—¡Amor ya llegué! —dijo resonando en toda la casa.

—Oh, bienvenido querido —respondió de vuelta.

Caminó de la puerta de entrada hasta llegar a la oficina.

—¿Cómo vas con la novela? —preguntó, creando un silencio incomodo en la pieza.

—... Ya la terminé.

—Déjame verla. —Le arrebató el borrador dándole una revisada rápida al último capítulo, sin parar en faltas de ortografía o gramática, todo el texto estaba escrito a mano, así le gustaba escribir, pero era un poco difícil de leer —. Ya veo, ya veo —asintió mientras una mueca se formaba en su cara en contra de su voluntad.

—¡Soy mediocre, no lo tienes que decir con palabras, yo ya lo sé!

—¡No digas eso amor, tus escritos son magníficos! —protestó.

—Entonces dime la verdad ¿qué te parece el final?

—Pues...—volteó ligeramente la mirada, y para la persona ansiosa que era quien interrogaba eso no le vino nada bien—. Está bien.

—¡Bien! Solo bien, que horrible, no puedo presentar esto al mundo, no con este final, no con estos personajes, basta, escribiré otra cosa, otro libro—se detuvo un momento en su lluvia de ideas, dejándose empapar completamente.

»Le daré una vuelta de ciento ochenta grados a mi obra —sonrío—, sí, sí, lo mejorare hasta llegar a la perfección. Sal de aquí cariño, tengo una idea, la mejor que he tenido en mucho tiempo— ordeno a su mujer mientras la empujaba ligeramente hacía afuera y cerraba la puerta de su oficina.

—... Pero, estaba bien. —resopló, para proceder con los papeles en la mano a dirigirse a su habitación, dormiría un poco antes de hacer la comida.