Capítulo XV
Dos meses después de aquel día me encontré acomodando el ramo de mi amiga; mientras su madre lloraba ríos de lágrimas. Era una suerte que no usara maquillaje, porque no le hubiera favorecido a su inflamada cara.
Su hermano a un lado y yo en el otro, fuimos los padrinos de boda. Nunca creí que esa chica loca se casara y menos con una dulzura de hombre. Los 15 días que duraría la luna de miel, serían el tiempo más largo en nuestras vidas que estaríamos separadas con mi amiga. ¡Casi me daba ganas de ir con ellos!
En el salón de la casa la alegría podía tocarse; solo yo me encontraba como espectadora, mientras los demás se divertían. Me apoyé sobre el marco de una puerta mirando bailar a los novios, cuando unos dedos se incrustaron firmemente en mis costillas y cuando quise girar, me encontré con el aliento de Gonzalo en mi cuello.
—¿Qué hacés acá?
—¿Te olvidás que soy amigo de la familia? Tengo que saludar —contestó con su clásica soberbia y sin quitar la presión de su mano.
—¡Me lastimás, soltame! En una semana no tendré que volver a verte - ¡Nunca más! —recalqué.
—Creo que tenés otros planes ¿no? Ya sé como te manejás ahora —dijo con sorna— y se fue a saludar al padrino.
Me quedó la duda: ¿Habría estado hablando con Ignacio? Durante estos 2 meses, traté los asuntos del negocio estando presente los dos y así evitar quedarme a solas con alguno de ellos. Mi participación estaba terminando y al fin me despegaría de aquel que en un momento de mi vida fuera por quien respiraba. Ignacio por su parte parecía diferente; pero yo, ya me había quemado con leche y me daba miedo la vaca.
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