idea brillante.

—¡Ya sé! —exclama, casi saltando sobre sus pies—. ¿Por qué no vienes conmigo esta noche? La cita con Jake es en la bolera. Vamos a cenar allí con algunos jugadores de los Titanes de Crestwood y sus chicas. ¡Será divertido!

La idea me toma por sorpresa y por un momento, no sé qué decir. Parpadeo confusa. La mención de los jugadores de los Titanes me hace pensar inmediatamente en Lucas y mi corazón se acelera solo de imaginarlo allí, probablemente mirándome con esa intensidad que me descompone el alma.

—¡Vamos, Zoe! Será genial. Además, necesitas distraerte un poco. —Me mira con una mezcla de entusiasmo y súplica—. No me hagas ir sola con un montón de parejas. ¡Serás mi salvavidas!

—Emily, de verdad que no sé si quiero ir... —intento negarme, pero ella ya está en modo misión imposible, rebuscando algo en su armario—. Además, no pienso cambiarme de ropa.

—¡Ah, ni lo sueñes! —responde, sin siquiera volverse a mirarme—. Si vamos a salir, tienes que vestirte para la ocasión. No te preocupes, seguro que tengo algo que te quedará increíble.

La veo sacar un par de opciones, todas ellas más atrevidas de lo que suelo usar y mi ansiedad aumenta a niveles peligroso.

—Emily, no es necesario... —intento protestar, pero ella ya está colocando un vestido ajustado y rojo en mi dirección.

—¡Pruébate esto! —me dice, sin escuchar mis excusas.

—No, de verdad, no hace falta. Estoy bien así —insisto, tirando un poco de mi sudadera desgastada y los jeans rotos que llevo puestos.

Emily se detiene un segundo y me lanza una mirada de arriba abajo. Su ceja se dispara al cielo.

—Zoe, ¿no pensarás ir así, verdad? —pregunta, señalando mi atuendo con rechazo.

Me encojo de hombros, incómoda con la dirección que está tomando esto.

—No es como si estuviera buscando impresionar a nadie...

Ella rueda los ojos y se cruza de brazos.

—Por favor, Zoe. Tú y yo sabemos que puedes lucir mucho mejor que con esa sudadera que debería haberse jubilado hace años. Además, si Lucas te ve, ¡querrás que se le caiga la mandíbula al suelo!

—Emily... —comienzo, pero ella ya está empujando el vestido hacia mí.

—Anda, pruébatelo. No te costará nada. —me anima con una sonrisa traviesa—. Y si no te gusta, juro que no te obligaré a ponértelo.

Dudo por un momento, pero al ver su expresión tan decidida, sé que no tengo escapatoria.

¡Maldita sea!

—Está bien, pero si no me gusta, me quedo con mis jeans rotos —cedo finalmente.

—Trato hecho —dice, sonriendo de oreja a oreja.

Me quito la ropa y me coloco el vestido con la ayuda de mi amiga que me sube la cremallera trasera. Cuando me miro en el espejo, parpadeando mientras trato de asimilar lo que veo. El vestido rojo es ajustado, con tirantes finos y un escote recto que resalta mis hombros y cuello de una manera que no esperaba. El dobladillo cae justo por la mitad de mis muslos y el color carmesí contrasta con mi piel, haciéndome lucir... diferente. No me reconozco.

Emily se queda boquiabierta cuando me ve con el puesto. Se lleva una mano a la boca, sus ojos brillando de emoción.

—¡Zoe! —exclama, dando un par de pasos hacia mí—. Estás de infarto. ¿Por qué demonios ocultas una figura como esta tras sudaderas gigantes?

Me ruborizo.

—No sé, no suelo... —murmuro, sin saber cómo justificarme.

Emily niega con la cabeza, sonriendo.

—Bueno, deberías hacerlo más seguido. —Da una vuelta a mi alrededor, evaluando cada ángulo—. Si Lucas te ve así, va a quedar noqueado. Vamos, date una vuelta.

Hago lo que me pide, girando lentamente frente al espejo, sintiéndome un poco más segura al ver su entusiasmo.

—¿De verdad crees que está bien? —pregunto, aún insegura.

—¡Zoe, está más que bien! —responde, casi ofendida—. Estás espectacular. Te lo dije, tienes que mostrarle al mundo lo increíble que eres.

Le devuelvo una sonrisa tímida, empezando a aceptar la imagen que veo en el espejo. Quizás esta noche no sea tan mala idea después de todo.

