Capítulo 12
(El siguiente capítulo contiene textos que pueden llegar a ser de tema sensible para el lector, se recomienda discreción)
Ester se empezó a levantar, primero lentamente, abriendo sus ojos con pereza, para inmediatamente un segundo después sentir náuseas y ganas de vomitar. Ni siquiera pudo ver en donde estaba, solo volteo hacía la derecha y vomito ácido, porque no tenía siquiera el alimento necesario en el estómago como para poder vomitar apropiadamente. Después de vomitar y tener en su boca un sabor a limón miro a sus alrededores, era una habitación desconocida para ella, ¿dónde estaba?, se preguntó, intento hacer memoria, pero nada salía, recordó el momento más reciente que se acordara, y gracias a la ayuda del olor del vomito ese momento fue cuando estaba con Diego.
Desde ese momento todo se desenvolvió con naturalidad, ella vomitando, ella subiendo a la camioneta, Carina, y ahora todo tenía sentido, ya deberían de haber llegado a la cabaña, en medio de la noche. Miro su ropa, uno de sus vestidos de embarazada, no le gustaron cuando los compró, y no le gustaban ahora. Lo que portaba ni siquiera se le podría denominar "vestido", se acercaba más a una lona para coches con decoración de flores.
Estaba recostada en una cama, tenía un edredón encima y vomito a su lado, era asqueroso, pensó, y buscó del lado izquierdo de su cama alguna lampara, o algún enchufe; después de minutos de búsqueda no encontró nada, pero sí que sintió su silla de ruedas. El olor era ya algo que se había mezclado con el ambiente, Ester se había acostumbrado, pero sabía que Luce, aunque no se enojaría per ce, sí que se cansaría por tener que limpiar el desastre.
Así que subió a la silla, fue difícil, especialmente por las pesas que parecía cargar en su vientre; amaba a su futuro hijo, solo desearía que no pesara tanto. Subió al fin, y empezó a andar por la habitación, choco con algunas cosas, pero después de intentos fallidos consiguió llegar a la puerta, solo para ser recibida por una cabeza de lobo, las decoraciones de Luce eran de lo más horribles, ¿de verdad serían de Luce?, se preguntó, jamás había preguntado cuando era inquilina, tal vez ahora, después de años de conocerse, por fin le revelaría el porqué de la decoración de animales muertos.
Había una ventana al lado derecho que hacía que la cabeza se iluminara, y que se viera la parte trasera de la cabaña, Ester la miró un poco, nada de interesante, cables para colgar ropa, y al final una pared de ladrillos, parecía un acuario debido al gran domo de arriba de este tendedero. Volteo su silla y empezó a andar, al final del pasillo se veía una cocina y una sala, bastante amplias, pero acogedoras, aunque las múltiples cabezas que seguro habría le quitaba ese sentimiento hogareño.
Ester volteo a la derecha, había una luz que salía desde las rendijas de un cuarto, ella fue y toco la puerta, nadie respondió, otra vez, nadie, ya la tercera vez le dio con fuerza, se escucharon pasos enojados desde dentro y así Carina salió a recibirla.
—¿Qué quieres? —preguntó en tono enojado, bueno, más que enojado, de berrinche, como si se le dijera a un niño pequeño que apagara la televisión por ser ya muy de noche.
—Carina, ¿dónde está Luce? —preguntó de forma calmada, se notaba que habían empezado a salir, y entendió el territorialismo, ella misma actuaría así si la fueran a molestar en la noche mientras esta con Mateo.
—Esta dormida, se ve adorable, ven a verla —susurró metiendo a Ester al cuarto, colocándola justo al lado de donde Luce se encontraba reposando.
