SOLDADO DE INVIERNO
SOLDADO DE INVIERNO
Realmente... ¿estoy haciendo lo correcto?
En el abismo se encontraba un chico peliblanco, que se hundía cada vez más y más en la obscuridad, pero... a diferencia de las veces anteriores, ya no sentía temor... solo tranquilidad, le faltaba la respiración, pero no importaba, ya que en ese lugar no necesitaba respirar.
Caía hacia lo profundo, hasta que toco el fondo, se acostó bocarriba sobre este, pero al hacerlo, como si de un cristal se tratase, la superficie sobre la que descansaba se fragmento, por un momento creyó que caería, pero no fue así, por lo que espero a que cualquier cosa sucediera, ya que sabía que estar aquí no era una buena señal.
Los minutos pasaron, pero nada sucedió, por lo que cansado de esperar decidió hablar, cuestionar a aquello que lo torturaba cada vez que se hundía en aquel pozo de oscuridad y desesperación.
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Lincoln: dime... ¿estoy haciendo lo correcto?
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La pregunta fue lanzada al aire, espero pacientemente a ser respondido, pero nada sucedió, los minutos siguieron pasando, pero simplemente no obtenía respuesta, se preparó para volver a cuestionar a aquel ente, hasta que alguien hablo a sus espaldas.
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¿??: -voz estática- lo estas.
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El peliblanco giro su cabeza, observo aquella superficie de cristal sobre la que seguía acostado, y vio su reflejo, pero... no era el, o por lo menos no el de ahora, pues al observar aquel profundo abismo que se reflejaba, lo que veía era la botarga de ardilla.
Ambos cruzaron miradas, uno reflejaba una tristeza y un dolor indescriptible, mientras que otro solo reflejaba seriedad, el silencio perduro entre ambos algunos minutos, hasta que el peliblanco reunió coraje y volvió a cuestionar a aquel bizarro reflejo de su pasado.
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Lincoln: -con el labio tembloroso- ¿estoy haciendo lo correcto?
¿??: lo estas.
Lincoln: yo quería morir... iba a dejarla sola... -lagrimeando- ¿realmente estoy haciendo lo correcto?
¿??: ¿aun quieres morir?
Lincoln: -negando con la cabeza- no.
¿??: ¿aun quieres dejarla sola?
Lincoln: no.
¿??: ¿aun piensas dejarla morir?
Lincoln: -apretando los puños- no.
¿??: entonces... estás haciendo lo correcto.
Lincoln: pero...
¿??: el camino que escogiste no es fácil, pero es el correcto, tu sabias que habría riesgos, pero aun así saltaste.
Lincoln: yo... -abrazándose a si mismo- no se si pueda seguir.
¿??: sé que lo harás.
Lincoln: ¿Por qué? -golpeando el cristal- ¿Por qué estas tan seguro que no renunciare a esto?
¿??: porque... -sacándose la cabeza mostrando a otro peliblanco- no queremos perderla... porque no queremos seguir escuchando su llanto... porque la amamos y estamos dispuestos a todo por mantenerla a salvo.
Lincoln: -agachando la cabeza- ¿realmente podre protegerla?
¿??: lo harás, vas bien... -colocándose de nuevo la cabeza- solo no pares ahora.
Lincoln: -temblando- tengo miedo.
¿??: lo se.
Lincoln: miedo de olvidarla nuevamente... de que mi juicio se nuble y abandonarla... no quiero dejarla sola.
¿??: no lo harás.
Lincoln: ¿Cómo lo sabes?
¿??: porque yo me encargare de eso.
−
El peliblanco no entendió aquellas palabras, se suponía que el solo era algún tipo de alucinación que había fabricado su mente para torturarlo, entonces... ¿Qué era esa cosa realmente?, estuvo a punto de preguntarle a su bizarro reflejo, pero entonces noto como comenzaba a desvanecerse.
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¿??: es hora de que regreses.
