Mini espías.
Daiki y Kishi tenían un pequeño secreto. Cuando su tíos querían saber algo sobre su mamá, les pedían a ellos que lo investigarán y a cambio les pagaban con dulces. Pasaba algo parecido con sus abuelos. Con la diferencia de que Mitsuki les daba galletas caseras que les duraban semanas.
En este caso, la petición venía por su querida tía Mina —la cual no era su tía de sangre pero sí de cariño y la adoraban— que tenía curiosidad por saber qué traía a su madre de tan buen humor los últimos meses. No creían que fuera la mudanza o su nueva heladera que su madre apodo "IceMan" que fue un regalo de su papá. Ellos mismo intuían que el cenizo estaba más alegre que antes y quizás algo más distraído.
Esa noche, se reunieron en la habitación de Daiki para iniciar con su plan. Su madre no podía vencerlos, ellos eran mini espías del más alto nivel y querían sus postres de chocolate que les prometió su tía como pagó.
—Mamá debe tener novio —comentó la albina segura y convencida — ¡Debe ser eso!
— ¡Pero es imposible, Ki! Mamá se la pasa en el trabajo, juega con nosotros y hasta hace que Kirishima-san venga a cenar acá porque no pueden verse después —negó con la cabeza el niño —No debe tener tiempo para un novio.
— ¡Es un novio, te lo aseguro, Dai! —exclamo la niña, que estaba tan entusiasmada con la idea que quería saltar sobre la cama de su escéptico gemelo —Lo dicen en las novelas y la tele, ¡las personas enamoradas son muy distraídas y andan siempre de buen humor!
—Mamá no está distraído —aseguró el niño —Que a mí se me olvidará el almuerzo en el auto no es su culpa.
—Pero mamá sabe que siempre lo olvidas al dormir en el auto y ese día no se acordó, ¿cierto? —habló la niña como si tuviera un argumento ganador —Incluso entro corriendo a dártelo antes de que fuera tarde.
Daiki se rió ante el recuerdo de su mamá, que siempre iba prolijamente vestido y con un aura de grandeza, corriendo hacia él con desesperación y su lonchera de los Vengadores en mano, la cara pálida porque debió salir del auto a las apresuradas y los ojos rojos ardiendo en preocupación porque él pasará media jornada muerto de hambre. Él ni se daba cuenta de su lonchera la mayoría de las veces y siempre, cómo bien decía su gemela, se la olvidaba en el asiento trasero del auto. Ese día fue en especial memorable debido a que el cenizo se olvidó también de ese típico detalle.
Pero seguía sin ser prueba de que tuviera una pareja. Debía ser otra cosa la que hizo que su mamá olvidará que él se olvidaba su lonchera constantemente.
Kishi noto el ligero gesto decaído en su gemelo y se le acercó. Quizás se había mostrado muy feliz con la idea pero era que le ponía contenta que su mamá tuviera una pareja, como su papá. Debía encontrar a esa persona y hacerle el interrogatorio correspondiente para saber si merecía el corazón de su mamá —podría pedirle ayuda a Inasa y Kirishima para eso, ellos seguro estarían de su lado—pero antes de eso, debía consolar a su gemelo, el cuál no parecía muy a gusto con esa idea.
— ¿Qué pasa, Dai? ¿Te pone triste que mamá tenga novio? —le pregunto suavemente y abrazando al niño que se acurrucó contra ella —Estabas muy feliz cuando papá nos contó de Yorashi-san.
—Pero es porque papá tiene eso —enfatizó el niño viendo como su gemela lo entendía a la perfección — ¡Es muy lindo y le gusta depender de otros! También es tranquilo y amable. En cambio, mamá es mamá.
Y con eso Daiki quería decir que su mamá era todo lo contrario a su papá, independiente, fiero e incluso salvaje. La razón porque le tenía decaído que su mamá pudiera tener novio se relacionaba a que no quería que dejara de hacer lo que siempre hacía. Tanto él como su gemela eran concientes del trato que daban ciertos alfas a sus parejas y habían visto de primera mano a varios molestando a su mamá.
—Me pone triste que cambie si tiene novio. Porque mamá es genial como es y un alfa promedio no va a entender eso —hizo un puchero el niño.
