1. El proyecto

NARRA ZOE

Me siento cómoda entre los estantes de libros en la biblioteca de la universidad de Crestwood. La luz tenue de las lámparas de lectura crea una atmósfera tranquila y acogedora a mi alrededor. Mi trenza rubia está perfectamente ajustada, con un mechón rebelde que se escapa y cae sobre mi libro. Mis ojos verdes se deslizan por las páginas de "Orgullo y Prejuicio" de Jane Austen con concentración.

El murmullo suave de los estudiantes debatiendo en las mesas cercanas es como una banda sonora suave y constante que me acompaña. Mis labios se curvan en una sonrisa leve cuando encuentro una cita que me gusta, subrayándola con mi lápiz.

"He luchado en vano. No puedo contenerlo más. Debo decirte cuánto te admiro y te amo."

¡Qué frase más inspiradora!

Me encantaría vivir un romance de libro alguna vez en mi vida, aunque para eso, es importante encontrar al hombre adecuado, algo que me parece sumamente complicado. Entre otras cosas, porque me cuesta mucho conocer a gente en general ya que las habilidades sociales no son mi especialidad. Suelo preferir sumergirme en las historias de amor que se cuecen en los libros, antes de aventurarme a vivir una propia y por eso, sigo virgen a los veinte. Tampoco es algo que me preocupe mucho. Tengo otras prioridades en estos momentos de mi vida, como por ejemplo, los estudios.

Vuelvo a leer la frase subrayada con una sonrisa dibujada en mis labios. Sin embargo, mi paz se ve interrumpida bruscamente cuando la puerta de la biblioteca se abre de golpe.

Levanto la vista con sorpresa mientras un grupo de jóvenes irrumpen en el espacio tranquilo con sus voces y risas resonando en las paredes del lugar. En el centro de la atención está Lucas Bennett, el quarterback del equipo de fútbol americano de Crestwood. Su presencia es como una ráfaga de energía en la habitación, su camiseta del equipo resalta contra el fondo de libros y escritorios perfectamente ordenados.

Llevo varios años coincidiendo con él en algunas clases, pero jamás hemos hablado. No me interesa el fútbol ni tampoco me muevo en su círculo, así que puedo decir que realmente es alguien a quien conozco por su popularidad, porque es imposible ignorar al equipo de fútbol en esta universidad. A menos que vivas en una cueva bajo tierra.

Lucas se mueve con una confianza que parece natural en él, saludando a sus amigos con un gesto casual mientras se sientan en una mesa cercana a la mía. Sus risas llenan el espacio, contrastando con el ambiente silencioso que había disfrutado momentos antes. Observo con curiosidad y cierta incomodidad mientras él y los demás compañeros de equipo que lo acompañan, sacan sus libros y apuntes, aparentemente ajenos al efecto que están teniendo en los demás estudiantes. Algunas chicas están embobadas mirando al quarterback del equipo de fútbol como si se tratase de una auténtica estrella del rock internacional. Odio esa situación. Odio el fanatismo por el fútbol americano y odio todo lo que eso conlleva.

No puedo evitar poner los ojos en blanco ante el hecho de que varias chicas de otra mesa han empezado a propinarse codazos y a soltar risitas tontas a la llegada del quarterback. Me resulta tan cliché que hasta lo aborrezco, porque nunca he entendido que una persona despierte tu interés solo por el deporte que practica y el éxito que tenga haciéndolo. Quiero decir, ¿dónde queda todo lo demás? Saber si es buena persona, si tiene más aficiones, si es tranquilo o nervioso o qué sé yo... si es vegano.

Intento volver a mi lectura, pero la interrupción persiste en mi mente. ¿Qué hace alguien como Lucas en la biblioteca, un lugar que parece tan fuera de su entorno habitual? Mientras intento concentrarme nuevamente, una sombra de frustración cruza mi rostro. La presencia de Lucas y su grupo no solo ha perturbado mi paz, sino que también ha despertado mi curiosidad sobre quién es él realmente y qué lo ha llevado hasta aquí.

La biblioteca de Crestwood siempre ha sido mi refugio, un oasis de calma en medio del bullicio del campus. Principalmente porque es el lugar más lejano al equipo de fútbol universitario, a los populares de campus y a todo lo que eso conlleva.