Emily está decidida, no acepta un no por respuesta. Me sienta frente al espejo y comienza a trabajar en mi cabello, recogiendo mechón por mechón hasta que lo ata en una cola alta que resalta mis facciones. Me siento un poco expuesta, pero ella me asegura que es el peinado perfecto para el vestido.

—Confía en mí, Zoe. No te haré nada que no me haría a mí misma —dice mientras me sonríe a través del espejo.

Luego pasa a maquillarme. Me aplica un poco de corrector bajo los ojos, algo de colorete en las mejillas y una capa de rímel que hace que mis pestañas se vean más largas de lo que nunca las había visto. Todo es muy sutil, pero noto la diferencia. Me siento más despierta, más viva.

—Listo. —Emily da un paso atrás para admirar su trabajo y asiente satisfecha—. Estás perfecta.

Ella se pone unos botines con medio tacón, que combinan perfectamente con su vestido malva, mientras yo opto por mis Converse negras. Emily levanta una ceja al ver mi elección de calzado, pero no dice nada. Sabe que no voy a ceder en eso.

—Vamos a romper corazones esta noche —declara, dándome un codazo juguetón.

Le sonrío algo nerviosa pero emocionada y juntas salimos de la residencia universitaria.

***

Cuando llegamos a la bolera, el lugar está abarrotado de estudiantes y todos están disfrutando del fin de semana. El ruido es ensordecedor: risas, el sonido de las bolas golpeando los bolos y la música que retumba en cada rincón. Emily, siendo tan extrovertida como es, se desliza entre la multitud con facilidad, saludando a casi todo el mundo. Parece conocer a cada persona con la que se cruza y su sonrisa es contagiosa.

Yo, en cambio, me siento un poco fuera de lugar.

¡Cómo no!

Mientras ella avanza, yo tiro de la falda de mi vestido tratando de alargarla, aunque sé que es inútil.

Mi amiga se detiene de repente y me toma del brazo, tirándome suavemente hacia un grupo de chicos que reconozco del equipo de fútbol. Entre ellos está Jake, el chico con el que está saliendo Emily. Me siento aún más nerviosa, consciente de todas las miradas a nuestro alrededor.

—¡Chicos, he traído una amiga! —dice Emily, presentándome con entusiasmo al grupo.

NARRA LUCAS

Llego a la bolera con Kevin y Nick en el coche y aparcamos tras el edificio, lejos del bullicio de la entrada principal donde las luces de neón parpadean con fuerza. Mientras me bajo del vehículo, echo un vistazo alrededor, asegurándome de que todo está en su sitio.

—¿Listos para ganar en el bowling? —dice Kevin con una sonrisa confiada mientras cerramos las puertas del coche.

Nick asiente, su expresión también está llena de entusiasmo.

Cuando entramos al edificio, me encuentro con Jack, Mikel, Peter y Asher. Jack y Mikel están charlando animadamente sobre los últimos partidos, mientras que Peter se está acomodando para un juego de bolos. Asher, sin embargo, está un poco apartado, observándonos con los brazos cruzados sobre su pecho. Las cosas se tensan un poco cuando él y yo cruzamos miradas. No es la primera vez que siento esa fricción entre nosotros. Aunque jugamos en el mismo equipo, siempre ha habido algo de rivalidad y conflicto entre él y yo. Es como si estuviéramos en campos opuestos, a pesar de estar en el mismo equipo. No puedo evitar pensar que todo esto tiene que ver con Madison. Antes de que ella se fijara en mí en segundo curso, Madison y Asher tuvieron algo y desde que yo entré en escena, esa rivalidad entre él y yo ha sido evidente.

—Hola, Lucas —dice Jack con una sonrisa mientras se acerca para saludarme—. ¿Listo para que te machaque?

Le devuelvo la sonrisa y estrecho su mano, tratando de mantener el ánimo positivo.

—Claro, Jack. Espero que hayas traído tu mejor juego.

—¡Ni lo dudes, chaval!

Mikel se acerca también, dando una palmadita en mi espalda.

—Te apuesto a que serás el primero en perder —dice, con esa confianza que solo él puede tener.

Mientras me dirijo a nuestra pista de bolos, noto a Asher lanzarme miradas que no puedo evitar interpretar como resentimiento.

—Oye, ¿qué tal si hacemos un torneo hasta que lleguen las chicas? —propone Mikel, tratando de aliviar la tensión con su entusiasmo habitual.