—Mamá no estaría con alguien que impidiera que sea como es. Igual que papá encontró a alguien que lo aceptará con todo su ser, mamá debió hacer lo mismo —consoló la albina a su hermano que seguía un poco insatisfecho con esa respuesta — ¡Y vamos a averiguar quién es! Empecemos con preguntarle a Kirishima-san.
El niño finalmente sonrió y decidió seguir el plan de su gemela.
Los últimos tres meses para Eijirou fueron como estar sobre las nubes. Desde ese beso en el mirador a la ciudad, su relación con Katsuki iba lentamente por un camino seguro, estable y con sus pequeñas sacudidas de adrenalina. Le encantaba cada vez más todo del omega pero debía reconocer que lo que tenía totalmente conquistado era su comida y sospechaba que el omega disfrutaba mucho de verlo comer y elogiarlo, aunque se hiciera el desinteresado con la mitad de sus comentarios.
Además, se había dado cuenta que pese a todas las protestas al inicio y empujones, a el cenizo le gustaba que se mantuviera cerca suyo, que lo abrazará, rodeará con un brazo sus hombros o le ponga las manos en la cintura. Se ponía de un lindísimo tono rojizo en las orejas cuando eso sucedía y aún si se llevaba un par gritos por ello, valía totalmente la pena. Estaba muy enamorado.
Se moría de ganas de tener una cita, una verdadera y planeada cita, con el cenizo pero todavía tenía que adecuarla a sus requerimientos. Estaban en pleno otoño, así que hacer una escalada en una montaña cercana o ir de camping eran opciones buenas, ya que el clima no era tan frío y tampoco tan caluroso para pasar largas horas en el exterior. Pero la otra vez hablaron sobre tener una experiencia en kayak y una competencia por ver quien sería el mejor, lo cual también consideraba interesante. Sin embargo, de momento, el pelirrojo sentía que no era necesario ir con prisa con el omega, le gustaban sus citas hogareñas yendo a su departamento a comer —en el suyo desde hacia semanas que en su heladera apenas había agua y un tomate— y salir a hacer las compras juntos, los paseos en el parque con los gemelos y las visitas espontáneas al Pink and Spicy cuando el omega tenía su descanso.
Era la primera vez que se sentía tan en paz en una relación y se preguntó una vez si eso sería malo. Con solo mirar al cenizo a veces bastaba para que pensará en las mil y un formar de llevarlo al orgasmo, así que su lívido por ese hermoso omega estaba más que intacto. Así que, ¿por qué se sentía tan tranquilo a su lado? Claro, su corazón seguía latiendo rápidamente cuando el cenizo le hacía algunas de sus bromas o insinuaciones —que aún no llegaban a nada, lo que hacia sospechar al policía que el cenizo hablaba más de lo que realmente podía hacer por timidez— cuando estaban a solas, pero el resto del tiempo se sentía tan sereno que podría imitar a un monje budista.
Intrigado por el tema, decidió ser sincero con el omega y preguntárselo cuando dejara a los niños en la cama después de la cena. No obstante, esa noche cuando fue como le era habitual al departamento del omega y sus cachorros, fue "secuestrado" por dos niños con pijamas idénticas de color blanco con franjas verdes.
Maldición, el bicolor y el cenizo debían dejar de vestirlos igual. Tanta lindura a primera vista era mala para el corazón del alfa.
— ¡Mamá, Kirishima-san va a jugar con nosotros un rato! —anunció Kishi.
— ¡Estaremos en nuestro cuarto! —avisó Daiki.
El policía apenas vio al cenizo en la cocina, usando un jean azul con roturas en la rodillas y una remera de color negro —toda su ropa era negra y cada prenda le quedaba más perfecta que la anterior, fuera holgada o ajustada— junto con un delantal azul marino, tenía una expresión confusa al ver a los gemelos arrastrarlo hasta la habitación pero no ha hecho el menor comentario. Él tuvo el presentimiento que tenía bastante curiosidad pero, como pareja, habían acordado tomarse las cosas con calma y darle a saber su relación a los niños cuando fuera el momento. Bakugou pensaba que con todo el tiempo que pasaba en su departamento y a su alrededor —literalmente, los niños ya los habían encontrado abrazados inocentemente en la cocina unas dos o tres veces— sus hijos ya se darían cuenta de todo y preguntarían al respecto. En caso de que pasara, le ordenó y exigió al de dientes puntiagudos que tuviera mucho cuidado con lo que pudiera responderles.