Carina no dijo más nada, solo se la quedo mirando con ternura, un poco de admiración también, sonriéndole a pesar de que ella sabía que Luce jamás sabría de ese gesto. Por su parte Ester la volvió a analizar, como lo hacía en antaño cuando se quedaba dormida, su cabello seguía igual que siempre, mal cortado, por más que intentaba cortárselo bien ella sola siempre le salía mal, el mismo mal corte. Sus ojos estaban increíblemente cansados, no tenía maquillaje por lo que se le notaban las ojeras, sus cejas estaban relajadas completamente, pero aun así se veía algo fuerte en su cara, como si intentara estar alerta hasta en sueños. Tenía la cobija hasta el pecho, con los brazos de fuera a los lados, postura recia hasta cuando dormía.
—¿Tienes hambre?, vi que Luce trajo helado —dijo emocionada Carina, con una sonrisa traviesa, entrecerrando sus ojos a modo de mirada cómplice. A Ester le gustó mucho su actitud, era increíblemente juvenil, muy juguetona, ella nunca había podido ser así, y se imaginó a su futuro hijo actuando así, siendo juguetón y travieso.
—Claro que sí, vamos por el helado —respondió Ester jugando a ser maliciosa. Carina la tomó de la silla de ruedas, apago la luz del cuarto y se dispusieron a ir hacía la cocina.
La cara de Carina cambio a una sonrisa calmada, ahí fue cuando descubrió que la que actuó como una niña fue ella, la pareja de Luce solo quería dejarla descansar.
Carina encendió las luces de la cocina, abrió el congelador el cual estaba a punto de estallar, pescado, carne, alimentos congelados, verdura, todo tipo de comida se encontraba ahí dentro, pero con suma destreza ella paso sus manos por en medio y tomo el envase, lo sacó, y de un cajón simplemente tomó dos platos hondos y dos cucharas, dejando un plato hondo, y una cuchara.
Al sentarse a comer sintió una extraña sensación de incomodidad, Carina no le hablaba, ni siquiera la miraba, estaba atenta al cuarto de Luce, la miraba con esa misma mirada tierna de una joven enamorada, y se preguntó si ella misma había tenido esa mirada ensoñada alguna vez.
Después de un tiempo de comer el helado Carina sintió un olor, le pregunto a Ester sobre esto.
—Ester, ¿no hueles algo?
—Vomité —dijo cabizbaja, se sentía avergonzada.
—¿Por qué no lo dijiste antes?, hay que limpiar antes de que Luce se despierte, voy a limpiar, tu quédate aquí, ¿quieres que te acueste en el sofá?
Había dicho esto de manera calmada y servicial, se notaba que pasaba bastante tiempo con Luce, actuaba igual que ella, poniendo a los demás antes que ella.
—No, no, yo estoy bien aquí, perdóname por hacerte limpiar.
—Oh, nada que ver, ¿para qué es la familia sino para ayudarse?
Ester la miro confundida, ¿qué tan cercana era esta niña a Luce?, se preguntó, pero antes de si quiera formular alguna oración Carina ya se había ido, pasaron unos momentos para regresar con una cubeta llena de ácido, sonreía.
—Luce tuvo la buena idea de poner el balde, mira, le diste a directamente, creo que voy a enterrar esto en el patio, me pregunto si Luce habrá traído cal.
—¿Cal, eso para qué?
—Para el olor, si tuvieras un cadáver, por ejemplo, y no quisieras que oliera la carne pudriéndose, le pones cal, lo entierras y hasta ayudaría para la fertilización —contestó sonriendo, parecían palabras puestas en su boca.
—Ah... eso, es interesante —balbuceo, intentando sonreír.
Carina salió de la casa, y Ester empezó a temblar ligeramente, toco su vientre, y susurro.
—¿Con qué clase de persona se estará emparejando tu tía Fer?
Pasaban los minutos y se sentía cada vez más somnolienta, esto de estar embarazada era algo difícil, se acostó en la mesa y empezó a bostezar para terminar quedándose dormida.
Se despertó al siguiente día por el olor a huevo, huevos revueltos que le hicieron dar arcadas, Luce estaba cocinando, tan impecable en la ropa como siempre.
—Buenos días Ester —saludo Luce sonriendo tranquilamente.