Me sorprende verlo aquí, en la biblioteca. Lucas es el tipo de persona que se mueve en círculos diferentes a los míos: fiestas, partidos y eventos sociales que evito cuidadosamente desde... SIEMPRE. Sus ojos oscuros recorren la sala antes de detenerse en mí por un instante y siento una ola eléctrica recorrer mi cuerpo de pies a cabeza y obligarme a enderezarme un poco sobre la silla cuando veo que me mira. Nuestros mundos parecen colisionar en este tranquilo santuario de conocimiento y silencio.

¡Espera! ¿Me está mirando? ¿A mí?

Aparto el mechón de pelo rubio que cae sobre mi frente y que lleva toda la mañana dándome la lata.

¿Acaso me reconoce o simplemente me está mirando de pasada?

Lo que me sorprende es su mirada, detenida en la mía por un breve instante. Parece atento a mi y no acabo de entender por qué. Es como si nuestros mundos, tan diferentes en apariencia y estilo de vida, se superpusieran por un instante fugaz. Esa mirada intensa me hace sentir repentinamente consciente de mí misma, preguntándome qué podría significar este encuentro fortuito en un lugar donde rara vez se deja ver.

Sus ojos oscuros parecen absorber la luz tenue del lugar, centelleando con una intensidad que denotan concentración o quizás una distracción momentánea. El cabello oscuro y bien cuidado le cae desordenadamente sobre la frente, aportando un aire despreocupado a su apariencia. Sus rasgos, angulares y marcados, muestran una combinación de determinación y relajación que sólo alguien acostumbrado a la atención constante podría proyectar. Viste la camiseta del equipo de fútbol en color azul claro con subtonos dorados, ajustada y delineando sus definidos músculos de una perfección casi insultante. Sus manos, grandes y hábiles, se mueven con agilidad sobre el libro que sostiene.

Es guapo, no lo voy a negar. Guapo hasta dar asco. Con esa imponente altura de metro ochenta, ese cuerpo tallado a base de partidos de futbol y entrenamientos duros y esa mirada intensa que tiene la capacidad de atravesar cualquier fachada y llegar directamente a lo más profundo de tu ser. Su simple presencia llena el espacio, como si fuera un personaje que se ha adentrado en un escenario inesperado y ahora esta descubriendo qué hacer en él.

Después de nuestro fugaz intercambio de miradas, Lucas aparta sus ojos marrones rápidamente y se vuelve hacia el grupo de amigos que lo acompaña. Su gesto es sutil pero inequívoco: está más interesado en las bromas y risas compartidas con ellos que en cualquier interacción adicional conmigo. Vamos, lo normal para alguien como él. Observo cómo su expresión se relaja en medio de la animada conversación, como si mi presencia en la biblioteca fuera simplemente un paréntesis más en su día.

Me pregunto qué habrá pensado de mí en esos breves momentos en los que nuestras miradas se han encontrado. Su evasión ha sido rápida pero no imperceptible; hay algo en la forma en que apartó la mirada que me hace cuestionar si habrá sentido algo similar a lo que yo he experimentado en ese instante. ¿Curiosidad, indiferencia o simplemente casualidad? No estoy segura, pero me deja con una sensación extraña en el pecho mientras vuelvo a sumergirme en mi libro, tratando de ignorar la incomodidad que me ha causado.

Estoy completamente absorta en las páginas de mi libro cuando una sombra cae sobre la mesa. Al levantar la vista, me encuentro cara a cara con Lucas Bennett.

¿En qué momento ha recorrido el espacio que separa su mesa de la mía?

Su presencia imponente me hace sentir un nudo en el estómago, pero intento mantener la calma. No puedo evitar notar cómo sus ojos oscuros se detienen un momento en los míos antes de hablar.

—Hola, Zoe —dice con su voz profunda y rompiendo el silencio de la biblioteca—. ¿Tienes un momento?

Mi sorpresa es más que evidente, porque abro los ojos de par en par y estoy a punto de caerme de la silla por la impresión. ¿Por qué Lucas Bennett, de todos los estudiantes que hay aquí, estaría hablándome a mí?

Creo que es la primera vez que cruzamos palabras. Ni siquiera sabía que conocía mi nombre.