Lincoln: -con voz en eco- ¿Qué eres?
¿??: ¿no lo sabes? -observando la sangre en sus manos- ¿tanto nos han lastimado que no podemos reconocernos a nosotros mismos?
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Antes de terminar esas palabras el peliblanco ya había desaparecido por completo, la botarga se puso de pie y observo un conejo blanco que se encontraba frente a él, lo cargo con delicadeza, lo coloco entre sus brazos y comenzó a acariciarlo con cuidado de no lastimarlo.
−
¿??: no te preocupes, si te desvías... si la abandonas... si la olvidas... -rompiéndole el cuello al conejo- solo tendré que traerte de vuelta al camino correcto.
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La botarga simplemente se perdió entre estática, mientras que el cadáver del conejo blanco era consumido por la oscuridad.
Nuevamente se encontraba solo en el abismo, pero algo era diferente, le costaba respirar, el cuerpo le dolía y sentía que su cabeza estaba a punto de explotar.
Entonces una luz apareció frente a él, con dificultad levanto su brazo y trato de alcanzarla, pero no podía, lentamente su visión comenzó a aclararse, noto la madera del techo, y los vendajes de su brazo, bajo su mano con cuidado para evitar lastimarse, y comenzó a observarse a sí mismo, notando los vendajes que lo cubrían completamente.
Con cuidado trato de sentarse, y una vez reconoció donde se encontraba, noto al hombre de avanzada edad que se encontraba frente a el, por lo que le hablo para saber que había pasado después de caer inconsciente.
−
Lincoln: ¿maestro?
Marcus: -observando al peliblanco- hola niño.
Lincoln: ¿Dónde estoy?
Marcus: en mi cabaña.
Lincoln: -observando sus vendajes- creí que...
Marcus: -sonriendo- ¿Qué? ¿Qué morirías por la caída? ¿o tal vez ahogado? La hipotermia también era una opción.
Lincoln: -llorando- creí... creí que moriría... creí que a no la volvería a ver... que no podría regresar con ella.
Marcus: bueno... aquí estas, tienes una nueva oportunidad de cumplir tu promesa, así que más te vale no desperdiciarla.
Lincoln: -apretando los puños- no, yo volveré con ella, -sangrando de su nariz- no voy a darme el lujo de dejarla sola.
Marcus: -carcajeándose- así se habla maldita sea.
Lincoln: -limpiándose la nariz- ¿Cuándo continuaremos el entrenamiento?
Marcus: cuando termines de recuperarte, lo más probable es que pasando año nuevo.
Lincoln: es mucho tiempo.
Marcus: -levantándose- así es, mientras tanto, -caminando hacia el peliblanco- dime... -sonriendo- ¿desde cuándo puedes liberar la adrenalina en tu cerebro?
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Durante varios minutos ninguno dijo nada, el hombre de edad avanzada comenzaba a impacientarse, pero el chico no entendía las palabras que habían salido de su boca en forma de pregunta.
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Lincoln: ¿Qué?
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Al principio el hombre de avanzada edad creyó que solo era una broma, pero por el pasar de los minutos de silencio, y la expresión de confusión del peliblanco, entendió que el chico posiblemente no era consciente de lo que es capaz de hacer, por lo que decidió profundizar en el tema.
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Marcus: -intentando sonreír- vamos... no juegues conmigo, ¿desde cuándo puedes hacerlo?
Lincoln: -negando con la cabeza- lo siento, pero es que no entiendo su pregunta.
Marcus: ya sabes de lo que hablo, -señalando su cabeza- ¿desde cuándo liberas la adrenalina en tu cerebro?
Lincoln: maestro no se de lo que está hablando.
Marcus: -serio- ¿enserio? ¿realmente no sabes de lo que hablo?
Lincoln: no, lo siento.
−
Su mentor solamente suspiro, el chico realmente no conocía de lo que era capaz de hacer, por lo que cambio de enfoque, con la intención de explicarle lo que estaba sucediendo con él.
