1.El problema de Emma
Lunes, 13 de abril
Emma:
Cuando somos apenas unos bebés la principal preocupación de nuestros padres es que crezcamos sanos y felices. Ya de pequeños nuestra gran preocupación es aprender a leer y escribir y nunca, en ningún momento, salirte de las rayas al colorear. Mientras sigues creciendo las preocupaciones cambian contigo, te preocupa que el chico que te gusta se fije en ti, tener las ropas de la moda, sacar buenas notas, tener amigos, el mejor novio, pero si hay una preocupación que no varía a pesar del tiempo es la de no querer decepcionar a los padres, a las personas que nos han criado y moldeado nuestro carácter para que seamos X cosa y odiamos no conseguir hacerlos orgullosos. Creo que esa es la raíz de mis pesadillas, decepcionar a mi familia.
Casi toda las noches vienen a mi cabeza momentos en los que termino decepcionando a mi padre, ya sea quedándome sin habla antes de empezar un discurso, presentandome a un examen del que no sé nada, saliendo con un chico que mi padre no aceptaría, haciendo el ridículo en público dejando a mi familia y a mi pesado apellido por los suelos. Da igual como sea la escena, siempre sé como terminará, yo llorando y mi padre con una de esas miradas que lo dicen todo sin necesidad de que abra la boca y luego simplemente me levanto sudada y con unas ganas de llorar tan fuertes que anudan mi garganta y me obligan a tomar un par de zapatillas y salir a correr.
Aunque a cualquiera le daría cierto recelo correr a oscuras por solitarias calles sin más ruido que tus pisadas en el arcén, a mi me ayuda a desahogarme, estar sola y correr es mi terapia de relajación. Me ayuda a pensar, a refrescar mi cabeza, a no escuchar más que la voz de mi mente y mis rápidos pasos por la calle. Pero más que todo eso amo terminar y ver el amanecer, el comienzo de un nuevo día tomar fuerza y me da esperanza, me da un empujón, casi como si me mostrara que tengo un día nuevo para hacer las cosas bien esta vez.
La caminata de hoy me agota terriblemente, la pesadilla fue peor de lo normal y le exigí más a mi cuerpo para calmar la agitación de mi mente, aunque dio buenos resultados me duelen incluso músculos que no sabía que tenía. Me arrastro hacia la cocina e inspeccionó concentrada el contenido de la nevera, recuerdo haber guardado un sándwich por aquí y busco también una fría botella de agua.
—Y sigues haciendo esas carreras que te dije que no hicieras.
Cierro la puerta de la nevera tan rápido que de milagro celestial mis dedos no quedaron atrapados, me giro hacia la barra y encuentro a mi padre mirando un periódico con su usual tasa de café frente a él en la barra. Pongo mi mano sobre mi pecho e intento calmar mi corazón tomando respiraciones hondas, así también utilizo esos valiosos minutos para idear una excusa.
—Verás, papá... Yo de verdad que no—levanta una mano mandándome a callar y aleja lentamente sus ojos del periódico antes de clavar ese par de bloques de hielo sobre mí.
—No es necesario que me des excusas, no volverás a salir a correr, punto—declara como si mi palabra no valiera nada, mi opinión como siempre siendo omitida. Estaba acostumbrada.
Tomo otra honda inhalación y asiento, de nada vale discutir con Elliot Summer a menos que quieras pasar los siguientes treinta minutos escuchando porque tiene la razón. Claro que seguiré corriendo, solo que él no tienen que saberlo.
—Ahora sube y bañate, te llevo al colegio—anuncia y sin esperar mi respuesta vuelve su atención a las noticias.
(...)
El instituto Douglas, se rige por un par de reglas creadas para y por los alumnos y que no pocos profesores también acatan. Una de ellas y la que más me concierne es la que habla sobre ”La Élite“, un grupo de los alumnos con mejor promedio de la escuela. Lo integramos los chicos que siempre participamos en debates estudiantiles, concursos nacionales y que nuestro promedio deja decepcionados a los padres de los demás alumnos. Según los estudiantes de Douglas, los de “La Élite" estamos en lo más arriba de la jerarquía estudiantil, muy por encima de las porristas y los deportistas, y se supone somos los mejores en cada asignatura impartida en el colegio.
Pero eso es una total mentira.
La clase de literatura era la cosa más aburrida de todo mi día, la Sra. Roger, que unos años atrás debía haberse jubilado, animaba sus clases lo mismo que un borracho un cumpleaños infantil. Y aunque me dé un poco de vergüenza admitirlo, a veces ni siquiera escucho la mitad de lo que dice, suelto mi cabello y las ondas castañas tapan el auricular por el que escucho música los cuarenta y cinco minutos de clase. No me juzguen, si dieran clase con la soporífera Sra. Rogers me entenderían. Por fortuna “La Elite" también es conocida por hacerle favores a los demás estudiantes, así que cuando necesito estudiar lo que no atendí solo tengo que esperar que vengan a mí pidiéndome ayuda con el mismo trabajo en el que yo necesito información.
Por el auricular suena Rock'n Roll de Avril Lavigne cuando una mano llena de arrugas aterriza en la esquina de mi mesa, mi sobresalto es notable y cuando veo a la Sra. Rogers, y dueña de la mano, mover los labios, me arranco lo más disimulada y rápidamente que puedo los audífonos.
—...decepcionada de usted, srta. Summer—me da una mirada severa con sus ojos cansados antes de pasar a la mesa detrás mío y dejar una hoja de papel muy parecida a la que descansa ahora en la mía y que no había notado antes ahí.