—Hola Luce, ya llegaste.
—Nunca me fui.
—Tienes razón —exclamó riéndose— la costumbre.
—No hay problema, ¿qué tienes ganas de desayunar?
—Un refresco, quiero algo dulce, una paleta, un refresco, de preferencia la paleta.
—Tengo, pero creo que no es muy buena opción para desayunar.
—Perdón, pero la verdad incluso el aroma de la comida ahora me está mareando.
—Te voy a sacar al columpio de afuera —decidió Luce mientras la llevaba.
Era un pequeño piso fuera de la casa, con una barda de madera que la separaba al patio, muy pintoresco, la vista era de arboles frutales, los cuales se notaban no habían sido cortados desde hacía tiempo, y un olor ligero a fruta podrida se hacía presente, más sin embargo estos árboles no se veían secos.
Luce la cargo al "columpio" una mecedora en forma de medio circulo, colgando del techo, Ester se relajó, la vista era bonita, aunque más de ella se veían los ladrillos que separaban a la cabaña del resto del mundo, a la derecha estaba la camioneta debajo de un pequeño techo que hacía de cochera.
Ester se empezó a mecer, en poco tiempo Luce le llevo la paleta que había pedido y el refresco, en antaño pensaría que podría engordar, ahora eso no era tan importante, vomitaba la mayor parte de comida que ingería, y antes de los vómitos se sentía muy mal, ya después podía volver a mantener la compostura, difícilmente, pero lo lograba.
La brisa corría por su rostro, al mirar arriba vio que el mismo domo de la parte trasera estaba de igual manera ahí encima de ella, se veía limpio, extrañamente limpio, ¿en dónde se encontraría realmente?
Mientras Ester se hacía preguntas comiendo la paleta y bebiendo su frío refresco, dentro Luce estaba despertando a Carina para desayunar.
—Carina, a comer, vente.
—Luego amor, déjame dormir —demandó Carina, aunque al oler la comida cambió de opinión y levantándose se dirigió a comer.
Se sentaron en la mesa del comedor, y con la luz natural pegándoles en la parte derecha del cuerpo iniciaron a desayunar.
—Este lugar tiene mucha luz, la casa esta como en las penumbras.
—Sí, lo sé, nunca me a gustado mucho la luz natural.
—Una gran diferencia entre el papá y la hija —dijo jugueteando Carina.
—Se podría ver así.
—¿Y tu mamá?
—¿Qué tiene que ver ella?
—¿Le gustaba la luz o la oscuridad?
—Ella vivía de noche, en la mañana se la pasaba encerrada en el ático cantando, luego en la noche salía a presentarse a los teatros.
—¿Entonces tú que hacías? —interrogó mientras tomaba un gran bocado a la comida.
—Yo estudiaba con maestros particulares en la sala —respondió tomando su té.
—Me preguntó como habrás sido de pequeña, una niña muy bonita, seguro tus padres no te dejaban ir a la escuela por temor a que todos los niños se enamoraran de ti.
—Esa es una concepción errada —explicó para comenzar a comer su tostada.
—Entonces dime la correcta.
—Pensaban que los niños de la ciudad eran asquerosos, no me dejaban salir por eso.
—Me estas mintiendo —inquirió, desde antes del accidente parecía que leyera a Luce fácilmente.
—Puedes ir a quejarte con mis padres, pero dudo que te den una respuesta diferente.
—Ay Luce que humor más negro tienes, lo primero que hay que pensar es en recoger un poco esta cabaña, tiene polvo por todos lados, después de desayunar hay que limpiar.
—Nunca te imagine diciendo esas palabras.
—Pues ya ves amor, de todas formas, como esposa que soy debo de ver por toda la familia, y eso incluye no tener polvo indeseado.
Luce asintió, había domesticado a Carina bastante bien, se enorgullecía de eso, aunque a veces parecía actuar muy ignorante, hasta inocente, se preguntaba el porqué de eso, pero como no interfería con el día a día lo dejaba pasar.