−
Marcus: -colocando una mano en su barbilla- niño, alguna vez tu... ¿has sentido que el tiempo va más lento? ¿Cómo si se detuviera?
Lincoln: sí.
Marcus: -cruzándose de brazos- ¿desde cuándo?
Lincoln: hace solo unos meses.
Marcus: vaya, eso es muy poco tiempo... y dime, ¿Cómo te sientes cuando eso pasa?
Lincoln: cansado, como cuando regresamos de entrenar, y con dolor de cabeza.
Marcus: entiendo, ¿puedes hacerlo a voluntad? ¿o solo pasa?
Lincoln: -abriendo los ojos por la impresión- ¿se puede hacer a voluntad?
Marcus: sí.
Lincoln: -agachando la mirada- solo... solo pasa.
Marcus: ¿Cuántas veces te ha pasado? ¿y cómo te sentiste cuando paso?
Lincoln: solo lo he hecho un par de veces, pero... me sentía tan... -apretando los puños- furioso, tan... asustado.
Marcus: asustado ¿de qué?
Lincoln: -observando a su maestro- de dejar a Lily sola.
Marcus: ya veo.
Lincoln: maestro... ¿es algo normal lo que me pasa?
Marcus: si, es... una condición especial que pocas personas poseen, pero es algo normal, aunque... -con la mano en su barbilla- no todos lo despiertan.
Lincoln: ¿entonces puedo hacerlo a voluntad?
Marcus: -sonriendo- por supuesto, con el nuevo entrenamiento que te voy a agregar, cuando te vayas podrás usarlo a tu antojo.
Lincoln: genial.
Marcus: si, pero... -deteniendo la emoción del peliblanco- una cosa.
Lincoln: -serio- escucho.
Marcus: te voy a enseñar a controlar esa condición, porque si lo usas sin cuidado, puedes terminar lastimándote.
Lincoln: no entiendo.
Marcus: usar la liberación de adrenalina en tu cerebro es como usar una droga, a mayor uso mayor cantidad necesitaras para que surta efecto, y mayor será tu riesgo de morir... por eso te enseñare a controlarlo.
Lincoln: -inclinando su cabeza- estoy bajo su cuidado maestro.
Marcus: bien, -caminando hacia la puerta- voy a avisarle a Albert que ya estas despierto.
Lincoln: maestro.
Marcus: -deteniéndose para observar al chico- ¿umm?
Lincoln: gracias... -sonriendo- por todo lo que ha hecho por mí.
Marcus: dime esas palabras cuando termine tu entrenamiento, -saliendo de la habitación- recupérate por ahora.
−
El peliblanco se recostó con la intención de descansar, pasaron varios minutos en los que simplemente medito las palabras de aquella alucinación, las cuales le hicieron recordar a su pequeña hermana.
Así paso el tiempo divagando en su mente, mientras que la pequeña rubia era lo único en lo que podía pensar, ¿Cómo estaba? ¿estaba bien? ¿lo extrañaba? ¿habría recibido su regalo? Esas y más preguntas cruzaban sus pensamientos, hasta que un hombre del mismo color de cabellera que el entro a la habitación.
Padre he hijo se abrazaron, ambos lloraron de alegría y tristeza a la par durante largas horas, y cuando lograron calmarse conversaron sobre lo que había sucedido, como se sintieron, como lo vivieron, y que sucederá a partir de ahora.
No tardo mucho tiempo en que una alegre mujer de cabellera castaña les hiciera compañía, y Albert viendo por lo que había pasado su hijo, decidió abrirse con él y contarle con lujo de detalle su pasado, explicarle porque el no tuvo coraje para entrenarlo, esa noche las lagrimas invadieron todo el lugar.
La familia no quiso separarse de su abrazo en ningún momento, mientras que en otra habitación ya hacia un hombre de avanzada edad, lamentándose en la soledad por las penurias que él y su hermano de armas habían tenido que pasar.
