11. ¿Interrumpo algo?
NARRA ZOE
Estoy sentada en la cafetería, removiendo distraídamente mi ensalada insípida mientras Emily me habla con entusiasmo sobre Jake. Es lunes y después del intenso fin de semana, la realidad de un nuevo día de clases parece un tanto surrealista. La energía en la cafetería es la habitual: bullicio de conversaciones sobre el partido del viernes, el sonido metálico de las bandejas moviéndose de un lado a otro y el suave murmullo de risas que se entremezclan con el olor a comida.
Emily, sin embargo, está en su propio mundo, ajena a todo lo que no sea Jake. Su rostro se ilumina mientras me cuenta lo increíble que es, cómo la hace reír con sus bromas y lo atento que fue durante la fiesta en la playa. Me cuenta lo mucho que bailaron y lo emocionante que fue cuando se besaron. Me resulta imposible no sonreír al verla tan feliz, aunque mi mente sigue atrapada en los eventos del viernes y todo lo que sucedió después.
—De verdad, Zoe, Jake es tan... —Emily suspira, apoyando la barbilla en la mano en una posa soñadora—, no sé, es como si por fin hubiera encontrado a alguien que me entiende, ¿sabes? Alguien que no se asusta de mis locuras.
Asiento, tratando de centrarme en lo que dice, aunque una parte de mí sigue revisando cada detalle de esa noche en la playa. Las palabras de Emily, sin embargo, me sacan momentáneamente de mis pensamientos.
—Me alegra que te sientas así —le digo, sonriendo genuinamente—. Jake parece un buen tipo.
Ella asiente con alegría.
—Lo es, lo es.
Mi amiga sigue hablando sobre Jake, pero mi mente se mantiene anclada en la noche de la fiesta. No puedo dejar de pensar en lo que pasó, en cómo todo se torció tan rápido. Finalmente, mientras ella me describe el look que quiere llevar para su cita con Jake el próximo viernes, decido que es momento de contarle lo que sucedió.
—Emily... —la interrumpo suavemente.
Ella se detiene y me mira con sus ojos brillantes de emoción.
—¿Qué pasa? —pregunta, inclinándose un poco hacia adelante.
Respiro hondo y decido ir al grano.
—Hay algo de la fiesta que no te he contado —empiezo a decir, sintiendo cómo las palabras comienzan a fluir—. Pasaron algunas cosas... con Lucas y también con Ethan.
Mi amiga frunce el ceño, ahora claramente intrigada.
—¿Qué cosas?
Le doy un sorbo a mi bebida, organizando mis pensamientos antes de continuar.
—Después del partido, en la playa, me encontré con Lucas en los acantilados—comienzo mi relato, observando cómo la expresión de Emily cambia al escuchar su nombre—. Estuvimos hablando y en un momento dado... bueno, las cosas se pusieron un poco intensas. No pasó nada —añado rápidamente, viendo cómo sus ojos se agrandan de forma desmedida—, pero estuvimos muy cerca. Hubo algo de coqueteo o eso creo. Estábamos en medio de una conversación un poco íntima y curiosa cuando Ethan apareció y las cosas se pusieron tensas entre ellos dos.
Mi amiga me observa con atención y sus cejas oscuras permanecen fruncidas mientras asimila la información.
—Ethan estaba muy molesto —continúo—. Me pidió que me fuera con él y cuando lo hice, empezamos a discutir en el coche. Me recriminó por haber estado con Lucas e insinuó que él solo quería aprovecharse de mí porque estaba algo bebida... La cosa se puso muy fea, Em. Nos pusimos a gritarnos.
—¿Ethan y tú...? —Ella me mira sorprendida.
—Lo sé. Parece raro y yo tampoco lo esperaba —admito con tristeza—. Ethan casi llega a las manos con Lucas por mí y luego, ya en el coche de camino a la residencia, me trató como si no supiera lo que estaba haciendo, como si yo no pudiera tomar mis propias decisiones.
Mi amiga se queda en silencio por un momento, claramente procesando todo lo que le he contado.