Comieron y mientras Luce lavaba los trastes Carina se dedicaba a barrer, limpiaron toda la casa, acabaron en la noche, Ester había pasado la mayoría del día afuera en aquel columpio, excepto en momentos donde entraba al baño, o cuando entro a cambiarse la piyama, cosa que no hacía mucho, más que nada debido a que los limpiadores, así se contento de estar afuera respirando aire natural, al descansar a comer Luce había hecho una ensalada, la lechuga y los vegetales eran los que debían utilizar primero para evitar que se echaran a perder.
Carina había salido a recolectar limones para hacer agua de limón, Ester por su parte volvió a comer helado, hacía mucho que no se sentía tan bien, las nauseas habían bajado, ya no las tenía a menos de que oliera cosas fuertes, ese viaje propuesto de improviso la había ayudado mucho.
Ya entrada la noche Ester entro a la cabaña, directo a dormir, cuando notó que Carina estaba viendo la televisión, una televisión ancha, vieja, ella miraba encantada la pantalla que reproducía una película de caricatura, y se acerco a ella viendo este espectáculo.
—¿Qué estás viendo Carina?
—La monstruosa
Ester se rio un poco, que nombrecito para una película para niños, decidió cambiarse de su silla de ruedas al sillón al otro extremo de donde Carina se encontraba, vieron la película, llego Luce y abrazando a Carina continuaron, Ester se sentía feliz, Carina se sentía feliz, pero Luce sentía algo de repulsión, no le gustaba abrazar, y esa acción que estaba realizando iba totalmente en contra de su código moral, la cabaña tampoco le encantaba, no tenía recuerdos felices del lugar, de pequeña la habían traído, y después de la muerte de sus padres, esa cabaña solo había sido una carga, cuando la deshabitaran la vendería.
Terminaron la película, Ester se dirigió ella sola a su habitación, ya no siendo cargada por Luce, sola, algo abandonada.
Luce y Carina se dirigieron a su habitación.
Luce se lavo la cara, sus ojeras se estaban desvaneciendo poco a poco, a Ester le encanta ver eso, se estaba recuperando, era más tranquila, ya no la cuidaba tanto, ahora era todo un poco más bonito.
Luce caminó directo a dormirse del lado izquierdo, como siempre hacía, del lado más alejado de la puerta, Carina también se acostó, al hacerlo volteo para abrazar un poco a Luce, ella le correspondió, sus abrazos siempre eran especiales, tan cálidos, esos brazos que le daban calor, esos pechos que servían para recargar su cara. Luce empezó a acariciar su cabeza, Carina la olía ligeramente, olía a menta, sus jabones eran todos de menta, su té favorito era el de menta, todo era menta, era fresco, pero ella no era fresca, ella era hogareña, una enfermera muy hogareña, Carina la recordaba llegando de noche de cuidar personas, que acción tan noble era la que ella realizaba, le tenía no solo cariño, también le tenía respeto.
Después de varias caricias fue cediendo, cerró los ojos, y empezó a pensar en nada, concentrándose en el momento, concentrándose en su esposa amada, concentrándose en ellas, no existía nada más en ese mundo aparte de ellas, no habían existido nunca otras sensaciones que no fueran las que estaba sintiendo en ese momento, se quedó dormida.
Cuando Carina empezaba a soñar Luce la aparto con cuidado de no despertarla, la acomodó y la vio, era adorable, pero aburrida, mientras la veía alzaba la barbilla, bajando la mirada, recordó cuando se conocieron, y recordó la cara de miedo que ella había tenido, eso le había atraído, pero no la había visto más, solo risas, solo sonrisas, pero aceptaba que estuviera así, a final de cuentas ella estaba planeando su final, se preguntaba como hacerlo, tanteaba varias posibilidades en su mente, y aún así no podía dar con la precisa, a todas les faltaba algo. Lo único que sabía era que ella no la cuidaría más, antes le habían faltado los instrumentos, ahora no le faltaría nada, se aseguraría de eso.
