Capítulo XVII

     En el desayuno aproveché para ver los videos que me mandaba Laura; fotos de cada cosa que le llamaba la atención y consejos de una señora recién casada para la amiga solterona. ¡Estaba radiante! Javier, su hermano se había ofrecido para ocuparse del vivero, los días que durara la luna de miel y yo pasaba de vez en cuando para ayudarlo con los números. La familia de Lau, siempre fue  como propia; ya que la mía era tan diferente que parecíamos extraños.

—-¡Hola!

Entré al negocio y mi hermano postizo, contaba chistes y reía a más no poder. Al verme se dirigió a su acompañante:

—¡Acá llegó Lucía!

Era Ignacio quien me esperaba.

—Elijo las flores para la ceremonia de inauguración.

-—No! ese es mi campo —dije en un salto— Y los dos rieron a carcajada limpia.

—Te dije —afirmó Javier— era una buena forma de despertarla.

—¡Ah! se ríen de mi.

—De ninguna manera ¿Cómo crees? y se iban poniendo morados de no respirar.

—Bueno ya que no me necesitan me voy —dije ofendida.

—Nooo...Por favor, estamos felices...Y vine a invitarte a conocer mi casa.

—Pero si ya conozco el departamento ¿No te acordás?

—No, "Mi casa" Una de las propiedades que mis padres me encargaron vender; pero me gusta mucho y quiero que me la adornes. No puedo deshacerme de ella.

—Pasá a las 4 y vemos —salí, no sin antes amenazar a los dos hombres:

—¡Basta de risas! ¿sí? ...Serios los dos.

A las 4 en punto Ignacio llegó con una canasta que no me dejó ver.

—Yo manejo —afirmó.

Le dí las llaves y me abandoné a  la contemplación del paisaje.

La "casa", era un caserón de campo estilo colonial rodeado de jardines y árboles frutales, en las afueras de la ciudad.

Entramos por la puerta de las cocina, donde la esposa del cuidador nos recibió con una fuente de pastelitos para el desayuno. Ignacio le entregó la canasta; que según parecía era regalos para su futura nieta, que le encantaron y que agradeció con grandes abrazos.

—Nacho, siempre el mismo. ¡Nada se le pasa! está en todos los detalles.

—No es nada Nelly si la petisa es como mi hermanita.

Después supe, que el matrimonio y su hija vivían desde siempre en una casa dentro de la propiedad y se ocupaban del mantenimiento. Demostraban tener mucho cariño por Ignacio y él les retribuía.

—¡Ah Nacho! No sabía que tu novia era tan hermosa.

—No, todavía no es mi novia.

—¿Todavía no, nena? Entonces no lo conocés. Es bueno y amoroso.

—¡Nelly no me vendas más querés!

—¡Está bien, voy  a preparar las habitaciones!  ¿Se quedan no?

—No, me apuré a decir.

—Claro que sí. Andá prepará todo, mientras yo la convenzo.

Hablaban como si yo estuviera pintada. Después me miró juntando las manos en ruego:

—Dale Lucí un finde nada más. Necesitás descansar un poco. ¿Sos humana no?

Cedí sin fuerzas. Dí las indicaciones a mi secretaria y me dediqué a dejar pasar el tiempo.

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