—Wow, Zoe... me estás dejando alucinada —dice finalmente—. ¿Y cómo terminó todo? ¿Qué pasó después?
—Al final, Ethan me llevó de vuelta a la residencia, pero fue un trayecto muy incómodo —le explico—. Antes de despedirnos, me preguntó si me gustaba Lucas. No supe qué decirle, Emily. Estoy tan confundida. No sé lo que siento... solo sé que ahora todo es un verdadero lío.
Ella se inclina hacia adelante de nuevo y me toma de la mano.
—Zoe, lamento que hayas tenido que pasar por eso —dice, con una seriedad que no suele tener—. Pero creo que hiciste bien en decirle a Ethan cómo te sientes. No puede protegerte de todo, especialmente cuando tú eres la única que puede decidir lo que quiere.
Asiento, agradecida por su apoyo.
—Eso mismo le dije.
—No puedo creer que Ethan haya actuado así —protesta Emily, claramente molesta—. Está bien que sea nuestro amigo y todo, pero no tiene derecho a comportarse de ese modo. Todo tiene un límite.
Vuelvo a asentir.
—Zoe, sé que Ethan es muy protector, pero esto... —suspira—. Esto no es normal. Se preocupa por ti, sí, pero parece que hay algo más detrás de ese comportamiento.
Levanto la vista, confusa por su insinuación.
—¿A qué te refieres? —pregunto, aunque en el fondo temo saber la respuesta.
Ella se recuesta en su silla, mirándome con esa expresión que pone cuando está a punto de decir algo importante, porque tuerce la boca.
—Solo digo que... tal vez Ethan siente algo más por ti que una simple amistad. Quiero decir, la manera en que reaccionó, cómo casi se pelea con Lucas, la forma en que siempre está pendiente de ti... no sé.
Niego con la cabeza enérgicamente.
—No, no creo que sea eso. Ethan siempre ha sido así, sobreprotector. Pero no creo que sienta algo más...
Ella me observa con una chispa de compasión.
—Oye, no te estoy diciendo que tengas que hacer algo al respecto —dice suavemente—. Solo creo que es algo que deberías considerar.
Sus palabras resuenan en mi mente, creando un torbellino de pensamientos y sentimientos contradictorios. No puedo evitar recordar la intensidad en los ojos de Ethan cuando discutíamos en el coche y cómo me dolió verlo así.
—No sé, Em... —murmuro, sintiéndome más perdida que nunca—. Solo quiero que las cosas vuelvan a ser como antes. Sin complicaciones.
Ella me da una sonrisa comprensiva y me aprieta la mano con cariño.
—Lo sé, preciosa. Pero las cosas siempre se complican cuando los sentimientos están involucrados. Lo único que puedes hacer es ser honesta contigo misma y también con ellos. Lo demás... lo demás se resolverá a su debido tiempo.
—Estoy muy perdida —le digo, suspirando con el peso de la confusión que llevo dentro.
—Ya, lo sé. —Emily me da un un último apretón en la mano, pero de repente, su mirada se desvía hacia la entrada de la cafetería—. Oh, Dios... acabo de ver entrar a Lucas.
Mi corazón da un vuelco. Siento cómo se acelera mi pulso y mi estómago se enreda en un nudo de nervios. Me resisto a girarme para verlo, pero la curiosidad me carcome.
—¿Qué? ¿Dónde? —pregunto, aunque trato de mantener la voz baja.
—Justo detrás de ti, cerca de la entrada y va a acompañado de otros jugadores del equipo de fútbol—susurra mi amiga, conteniendo una risita mientras toma un sorbo de su bebida.
Instintivamente, me inclino hacia adelante y agarro una servilleta colocándola frente a mi cara como si eso pudiera darme el poder de la invisibilidad. Emily estalla en carcajadas.
—¡¿Qué demonios estás haciendo, Zoe?! —me pregunta entre risas.
