Grises

Peach gemía ante los constantes ataques de Mario. Nunca había terminado de gustarle el sexo con su novio, pero tampoco iba a hacerle una escena cada que él quisiera hacerlo.

Una de las manos del chico acarició el busto de su novia con delicadeza y después guió sus manos a su cintura.

–Eres hermosa– suspiró.

–Lo dices porque soy tu novia.

–Lo digo porque te amo– la besó.

La chica solo desvió la mirada hacia la ventana. Las cortinas estaban cerradas por obvias razones, pero la chica debía admitir que le hubiera gustado ver la luz del día.

–¿Te sientes bien?– no obtuvo respuesta –Peach– insistió Mario.

–¿Uh?– lo miró.

El chico se detuvo y salió de ella.

–¿Qué pasa?– se enderezó la chica.

–No estás bien– le pasó una sudadera para que pudiera ponerse. Después de eso, besó su frente –¿Quieres hablar de lo que pasa?

–No es nada‐ susurró.

–Está bien si no quieres hablarlo ahora– acarició su manos –Pero puedes hablarme siempre que me necesites– las besó.

–Gracias– le sonrió.

Odiaba su dulzura. Como sus ojos se iluminaban al verla, su respeto hacia su cuerpo, sus caricias, sus suspiros; ella tenía todo de él ¿Y qué tenía Mario? Una novia en medio de una crisis sexual.

Se quedaron callados unos segundos. Peach no se dio cuenta en qué momento sucedió, pero una lágrima resbaló de su mejilla. Mario solo la abrazó y no hizo preguntas.

Después de unos minutos se levantó y le preparó un café; todos los héroes tenían cafeteras personales en sus habitaciones.

–No tengo vainilla, pero puedo pedirle a Link.

–No es necesario– respondió.

–Le pondré canela– puso una cucharada.

Acto seguido, tomó la taza y se la acercó a su novia.

–Gracias– susurró Peach –¿Tú cómo te sientes?

–No muy bien, la verdad– confesó.

–¿Sucedió algo malo?

El chico hizo una mueca y empezó a dar vueltas por la habitación. No dijo nada por varios minutos, Peach incluso aprovechó para ponerse su uniforme de nuevo.  El chico no paró; solo hizo una pausa para vestirse también, pero después regresó a vagar por el cuarto.

Peach no hacía más que verlo con preocupación.

–Es que enserio no entiendo nada de esto– gruñó el chico –Le hice una promesa, pero ¿Cómo quiere que esté tranquilo cuando él mismo se está poniendo en peligro?

Peach hizo una mueca al notar que nuevamente le hablarían de Luigi. De verdad no entendía cómo es que de repente él se había vuelto el tema del semestre.

–Debes relajarte– respondió –Lu es inteligente, no creo que no haya medido los riesgos de lo que está pasando.

Llevaba tres semestres entrenándose a sí misma para que nadie notara cuando algo le afectaba, entrenándose para cubrir las impurezas de sus compañeros con el fin de cuidar a los que más amaba, entrenándose para mentir como toda una profesional.

Al final, tal vez eso era todo lo que ella era, una mentirosa y manipuladora. No le molestaba, después de todo, siempre había creído que era mejor ser titiritera que una marioneta.

–¿Y si de verdad no lo está haciendo? Algo raro está pasando en Fungwarry esté semestre. El Lu del año pasado jamás saldría de la academia por voluntad propia, muy apenas lo hacía de su habitación. Pero ¿Ahora? Se escapa de todo para ir a antros y ¿Hacer qué? Ni siquiera puedo imaginarme a mi hermano bailando. También está ese amiguito suyo.

–¿Bowser?

–No, el otro.

La chica se sobresaltó y guió su completa atención a su novio.

–¿Hay otro?

–Un chico nuevo, alto, moreno, pelirrojo… Creo que es de la realeza ¿Tú no lo conoces?

El cerebro de Peach iba a mil por hora, intentó hacer una lista de cada rostro que había visto alguna vez en la academia, sin embargo, nadie encajaba con esos rasgos.

–No me suena nadie con esa descripción ¿No sabes su nombre

–Bowie, si no estoy mal.

Empezó a conectar.

–¿Quién es Bow?– se asomó al teléfono de Daisy.

–Nadie–lo apagó la castaña con rapidez.

Entonces su nombre era Bowie.

–Podría preguntar, pero creo que ya habría escuchado de él a este punto, sobre todo si frecuenta a Lu– respondió –Pero, si es nuevo ¿No deberías conocerlo tú? Siempre das la bienvenida.