Salió de la cabaña y se dirigió al cobertizo, el cual estaba en medio de todos estos arboles frutales, tendría que buscar la sierra eléctrica que había querido usar con Ester en la ciudad, pero esta vez no para desmembrar personas sino árboles. El cobertizo estaba lleno de polvo, no le importo, a final de cuentas solo iba a ver qué había quedado en aquel cobertizo. Adentro estaba una mesa grande, bastante, tenía perceptibles manchas de sangre todavía a pesar de todo el lugar estar sumergido por una abrumadora obscuridad, a la que ya se había acostumbrado.
Alrededor había distintas cosas de interés para Luce, había escopetas, cuchillos, bórax, hilos resistentes, etc., aquí sí que no había ventanas, absolutamente cerrado para que la piel de los animales disecados pudiera secarse a libertad, y encontró lo que buscaba, la sierra eléctrica, junto con un hacha, un serrucho, y la clásica caja de herramientas... disección, nunca había hecho una, pensó.
Ella sabía donde estaban las presas, usualmente pequeñas, zorros arriba de las montañas, lobos, conejos, aves, y más, su padre era un cazador nato, cada domingo regresaba de su caza del fin de semana, siempre con más animales disecados para su colección, alfombras, carne. A Luce jamás le había interesado, y a su padre jamás le intereso que ella aprendiera algo de eso, aunque ahora Luce sí que estaba interesada. Tomo una escopeta, daba gracias por haber visto esos videos de su padre sobre las escopetas, la reviso, no tenía nada, estaba completamente vacía, e inicio a buscar municiones, las encontró, pero ahora se encontraba con un problema ¿qué tanto tiempo la podría cargar?, si es que la utilizaba para la caza, miro de nuevo el arma, le parecía interesante, pero tal vez no tan interesante como todos los cuchillos en frente de ella, cuchillos rectos, curvos, con filo, con pequeños dientes, eso era lo que le gustaba, tomo uno pequeño, bastante afilado, si ella tuviera que adivinar diría que era un cuchillo para separar piel de carne, para aves, en un lobo no surtiría mucho efecto.
Dejo dentro todos los instrumentos, y empezó a caminar por ese pequeño "bosque". Si mal no recordaba debía de estar la casa de los arboles por aquí; después de buscar un tiempo la encontró, era una casa del árbol bastante curiosa, un colchón, juguetes para perros, insectos claro, juguetes sexuales y condones, bastantes, a su padre sí que le gustaba tener relaciones, por aquí deberían estar las imágenes, al final las encontró, en medio del colchón dentro de una bolsa de plástico, con la luz de la luna vio a su padre, era un hombre blanco, poderoso, fornido, y de aspecto atractivo, era alto, y siempre se teñía las canas de donde fuera, incluso del vello púbico.
No le gustaba tener vello corporal en áreas indeseables, siempre estaba suave, costumbre que Luce también tomo, no había ningún vello en ella o en su padre, en las imágenes se le mostraba de distintas maneras, en algunas con animales vivos, en otra con animales disecados, masturbándose con la piel de sus presas, Luce las pasaba tranquilamente, había encontrado ese lugar y esas fotos por error, era pequeña, la primera vez que iba ahí, había decidido salir y se encontró con esta casa, y buscando más a fondo con estas imágenes, nunca le dijo a su padre que había visto, pero le empezaron a dar repulsión los animales, no los quería ver, no por empatía o sentimentalismo, si no por asco, animales deseados por humanos, razas inferiores acostándose con los reyes de la cadena alimenticia.
Así pensó hasta que se dio cuenta de algo terrible. Los humanos también eran animales, y empezó a teorizar que hacerles daño a los animales estaba bien, a final de cuentas ¿quién lo impedía?, y si hacer daño a animales estaba bien, y si los humanos eran animales, por ende, estaba bien hacerle daño a cualquier humano inferior.