—¡Estoy mortificada! —confieso, ocultándome aún más detrás de la servilleta—. Puede que en la fiesta le haya dicho a Lucas algunas cosas... cosas que probablemente no debería haber dicho.
Emily trata de contenerse, pero la risa le sigue saliendo en forma de pequeños jadeos.
—¿Qué le dijiste? Vamos, cuéntame.
Me encojo de hombros, sintiendo el calor en mis mejillas intensificarse.
—No lo sé exactamente... Estaba un poco... bueno, había bebido algunas cervezas y ya sabes... —murmuro, sintiendo que mi cara arde en llamas de la vergüenza—. Pero creo que le dije que me parecía demasiado guapo... entre otras muchas cosas. Y ahora no sé cómo mirarlo a la cara. ¡Ay, por Dios! ¿Tú crees que si me meto debajo de la mesa no me verá?
Emily se ríe aún más fuerte y estoy segura de que toda la cafetería debe estar mirándonos.
—Zoe, por el amor de Dios... —dice, tratando de recuperar el aliento—. Relájate. No es el fin del mundo.
—Para mí sí lo es —insisto—. ¿Y si me recuerda lo que le dije? ¿Y si piensa que soy una idiota total? No, eso estoy segura de que lo piensa.
Mi amiga me lanza una mirada tierna, pero llena de diversión.
—Lucas probablemente piense que en la fiesta fuiste muy adorable —dice, y su tono es tranquilizador aunque no puede evitar sonreír de oreja a oreja—. Además, si está tan interesado en lo que dijiste, entonces quizá no deberías estar tan preocupada.
Miro de reojo hacia la entrada, tratando de ver si Lucas aún está cerca, pero no tengo el valor de bajar la servilleta. Aunque la risa de Emily me hace sentir un poco mejor, el nerviosismo sigue ahí, revoloteando en mi pecho.
Emily deja de reírse lo suficiente como para tomar aire y me lanza una mirada traviesa.
—¿Sabes qué deberías hacer? —dice, entrecerrando los ojos mientras juega con la pajita de su bebida—. Deberías ir a saludarlo.
La miro con horror y con los ojos abiertos como platos.
—¡¿Qué?! ¡Ni loca! —exclamo, sintiendo un nuevo torbellino de nervios recorrer mi cuerpo—. No puedo hacerlo. ¡Estoy muerta de la vergüenza!
Emily se inclina hacia adelante, apoyando los codos en la mesa, con esa expresión suya de "esto va a ser divertido".
—Vamos, Zoe. ¿Qué es lo peor que podría pasar? —me pregunta, sabiendo muy bien que estoy a punto de explotar de ansiedad—. Solo acércate, dile "hola" y luego vuelves aquí como si nada.
—¡Claro! ¿Qué es lo peor que podría pasar? —repito, incrédula—. ¿Qué tal si me ignora? ¿Y si finge no conocerme? O peor... ¿Y si empieza a reírse en mi cara?
Emily se muerde el labio para no volver a estallar en carcajadas.
—Lucas no va a reírse de ti —me asegura, aunque la diversión en sus ojos no desaparece—. ¿Quién sabe? Tal vez incluso te invite a sentarte con él... o en su regazo. ¿Te imaginas?
Mi corazón da un vuelco ante la idea, pero luego la vergüenza me invade de nuevo. Niego con la cabeza, casi histérica.
—No puedo. Estoy demasiado avergonzada. Ya fue suficiente con lo de la fiesta en la playa.
Mi amiga suspira dramáticamente, como si estuviera decepcionada.
—Estás perdiendo una oportunidad de oro, amiga. —Su tono es juguetón, pero sé que lo dice en serio—. Si no puedes hacerlo, está bien. Solo que... si no vas, nunca sabrás lo que podría haber pasado.
—¡Exacto! —respondo, todavía aferrándome a la servilleta como si fuera un escudo protector—. Y estoy perfectamente bien con no saberlo.
Ella se cruza de brazos, con una ceja levantada y una sonrisa burlona en sus labios.