—Me parece una excelente idea —responde Jack, con una sonrisa que refleja la diversión de la noche—. ¡Los perdedores invitan a la próxima ronda!

Mientras todos se agrupan para elegir equipos, el ambiente se vuelve más distendido y competitivo. Asher y yo no intercambiamos muchas palabras durante el juego. Me concentro en la bolera, en la estrategia, en hacer que mis tiros sean perfectos, pero pierdo el torneo  y los gritos de victoria de Jack y Mikel me llenan los oídos mientras se burlan de mí sin piedad. Su capitán, derrotado en su propio terreno. No puedo evitar reírme con ellos; verlos tan eufóricos por ganarme es casi contagioso.

—¡Capitán, te estás haciendo viejo! —bromea Mikel, chocando su hombro contra el mío.

—Lo que pasa es que ya no tiene los reflejos —añade Jack, guiñándome un ojo y dándole un trago a su cerveza—. Nos toca a nosotros enseñarle cómo se hace.

Me río y levanto las manos en señal de rendición.

—Vale, vale, chicos. Me habéis dado una buena lección. Ahora, si me disculpáis, necesito un minuto.

Ellos siguen con sus bromas mientras me dirijo al baño, aún sonriendo. Verlos felices, me hace feliz a mí también. Cuando salgo del baño, todavía con una sonrisa en los labios por las burlas de Jack y Mikel, me detengo en seco. Mis ojos se clavan en la escena frente a mí. Allí, junto a mis compañeros de equipo, está Emily... y a su lado, una Zoe que apenas reconozco.

Lleva un vestido rojo que le sienta jodidamente bien, destacando cada curva que siempre ha ocultado bajo su ropa holgada. Su cabello está recogido en una cola alta y su rostro tiene un toque sutil de maquillaje que resalta sus ojos verdosos y sus labios rosados. Es como si estuviera viendo a una versión completamente diferente de la Zoe que suele recorrer los pasillos de Crestwood, una que me deja sin palabras.

Por un momento, me quedo quieto, como si el mundo alrededor se hubiera ralentizado y la música hubiese pasado a escucharse de forma lejana. No puedo apartar la vista de ella. Está nerviosa, tirando de la falda de su vestido con una mano mientras Emily charla animadamente con los chicos.

—Zoe... —pronuncio su nombre, esperando captar su atención.

Ella levanta la vista y cuando nuestros ojos se encuentran. Veo un destello de nerviosismo en su mirada, pero también algo más, algo que me hace sentir una conexión aún más fuerte que antes.

Antes de que podamos decir nada más, Asher se nos acerca con esa actitud suya relajada pero con una sonrisa que siempre parece un poco más afilada de lo necesario. Su mirada se posa inmediatamente en Zoe y noto el cambio en su expresión, ese interés descarado que no se molesta en ocultar.

—Hola —dice, sin apartar los ojos de ella, ignorando mi presencia por completo—. No sabía que Emily traería una amiga. Soy Asher.

Le tiende la mano, su tono un poco demasiado suave, demasiado amigable. Zoe, un tanto sorprendida, lo saluda de vuelta aceptando su mano.

—Soy Zoe —responde ella con su voz firme pero educada.

Asher sonríe, como si su día acabara de mejorar notablemente.

—Bonito nombre para una chica bonita —añade con una sonrisa más amplia y no puedo evitar tensarme a su lado—. ¿Te apetece

—Gracias —responde ella con con cortesía, pero sin entusiasmo excesivo.

Asher sonríe, dando un paso más cerca.

En ese instante, Mikel da una palmada atrayendo la atención de todos.

—¡Bien, ya estamos todos! —anuncia con una sonrisa de satisfacción cuando las novias de Peter y Nick se unen al grupo—. Propongo que hagamos dos equipos para la próxima partida. ¿Qué os parece?

Todos asienten de acuerdo y la emoción crece en el ambiente. Antes de que nadie pueda responder, Asher da otro paso al frente, con su actitud siempre chulesca.

—Perfecto. Zoe, ¿quieres estar en mi equipo? —dice, sin perder el tiempo. Su tono es amigable, pero no hay duda del interés en sus palabras.

Veo cómo Zoe parpadea algo sorprendida por la rapidez de la invitación. Yo, en cambio, siento cómo mi mandíbula se tensa un poco. Asher ni siquiera ha esperado a que Mikel termine de explicar las reglas.