—Sí... ¿qué necesitas? —pregunto, intentando sonar indiferente mientras cierro mi libro con cuidado.

Por mi mente vuelan unas cuantas posibles peticiones que lo hayan podido llevar a acercarse a mi, como por ejemplo, pedirme el sacapuntas, una goma de borrar o que sé yo, ofrecerme dinero a cambio de hacerle algún trabajo académico. No sería el primero que intenta sobornarme con dinero para que presente sus trabajos por él. Tengo fama de ser empollona, aplicada y de sacar excelentes notas. Me sorprendería que tuviese tanta cara dura de venir a pedirme algo así, pero de mister popular puedo esperarme cualquier cosa.

—Parece que nos han emparejado para el proyecto de literatura —dice él, y puedo ver un atisbo de nerviosismo en su expresión.

Parpadeo varias veces como una tonta, sin poder creer lo que acabo de escuchar.

¡¿Que nos han emparejado?! ¿Quién, cómo, dónde, cuándo...? ¿Y por qué me estoy enterando por él? Todas estas preguntas colapsa en mi cerebro.

—¿Disculpa? ¿Nos han emparejado... juntos? Quiero decir... ¿tú y yo? —balbuceo, mientras señaló con el dedo índice el espacio que nos separa.

Genial, no solo parezco tonta sino que encima me esfuerzo por demostrarlo.

¡Maldita sea!

Lucas asiente y su expresión se mantiene seria.

—Sí, el profesor de literatura me lo acaba de decir. Pensé que podríamos empezar a planear cómo dividirnos el trabajo. No quiero arruinar tu promedio —añade con una media sonrisa.

¡Ah, pero que él también sabe que soy buena estudiante!

Vaya, vaya... igual también tengo mi lado popular y no lo sabía.

Espera, espera, espera... ¿No me habré quedado dormida sobre el libro que estaba leyendo y he empezado a soñar cosas raras? Últimamente tengo sueños bastante random.

Intento procesar la información, sintiendo una mezcla de sorpresa y frustración. ¿Cómo es posible que me haya enterado del proyecto de literatura así?

—Esto debe ser una broma —murmuro para mí misma antes de mirarlo de nuevo. —¿Por qué tú?

En realidad, esa última pregunta quería hacerla mentalmente, pero mi boca ha decidido verbalizar el pensamiento tan alto como claro.

Lucas parece un poco herido, pero se mantiene firme.

—Lo sé, no era lo que esperaba tampoco, pero aquí estamos. Voy a esforzarme, lo prometo. Quiero hacerlo bien. Necesito que este proyecto salga bien para mantener mi beca —dice con un tono serio—. Si no, corro el riesgo de perderla.

Sus palabras sinceras me toman por sorpresa y por un momento, me pregunto si he sido demasiado rápida en juzgarlo. No suelo fallar cuando se trata de calar a las personas, pero qué sé yo.

Me quedo callada un momento, procesando lo que acaba de decir. Lucas Bennett, la estrella del equipo de fútbol, necesita aprobar esta asignatura tanto como yo. Empiezo a sentir una mezcla de empatía, pero también de preocupación, porque no tiene fama de ser muy aplicado en los estudios y no quiero que eso me perjudique.

No, no, no... definitivamente ¡NO!

—Creo que deberíamos intentar hablar con el profesor Thomson y decirle que...

—Ya lo he intentado yo —me interrumpe—. Le dije que no era una buena idea, pero se negó en rotundo.

¡Mierda!

Lo miro y parpadeo sopesando mentalmente la gravedad del asunto. En el peor de los casos, me tocará hacer el trabajo sola...

—Está bien —digo finalmente, relajando un poco mi postura. —Podemos empezar discutiendo nuestras ideas y cómo vamos a abordarlo. ¿Te parece bien si nos reunimos aquí mañana por la tarde?

—Perfecto— responde Lucas y puedo ver una ligera relajación en sus hombros. —Nos vemos mañana, entonces. Vendré después del entrenamiento. Te veo a las cinco.

Lo observo mientras se aleja y se reúne con sus amigos, aún incrédula de nuestra nueva situación. No puedo evitar sentirme atrapada en un torbellino de pensamientos confusos. ¿Será una buena idea hacer el proyecto con él? Lucas tiene fama de ser un mujeriego y de no tomarse las cosas muy en serio fuera del campo de fútbol. Pero, ¿y si me equivoco? ¿Y si realmente está comprometido a hacer un buen trabajo? La responsabilidad de mantener su beca podría ser el impulso que necesita y tampoco quiero presuponer que va a perjudicar mi nota antes de tiempo.