Ya habían pasado un par de días desde el año nuevo, y a pesar de la desesperación del peliblanco por continuar su entrenamiento, acato las ordenes de su maestro de descansar, hasta que el creyese que ya se encontraba lo suficientemente recuperado para regresar al infierno.
Hace días que ya no usaba vendas, aunque al principio no sabía el por qué las debía usar en primer lugar, puesto que no había recibido heridas con la caída, cuando le pregunto a su mentor, este le explico que contenían algo que le ayudaba a acelerar su recuperación.
El chico trato de indagar sobre aquella misteriosa formula, pero su mentor se negó a contarle, por temor a que lo usara sin cuidado, pero eso no quería decir que no lo haría, tal vez cuando madurara un poco mas y creyese que estaba lo suficientemente preparado.
Durante todo ese tiempo el peliblanco se dedico a ponerse al día con sus estudios, pero debido a lo dedicado que este era, no tardo mucho en terminar sus pendientes, por lo que aburrido decidió cuestionarle a su mentor el cuándo regresaría a entrenar, recibiendo la misma respuesta de hace días.
El hombre de avanzada edad ya cansado de la insistencia de su joven pupilo, se dispuso a darle algo de trabajo, por lo que tomo una pila de libros viejos, junto a algunos apuntes hechos a mano, los coloco frente al peliblanco y le dijo que no entrenarían hasta que allá traducido todos los libros.
El chico solo asintió, tomo la pila de hojas que había frente a él y comenzó su trabajo, por lo que lograba ver eran bastante antiguos, pues, aunque no estaban en su idioma, noto el cambio de escritura de algunas palabras que había surgido atreves de las distintas épocas.
Una a una cada hoja era traducida, y para asombro del hombre de avanzada edad, quien se encontraba destapando su segunda botella, el chico incluyo los dibujos que contenían algunas páginas, los cuales parecían ser calcados de los originales.
El anciano creyó que por fin podría relajarse, por lo que sonrió mientras comenzaba a acomodarse en su sofá, para tomar su bien merecido descanso... o eso fue hasta que el chico peliblanco lo llamo, al principio creyó que había tenido algún problema con encontrar una palabra, pero lo que vio frente a él lo dejo sorprendido.
−
Lincoln: maestro... -señalando el dibujo- ¿Qué es esto?
Marcus: parece... no lo sé, -tomando el libro- nunca había visto algo como esto... pero... creo que es algún tipo de daga.
Lincoln: por el diseño parece que es retráctil.
Marcus: si... ¿Qué dice el texto?
Lincoln: no mucho, solo las instrucciones de fabricado y armado.
Marcus: interesante.
Lincoln: si, -observando a su maestro- pero no es esta la razón por la que lo llame.
Marcus: -observando a su pupilo- ¿no?
Lincoln: no, -parándose en la silla- si lo llame... -dándole vuelta a la página- fue por esto.
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Ambos analizaron aquella página a detalle, esta contenía el diseño de un cuchillo retráctil bastante similar al anterior, con la notable diferencia de ser más largo, además de contar con una protuberancia que asemejaba a un gancho.
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Marcus: -observando el dibujo- parece el mismo tipo de arma.
Lincoln: si, pero al parecer el modelo de esta es algo particular.
Marcus: ¿y dice por qué?
Lincoln: si... -sonriendo- sirve para un mayor alcance.
Marcus: ósea que...
Lincoln: encontré con que reemplazar las espadas.
Marcus: -sonriendo- interesante.
Lincoln: ¿hay alguna forma de fabricarlas?
Marcus: -cerrando el libro- sabes que chico... -observando a su pupilo- hoy voy a darte un curso intensivo de herrería.