Zoe duda un segundo.

—Claro, por qué no —responde finalmente con una sonrisa educada.

El idiota de Asher sonríe satisfecho y me lanza una mirada rápida, un brillo de desafío en sus ojos que solo yo noto. No digo nada, pero puedo sentir la quemazón que crece en mi interior, como si una presión constante se asentara en mi pecho. No puedo permitir que él se acerque tanto a ella, no cuando aún estamos averiguando de qué va lo nuestro.

Mikel interviene rápidamente para evitar que Asher se lleve todo el protagonismo.

—Vale, vale, entonces hagamos los equipos de forma justa. Asher, Zoe, y... —añade a los otros nombres mientras trata de equilibrar las habilidades de ambos grupos.

Me toca con Emily, Jack, Nick y su novia. Miro a Zoe desde mi lado, intentando descifrar sus pensamientos mientras me preparo para una partida que, de repente, se siente mucho más importante de lo que debería.

Los dos equipos nos preparamos. Jack toma la delantera por nuestro equipo, lanzando con precisión y consiguiendo un buen número de puntos. Aplaudimos y damos ánimos, aunque mi atención no está completamente en el juego esta noche.

No puedo dejar de mirar a Asher. Él lanza primero por su equipo, derribando casi todos los bolos y ganándose un aplauso de los demás. Luego, con una sonrisa descarada, se acerca a Zoe, que se prepara para lanzar su primera bola.

—A ver, Zoe —le dice con su voz ronca y casi en un susurro, inclinándose hacia ella más de lo debido—. ¿Te apuesto algo a que consigues un strike?

Ella sonríe tímida. Miro su rostro y veo una mezcla de diversión e incomodidad y eso solo añade más leña al fuego de mi malestar. Trato de concentrarme, de no prestar atención, pero su risa suave me llega, cristalina, como si estuviera destinada solo a mis oídos, joder.

Asher sigue con su pequeño espectáculo. Cuando Zoe se coloca en la línea, él se acerca más de lo necesario, fingiendo darle algunos consejos sobre cómo lanzar.

Hijo de...

—Solo necesitas mantener el brazo firme y la mirada fija en el centro, ¿ves? —dice, acercándose tanto que casi toca su mano, guiándola con un gesto exagerado—. Así, perfecto.

Ella asiente, pero puedo ver cómo su sonrisa se ensancha un poco más y eso me fastidia. Conozco a Asher, sé exactamente lo que está haciendo.

—¡Venga, Zoe! —grito desde mi lado, sin poder evitar que mi tono suene un poco más duro de lo que pretendía—. Lanza sin miedo.

Ella me echa una mirada rápida, tal vez sorprendida por mi tono. Me esfuerzo por sonreírle de vuelta, tratando de no dejar entrever la frustración que me quema por dentro.

Lanza la bola con una buena técnica y, aunque no consigue un strike, derriba más de la mitad de los bolos. Todos aplauden, pero Asher no pierde la oportunidad.

—Nada mal, nada mal... pero creo que aún necesitas unas clases privadas. —Sonríe de forma juguetona, mientras le guiña un ojo. Zoe solo se ríe suavemente, aunque veo un leve rubor en sus mejillas.

Me muerdo el interior de la mejilla.

Joder... Este cabrón me la tiene jurada.

La tensión se va acumulando con cada turno. Mis lanzamientos empiezan a ser más agresivos, mi concentración está dividida entre la partida y cada gesto, cada comentario que Asher lanza hacia Zoe.

Durante el siguiente turno, veo cómo él se coloca junto a ella, una vez más demasiado cerca para mi gusto, rozando su cadera. Le dice algo al oído que no alcanzo a escuchar, pero que la hace reír de nuevo. Esa risa que hasta hace poco era solo mía.

—¡Eh, Lucas! —grita Jack, interrumpiendo mis pensamientos—. Es tu turno, tío.

Tomo la bola y lanzo con más fuerza de la necesaria, golpeando los bolos con un estruendo que se siente catártico y derribando casi todos de un golpe. Mi equipo lo celebra, pero mi mirada vuelve rápidamente hacia Zoe. Asher la está mirando con una intensidad que me hace querer lanzarle un bolo a la puta cabeza. Literalmente se la está comiendo con los ojos.

Cuando vuelve a ser el turno de Zoe, lanza la bola mal y termina en la canaleta. Asher se acerca, fingiendo consolarla mientras su mano roza su brazo con demasiada familiaridad.