Suspiro, dejando mi libro a un lado de la mesa. Mi primer instinto es rechazar la idea, buscar la forma de trabajar sola o con alguien más afín a mí. Pero algo en su expresión, en la forma en que sus ojos oscuros buscaron los míos unos instantes atrás, me hace dudar. Quizás este proyecto no sea solo una prueba académica, sino una oportunidad para ver más allá de los estereotipos.

Lucas siempre ha sido una figura enigmática para mí. A primera vista, parece el típico deportista: alto, atlético, con una sonrisa encantadora que derrite corazones a su paso. Pero he notado destellos de algo más en él, algo que va más allá de las apariencias. Recuerdo haberlo visto una vez en la cafetería del campus, solo, concentrado en un libro de filosofía. No cuadraba con la imagen superficial que siempre había tenido de él y aunque aquello me chocó, no le di más importancia, porque Lucas no es importante para mí.

Tal vez, detrás de esa fachada de estrella del fútbol y mujeriego, hay una persona con aspiraciones y miedos, alguien con quien podría incluso tener algo en común, quien sabe.

Una cosa es segura: este proyecto va a ser mucho más interesante de lo que imaginaba.

Decido que es momento de levantarme y despejar la mente. Orgullo y Prejuicio tendrá que esperar. Guardo mis cosas y me dirijo hacia la salida de la biblioteca. Justo cuando cruzo la puerta, escucho una voz aguda y familiar detrás de mí.

—¿Qué crees que estás haciendo, ratita de biblioteca?— La voz de Madison resuena en el pasillo y siento una oleada de tensión recorrer mi cuerpo.

Me giro para enfrentarla, intentando mantener la compostura. Frente a mí está Madison Carter, la capitana del equipo de animadoras y la reina indiscutible del campus. Con su largo cabello rubio y ondulado, perfectamente peinado y sus ojos azules siempre atentos a cualquier oportunidad para demostrar su superioridad, Madison es la típica chica popular de las películas de adolescentes. Su presencia siempre viene acompañada de un aura de arrogancia que la rodea como una nube oscura. Siempre le ha gustado molestarme, así que esto no es nuevo para mí. Parece que no soporta a las que nos gusta destacar por nuestras notas y no por el corto de la falda.

—Solo estaba estudiando, Madison. ¿Hay algún problema con eso? —pregunto, tratando de mantener la calma a pesar de sentirme algo intimidada por la presencia de la capitana de las animadoras.

Madison cruza los brazos sobre su pecho, mirándome con desdén. Ella es una de esas personas que parece tenerlo todo: belleza, popularidad y una confianza en sí misma que raya en la soberbia. A primera vista, podrías pensar que su vida es perfecta, pero detrás de esa fachada se esconde una persona controladora y manipuladora, siempre dispuesta a aplastar a cualquiera que se interponga en su camino.

—¿De verdad piensas que puedes trabajar con Lucas en ese proyecto de literatura? Os he oído, ¿sabes? ¿Crees que tienes alguna oportunidad de brillar? —me increpa.

—No tengo intención de brillar —respondo, esforzándome por mantener la voz serena. —Solo quiero hacer bien mi trabajo y sacar buenas notas.

Ella da un paso hacia mí y sus amigas riéndose por lo bajo detrás de ella.

—Escucha, Zoe. Lucas no es para ti. Ni en el aula, ni en ninguna otra parte. Así que mejor no te hagas ilusiones.

Trago saliva, tratando de ignorar el hormigueo de nerviosismo en mi estómago. La mirada de Madison es desafiante, casi amenazante. No puedo evitar sentirme pequeña ante su presencia, pero me obligo a mantener la cabeza en alto.

—No estoy interesada en Lucas de esa manera —respondo, aunque mi voz suena menos convincente de lo que me gustaría.

De verdad que no entiendo que me vea como posible competidora...

Madison sonríe de manera condescendiente.

—Me alegra escuchar eso. Porque si te cruzas en mi camino, te arrepentirás.