–Ese es el problema, he visto al sujeto una sola vez y no fue en ninguna clase o ceremonia. Fue en el pasillo de aliados, afuera de la habitación de Lu.

–¿Qué categoría es?

–Héroe.

–¿Y ni siquiera te has encontrado con él en la sala común?

–Nunca– negó.

Peach tensó su mandíbula, la situación era complicada. Una cosa era que Luigi fuera gay, otra era que nadie pudiera identificar a su novio.

Empezó a entender la preocupación de su novio; lo había dicho antes, Luigi no era tonto, pero sí bastante ingenuo en algunas ocasiones.

Algo no le estaba cuadrando.

–A veces me pongo paranoico y pienso que lo hechizaron.

Peach soltó una risita y fue a sentarse a la cama –Ven aquí– dio palmadas al colchón.

El mayor accedió y se sentó a su lado.

–¿Estoy exagerando?

–Tal vez, pero eres tierno– besó su frente –¿Quieres acostarte?– señaló sus piernas.

Mario ablandó su rostro y se recostó en las piernas de su novia, entonces Peach acarició su cabello.

–¿Ya intentaste hablar con Luigi?

–Obviamente, pero siempre está a la defensiva.

–¿Quieres que yo lo intente?

–No es necesario, tal vez todo esté en mi cabeza.

–Bueno, tampoco quiero que estés nervioso todo el semestre, Lu también es mi amigo y me preocupo por él. Además, debo admitir que me molesta un poco como está alterando todo el balance que había en Fungwarry. Quiero decir, las categorías existen por algo.

–¡Es lo que yo digo!– la miró –Enserio no sé qué haría sin ti– suspiró.

De nuevo ese sentimiento de culpa.

–Estarías bien.

–Lo dudo mucho– acarició su mejilla –Te amo.

De nuevo esas palabras, no estaba segura de que era peor, no ser correspondido o no poder corresponderle.

Solo lo besó como respuesta.

–Déjamelo a mí– sonrió.

–Por cierto– le dijo al separarse –¿Sabes qué le pasa a Daisy? La he notado deprimida.

–Ya estoy atendiendo ese asunto– acarició su cabello –No tienes que encargarte de todo tú solo, ese peso no te hará bien.

–Soy un Mario, debo poder tolerarlo– respondió –Perdón por siempre arrastrarte a mis problemas, de todas formas.

–Mario, soy tu Peach, cualquier problema que tú tengas se convierte automáticamente en mío también. Así que, déjame ayudarte siempre que lo necesites.

–El destino me bendijo con alguien como tú a mi lado– acarició su mejilla –Tengo hambre ¿Vamos por algo de comer?

Asintió y se paró.

Caminaron juntos por los pasillos en silencio. Cualquier palabra que intercambiaran podía perjudicarlos, aunque no hubieran dicho nada incorrecto.

En ocasiones, Peach aligeraba el paso para quedar unos pasos atrás de su novio, pues su antecesora le dijo que eso era lo correcto de hacer para ayudarlo a lucir más alto; sin embargo, Mario siempre había odiado esa regla. Le parecía estúpida. Entonces, apenas notaba que Peach se alejaba, él se detenía para que volvieran a estar a la par.

La gente a veces paraba su paso para admirarlos. Ellos eran su ejemplo a seguir; la pareja ideal. Si alguno se atravesaba en su camino, se apresuraba a abrirles paso.

Mario y Peach solo sonreían con ligereza mientras pasaban entre la gente.

Cuando llegaron al comedor, varios asientos se liberaron al instante. No cabía duda de que había varios con la esperanza de que se sentaran a su lado.

–¡Mario, Peach, por aquí!– escucharon a alguien gritar.

Alzaron la mirada y se encontraron con Link y Zelda. Sus sonrisas se volvieron más genuinas y fueron hacia ellos.

–¿Qué hay?– hizo Mario un pequeño saludo de puños con Link.

–Todo bien ¿Y ustedes?

–Perfecto– respondieron él y Zelda al unísono.

Ambos mentían, habían tenido una discusión unas horas antes. Zelda incluso llegó a rasguñar el rostro de su novio, pero éste encontró la manera de ocultarlo.

Sus sonrisas eran perfectas, pero falsas.

Solo Peach podía notarlo.

–Oye ¿Serías mi pareja en la clase de entrenamiento? Iba a pelear con Steve, pero está enfermo o algo así– miró Link a su mejor amigo –Por favor di que sí, no quiero pelear contra samus otra vez.

Rio –Te destrozó la clase pasada.

–¿Entonces?