—No te preocupes, preciosa. Es solo práctica —le dice, y puedo ver su sonrisa de suficiencia desde aquí.

Mi paciencia está al límite. Trato de controlar mi respiración, de no saltar al cuello de Asher en medio de la bolera, pero cada segundo que pasa se siente como una provocación.

Él se ríe con esa risa arrogante que siempre me ha molestado y vuelve a acercarse a ella, lanzando miradas furtivas a su escote.

¡Puto cerdo!

—Venga, Zoe, piénsalo. —Su tono es despreocupado, pero sé que está tratando de molestarme—. Podríamos pasar un buen rato. Además, necesitas mejorar tu técnica, y yo soy un excelente profesor.

Ella vuelve a sonreír, quizás incómoda, y parece a punto de responder cuando ya no puedo contenerme más. Tomo la bola de bolos y me coloco en la línea de lanzamiento. Mis músculos están tensos, mi pulso acelerado, pero mi rostro mantiene una calma que no siento por dentro en absoluto.

—No sé, Asher —digo, lanzando la bola con fuerza. Golpea los bolos y todos caen al suelo con un estruendo seco: un strike perfecto. Miro a Asher con una sonrisa que no llega a mis ojos—. Quizás Zoe debería aprender con alguien que de verdad sepa jugar.

El grupo se queda en silencio por un segundo y noto la forma en que algunos de mis compañeros intentan no reírse. Asher se pone tenso y su estúpida sonrisa se desvanece un poco, pero no se achanta. Da un paso hacia mí, todavía con esa actitud desafiante.

—¿Y tú eres ese alguien, supongo? —replica, intentando sonar despreocupado, pero puedo notar el filo cortante en sus palabras.

—¿Tú qué crees? —le respondo sin perder la sonrisa, con la mirada fija en el panel de puntuaciones donde voy en cabeza.

Él se encoge de hombros, como si no le importara.

—Bueno, Lucas, no sabía que ahora te dedicabas a dar clases. —Se vuelve hacia Zoe—. Pero si alguna vez quieres un entrenador más... amigable, sabes dónde encontrarme.

El juego sigue, pero el aire entre nosotros está cargado y por primera vez en mucho tiempo, siento que cada movimiento, cada palabra, cuenta mucho más de lo que debería.

Cuando terminamos, nos dirigimos al Sidebar riendo y bromeando sobre la partida de bolos. La victoria se siente bien, pero la mirada de Asher clavada en Zoe sigue quemándome. Entramos al bar, un lugar abarrotado de gente, con la música a todo volumen y el murmullo de las conversaciones llenando el aire. Encontramos una mesa grande en el centro del local y antes de que pueda siquiera reaccionar, Asher ya ha ocupado un asiento junto a Zoe, lanzándome una sonrisa triunfante.

Pienso machacarlo en el campo por esto. Va a sudar gotas de sangre por lo que está haciendo.

Me muerdo la lengua para no decir nada. Camino alrededor de la mesa y tomo asiento frente a ella, con Mikel a mi lado. Trato de relajarme, de no dejar que la situación me afecte, pero cada vez que Asher le susurra algo al oído a Zoe, o se inclina demasiado cerca de ella, siento la necesidad imperiosa de lanzarle un cuchillo.

—¡Eh, chicos! —Peter llama al camarero para pedir una ronda de cervezas y sodas para la mesa—. ¡Celebremos la victoria del capitán!

Todos brindan y se ríen, y yo apenas logro forzar una sonrisa. Veo cómo Zoe intenta mantenerse relajada, pero noto un ligero rubor en sus mejillas cada vez que Asher se le acerca o la roza intencionalmente. Él no deja de coquetear, haciendo comentarios sobre lo bien que se le dio al final la partida de bolos y lo gracioso que sería retarse uno a uno en otro momento. Mi mandíbula se tensa hasta sentir dolor.

—Así que, oye... —dice Asher, inclinándose hacia ella con su voz ronca —, ¿por qué no me das tu número y coordinamos una revancha cuando quieras?

Zoe me lanza una mirada rápida, como si estuviera buscando una respuesta y algo dentro de mí se aprieta. No quiero parecer desesperado, pero la verdad es que no puedo soportar la idea de que ella caiga en sus sucios juegos.