—De acuerdo, pero realmente quiero saber qué pasó en la playa —insiste—. ¿Qué le dijiste a Lucas para que estés tan avergonzada ahora?
Me siento incómoda en mi silla, retorciendo la servilleta en mis manos. La escena de la playa vuelve a mi mente y siento que me arde en llamas la cara.
—Bueno... —empiezo, intentando encontrar las palabras—. No recuerdo todo con claridad, ya sabes, por la cerveza, pero... le dije algunas cosas que tal vez no debí.
Mi amiga me mira con expectación.
—Le dije que debería cumplir pena de cárcel por ser tan guapo.
Emily parpadea incrédula, antes de estallar en carcajadas. Se lleva una mano a la boca intentando sofocar el sonido, pero es imposible.
—¡No me lo puedo creer! —exclama, recuperando el aliento entre risas—. ¿En serio? Zoe, eso es... ¡Joder!
—¡Ya sé! —respondo, riendo nerviosamente con ella—. Por eso estoy muriendo de vergüenza. No sé cómo voy a mirarlo a la cara otra vez. Igual estoy a tiempo de pedir que me trasladen a otra universidad.
Emily se limpia una lágrima de la risa cuando de pronto, su expresión cambia de forma radical.
Miro de reojo en su dirección y ahí está Ethan, acercándose con su bandeja. Su presencia hace que el ambiente se vuelva tenso de inmediato.
—Eh, hola, chicas —dice con una sonrisa que no alcanza a sus ojos.
—Hola, Ethan —responde Emily con un tono más neutral.
Se sienta junto a nosotras, colocando su bandeja sobre la mesa y lo veo abrir la tapa de su bol de ensalada.
Su pelo, de un castaño claro, está algo desordenado, pero no de forma descuidada; parece que se ha pasado las manos por él un par de veces, como si estuviera pensando en algo muy serio. Lo que realmente me llama la atención son sus ojeras. Están más marcadas que de costumbre, como si no hubiera dormido bien este fin de semana. Le dan un aspecto cansado y algo demacrado.
Incluso sus labios, que usualmente están curvados en una sonrisa ligera o en una mueca sarcástica, ahora están apretados en una línea delgada, lo que le da un aire serio, casi sombrío. Es como si hubiera un peso invisible sobre él, algo que lo mantiene agobiado y al borde del agotamiento.
Puedo sentir la incomodidad en el aire cuando se hace el silencio entre los tres y estoy segura de que Emily también lo nota. Sin embargo, ella parece decidir que lo mejor es dar un paso atrás para que Ethan y yo podamos hablar.
—Bueno, creo que voy a buscar un café o algo... —dice, levantándose de la mesa con una sonrisa forzada—. Os dejo un rato a solas.
Antes de que pueda protestar, ya se ha levantado y se aleja al mostrador, dejándome a solas con Ethan.
Lo oigo suspira con pesar antes de hablar.
—Zoe, antes que nada... quiero disculparme —dice, evitando por un momento mi mirada antes de volver a buscarla—. No debí haberme puesto así en la playa, ni decir las cosas que dije en el coche. Me dejé llevar por los emociones, por la preocupación... y no quiero que esa discusión arruine lo que tenemos.
Su sinceridad me desarma un poco y veo la tensión marcada en sus hombros. Se inclina ligeramente hacia adelante, apoyando los codos en la mesa y sus dedos juegan nerviosamente con el borde de la bandeja.
—Tú eres mi mejor amiga y lo último que quiero es que lo que pasó te haga sentir incómoda conmigo. Estuve pensando en lo que hablamos y me di cuenta de que no puedo controlar lo que haces ni con quién lo haces. No quiero ser ese tipo de amigo que te hace sentir que tienes que elegir entre tu vida y nuestra amistad.
Me observa con si realmente temiera que nuestra relación pudiera haber cambiado irreparablemente.
—Quiero que sepas que me preocupo por ti, mucho —añade en un susurro—. Y solo quiero que estés bien. Pero no quiero que nuestra amistad se vea afectada por mis miedos.