Con eso, se da la vuelta y se aleja con sus amigas, dejándome sola en el pasillo. Siento un nudo en el estómago, pero también una chispa de determinación. No voy a dejar que Madison me intimide. Este proyecto es importante y no dejaré que nadie me impida dar lo mejor de mí.

NARRA LUCAS

—Lucas, ¿puedes acercarte un momento? —me llama el profesor Thompson desde su despacho en el pasillo principal del campus.

Asiento y me acerco, sintiendo la curiosidad mezclada con una ligera inquietud. No suelo tener problemas en sus clases de literatura, así que no tengo idea de qué podría querer.

—Claro, profesor. ¿Qué pasa? —pregunto, tratando de sonar relajado mientras los estudiantes pasan a nuestro alrededor.

El profesor Thompson revisa unos papeles que tiene en la mano antes de mirarme con una expresión seria pero amigable.

—Estoy asignando los proyectos de literatura para este semestre —empieza—, y he decidido que vas a trabajar con Zoe.

Parpadeo, sorprendido por un momento. Zoe. La chica de la biblioteca. La chica que siempre parece estar perdida en sus libros. La chica extraña que no suele relacionarse mucho.

¡Mierda, no!

—¿Zoe? —repito, intentando procesar la información—. ¿Por qué nosotros dos? No sé si es la mejor idea, profesor.

El profesor Thompson sonríe levemente.

—Creo que ambos tienen mucho que aprender el uno del otro. Tú eres un excelente atleta y muy disciplinado en tu deporte, pero podrías beneficiarte de la dedicación académica de Zoe. Y creo que Zoe podría beneficiarse de tu capacidad para trabajar en equipo y tu determinación.

Asiento lentamente, aunque todavía un poco escéptico.

—Entiendo, pero... ¿ella está de acuerdo con esto? No estoy seguro de que vayamos a llevarnos bien.

No, joder... Esa chica es la excelencia académica personificada y yo sobrevivo a base de ir raspando los aprobados justitos para seguir estudiando en esta universidad. Me salva el deporte. Lo mío es tener un balón en las manos, no un libro.

El profesor Thompson se reclina contra la pared y me mira fijamente.

—Sé que puede ser un desafío para ambos, pero confío en que trabajarán bien juntos. Zoe es una de las estudiantes más brillantes y dedicadas de la clase, siempre esforzándose por lograr la perfección en cada trabajo. Su enfoque en los detalles y su amor por la literatura pueden inspirarte a ver el proyecto desde una perspectiva diferente que creo que te beneficiará notablemente. Necesitas a alguien que te ayude con la materia. Por otro lado, tu habilidad para trabajar bajo presión y tu experiencia en liderar equipos pueden ayudar a Zoe a salir de su zona de confort y aprender a colaborar más eficazmente. Necesita aprender a delegar y a trabajar en equipo.

Frunzo el ceño, aún no convencido.

—Pero profesor, tengo muchas cosas con las que lidiar ya. Los entrenamientos, los partidos... No sé si podré concentrarme en un proyecto complicado con alguien que no conozco bien. De verdad que entiendo su punto, pero sinceramente, profesor, creo que sería mejor si pudiera trabajar con alguien más. Alguien con quien ya tenga una buena relación de trabajo. No quiero arruinar mi promedio ni el de Zoe por algo que podría evitarse.

El profesor Thompson me mira con seriedad y su voz es firme.

—Lucas, sé que tienes muchas responsabilidades, pero creo que esta experiencia será valiosa para ti. Y no te preocupes, estoy convencido de que Zoe será perfectamente consciente de tu complicado horario y estará dispuesta a trabajar contigo para encontrar un equilibrio. Precisamente quiero que os complementéis.

Y yo lo que quiero es gruñir de frustración.

—¿No podría reconsiderar la opción de cambiarme de compañera? Creo que funcionaría mejor con alguien más compatible y menos exigente a nivel académico.

El profesor niega con la cabeza.

—Lo siento, pero esto no se trata de buscar compatibilidades sino de ser complementarios, como ya he dicho. Busco emparejar a gente que a simple vista tengan poco en común y puedan enriquecerse mutuamente.

Me detengo un momento, asimilando sus palabras. Tiene sentido, aunque aún me cuesta imaginar cómo va a funcionar esto. Suspiro irritado.