Emily, que nota la tensión, trata de cambiar de tema comentando algo sobre un examen próximo, pero la conversación sigue centrada en Zoe y Asher. Mikel, sentado a mi lado, me lanza una codazo de "cálmate, amigo" y sé que tiene razón, pero joder es difícil cuando tengo a Asher tan cerca de ella, cuando parece tan decidido a llamar su atención.

—Entonces, ¿qué dices, Zoe? —insiste él, sin dejar de sonreírle—. ¿Te animas? Si no quieres entrenar para los bolos, podemos hacer algo más interesante.

El golpe de mi puño sobre la mesa resuena en todo el bar, haciendo que todos alrededor se callen de golpe. Las cervezas en los vasos tiemblan y la risa despreocupada de mis compañeros se corta en seco. Puedo sentir las miradas clavadas en mí, pero no me importa. Estoy harto de ver cómo Asher no para de intentar ligar con Zoe como si ella fuera algún premio que tiene que ganar esta noche.

—¡Basta ya, Asher! —mi voz sale disparada, más alta y firme de lo que esperaba—. Deja de intentar coquetear con Zoe de esa forma tan poco respetuosa.

El silencio se hace más denso. Zoe me mira con los ojos muy abiertos, como si no supiera si estar enfadada o sorprendida, y Asher se reclina en su silla con una sonrisa de suficiencia. Él sabe muy bien lo que está haciendo y está disfrutando de cada segundo de esta tensión que ha provocado.

—¿Qué pasa, Lucas? —dice, con su tono despreocupado de siempre, pero sus ojos tienen un brillo peligroso—. ¿No puedo ser amable con nuestra nueva amiga?

—Ser amable es una cosa —respondo, con los dientes apretados—. Pero lo que estás insinuando no tiene nada de amable.

Asher se ríe, un sonido corto y cínico que me pone de los nervios.

—Vaya, no sabía que tenías la patente sobre con quién puedo o no puedo hablar —replica con una burla evidente en su tono—. ¿O es que te molesta que Zoe pueda decidir por sí misma?

Quiero replicar, decirle exactamente lo que pienso, pero sé que este no es el lugar ni el momento. Miro a Zoe, que ahora se ha ruborizado por completo, su expresión es una mezcla de incomodidad y confusión. No quería hacer una escena, pero ya es demasiado tarde.

—Solo te estoy pidiendo respeto, Asher —insisto, mi voz más contenida ahora.

Asher se encoge de hombros, como si no le importara en absoluto, pero puedo ver el destello de diversión en su mirada.

—Por supuesto, capitán, lo que tú digas —dice finalmente, levantando su vaso en un falso brindis—. A disfrutar de la noche.

Veo cómo sonríe de lado y coloca su brazo despreocupadamente sobre el respaldo de la silla de Zoe, como si quisiera dejar claro que no va a dar un paso atrás. Mi cuerpo se tensa. Puedo sentir la rabia creciendo en mi pecho, como una ola que amenaza con estallar con violencia. Mis manos se cierran en puños y por un segundo, pienso en quedarme y enfrentarme a él aquí mismo. Levantarme y arrancarle el puto brazo de cuajo, pero no puedo. No quiero parecer un energúmeno que no sabe controlar su ira. No quiero dejar que las emociones me controlen.

Sin decir nada, me levanto bruscamente de la mesa. La silla raspa contra el suelo y noto cómo las miradas de todos se clavan en mí, pero me da igual. Necesito salir de aquí antes de hacer algo de lo que me arrepienta. Empujo la puerta del bar con demasiada fuerza y salgo al aire fresco de la noche, intentando calmarme, intentando contener el temblor en mis manos.

Cada paso que doy lejos del bar parece insuficiente para dejar atrás la rabia que me consume. La imagen de Asher, tan cómodo al lado de Zoe, sigue quemándome por dentro. ¿Por qué demonios no puedo simplemente dejarlo pasar? ¿Por qué me molesta tanto?

Me apoyo contra la pared del edificio, tratando de respirar profundamente. Pero cada inhalación solo alimenta el fuego que siento en el pecho. No quería que la noche terminara así, joder. Ni siquiera he tenido tiempo de hablar con Zoe, porque es cabrón se pega a ella como una garrapata.

Cierro los ojos, intentando aclarar mi mente, pero solo puedo pensar en una cosa: entra en el bar y darle una paliza a Asher.

—> Aquí ruegos, preguntas y reclamaciones.
SARHANDA   🥰

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top