Prólogo
La torre del sabio relucía incluso aunque se tratase de un día normal. Sin códigos de los que huir ni seres sin rostro con intenciones dudosas, sin secuestros o muertes permanentes, Leonarda, Richarlyson y Pepito podían pasar el día sin preocupaciones, disfrutando de ser huevos sin temor a desaparecer por siempre.
Aquel día, el trío decidió pasar su tarde en compañía de Vegetta, el dueño de la torre, quien había desactivado las torretas del piso principal para sus nietos y ordenaba sus cofres a la par que se aseguraba que los pequeños no hicieran destrozos, al menos, no tan grandes. Este les había prometido subirlos a la noria y contarles sobre su largo viaje de meses, a lo cual accedieron al instante.
Después de todo, ¡era Vegetta! Tenía tanto que contar y todo el tiempo del mundo para hacerlo que ellos querían ser los primeros en conocer sobre sus aventuras.
— Solo termino de arreglar esto y... ¿oh?
El sonido de los ascensores causó un brillo especial en los ojos morados. Por supuesto, debía tratarse de la única persona aparte de Leo que podía pasearse por todos los pisos de ese hogar sin que las torretas atacasen.
Frente a ellos, segundos después, el otro patriarca de la familia hizo su aparición.
— Hol... ¡Ah! — Foolish fue recibido con un abrazo de parte de los tres niños que logró tumbarlo al piso.
Rieron mientras se ponían de pie y, apenas recobró la compostura, eran ahora los brazos de Vegetta los que lo rodeaban, correspondiendo a estos y dejándose pintar el rostro con los labios de su pareja, que no dejaba de besarlo y repetirle lo mucho que lo extrañó. Este también hizo lo mismo con el mago, quien susurraba el nombre del tótem entre risitas enamoradas y mejillas sonrosadas.
— Niños, ¡no miren! — mencionó Vegetta, un poco avergonzado al haber olvidado a los huevitos que estaban a su cuidado, pero aun así dejándose seguir siendo besado por su novio. — Mi Foolish y yo debemos ponernos al día.
— Yeah, don't you wanna go to the zoo? — Foolish, por su parte, observaba a su pareja con una mirada pícara, agarrándolo por la cintura y acercándolo más a él.
— Solo si pa Foolich nos trajo algo de su excursión con tía Tina y tía Mouse — fue Leonarda quien respondió aquella pregunta, sin haberse inmutado por la escena de sus padres — si no, no hay trato.
El híbrido de tiburón alzó una ceja y Vegetta rio.
— Everything we found at the dungeon ya lo tienes, Leo. Y lo que no, seguro no te gustaba. — respondió — But... Tina sent you chocolate cake. Do you want to share it with everyone?
— ¡Eso es perfecto! — fue Vegetta quien habló, separándose del agarre de Foolish, para tristeza de este — Vayan comiendo y déjenme un trozo, que debo finalizar con la organización de cofres.
— ¿Huh? — se quejó el rubio — ¿No nos íbamos a poner al día?
Vegetta lo observó y lo tomó de la mano, haciendo que Foolish riera bobamente.
— Tenemos toda la noche para ello, my love, y ya le prometí a los niños pasear en la noria.
Los besos apasionados y los apodos melosos volvieron a reinar en dicho hogar, dejando a tres pequeños huevos de dragón volteando por segunda vez en el día, pero riendo cómplices. Al fin y al cabo, ¡así eran esos dos! Leo más que nadie lo sabía, Richas reía al notar a su vô tan alegre y Pepito se maravillaba de por fin ser testigo de aquel de quien su awelo tanto le platicó.
Leo tuvo que interrumpir para que Foolish recordara que tenía un pastel por compartir. Este lo sacó de su mochila, intacto pues todos los objetos guardados se hacían pequeños hasta que este decidiera sacarlos, y corrió entre quejidos a buscar platos y cubiertos. Con los cuatro platos listos en la mesa y uno con una porción extra guardada para el mago, la familia pasó el resto de sus horas comiendo y contándose su día, bromeando y con leves intervenciones de Vegetta de vez en cuando.
Los niños estaban alegres, pues ver a aquellos dos adultos hablarse con tanto amor y más que todo juntos al fin era suficiente para ellos, pues habían sido espectadores de la eterna espera de Foolish, siendo ahora recompensada y dejando que este luzca tan radiante con simplemente estar cerca de Vegetta.
Los huevitos amaban los momentos que pasaban con los dos, se sentía un ambiente familiar bonito y en paz.
Con todo acabado y los platos listos para ser lavados, los tres pequeños se dedicaron a dejar todo ordenado para ganar la competencia que Foolish les había impuesto (para escaparse del deber, claro está) y cuyo premio sería ser el primero en subirse en la noria.