Le miro fijamente, dejando que sus palabras se asienten en mi mente. La sinceridad que destila su voz y la manera en que sus ojos reflejan un arrepentimiento sincero, me hacen sentir una punzada en el pecho.
Tomo sus manos por encima de la mesa, sintiendo la calidez y la familiaridad en su tacto. Nuestras miradas se encuentran.
—Ethan —comienzo a hablar—. No quiero que lo que pasó nos separe. Tú eres de las personas más importantes en mi vida y me aterra pensar que nuestra amistad pueda cambiar por algo así.
Sus manos se relajan un poco bajo las mías, como si mis palabras le dieran un pequeño respiro.
—Pero también necesito que entiendas que... preciso espacio para entender lo que quiero, para tomar mis propias decisiones. Aunque a veces me equivoque —añado, intentando sonar ligera, aunque por dentro estoy llena de dudas—. No quiero que sientas que tienes que protegerme de todo.
Él asiente con sus manos apretando las mías con un toque de comprensión, aunque sé que esto no es fácil para ninguno de los dos.
—Y, por favor, no te disculpes por preocuparte por mí —digo, con una sonrisa que espero suavice un poco la situación—. Solo necesito que confíes en que puedo manejar las cosas a mi manera.
Lo observo en silencio, notando la lucha interna que atraviesa.
Aprieta mis manos un poco más fuerte, como si estuviera intentando transmitir todo lo que no puede decir con palabras.
—Te prometo que voy a intentarlo. Solo... no quiero perderte.
—No lo harás —le digo, entrelazando sus dedos con los míos, intentando que entienda que no hay forma de que eso suceda. Ethan me mira y por un momento, la tensión entre nosotros parece desvanecerse. Nos sonreímos mutuamente, reconociendo en silencio la fuerza de nuestra amistad, pero entonces, una voz dura y fría corta el aire como un cuchillo.
—¿Interrumpo algo?
Levanto la vista rápidamente, encontrándome con Lucas que nos observa con una expresión rígida. Su mirada es afilada y su tono seco me hace sentir un nudo en la boca del estómago. La sonrisa que compartía con Ethan se desvanece al instante y queda reemplazada por una incómoda sensación que se asienta sobre mis hombros.
NARRA LUCAS
Entro en la cafetería con un par de compañeros del equipo de fútbol, hablando del partido del viernes. Parece que hoy no se hable de otra cosa aquí. En toda la mañana no hemos parado de recibir felicitaciones por todas partes y eso me tiene algo distraído.
Aún sigo molesto por lo que pasó en la fiesta de la playa. La imagen de Zoe alejándose con Ethan me sigue jodiendo de una manera que no entiendo y no puedo sacármela de la puta cabeza. En el fondo, me duele más de lo que quiero admitir. He intentado distraerme con Madison, pero la verdad es que ahora me siento más vacío que nunca. Es como si se hubiese abierto un agujero en el centro de mi pecho, imposible de llenar con nada.
Nos dirigimos hacia una mesa al fondo, tratando de esquivar el bullicio de la cafetería. No puedo evitar mirar alrededor, buscando a Zoe, aunque sé que probablemente no esté aquí y si lo está, no sé cómo reaccionaría al verla.
Llegamos a nuestra mesa y me dejo caer en una silla junto a los chicos, tratando de apartar a Zoe de mi mente, aunque solo sea por un rato. Kevin y Mikel ya están metidos en una discusión sobre la jugada del viernes y la intensidad con la que hablan me obliga a enfocarme en ella.
—Tío, no sé cómo lograste esquivar a ese defensa —dice Kevin, agitando su mano como si aún estuviera en el campo—. ¡Era como un tanque!
Sonrío, más por la costumbre que por verdadero entusiasmo.
—Fue pura suerte —respondo, encogiéndome de hombros—. Y un poco de magia de pies, claro.
Mikel suelta una carcajada y me da una palmada en la espalda.
—Magia de pies, mis cojones. Lo que pasa es que el pobre idiota no tenía ni idea de cómo detenerte. Estaba más perdido que un ciego en un tiroteo.
