Un mal comienzo de nuestro viaje
— ¿Cuándo va a aparecer tu amigo? El vuelo sale en hora y media y aún no tenemos los billetes
Caleb se veía bastante nervioso con la idea de que no llegáramos a tiempo, aunque no era el único de nosotros así.
—Ahora vendrá, dale tiempo... ¡Deja de moverte ya! ¡Me estás incordiando mucho!—le gritó Oliver con mucho mal humor.
Nuestro equipaje era escaso. Sólo tres pequeñas maletas se encontraban al lado de las sillas donde nos encontrábamos. Habíamos llegado hacía ya tres cuartos de hora al aeropuerto. Se suponía que Brad ya estaría ahí. Su teléfono estaba apagado y no podíamos contactar con él. Y cada minuto que pasaba disminuía nuestras posibilidades de poder subir al avión directo a Rusia.
— Voy a ir a tomarme algo a la cafetería, ¿Quiere venirse alguien?— preguntó Jack con la intención de relajar el ambiente.
— Yo mejor me voy fuera a esperarle. — respondió con brusquedad Oliver, levantándose de la silla y yéndose hacia la salida.
— ¡Espera, yo también quiero tomar un poco el aire! — expresó Elsa mientras se ponía en pie rápidamente. Antes de que se fuera me murmuró al oído — Le voy a decir lo que le pasó a Jason. Se merece saberlo.
— Suerte, hermanita. — le respondí en voz baja mientras alcanzaba a Oliver, que la esperaba en la puerta.
Me seguía pareciendo raro verla con el pelo rubio y los ojos azules. La prefería infinitamente con su cabello rojizo y sus ojos verdes vivarachos.
Yo ya estaba harta de mi aspecto. La cabeza me picaba y las lentillas me molestaban. En cuanto llegáramos a Rusia me quitaría rápidamente todo eso. Bueno, si llegábamos a ir.
— Bueno, yo me voy a tomar algún refresco.— comentó Jack y seguidamente se desperezó.— ¿Alguien quiere algo o no?
— A mí lo que me faltaba era algo en el estómago cuando el avión esté volando. — rió nervioso Caleb, rechazando así la oferta.
— ¿Te mareas en los aviones? — preguntó con sorna Jack.— No me seas débil, amigo.
— Tú síguete riendo de mí, que te recuerdo que vas al lado mía. Así que mide tus palabras.— respondió con una sonrisa de suficiencia.
— Vale, mejor que comas ni bebas nada. — opinó rápidamente Jack.— ¿Tú quieres algo, Susan?
— No, gracias. Tengo el estómago un poco revuelto. — decliné.— No vayas a tardar mucho, que puede que Brad venga en cualquier momento.
— Confía en mí, rubita. — expresó mientras me guiñaba el ojo. Había encontrado en pocas horas el apodo que más me estaba incordiando: Rubita. Se llevó un puñetazo en el hombro como respuesta.
— Pesado... — murmuré en cuanto se había ido.
— Al menos te divierte un poco, aunque no quieras admitirlo ahora mismo. — comentó Caleb cuando se puso al lado mía.— Esta situación es difícil pero alegra tener a alguien que pueda sacarte al menos una sonrisita.
— Tienes razón. — respondí cansada.— En verdad le agradezco mucho el esfuerzo que está poniendo. Siempre ha sido capaz de sacarme una sonrisa en los peores momentos. Pero ésto nunca se lo admitiré a Jack ni de broma.
— ¿Y si se lo digo yo? — preguntó divertido Caleb, con ganas de pincharme un poco.
— Si lo haces, Gamma será un problemita minúsculo comparado con lo que yo seré capaz de hacerte. — respondí con fuerzas.
— Bueno, correré el riesgo. — se encogió de hombros antes de irse corriendo hacia la dirección en la que se había ido Jack.
— ¡Vuelve aquí, pedazo de traidor! — le grité con todas mis ganas. Sin embargo, ya era demasiado tarde para poder alcanzarlo.
Me habían dejado con las maletas allí sola. Había sido la pringada del grupo por lo que veía. Ahora tendría que esperar allí que alguno de mis compañeros volviera y así pudiera moverme un poco por la terminal.
Los minutos pasaban y ninguno de mis compañeros volvía. Cada vez que miraba el reloj me ponía más nerviosa porque no veía cómo nos iba a dar tiempo de coger el vuelo. El próximo vuelo no se efectuaba hasta dos días después y no podíamos esperar tanto. Necesitábamos estar en Rusia lo antes posible y encontrar a nuestros amigos. Sólo en pensar en lo que podían estar haciéndoles en ese instante se me revolvían las tripas.
La gente iba y venía por la terminal del aeropuerto pero ninguna de ellas eran mis amigos. Había pasado ya media hora y no había ni rastro de ellos. Me estaba empezando a agobiar.