Alargo mi brazo y tomo el trozo de papel garabateado con una caligrafía que me es muy familiar y mi vista avanza, antes de observar nada más, a la puntuación circulada con un molesto círculo rojo. Mi corazón viaja a mi garganta y mis respiraciones se vuelven casi inexistentes. Cinco sobre diez. Santa cachucha, voy a morir.
(...)
—Voy a reprobar todo el año y luego tendré que comenzarlo de nuevo pero lo reprobaré tanto que tendré hijos para cuando logre terminar el instituto y mi padre me dará la espalda y me dejará en la calle con mis cuatro hijos y el gato, tendré que trabajar en la calle para darles de comer y no podrán ir a la escuela y serán como yo y...
—¡Respira, relajate y repite! No voy a ser un fracaso por sacar un cinco en un insignificante examen que ni siquiera cuenta para la nota final.
Aunque escucho y proceso las palabras de Caleb e incluso sé, que en el fondo de mi corazón, estoy de acuerdo con ellas, mi problemático cerebro no llega a creerselas y me ha orillado a llamar a uno de mis pocos amigos para que me ayude con mi ataque de pánico.
—Pero es que no lo entiendes, una vez que mi padre se entere se acabó, me castigará de por vida, nunca más podré salir de casa, ni siquiera podré tener novio y me hará repetir el examen una y otra y otra vez hasta que me lo sepa de memoria—hago una pausa para tomar aire y me acomodo mejor el teléfono móvil antes de hablar—. Creeme, Pierce, conozco a mi padre.
Vaya que lo conocía, tenía claro que una vez que mi padre lo supiera todas mis pesadillas hasta esa fecha se harían realidad. Y no podía permitirlo.
Escucho un suspiro cansado desde el otro lado de la línea y aunque no puedo verlo, apostaría todos mis ahorros a que su mano se encuentra despeinando su corto cabello con el ceño fruncido. Le he advertido muchas veces que eso le dejará arrugas.
—Pero no tiene porque enterarse—responde seguramente al borde del desequilibrio mental—. Em, los profesores te aman, si llegas con unas galletas hechas por Olivia y la cara de perro mojado que pones cuando quieres pedir perdón, ya tienes ganada a la Sra. Rogers. Relajate y haz lo que mejor sabes hacer, pensar.
—Vale, tienes razón, estoy haciendo una tormenta de algo tonto y de fácil solución—admito y suspiro liberando a mis pulmones de todo el aire que retenía—. Luego me explicarás a que te referías con cara de perro mojado.
—¿Qué? No te escucho bien. Em, estamos pasando por un túnel—miente haciéndose el gracioso—. Se...escucha...mal, me voy, adiós.
Miro mi teléfono un par de minutos más después de que me cuelga y lo lanzo a la cama antes de seguirlo yo hundiendo mi cabeza en una almohada.
Me trago el idiota que estaba a punto de soltarle porque sé que no lo escuchará.
(...)
Doy dos toques en la puerta antes de pedir permiso para pasar, ante la respuesta afirmativa me adecento un poco y abro la puerta, apenas una rendija por la que paso mi cabeza y observo a la Sra. Rogers ordenando su escritorio. Termino de abrir y entro con paso dubitativo, pongo mi cara de chica educada, la que Caleb llama de perro mojado, y dejo el tuppet con galletas caseras sobre el escritorio.
—Sra. Rogers, ¿podemos hablar un minuto?—interrogo con mi sonrisa encantadora de profesores y la veo mirar con deleite las galletas de Olivia.
—Claro, querida, soy todo oídos—sonríe arrugando sus ojos desprendiendo esa ternura que derrochan las abuelas.
Tomo aire y lo suelto lentamente antes de decir a lo que he venido. Aquí vamos.
(...)
—Estoy perdida—Gimoteo tapando mi rostro con mis manos después de contarles mis desgracias a mis únicas amistades.
—¿Siempre ha sido así de dramática o se convirtió con el tiempo?—la pregunta de Marcus me hace destapar mi rostro y ponerle mala cara. En mi mente lo estoy destrozando.
—Siempre ha sido así—le responde Caleb tomando mi manzana y mordiéndola—, ¿recuerdas cuando le dio un ataque de histeria porque en el baile la pancarta estaba tres coma cinco centímetros fuera de lugar? Lo tengo grabado.
Lo detengo antes de que saque su teléfono y le arrebato mi manzana de sus traidoras manos.
—Todos nos acordamos de ese día, Caleb, gracias—le doy una de mis peores miradas, que debo admitir que mucho no intimidan, y los señalo a ambos con mi índice—. Son un asco de amigos, que lo sepan.
—¡Es una tonta nota sin importancia en un igual de tonto examen de Literatura! No se va a acabar el mundo por eso—hago un mohín molesto tras la regañina de Caleb.
—Además, tienes la solución de hacer ese trabajo extraclase con alguien del otro salón—Marcus ve mis intenciones de hablar y levanta su mano para impedírmelo—. Si solo quedan malos estudiantes haces sola el trabajo y finges que fue en parejas, no sería la primera vez.
Un barullo en el lado izquierdo del comedor llama la atención de toda la cafetería incluido nosotros. Otra pelea tonta por un motivo igual de tonto. Suspiro ruidosamente y me despido de mis amigos. Todo el tema del trabajo me ha quitado el hambre.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top