Así lo había empezado a hacer en la escuela, primero con cosas pequeñas, tomaba cucarachas y con sus manos las aplastaba, las hormigas las ahogaba, a los pájaros y ardillas les daba con piedras, el animal más grande que llego a matar por esos tiempos fue a un conejo, era grande, muy esponjoso, pero tenía los ojos rojos, a Luce no le gustaban esos ojos por los que un día atrapo a ese conejo, mascota de su grado, y con un palo afilado le saco los ojos, el conejo murió desangrado por sus cuencas, ahí fue cuando Luce descubrió que los conejos también hacían sonido, ya que antes de morir el mismo conejo grito de desesperación y dolor, Luce vio todo el show, y así como lo vio ella, también lo vio una compañera suya, estaba llorando, esta compañera no tenía amigos, siempre se desaparecía en los recesos y Luce acababa de descubrir en donde se escondía.
Corrió hacia ella, logró tirarla, eso fue fácil, era un año menor que ella, puso sus piernas en los brazos de la niña, sentándose en su pecho, y con el mismo palo afilado le saco un ojo, solo uno, una maestra llego al escuchar los alaridos de la niña, retiraron a Luce, no sin antes ella comerse el ojo previamente amputado, sabía salado y como a hierro debido a la sangre, era comer la grasa gelatinosa de un caldo de pollo, antes de que la apartaran totalmente alcanzo a clavarle el palo a la maestra en el cachete, ella fue expulsada de esa escuela, dieron aviso de sus abusos con animales, y luego con su compañera y maestra, sus padres tuvieron que pagar una gran indemnización por los daños cometidos de su hija, como ella solo tenía once no pudieron demandarla.
El padre al escuchar del maltrato a los animales pensó que ella sabía algo, pero le temía, le temía a su propia hija, así que lo mejor que lograron hacer fue encerrarla en casa mientras ellos salían y hacían sus vidas, le contrataban maestros con pasados extraños, pasados mayormente de pedofilia, no querían contratar un asesino, y tampoco querían matarla ellos mismos, no tenían el estómago, se querían ir con las manos limpias, para la mala suerte de los padres ninguno le llego a hacer nada a su hija, y una noche en la cual se disponían a tomar sus cosas y abandonarla para siempre no tomaron en cuenta algo, su hija estaba despierta y aprovecharía para cortar los frenos a ambos carros de sus padres, ellos encendieron el gas de la casa, se montaron al carro y así murieron por fin.
Luce sonreía nostálgica al recordar eso, sus padres la habían intentado asesinar, el juego no les había salido como querían, y eso le alegraba, ya que demostraba que en la cadena alimenticia ella era la más poderosa, se acostó en ese colchón sucio, todavía podía oler algunas notas de su padre, del olor de su padre, escuchar a su madre cantando en la ópera, los podía ver claramente, así mismo veía sus cadáveres, la policía al encontrarlos le pidieron ir a reconocerlos, eran piel quemada, pero por el olor los había reconocido, y claro, por que ella sabía quien lo había hecho, empezó a respirar profundamente, mientras veía al techo, imagino las cenizas de sus padres que había utilizado como arena de gato, el mismo que tenía actualmente, podía detestar a los animales, pero a ese gato lo toleraba, no sabía porque, creía que en cierta manera ese gato se asimilaba a ella, en una forma mucho más débil, pero se asimilaba, no se había dejado matar cuando ella lo intento, por eso lo mantenía, bueno quién sabe como estaría ahora ese gato.
Bostezo, guardó las imágenes y las volvió a esconder, bajó y quitó la escalera para subir, la casa quedaba cubierta por la copa del árbol, y si Carina intentaba subir bastaba con prohibírselo y ya estaba. Cortó la escalera con un hacha haciendo astillas y las guardó en una bolsa.
Ya estaba cansada y se dirigió de nuevo a la casa, era bueno recordar cosas felices de vez en cuando, y cuando volvió a entrar, creía ver todo de un color más brillante.
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