Mientras estaban en ello, el tótem se acercó a Vegetta y comenzó a hablar con él.
Fue ahí, quizá, cuando el sexto sentido de los dragones les advirtió de algo inusual.
— Vegetta, there is something I want to tell you.
Leonarda escuchó el nerviosismo en sus palabras, con un tono más agudo de lo normal.
Richarlyson notó sus ojos, brillante pero llenos de dudas, sin dejar de enfocarse en las amatistas.
Y Pepito vio un objeto cuadrado que Foolish no dejaba de tocar, guardado en su bolsillo.
El trío dejó de lavar, dándose miradas curiosas. Asintieron entre ellos, en silencio para no romper la atmósfera que se había creado frente a sus ojos y aguantándose las ganas de querer gritar de la emoción y correr alrededor de los dos adultos ante la idea que se había formado en sus mentes.
Porque... ¿podía ser más evidente?
¡Foolish quería pedirle matrimonio a Vegetta!
— ¿Sí, Foolish? — respondió el mago, terminando por fin de ordenar el último de sus cofres.
Los tres pares de ojos no se despegaban de la escena que apreciaban. Foolish volvió a tocar su bolsillo; Vegetta lo notó, los niños lo notaron, y el híbrido de tiburón abrió la boca para decir algo más...
— Yo...
— Vegetta ¡déjanos entrar y sálvanos de la muerte! — pero la voz de Quackity, al otro lado de la puerta, lo interrumpió — ¡Vine a llevarme a mi hijo, no a morir porque estás loco con las torretas! ¡Carre ya ha muerto más de dos veces y ni pudo llegar al ascensor!
Más sonidos de las torretas atacando y un Quackity quejándose llenaron toda la habitación. Vegetta se encogió de hombros, como si no fuera la primera vez que esto sucediera.
— ¡Por eso se avisa antes de venir, Quackity! — Vegetta respondió, acercándose a la puerta de su hogar mientras su novio reía sin parar — Perdona la interrupción, Foolish, ¿qué me ibas a decir?
El tótem se detuvo y volvió en sí, negando con la cabeza mientras se acercaba al ascensor dentro de la casa.
— Nothing important, we can talk about it later. — fue su respuesta, ya sin intenciones de volver a sacar el misterioso objeto — I'll save Carre, ¡tú salva al otro pendejo!
Con Foolish desapareciendo en un abrir y cerrar de ojos y Vegetta abriendo la puerta para recibir a un Quackity que le hizo pucheros por estar con la armadura magullada, los tres niños en la habitación se observaron entre sí.
Su escenario de rosas desapareció, como un chasquido, y la atmósfera de cuento de hadas ahora eran griteríos y sangre salpicando el piso. Ser los testigos de la pedida de matrimonio de la pareja más longeva de la isla se perdió en las sombras, y los tres pares de ojos se enfocaron en Quackity, quien apenas los notó luego de recibir un no por respuesta ante la petición a Vegetta de poner su nombre en la lista de permitidos.
Los niños solo tenían algo en mente en esos instantes.
— ¡Pep...! ¿Pepito? ¿Richas? ¿Leonarda? — la sonrisa inicial de Quackity cambió a una nerviosa al notar a los pequeños huevos acercándosele sin una sonrisa — ... ¿Vienen a abrazar a su padre y tío favorito? — estos no respondieron, logrando que el muchacho ahora retrocediera entre gateos — ¿Por qué me miran así...? ¿Vegetta...?
Y por supuesto que fue un abrazo lo que le dieron... aunque uno que lo empujó suavemente a la salida de la torre, con las torretas sedientas por una nueva víctima.
¡Habían perdido la oportunidad de ser los primeros en ver a sus familiares comprometidos! Algo así era imperdonable.
— ¡Malditos traidores! — se escuchó, con el híbrido de pato cayendo desde las alturas, aunque estaban seguros de que estaría bien.
— ¡Ya voy, Quackity! — Vegetta no dejaba de reír, preparando su parapente — ¿Les ha hecho algo últimamente? Aunque debo admitir que fue divertido.
Ya solos, los dragones se miraron entre sí. No necesitaban palabras para saber lo que sus mentes planeaban. Decididos, juntaron sus manitas y sellaron un pacto, uno que solo los miembros de los Brown-de-Luque serían capaces de realizar.
Armarían el ambiente perfecto para que Foolish pudiese pedirle matrimonio a Vegetta, sea como fuese necesario. Después de todo, ¡eran los indicados para ello!
¿Qué podía salir mal?
Nueva historia! Esta tiene 5 capítulos, Pero espero igual les guste. Es más para relajarme de escribir que otra cosa, así que no esperen una trama muy rebuscada ni nada por el estilo jsjsjs Pasen una bonita tarde!
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