–Yo lucho contigo, no te preocupes.

–Hola– apareció Daisy frente a la mesa –¿Les molesta si me siento con ustedes?

–La pregunta ofende– la miró Mario –Siéntate, linda.

–¿Por qué tienes dos bandejas?– preguntó Zelda después de que la castaña tomara asiento.

–Si Lu no llega pronto, cerrarán la cocina y no va a alcanzar a comer. Así que recogí comida para él– respondió mientras acomodaba la segunda bandeja en el asiento junto a ella.

–Eres demasiado amable para alguien que ni siquiera se atreve a formalizar contigo.

–Para nada– sonrió –Él es un príncipe conmigo, también.

Peach hizo una mueca. Todos eran unos perfectos mentirosos.

Minutos después apareció Luigi. La rubia lo miró de reojo con molestia; no entendía como podía acercarse a Daisy de manera tan casual cuando la estaba dañando tanto.

En su cabeza no cabía la posibilidad de que él no se diera cuenta de esto. Había roto las reglas activamente, debía saber lo que estaba haciendo; por su culpa los colores del juego se estaban apagando tomando tonos grisáceos. Los grises no existían, no podían hacerlos; no en Fungwarry.

En la academia, solo existía el bien y el mal. Arriba y abajo. Noche y día. Blanco y negro.

–Lu, al fin llegas– dijo después de que este se sentara –Me preocupaba que te saltaras la comida– forzó una sonrisa.

–Lo siento, estaba ocupado– respondió él.

Le asqueaba la naturalidad con la que podía mentirle a la cara.

–¿Estabas con él?– preguntó Mario.

–¿Ya vas a empezar?– gruñó su hermano.

–Solo es una pregunta, no estoy de humor para regañarte.

Suspiró –Sí, estaba con Bowser.

Peach no podía creerle, debió haber estado con su pareja. Aunque su relación con Bowser le molestaba, su sexualidad era lo primero que debía controlar.

–De acuerdo– mordió Mario su labio.

La rubia hizo una mueca y tomó la mano de su novio.

–Lu, creo que debemos hablar– dijo con suavidad –Tu relación con los villanos es algo extraña ¿No crees?

–¿De qué hablas?

–Tú sabes, de la nada te empezaste a llevar bien con Bowser. Realmente no puedo ver que tiene de especial.

–Son agradables– respondió con notoria incomodidad.

–Son malvados.

–Bow no es malvado, solo es aburrido– se metió Daisy a la conversación –Siempre está encerrado y alejado de todos. Creo que eso explica por qué se lleva tan bien con Lu– sonrió.

–Como quiera, es incorrecto– dijo Peach sin abandonar su sonrisa –Las clasificaciones existen por algo. Lu, tú eres un chico asombroso; eres tierno, comprensivo y amable ¡El aliado perfecto! Bowser, por otro lado, es serio, intimidante y agresivo.

–Veo que conocemos versiones diferentes– forzó una sonrisa –Bow es asombroso, atento y tierno hasta cierto punto. Y si Mario te pidió que me dijeras todo esto…

–Él no tiene nada que ver.

–La verdad es que– habló Zelda –tu relación con él ya llegó a oídos de los demás juegos; al principio me parecía un rumor tonto, pero ahora que lo confirmas…

El menor hizo una mueca –?Puedo comer en paz, por favor?

–¿Te das cuenta de cómo respondes? Eso no es de un Luigi– sintió Peach un tic en el ojo.

–¿Entonces debo reprimir todo lo que siento y pienso solo para ser un Luigi ejemplar?

–Creí que eso era algo que estaba claro. Todos hacemos sacrificios por la franquicia ¿No es así, Link?– miró al rubio.

El chico forzó una sonrisa y asintió.

–Tú… ¿Lo sabes?– susurró Luigi.

Sus ojos ahora eran de pánico. Peach no podía negarlo, de cierta manera disfrutaba tener poder sobre eso.

–Demos un paseo ¿Quieres?– se levantó de su asiento.

–Peach ¿Qué tal si mejor conversamos un rato?– la detuvo Link.

–Esto es entre Lu y yo, pero que lindo que te preocupes– forzó una sonrisa –Compermiso– se llevó a Luigi. Caminaron unos minutos por el pasillo antes de que volviera a hablar –Entonces ¿Algo que quieras decirme?

–Creo que yo soy el que debería hacer esa pregunta– respondió con notoria incomodidad.

Rio –Entonces tú también sabes sobre Link y Sidon.

–¿Tú cómo lo haces?