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Ambos se miraron con una sonrisa, y el hombre de avanzada edad guio a su pupilo a la parte trasera de la cabaña, donde se encontraba una puerta que despedía un intenso calor, el anciano la abrió y lo que vieron fue una estructura metálica que parecía contener el infierno en su interior, se hizo a un costado, y le permitió el paso al chico.
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Marcus: bienvenido a la caldera.
Lincoln: ¿Qué es este lugar?
Marcus: -golpeando la estructura metálica- esto, es lo que mantiene caliente la casa y evita que mueras de hipotermia.
Lincoln: wow.
Marcus: si... wow, pero hoy... -abriendo una puerta de la que salió un calor abrazador- será nuestro horno de forja, así que más te vale poner atención, porque no va haber otra clase.
Lincoln: -golpeando su palma con su puño- a sus órdenes maestro.
Marcus: -sonriendo- así se habla, ahora... MUÉVETE!!!
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Rápidamente maestro y alumno comenzaron a trabajar en las armas retractiles, el sonido del metal siendo golpeado invadió el lugar, ese día vería la luz una herramienta que acompañaría al joven peliblanco no solo en su entrenamiento, si no el resto de su vida... una herramienta obsequiada por sus ancestros.
Los meses pasaron, y la nieve se caía de los árboles, pero no por el cambio de estación, ya que en esta zona el frio predomina, si no por el movimiento que provocaban los saltos de un hombre mayor, el cual era seguido por un chico de cabellera blanca como nieve, en lo que parecía ser una competencia para descubrir cual de los dos era más rápido.
−
Marcus: -agitado- vamos marica... ya ríndete, -limpiándose el sudor con el brazo- llevamos haciendo esto por mucho tiempo, solo admite que jamás serás mejor que yo.
Lincoln: -recuperando el aliento- yo no... diría mejor... si no... -sonriendo con arrogancia- superior.
Marcus: -carcajeándose- ¿tu? Vamos niño no me hagas reír, -limpiándose una lagrima- te he entrenado todos estos meses, y hasta ahora solo has llegado a igualar mi velocidad.
Lincoln: eso cambiara hoy... lo que dijiste sigue en pie ¿verdad?
Marcus: -con una mano en el pecho- soy hombre de palabra niño, tu entrenamiento terminara cuando logres acorralarme, no antes.
Lincoln: entonces no tengo tiempo que perder.
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El niño comenzó a saltar por las ramas, con la intención de llegar a su mentor, pero este apenas lo vio moverse continuo por su camino, reanudando la persecución, uno a uno los arboles comenzaban a agitarse, perdiendo la nieve que los cubría, marcando el camino por el que habían recorrido.
El hombre de avanzada edad daba todo para evitar ser atrapado, y a pesar los esfuerzos del niño y su avanzada edad, estaba muy lejos de estar cansado, pues la experiencia que tenia en este terreno lo favorecía de gran manera, mientras que, el chico por otra parte daba su mejor esfuerzo por alcanzar a su mentor, la verdad es que los primeros días lo perdía de vista apenas comenzaban, pero ahora solo estaba a un par de metros de alcanzarlo, y lo más probable es que con el pasar del tiempo, a superarlo.
El chico se balanceaba saltando entre las ramas, o columpiándose para darse impulso, pero en un mal calculo, su mano no llego a tomar la rama que se encontraba sobre él, su mentor que jamás lo perdía de vista, al notar esto dio media vuelta y regreso con la intención de sujetarlo y evitar una posible lesión, lamentablemente... estaba demasiado lejos.
Él comenzó a descender en cámara lenta, sin duda alguna no se libraría de esta, de no ser por un objeto metálico que salió por debajo de su brazo, el cual se encajó en la rama, sin duda alguna, aprovecharía esto, se abalanzo hacia enfrente y uso el impulso para elevarse por encima de su mentor.
El hombre de avanzada edad no pudo reaccionar a tiempo, perdió de vista al niño, y cuando sus ojos lograron localizarlo, esta caía hacia su dirección con un hacha entre sus manos, el hombre se cubrió ante el inminente impacto, lo que no espero es que esto era parte del plan de su pupilo, quien, en lugar de encajarle el hacha a él, la uso para cortar la rama sobre la que se sostenía, provocando así su inminente caída.