—Lo entiendo, profesor, pero realmente creo que sería mejor para todos si pudiera trabajar con alguien más —trato de hacerle cambiar de opinión sin mucho éxito. 

El profesor Thompson no cede.

—Aprecio tu preocupación, Lucas, pero mi decisión es definitiva.

Miro resignado hacia arriba, como si quisiera enfocar un punto fijo en el techo.

Menuda mierda...

—Lo entiendo, profesor —respondo con seriedad—. Haré lo mejor que pueda.

El profesor Thompson asiente con aprobación.

—Eso es lo que quería escuchar. Habla con Zoe lo antes posible para que podáis empezar a planear. Estoy seguro de que juntos haréis un gran trabajo.

Me despido del profesor y me alejo por el pasillo con mi mente ya trabajando en cómo abordar a Zoe sobre este proyecto. Esto va a ser interesante, sin duda.

***

La biblioteca no es exactamente mi lugar favorito, pero aquí estoy, obligado a cumplir con una tarea de literatura que podría afectar a mi beca deportiva. La única razón por la que estoy tomando esta clase es porque necesito mantener mis calificaciones para seguir jugando al fútbol. Y, bueno, las clases de literatura suelen ser una opción fácil, o eso pensaba.

Joder, de todas las personas que me podían haber tocado para el proyecto, me ha ido a tocar justamente ella; la única chica que no conozco de nada. La rarita.

Zoe... no sé qué, porque no, no sé cuál es su apellido. Tampoco me importa.

Antes de que me la hayan asignado como compañera para el proyecto de literatura, la recuerdo vagamente de algunas clases compartidas y de los breves encuentros en los pasillos del campus. Ella es la típica chica "nerd".

Siempre la he visto como la chica reservada que se esconde detrás de sus libros, con el cabello rubio recogido en una trenza desaliñada y una expresión concentrada que parece impermeable al bullicio que la rodea. No es alguien que se destaque en mi mundo lleno de deporte y camaradería ruidosa, pero hay algo en su presencia silenciosa que siempre capta mi atención de manera inconsciente.

Recuerdo haberla visto sentada en las primeras filas durante las clases, tomando notas diligentemente mientras que yo, desde el fondo del aula, a menudo me pierdo en mis pensamientos o en alguna broma con mis compañeros de equipo. Su imagen es la de una chica estudiosa y dedicada, alguien cuya vida parece girar en torno a los libros y el conocimiento, completamente opuesta a la mía.

Zoe es la última chica en la que me fijaría.

Existen también esos pocos momentos en la cafetería, donde ella suele sentarse sola, con un libro en una mano y un café en la otra. En esos instantes, he notado la serenidad en su rostro, una calma que yo rara vez encuentro en mi propia vida acelerada. Pero más allá de esas observaciones pasajeras, nunca he tenido una razón de peso para acercarme a conocerla realmente.

No es es el estilo de chica que llama la atención. Al menos no a los que tenemos chicas dispuestas a todo.

Lo más destacable en mis recuerdos, puede que sea la indiferencia que ella parece tener hacia el resto del mundo, incluida la multitud que nos rodea al equipo de fútbol. Zoe es como una isla en medio de un mar de estudiantes, siempre apartada, siempre concentrada, siempre en su mundo independiente.

Empujo la pesada puerta de la biblioteca y me recibe el sonido suave de las páginas pasando y susurros apenas audibles de los estudiantes. No puedo evitar sentirme un poco fuera de lugar aquí. Normalmente, mi reino es el campo de fútbol, no un edificio lleno de libros polvorientos.

Creo que este sitio me produce urticaria o me crea una reacción alérgica adversa, no lo sé todavía, pero no pienso quedarme aquí el tiempo suficiente como para descubrirlo.

Me acomodo frente a una mesa con mis colegas entre bromas y risas, mientras saco un libro de la mochila. Recorro la sala con la mirada hasta que encuentro a Zoe sentada frente a un libro que parece ser de literatura clásica.

Ni me sorprende.

Sus ojos verdes e intensos, casi hipnotizantes, se clavan en los míos y hay una chispa de inteligencia y determinación en ellos que no puedo ignorar.