—Cierto, tío, pero fue un partido épico —dice otro de los chicos, Nick, mientras agarra una refresco y lo abre—. Aunque, ¿viste cómo el entrenador casi se desmaya cuando hiciste ese pase de tacón? Pensó que la cagabas seguro.
Me río, recordando la cara del entrenador.
—Sí, casi lo mata un infarto. Pero vamos, tenía todo bajo control.
—Por supuesto que sí, maestro de la táctica suicida —bromea Mikel—. Tienes que enseñarme a hacer eso, colega. Creo que me disloqué el tobillo solo de mirarte.
—Cuando quieras —respondo.
Mientras los demás siguen con su conversación, me esfuerzo por mantener la mente en el presente, en las bromas y en el fútbol, pero no puedo evitar que mi mirada se deslice hacia la entrada cada vez que alguien pasa por la puerta. Mikel, que se da cuenta, frunce el ceño.
—¿Dónde te habías metido el viernes, tío? Un segundo estabas ahí y al siguiente, ¡zas!, desapareciste.
Me encojo de hombros, tratando de sonar despreocupado.
—Tuve que atender una llamada. Era mi madre.
—Vaya, ¿otra vez? —dice Kevin con un tono medio burlón—. Tienes que ponerle límites, tío. No puede estar controlándote todo el tiempo.
—Lo sé, lo sé —respondo, aunque en realidad no estoy de humor para profundizar en eso.
—Pues la próxima vez avisa —dice Mikel—. Te perdiste lo mejor del principio de la fiesta cuando Jack casi se atragante por una apuesta. Aunque ahora que lo pienso... —agrega con una mirada pícara—. ¿No habrás estado con alguna chica que no sea Madison, no?
Pongo los ojos en blanco.
—Lo que tú digas, tío.
Los chicos sueltan unas risas y la conversación vuelve a girar en torno a lo que sucedió después del partido, pero mi mente sigue vagando. Es como si todo lo que intento hacer para olvidar a Zoe me lleva de vuelta a ella y cada vez que recuerdo ese momento que se fue con Ethan... la rabia me quema de nuevo.
Mientras seguimos charlando y bromeando sobre el partido, Mikel de repente se detiene y su mirada fija en algo al otro lado de la cafetería.
—Oye, tío —dice, dándome un codazo en las costillas—, ¿esa no es la chica con la que tienes que hacer lo del proyecto de literatura?
Lo miro, confundido al principio, pero cuando sigo la dirección de su mirada, veo a Zoe sentada en una mesa cerca de la ventana y ahí está Ethan, justo enfrente de ella. Mis ojos se clavan en sus manos entrelazadas sobre la mesa, un gesto íntimo que me atraviesa como una maldita daga.
El ambiente a mi alrededor se congela mientras me esfuerzo por mantener una expresión neutral, pero es difícil, joder, es muy difícil.
—Sí, esa es Zoe —respondo, tratando de que mi voz suene indiferente, aunque sé que Mikel me conoce lo suficiente como para notar que hay algo más.
—Parece que están muy... ¿cómodos? —añade Mikel, levantando una ceja.
Me obligo a apartar la mirada y a encogerme de hombros, como si no me importara.
—Tienen una amistad de años —digo, con un tono que no refleja lo que realmente siento—. Supongo que es normal.
—Sí, claro —responde mi amigo, pero lo noto observándome de reojo—. De todos modos, ¿no vas a ir a saludarla?
—Pasa de eso, tío —respondo rápidamente, sin pensarlo—. Tengo otras cosas de las que preocuparme.
Mikel sigue mirándome de reojo mientras los demás chicos siguen charlando y riendo. Sabe que algo me está afectando.
—Entonces, ¿vas a quedarte de brazos cruzados o piensas tirarte al ruedo de una vez? —pregunta con un tono que intenta sonar despreocupado, pero que claramente está sondeando.
—¿De qué hablas? —replico, sabiendo perfectamente a qué se refiere, pero no queriendo darle el gusto de reconocerlo.