–No son ni un poco discretos, cuando me enteré tuve que hablar con ambos para que empezaran a disimular aunque sea un poco. Fungwarry tiene una imágen que mantener; no hay errores, los destinados deben estar juntos y cumplir con sus papeles– hizo una pausa –Es por eso que tu caso me preocupa– confesó –El que no formalices con Daisy me ha hecho pensar cosas que podrían acabar con la reputación de todos.

–¿Qué?

–Lu, eres un chico asombroso; guapo, tierno, ligeramente pasivo, tus fans se volvieron locas por una sola escena en el trailer de una película. Eres una figura pública ¿No quieres decepcionar a la gente que te admira, o sí? Lo que la gente espera es que salgas con Daisy y tengan una hermosa vida juntos.

–Adoro a Daisy y lo sabes, pero…

–No hay pero que valga– lo interrumpió molesta –Te explicaré algo, cuando me enteré que Link era gay, tuve una larga conversación con él explicándole lo que te estoy explicando ahora; tiene suerte de que me haya enterado antes de Mario se diera cuenta; Link entendió todo y ahora se comporta como un héroe debería.

–¿Qué estás insinuando?– frunció el ceño.

–Si quieres tener una aventura, está bien, varios en la academia ya lo han hecho; pero debes tener en claro que es solo eso, una aventura ¡No puede pasar a más!

–Pero yo no…

–Tu amigo misterioso, Bowie ¿Cierto? Es obvio que tienes algo con él.

–¿Tú cómo sabes sobre él?– preguntó asustado.

–Tu hermano de verdad se preocupa por ti– suspiró –Me contó un poco sobre la situación y, Luigi, me fue más que claro que estás saliendo con ese sujeto. De repente, toda tu rebeldía cobró sentido; escaparte hasta la madrugada, negarte a la prueba de vestuario, tus cartas de amor y tus risitas mientras revisabas el celular durante las juntas. Mario no ha querido darse cuenta, pero tú tampoco estás siendo discreto. Y siendo sincera, creo que lo mejor para todos es que él no se de cuenta.

–Yo no…

–No intentes negarlo– lo miró –Sé cómo se ve alguien como tú– suspiró –Y ahora, tocando el tema de Bowser, es obvio que su villanía es lo que te ha estado alterando tanto.

–¿Perdón?– soltó molesto.

–Ser malvados no es algo que los koopas controlen, está en su sangre; por algo son villanos ¿Entiendes lo que eso significa?

–Que las categorías son estúpidas.

–No– gruñó –Un villano existe para ser derrotado, el héroe fue creado para salvar el mundo y un aliado para demostrar una lealtad ciega hacia su héroe; algo que tú no has estado haciendo.

–Eso es dentro del juego.

–Dentro, fuera ¡Todo es igual! Hay criaturas que nacen con la maldad inyectada en sus venas; puede que ahora no te des cuenta, pero sus verdaderos colores saldrán a relucir tarde o temprano– murmuró –Los colores nos definen, si dejamos que alguien los altere toda nuestra identidad se iría al caño. Debemos adaptarnos a la pintura que la academia nos dio– sacó un dije que su bolsillo –Solo existen blancos y negros– se lo acercó al menor, se trataba de un símbolo de ying y yang –Tus colores reales pueden ser hermosos, pero te terminarán estorbando tarde o temprano– tomó sus manos.

–Para ti es fácil decirlo, tus colores ya son perfectos– la miró.

–No, Luigi, no lo son– desvió la mirada y le dio la espalda. Escucharon la campana –Hora de grabar– lo miró de reojo –Por favor, considera todo lo que te dije hoy.

El camino hacia el aula fue en silencio. Ese día era turno de Luigi para grabar.

Al principio todo parecía ir en orden, pero en cierto punto el chico colapsó.

Empezó a gritar tonterías. Dijo que quería abandonar el juego, que ya no quería ser un Luigi, quería romper el orden.

Peach no demostraría su debilidad, pero sus manos temblaban ante los gritos de los hermanos.

Daisy notó esto y sostuvo su mano con fuerza. La rubia no esperaba esto y sintió un escalofrío; sin embargo, no era un escalofrío malo, fue lindo hasta cierto punto.

Sus manos eran calidas, al igual que toda ella en general. Eso siempre reconfortaba el alma de la rubia, como una garantía de que siempre tendría ese lugar seguro a donde ir.

El caos se intensificó cuando tres figuras más entraron a la habitación.

Todos quedaron helados al ver a sus antecesores, si ellos se hacían presentes solo podía significar una cosa.

Habían perdido el control de la situación.

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