Mientras nuestras miradas se cruzan lo que parece una eternidad, siento como si ella pudiera ver más allá de mi fachada de estrella del fútbol y vislumbrar mis verdaderos pensamientos y emociones, lo que me hace sentir un tanto vulnerable.

Deshago el contacto visual y vuelvo a prestar atención a mis colegas que están de bromas y risas. Algunos estudiantes nos chistan para que guardemos silencio, porque estamos armando un poco de jaleo.

No puedo creer que el profesor Thompson no haya reconsiderado cambiarnos para el proyecto. ¿Por qué tiene que ser Zoe? No es que tenga nada en su contra personalmente, pero apenas nos conocemos y nuestras vidas no podrían ser más diferentes. Ni siquiera tengo claro que me interese conocerla. Hemos coincidido en algunas clases estos años y lo único que sé de ella, es que no obtiene ninguna nota que esté por debajo del sobresaliente.

Antes de acercarme a ella, mis pensamientos son un torbellino de confusión y apatía.

Respiro hondo, tratando de calmar mis nervios. No quiero parecer desesperado ni molesto, aunque es justo lo que siento. Tengo que encontrar la manera de explicarle la situación sin que suene a una queja por mi parte.

Thompson dice que podemos aprender el uno del otro, pero lo único que estoy aprendiendo ahora mismo es lo frustrante que puede ser cuando las cosas no salen como las planeas. Tal vez Zoe sea más comprensiva de lo que pienso. Quizás podamos encontrar una manera de hacer que esto funcione, pero me falta la motivación necesaria, porque no me siento cómodo con la idea de trabajar con ella. Es el tipo de chica que no le vale que el famoso quarterback le diga un par de cosas bonitas al oído para ceder. A cualquier otra chica podría ligármela y haría encantada el trabajo por mi, ¿pero Zoe?

No, Zoe no... está tiene pinta de partirme la cara como se me ocurra siquiera guiñarle un ojo.

Suspiro y finalmente me decido. No puedo seguir dándole vueltas al tema. Es hora de hablar con ella y ver cómo podemos manejar este proyecto juntos. Aunque no sea la situación ideal, tendré que hacer que funcione de alguna forma.

—Hola, Zoe —digo, rompiendo el silencio de la biblioteca con mi voz más grave de lo que esperaba—. ¿Tienes un momento?

La sorpresa en su rostro es más que evidente. Sus ojos se abren de par en par y parece a punto de caerse de su asiento por la impresión, al dar un pequeño respingo sobre la silla. Atrapa mis ojos castaños con los suyos de un color verde manzana espectacular. Tiene unos ojos preciosos y grandes, que nunca antes había mirado tan de cerca.

Es la primera vez que realmente cruzamos palabras y por su expresión, parece algo más que sorprendida por mi iniciativa a hablar con ella.

—Sí... ¿qué necesitas? —responde, aturdida.

Siento que puedo leer sus pensamientos con una claridad asombrosa: ¿Qué hace aquí? ¿Qué quiere? ¿Por qué me está hablando? Está desconcertada y la entiendo. Si no fuese por el puto proyecto de literatura, juro que jamás me habría acercado a hablar con ella.

—Parece que nos han emparejado para el proyecto de literatura —digo, sintiendo un leve nerviosismo al decirlo.

La veo parpadear varias veces seguidas, claramente en shock.

—¿Disculpa? ¿Nos han emparejado... juntos? Quiero decir... ¿tú y yo? —balbucea, señalando el espacio que nos separa con el dedo índice, como si hubiese posibilidad de error.

Me esfuerzo por no sonreír demasiado. Ella parece tan aturdida que me resulta casi adorable.

Asiento, manteniendo mi expresión seria.

—Sí, el profesor de literatura me lo acaba de decir. Pensé que podríamos empezar a planear cómo dividirnos el trabajo. No quiero arruinar tu promedio— añado con una media sonrisa, esperando aliviar un poco la tensión extraña que nos envuelve.

—Esto debe ser una broma —murmura Zoe para sí misma antes de mirarme de nuevo—. ¿Por qué tú?

En realidad, esa última pregunta parecía destinada a quedarse en su cabeza, pero sale de sus labios con total claridad. Me siento un poco herido, pero me mantengo firme. Tengo que hacerlo. Es normal que esté desconcertada.