—Vamos, colega. No soy idiota. —Se inclina un poco más cerca y baja la voz—. Está claro que te molesta ver a Zoe con ese tío. Si te gusta la chica, ¿por qué no haces algo al respecto?
La presión en su tono me irrita, haciendo que un sentimiento pesado de molestia se enrosque en mi pecho.
—No es asunto tuyo, Mikel —respondo, más cortante de lo que pretendía.
Mi amigo levanta las manos en señal de rendición, pero no oculta su sonrisa.
—Tranquilo, solo digo que si esa chica te importa, deberías hacer algo. Si no, no te quejes cuando otros tomen la iniciativa antes que tú.
Su comentario me pica como si me estuviera lanzando un reto. Quiero decirle que lo deje estar, que no necesito sus consejos. Estoy molesto, sí, pero no con Mikel, sino con la situación, con Ethan, con Zoe... y tal vez un poco conmigo mismo por no haber hecho nada antes ni saber manejar todo esto, joder.
—Tú no lo entiendes —respondo finalmente—. No es tan simple.
—Claro que no lo es —admite él, encogiéndose de hombros—. Pero nada que valga la pena lo es, ¿no?
—En eso te tengo que dar la razón.
—Pues claro... —comienza—. Y por cierto, no entiendo qué demonios estás haciendo con Madison, pero estás mandando señales muy confusas.
Levanto una ceja, pero él no me da tiempo a replicar.
—Vi cómo la besabas frente a todos en la fiesta de la playa —continúa—. Y cómo te fuiste con ella en tu coche después de que todo terminó.
Me cruzo de brazos, tensando la mandíbula, porque me jode que me ande controlando de esta manera. Sé a dónde quiere llegar con esto y no me gusta nada.
—¿Y? ¿Cuál es el puto problema? —replico, intentando sonar indiferente, pero la verdad es que el comentario me molesta más de lo que debería.
—El puto problema es que si te gusta Zoe, que está claro que sí, no deberías andar exhibiendo tu cariño con Madison como si nada —me suelta sin rodeos—. Porque, sinceramente, estás comportándote como un idiota y lo sabes.
Las palabras me caen como un jarro de agua fría. Mi primer instinto es encogerme de hombros, ignorarlo, pero no puedo evitar sentir la rabia crecer en mi interior, porque sé que tiene razón, aunque no quiera admitirlo.
—No te metas en lo que no entiendes.
Mikel se encoge de hombros, pero no se retracta.
—Tal vez no lo entiendo del todo, Lucas. Lo que sí sé es que estás haciendo un lío de todo esto y al final, el que va a salir perdiendo eres tú.
Su comentario me irrita más.
—No necesito que me des lecciones sobre cómo manejar mis cosas —le espeto, mirándolo con dureza—. Ocúpate de lo tuyo.
—Claro y eso hago. Solo digo que, si sigues así, vas a cagarla y por lo que parece, no quieres eso. —Mikel no se amilana, mantiene su mirada fija en la mía antes de darme una palmada en el hombro como una señal de advertencia—. Piensa en lo que estás haciendo, tío. Antes de que sea demasiado tarde.
Se da la vuelta y se une de nuevo a los demás, dejándome con un nudo de rabia y frustración en el estómago. Sé que tiene razón, pero no estoy listo para aceptarlo. No aún.
Observo cómo Zoe y Ethan siguen con las manos entrelazadas, como si no existiera nadie más en la cafetería. La rabia se mezcla con una sensación de traición que me revuelve las entrañas. No pienso, simplemente actúo. Me levanto del asiento y camino directo hacia ellos.
Cuando estoy lo suficientemente cerca, me detengo y dejo que mis palabras caigan como un martillo entre ellos.
—¿Interrumpo algo? —mi voz sale más dura de lo que esperaba, cargada de la furia que he estado conteniendo desde la fiesta.
—> Aquí ruegos, preguntas y reclamaciones.
SARHANDA 🥰
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