CAPÍTULO 1

A tropezones entró un joven de veintisiete años al baño y soltó los antibióticos recién recetados en el lavabo. Su fuerte resfriado lo estaba matando y había conseguido un permiso para faltar, pero en semejante temporada no podía darse ese lujo, así que, luego de visitar al médico, fue a su lugar de trabajo pensando que luego de medicarse se sentiría un poco mejor.

—¿Te sientes bien? —preguntó Takano que le había seguido desde que lo vio pasar por el pasillo.

Era obvio que el joven de ojos olivo no se sentía nada bien, y aun así Ritsu asintió.

» Te ves horrible —señaló el azabache que no perdería de vista a ese chico por nada del mundo.

—Gracias por decirlo —ironizó Onodera intentando que el mareo por la somnolencia no le tirara al piso.

«Maldición, ahora veo doble» pensó viendo dos bolsas de papel y, cerrando los ojos para descansar por medio segundo la vista, a tientas tomó la bolsa para sacar su contenido.

—Creo que será mejor que te sientes —sugirió Takano andando hasta él para arrastrarlo a sentarse en un lugar con aire mucho más fresco.

Ritsu se dejó arrastrar por su jefe, ya no podía caminar por sí mismo, así que qué más daba a donde le llevaran; y le dejó en un sillón de la sala de descanso donde le alcanzó un baso de agua para que tomara la primera de cinco dosis para su resfriado.

» Voy a llevarte a tu casa —indicó Takano viendo lo terrible que se encontraba el chico.

Onodera no podía ni mantenerse en pie, en unos minutos más seguro no habría fuerza humana que le despertara.

Onodera no se quejó, se estaba arrepintiendo como nada de haber ido a la editorial cuando necesitaba y tenía permiso para saltarse las labores de ese día.

Takano le llevó hasta su departamento, donde le dejó dormir en su cama y le preparó algo para que comiera. Le limpió el cuerpo, le cambió el pijama, le arropó y dejó dormido rezando porque, al despertar, él siguiera ahí y se sintiera mucho mejor.

Ritsu no despertó. Su resfriado era treinta porcientos cansancio y sesenta porcientos estrés, el otro diez porciento debía ser un virus.

Cuando Takano volvió esa noche lo encontró con menos fiebre, pero aún dormido. No se atrevió a levantarlo, solo le dio una nueva dosis del medicamento y se recostó a su lado, quedándose dormido casi de inmediato.

El cansancio que él tenía también era mucho, pero sus defensas eran mucho mejores que las del chico ojos olivo que amaba tanto, así que soportaba mucho mejor la presión.

Algunas horas después, en plena madrugada, unos gemidos suaves le hicieron despertar para encontrar a su amado acariciándose a sí mismo.

Takano pensó en tomarlo como una invitación, pero lo descartó al sentir la alta temperatura que emanaba el cuerpo de Onodera.

» Es extraño —musitó—, parecías sentirte mejor hace un rato.

Ritsu no respondió, él continuó liberando su deseo. Y, aunque sintió que no era lo correcto, Takano se aventuró a ayudar a satisfacer las necesidades de ese que amaba y que, sin decir nada, sin emitir ninguna queja al respecto o negarse, se dejó acariciar y se quedó dormido en cuanto se liberó.

Takano dejó la cama, limpió todo y volvió a dormir.

A la mañana siguiente despertó temprano, hizo comida, dio una nueva dosis a un chico que no despertaba del todo y, prometiendo volver a llevarlo al médico si esa noche seguía con fiebres intermitentes, dejó una nota para el chico que dormía en su cama.

Por su parte, el heredero de la editorial Onodera no podía despertar, escuchaba ecos lejanos de los movimientos de su jefe, aunque no sabía que eran de él, solo sabía que alguien le movía, le medicaba, le arropaba y besaba tiernamente su cabeza. Y lo agradecía, el sueño que tenía era en serio incontrolable.

Escuchó a ese alguien despedirse y se dejó arrastrar de nuevo por la nada hasta que una punzada le atravesara la parte baja del abdomen y comenzara a desprender un calor fortísimo que se expandía hasta el resto de su cuerpo.

Abrió los ojos, pero no vio nada, su respiración agitado y su resfriado le hacían sentir agotado y, a pesar de ello, dejó la cama para arrastrarse, como podía, para pedir ayuda. Necesitaba que alguien le ayudara a calmar ese calor que le consumía.

Onodera llegó hasta la puerta de un departamento que no era suyo y, a algunos pasos de poder abrirla, esta se abrió por sí misma. O eso pensó en un principio, porque luego pudo ver a Takano mirarle horrorizado.

» ¿Qué está pasando? —preguntó el azabache andando hasta el chico en el suelo, tomándolo en sus brazos para devolverlo a la cama.

Pero, cuando quiso soltarle, el castaño de ojos olivo no se lo permitió, le arrastró consigo a esa cama donde le incitó tomarle con irrefrenable pasión.

Takano se detestó. Sabía que estaba haciendo mal, pero no podía detenerse. Era muy extraño, esa posesividad que siempre le hería hoy se regocijaba.

Para cuando Ritsu volvió a caer rendido la hora era demasiado inconveniente para llevarlo al médico, además, el chico se veía tranquilo al dormir. Solo le limpió de nuevo, le dio una nueva dosis del medicamento y se dio un baño para irse a dormir también.

La madrugada de esa noche fue tal como la pasada, pero el acto fue consumado esta vez.