Una vez en el suelo, el anciano trato de levantarse para así seguir escabulléndose del peliblanco, pero antes de lograrlo, este le cayó encima, con su daga extendida en todo su esplendor, sus miradas se cruzaron por un instante, ambos sonrieron, el niño guardo su daga, y se levantó, liberando al hombre, el chico al fin lo había logrado, por fin lo había superado.
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Lincoln: esta vez... -extendiéndole la mano- yo gano.
Marcus: si... -aceptando su ayuda- tu ganas, -tomándolo del hombro- chico... con esto tu entrenamiento ha terminado.
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Las horas pasaron, el sol desapareció del cielo y las estrellas llenaron el firmamento, esa noche los cuatro celebraron, pues el chico al fin había terminado su entrenamiento, por fin podría regresar a casa, por fin podría regresar con su pequeña hija.
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Myrtle: -abrazándolo por la espalda- muchas felicidades mi niño.
Lincoln: gracias abuela.
Albert: -observando a su amigo- ¿entonces es todo? ¿ya nos podemos ir?
Marcus: -masticando- no.
Lincoln: ¿no? pero creí que mi entrenamiento...
Marcus: -tomando agua- tu entrenamiento ya termino, -llevándose otro pedazo de carne a la boca-pero falta ver cómo te desarrollas en una batalla real.
Albert: -frunciendo el ceño- ¿no crees que eso es un poco precipitado?
Marcus: no, -observando a su pupilo- ve esto como ir a la escuela, ya tomaste las clases, solo falta tu examen final, y si lo haces bien... -con leve tristeza- podrás cumplir lo que prometiste.
Lincoln: ¿y si no?
Marcus: -negando con la cabeza- espero que quede lo suficiente de ti para tener una segunda oportunidad.
−
Esas palabras acabaron con el festejo, la mujer de cabello castaño un pudo evitar preocuparse por su niño, el hombre de avanzada edad quería golpear a su amigo, el chico solo meditaba lo que su mentor le había dicho, y el anciano solo seguía comiendo.
Esa noche el chico se durmió temprano, por indicaciones de su mentor su última prueba sería el día de mañana al anochecer, por lo que era mejor que descansara hasta entonces, pues según sus propias palabras necesitaría de todas sus fuerzas para lo que se aproximaba.
Al amanecer el chico comenzó a prepararse mentalmente, para esta prueba no tendría permitido usar armas o herramientas, por lo que tuvo que dejar todo en la cabaña, a excepción de su ropa, y al atardecer, mentor y pupilo, padre e hijo, partieron al lugar donde seria su última prueba... una prueba de supervivencia.
Caminaron por varias horas, y el sol comenzaba a ocultarse, el chico estuvo a punto de preguntar hasta donde llegarían, hasta que su maestro se detuvo, los tres se encontraban en medio de un claro, este aún tenía un par de árboles, pero no eran nada a comparación del resto del bosque.
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Marcus: -observando a su pupilo- hasta ahora... te he enseñado todo lo que he podido, a rastrear, esconderte, huir, moverte, ... asesinar, pero todo eso son cualidades de un cazador, -señalándolo- pero tu... has venido para aprender a proteger, y eso es lo que harás.
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Su mentor busco a su alrededor, hasta encontrar a un pequeño mamífero, un conejito con un hermoso pelaje color dorado, color que por alguna extraña razón... le recordaba a alguien, este lo tomo entre sus brazos y comenzó a acariciarlo.
−
Marcus: ya has estado en la posición del depredador... ahora te toca ser la presa, tu misión es proteger a esta pequeña hasta el amanecer, y si lo logras con éxito, -entregándole el conejo- nada en esta vida te impedirá cumplir tus objetivos.