El sitio en el que nos habíamos sentado estaba a unos pocos metros del lugar donde las familias esperaban a sus seres queridos que venían en avión. Las caras de felicidad de las personas al ver como sus familiares aparecían por la puerta, los niños corriendo a abrazarlos con una alegría infinita, esas parejas que se reencontraban por fin... Esas escenas me emocionaban mucho y me hacían pensar en qué familia habría tenido si no la hubiese perdido hacía tantos años. A lo mejor también nos querríamos así si hubiéramos seguido juntos. Sin embargo, no podría tener nada de eso ahora. Debía pensar en el presente y no en el qué hubiese pasado. Eso no se puede cambiar.
Me levanté de la silla y me puse a dar paseos cerca de ella, para poder estirar un poco las piernas. Iba a pasarme horas en un avión y necesitaba poder moverme antes de subir a éste.
De repente, al girarme para volver a mi sitio por enésima vez, me encontré con un rostro que me dejó sin respiración por unos instantes. Mis piernas empezaron a temblar y casi por suerte no me caí al suelo de la impresión. Él giró por una esquina de las infinitas calles que tenía el aeropuerto. Tras unos instantes para recomponerme de lo que había pasado, empecé a correr para seguirlo, dejando las maletas atrás.
Cuando giré por el mismo sitio que él, me puse a buscarlo entre la gente, deseosa de encontrarlo por fin. Lo vi en el momento que giraba por otra de las esquinas de otro de los pasillos. Yo iba esquivando a la gente como podía y saltando con agilidad las maletas que iban detrás de ellas.
Llegué a un pasillo cuyas luces parecían estar fundidas. Era un sitio bastante más sobrio que los otros que conformaban el aeropuerto. Había escuchado que había como dos partes diferentes del aeropuerto: La nueva y la vieja. Y al parecer había cruzado al umbral de la parte vieja.
Seguí andando por los largos pasillos grises, intentando captar cualquier movimiento o sonido que se podría efectuar. Ya cuando me parecía que me iba a perder en aquella infraestructura infinita, me encontré con alguien enfrente mía. Y éste apuntaba a mi amigo, con una pistola en la sien. Inmediatamente, noté como algo frío se colocaba en mi espalda. El cañón de una pistola. Tres personas acabaron por rodearme. Había sido una ilusa.
— Me alegro de que haya salido bien el plan.— opinó el chico que estaba apuntando a mi amigo.— No quería haber terminado utilizando la violencia contigo.
Yo lo reconocí rápidamente. Era el que había torturado a Elías días atrás. Theo.
— Suelta a Sam o... — empecé a amenazarle.
— ¿O qué, qué vas a hacerme? Si haces algún movimiento te dispararán ante de que te de tiempo a cualquier cosa. Sólo queremos hablar, así que relájate.
— ¡Ja! — reí con ironía, aunque por dentro estaba asustada.— No creo que eso sea lo único que quieras hacer conmigo, así que no vayas de buena persona porque sé cómo sois tú y Gamma.
— Tienes razón. Me muero de ganas por hacer contigo otra cosa, de verdad, pero vayamos a lo que ahora nos concierne.— respondió con un tono serio, aunque me pareció ver una mirada lujuriosa en sus ojos.— Te necesitamos para poder conseguir una cosa que es muy importante para nosotros. Esto es fácil. O lo haces o mataremos a nuestros prisioneros. Creo que así es más rápido para convencerte.
— No pienso hacer nada para vosotros. Si tanto quiere Olsen conseguirlo que os utilice a vosotros, no a mí. — respondí bordemente.
— Es que no podemos hacerlo nosotros, sino sólo tú. Voy a ser bueno contigo. Te doy una semana para pensarlo y si al final de esa semana no lo has hecho mataremos a tus amigos. Si intentas jugárnosla lo sabremos y lo pagarás muy caro. Nuestro espía infiltrado nos lo hará saber.
— Es un farol, no tenéis ningún espía entre nosotros.— expresé con menos convencimiento del que me hubiera gustado.
— Tú piensa lo que quieras. — se encogió de hombros— pero recuerda que a cada uno os podemos coaccionar con personas cautivas o que están vigiladas por nosotros y, al mínimo error, acabamos con ella.
— Ninguno nos traicionaríamos de esa manera. — respondí furiosa.
— Tú no sabes a qué está dispuesta la gente a hacer por sus seres queridos. Será porque tú no tienes ninguna familia a la que volver a perder. — comentó con una sonrisa cruel.
Al escuchar eso, me abalancé sobre él con una furia descontrolada, dispuesta a acabar con él. Sin embargo, me frenó algo impactando sobre mi espalda, entrando por mí a gran velocidad. Lo único que escuché antes de perder la conciencia, tirada en el suelo, fue:
— Te estaremos vigilando, Ventisca.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top