Capítulo 10


Ester despertó después de algún tiempo de que Luce no estuviera presente, volteó a la bebida que le había dejado, un batido de mango. No entraba ninguna brisa por ningún lado, se sentía mal, caliente, las sabanas estaban calientes, ella estaba caliente.

Empezaba a entrar en pánico cuando escucho unas garras en alguna parte de la casa, esto no la tranquilizo ni un poco, qué estaba pasando, por qué Luce siempre se iba, empezaba a cuestionar, pero jamás llegaba a ningún lado, sus pensamientos cortaban cuando iba a llegar a algo interesante, era como tener un helado en frente, llevártelo a la boca y que volviera a aparecer en la mesa.

Volvió a escuchar garras, y luego pasos, pasos pequeños que retumbaban en el silencio de la casa, y ahí lo vio. Un gato, era negro, pero tenía las patas blancas, sus pupilas estaban muy dilatadas, pero por sobre todo destacaba su hocico, lo tenía manchado de sangre, y adentro llevaba colgando a una rata, era enorme, casi del tamaño del gato.

Con la rata aun chillando el gato tomo impulso, su cola se movió coquetamente de un lado a otro y salto encima de las piernas de Ester, la dejo en estas y se lamió la boca y las patas. Terminando su aseo personal miro fijamente a Ester; sus pupilas se fueron contrayendo hasta ser pequeñas manchas negras en un mar azul rodeado por oscuridad. Mirandola a ella y ella mirándole a él.

De repente se escucho el sonido de la puerta abriéndose, otra clase de mente perversa había entrado a la casa, una que Ester creía amar. 

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