Lincoln: -observando a su mentor- no te decepcionare.
Marcus: nunca lo has hecho.
Albert: -tomándolo del hombro- cuídate mucho Lincoln... por favor.
Lincoln: eso hare papá.
Marcus: chico... -apretando los puños- yo sé que tú puedes, lo has hecho bien hasta ahora, da lo mejor de ti.
Lincoln: "todo aquel que traiciona a su sangre...
Marcus: ... no tiene derecho a llamarse familia".
−
Al terminar esas palabras los hombres de avanzada edad se retiraron, dejando al niño peliblanco atrás, un potente aullido se escuchó a la lejanía, el peliblanco solo observo hacia aquella dirección por algunos segundos, y comenzó a prepararse para lo que se aproximaba.
El sol se había ocultado hace varias horas, la luz de luna cubría todo el lugar, excepto cuando una nube pasaba, e inundaba todo en la obscuridad, el peliblanco acurrucaba al pequeño conejo para protegerlo del frio, observo a su alrededor, y solo vio la nieve que cubría el claro solitario en el que se encontraba, el chico cerro los ojos y respiro profundamente.
Lentamente comenzó a abrir sus parpados, poso su mirada hacia enfrente, chocando con otros ojos azules, pertenecientes a la bestia que se encontraba frente a él, una criatura de un hermoso pelaje color blanco, el chico observo con detenimiento a su alrededor, estaba rodeado, no importaba hacía que dirección se postraban sus ojos, una enorme hilera de dientes lo esperaba, dio un gran suspiro, agarro con fuerza su arma improvisada, y se prepara para lo que se aproximaba.
Lentamente los lobos comenzaron a acercarse, y el que estaba frente a él comenzó a correr, el chico tomo con firmeza su arma, y dio un potente grito de guerra, cuando la feroz bestia dio un salto hacia el tratando de encajar sus afilados colmillos.
El sol se encontraba cubriendo a las estrellas del firmamento, y un par de hombres de avanzada edad caminaban en medio del bosque, hasta que llegaron a un claro, donde se encontraron con lo que parecía ser un campo de guerra.
Ambos hombres continuaron su camino, hasta que llegaron al centro, donde vieron lo que parecía ser el autor de aquella masacre, pues frente a ellos se encontraba una bestia, sentada, con su pelaje blanco bañado en sangre, y sus ojos color azul no reflejaban el mínimo rastro de misericordia.
Albert al ver aquella escena no pudo evitar alterarse, provocando que quisiera correr en búsqueda de su hijo, pero su amigo, solo esbozo una enorme sonrisa, pues al estar más calmado noto lo que realmente se encontraba frente a ellos, por lo que le corto el paso, y comenzó a tranquilizarlo.
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Albert: LINCOLN...
Marcus: -tomándolo del cuello de la camisa- Albert... -golpeándolo- Lincoln Loud ya no se encuentra entre nosotros.
Albert: ¿DE QUÉ MIERDA HABLAS?
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En ese momento Marcus señalo frente a ellos, aquella bestia se puso de pie, el cuerpo sin vida del enorme y pesado can azoto contra el suelo, mostrando a un chico de ojos azules, cubierto de cortes, causados por las garras de las feroces bestias, y como su mayor sello distintivo, su cabellera blanca como nieve, cubierto con manchas rojizas, relucía cual bandera, y entre sus brazos ya hacia el pequeño conejo de cabellos dorados, el cual estaba en perfecto estado.
Lentamente el chico comenzó a acercarse a sus mentores, su abuelo no salía del shock, mientras que su maestro solo ensanchaba su sonrisa, este observo a su amigo, y con unas palabras lo saco de su trance.
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Marcus: Albert, -señalando al chico- te presento al miembro más nuevo de ERIS, posiblemente el más joven de todos los reclutas, te presento a Lincoln... -sonriendo como un lunático- EL SOLDADO DE INVIERNO.
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