—Lo sé, no era lo que esperaba tampoco, pero aquí estamos. Voy a esforzarme, lo prometo. Quiero hacerlo bien. Necesito que este proyecto salga bien para mantener mi beca —digo con un tono serio—. Si no, corro el riesgo de perderla.

Puedo ver cómo mis palabras la toman por sorpresa y durante un momento, parece que Zoe reconsidera su juicio inicial sobre mí.

Se queda callada, procesando lo que acabo de decir. Mientras tanto, mi mente se llena de pensamientos contradictorios. Nunca había imaginado que estaría en esta situación, hablando con Zoe en la biblioteca sobre algo tan crucial. He escuchado cosas sobre ella: que es brillante, dedicada, pero también algo distante. Me preocupa que ella piense que no soy más que un deportista sin cerebro.

Bueno, a veces si soy un deportista sin cerebro, pero no siempre.

Finalmente, Zoe relaja un poco su postura.

—Está bien —dice—. Podemos empezar discutiendo nuestras ideas y cómo vamos a abordarlo. ¿Te parece bien si nos reunimos aquí mañana por la tarde?

—Perfecto —respondo, sintiendo que me quito un peso de encima—. Nos vemos mañana, entonces. Vendré después del entrenamiento. Te veo a las cinco.

Mientras me alejo de ella, mi mente está llena de pensamientos. Me pregunto si piensa que soy un caso perdido cuando se trata de los estudios.

Vuelvo a mi mesa en la biblioteca después de hablar con Zoe, sintiendo la mirada curiosa de mi mejor amigo, Mikel, posada sobre mí.

—¿Qué ha sido eso? —pregunta Mikel en voz baja, con una ceja levantada y una sonrisa burlona.

Suspiro y me dejo caer en la silla frente a él.

—Me tocó hacer el proyecto de literatura con Zoe —confieso con pesadez.

Mikel suelta una risa breve pero contenida para no molestar a los demás en la biblioteca.

—¿En serio? ¿Tú y la chica más lista de la clase? ¿Cómo lo has logrado? ¿Le prometiste entradas para los partidos o algo así?

—No fue mi elección —digo con una mueca crispada—. El profesor nos emparejó. Así que aquí estoy, intentando convencerla de que no le arruinaré su promedio.

Mike deja de sonreír y me mira con seriedad.

—¿Y lo harás? ¿Le arruinarás el promedio?

—No, claro que no. Le dije que haré mi parte, que necesito esta beca. Si no apruebo, la pondré en riesgo.

Mike vuelve a sonreír divertido.

—Bueno, eso es motivación suficiente —responde, dándome una palmada en el hombro—. Además, si hay alguien que puede ayudarte a mantenerla, es esa chica con intachable currículum académico. Con ella, la buena nota está garantizada.

Asiento, mirando hacia donde está Zoe, ahora recogiendo sus cosas para irse.

—Sí, lo sé. Solo espero que podamos trabajar bien juntos. No quiero que piense que soy el típico deportista descerebrado.

Mike se echa hacia atrás en su silla, cruzando los brazos detrás de la cabeza.

—¡Vaya! No sabía que ahora te importa lo que las chicas piensen de ti.

Gruño molesto.

—Y no me importa. El tema es que estoy convencido de que su nivel de exigencia conmigo va a ser intenso y no quiero que piense que me escaqueo de mis responsabilidades.

—Entonces demuéstrale quién eres, tío. Tienes la oportunidad de mostrarle que hay más en Lucas Bennett que solo fútbol y todos esos rumores que te rodean.

Sonrío, sin mucho convencimiento.

—Sí, tienes razón. Es solo un proyecto. Puedo hacerlo.

—Claro que puedes —dice Mikel con una sonrisa pícara—. Y quién sabe, tal vez hasta te sorprendas a ti mismo. O mejor aún, tal vez sorprendas a Zoe. Aunque, quién sabe, tal vez también te esté pidiendo ayuda para mejorar su técnica en el fútbol —bromea.

Con una última mirada a Zoe, que ahora se dirige a la salida con la mochila colgada del hombro, tomo aire y decido que, a partir de este momento, pondré todo mi esfuerzo en demostrar que soy capaz de más.

—> Aquí ruegos, preguntas y reclamaciones.
SARHANDA 🥰

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