Sin duda alguna, el chico necesitaba un médico, así que, a la mañana siguiente, luego de darle la última dosis de lo que supuso era un antigripal no muy efectivo, se dirigió al hospital.

—Esto no es un antigripal —dijo el médico que atendió a Ritsu, revisando la bolsa sin medicamentos que Takano le había dado—. Esto es FertilAidW.

—¿FertilAidW?, ¿qué es eso? —preguntó Takano intrigado.

—Es el nuevo medicamento de fertilidad para provocar embarazos en los hombres —respondió el médico y los ojos de Takano se hicieron enormes.

—¿Qué? —cuestionó aterrado el editor en jefe del departamento doncella de Marukawa Shoten—, ¿por qué está tomando eso? Se supone que era algo para su resfriado, vino al médico por ello.

—Permítame revisar —pidió el hombre de bata blanca y, luego de confirmar la fecha de su visita, encontró el expediente donde corroboraba haber recetado un antibiótico y un antigripal para el joven—. La única respuesta que se me ocurre es que debió haber confundido sus medicamentos con alguien del proyecto cigüeña.

—Creo que sé exactamente donde fue —mencionó el azabache recordando que, en el lavabo del baño de donde Ritsu tomó sus medicamentos, se había quedado otra bolsa de papel—. ¿Qué va a pasar ahora? —cuestionó el azabache preocupado.

Participar en la locura de proyecto que Isaka había llevado a la empresa no había sido opción para ninguno de los dos en ningún momento. Onodera ni siquiera había dicho que le amaba, él no pretendería que tuviera a su hijo cuando entre sus sueños ni siquiera estuvo tener una familia. Creía que con Onodera sucedería algo parecido.

—Si bebió las cinco dosis, no hay vuelta atrás —informó el médico—. Lo salvaría no haber tenido sexo con otro hombre, porque eso definitivamente tendría resultados fetales. En cambio, si no se busca el embarazo, los efectos de los medicamentos se irán en algunos meses y será como si nada hubiera pasado.

—Entonces —habló Takano luego de tragar un grueso de saliva—, ¿está diciendo que si tuvo sexo él estará embarazado?

—Digo que es lo más probable, pero con la fertilidad nunca se sabe. Requerirá estudios y... ¿El señor Onodera tuvo relaciones con alguien?

Takano no respondió, pero la expresión temerosa y cansada del jefe del joven que él atendía le dio la respuesta al hombre de medicina.

» Me imagino que no participaron en el proyecto por voluntad —habló de nuevo el médico tras garraspar—. Lo mejor será que descanse; en un par de semanas podremos saber si hubo consecuencias.

—¿No puede beber un anticonceptivo..., o algo así como la pastilla del día después? —preguntó Takano que, en serio, no había esperado jamás encontrarse en semejante situación, así que no sabía reaccionar.

Además, aún estaba el hecho de que seguro Onodera no lo tomaría con calma. Pues aunque había sido el más joven quien había confundido las bolsas, quien le había medicado y respondido sexualmente había sido él. No quería morir a manos de su amado.

—No. Eso provocaría un shock en sus sistemas. Sería como poner veneno en su cuerpo solo porque antes se le puso un antídoto. No es así como funciona, lo lamento —dijo el médico apenado.

Ese tipo de situaciones, "embarazos por accidentes" como comúnmente lo llamaban, aterraban a cualquiera. Así que entendía que el hombre quisiera remediar algo que aún no sabía si había ocurrido.

Y en serio entendía la postura del hombre. Ya no estaban en la era donde ser padres era la culminación de la vida plena.

Muchas personas preferían tener un ascenso en el trabajo a un hijo, preferían viajar a criar un hijo, preferían dar mantenimiento un carro y un departamento de lujo que mantener un hijo. Con dos hombres la cosa se complicaba un poco más.

» Repito que lo mejor será esperar. En dos semanas haremos pruebas y entonces podrán tomar una decisión. Un embarazo se puede interrumpir antes de las doce semanas de gestación sin ningún riesgo. Medítelo, háblelo con él mencionándolo como una posibilidad no comprobada, entonces, en dos semanas, asegurémonos de lo que ocurre para que puedan elegir la mejor opción para ustedes.

Takano asintió, llevó a Ritsu a casa y le ayudó con su último ataque de necesidad sexual asegurándose de utilizar protección. Las veces anteriores habían sido un total riesgo, uno que rezaba no se hiciera realidad.

**

Ritsu abrió los ojos y, sintiendo el cuerpo adolorido, se aterró por encontrarse en un sitio conocido, pero en donde no quería estar.

No era del todo inconsciente lo que había ocurrido. Aunque para él todo eran trozos de recuerdos entre una nebulosa.

Se incorporó y caminó hasta la sala de un departamento que no era suyo para encontrar a Takano sentado en el sofá, con la cara entre sus manos que se apoyaban de codo a sus rodillas.

Ritsu aclaró la garganta provocando que su jefe le mirara, entonces cerró los ojos y presionó los dientes.

—Lo lamento —dijo el chico—, te he causado muchos problemas, ¿cierto?

—No tienes idea —dijo el azabache—. Ven, siéntate. Necesito explicarte un montón de cosas.

El joven de ojos olivo hizo lo que el otro le pidió, y escuchó con atención y horror todo lo que el otro le contaba. Entonces, con todas las ganas del mundo de volver el estómago, Ritsu se desmayó.

Su realidad era demasiado, todo era en serio malo y, lo peor, es que probablemente se volvería aún peor. 



Continúa...

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