Incluso le dió una serie de pautas con lo que no podía por nada del mundo decirle a sus gemelos. Sería tan bueno recordarlo ahora mientras Daiki le ponía la dichosa peluca rosada —pensó que sería una broma— sobre su cabello y Kishi tomaba asiento en una mesa de su tamaño, mientras él se quedaba en el suelo, ya que no entraba en la diminuta silla de plástico. El niño le sirvió una taza de jugo de naranja —porque el omega insistía que no valía la pena jugar a la "hora del té" sin nada líquido— junto con unas galletas de chispas de chocolate y luego se sentó a un lado de la niña. En ese instante, pese a todas las similitudes que tenían con el omega, el pelirrojo identifico que compartían la misma aura de seriedad y presencia alfa que Todoroki. Honestamente, se sintió intimidado y se llevó la taza con juguito a la boca para hacer de cuenta que era el adulto ahí y no tenía miedo de dos niños de apenas cinco años.
Bueno, casi seis años. El cenizo había hablado mucho del cumpleaños de los niños y sería mentira el decir que no estaba ahorrando para una linda fiesta y regalos.
—Kirishima-san, usted es un hombre honesto, ¿no? —cuestiono primero la albina viéndole seriamente y cuando el alfa asintió, sonrió satisfecha — ¿Le importa mucho mamá? —otro asentimiento, más decidido y enérgico — ¿Lo quiere?
Eijirou se sonrojo hasta las orejas. Le había dicho a Katsuki muchas veces que le gustaba y le atraía, sin pudor ni vergüenza. Pero de ahí a admitir delante de una de sus hijos que lo "quería" era vergonzoso. Más sintiendo que querer se quedaba corto en relación a sus sentimientos.
Pero aún así, Kishi necesitaba una respuesta.
—Sí, lo quiero —respondió firme.
Después de eso, le pareció escuchar un pequeño ruido que venía fuera del cuarto, pero no tuvo tiempo de prestarle atención cuando la pequeña albina volvió a la carga. Una vez superaba su miedo por los alfas y entraba en confianza, era casi tan enérgica como su gemelo. A el pelirroja le resultaba todavía más adorable con eso.
—Entonces, ¿nos puede ayudar a Dai y a mi a averiguar si mamá tiene novio? —pidió la albina con gesto suplicante —La tía Mina nos pidió que investiguemos porqué mamá está tan contento últimamente. Creemos que puede ser debido a que tiene novio.
—Crees —dijo Daiki tomando su juguito —Yo tengo mis dudas.
Kishi ignoro lo que dijo su gemelo y miro al oficial, pero este se había quedado en una pieza sin saber si debía reconocer de inmediato su relación con el omega o darle largas a los niños hasta que entendieran la indirecta. Estaba tan nervioso que se bajó todo el juguito de un solo trago.
—Uhm, ¿y por qué no se lo preguntan a Bakugou directamente? —preguntó el pelirrojo.
—Porque es un trabajo secreto. La tía Mina no nos dará el pago si mamá descubre lo que pidió —explicó la menor —Necesitamos ser discretos. Es un trabajo de espionaje, Kirishima-san.
—Comprendo —asintió el de dientes puntiagudos — ¿Quieren que sea yo su infiltrado y se lo pregunté?
— ¡Sí, por favor! —pidió la albina.
Eijirou pensó que no era un problema tan grande. Saldría de la habitación e iría a la cocina a hablar con Katsuki. Él sabría qué decirle exactamente a los gemelos y lo harían juntos, era sencillo. Pero no quiso irse todavía porque noto que Daiki estaba bastante callado y un poco caído como para ser normal, nervioso y asustado, preguntó.
—Daiki-kun, ¿no te gusta la idea de que tú mamá tenga novio?
El menor le miró como si le soprenderia lo fácil que lo descubrió. Quizás había sido muy obvio al respecto. Después de todo, solamente su gemela, su mamá y su tío Touya logran saber exactamente cómo se sentía en ocasiones. A su papá le costaba un poco ya que era muy bueno escondiendo sus emociones detrás de una actitud alegre. Daiki jugó con sus manos, un gesto nervioso que le pasaba de vez en cuando y reconoció en voz baja lo siguiente.
—Me da miedo que si mamá tiene una pareja alfa cambie —murmuró —Porque a los alfas no les gustan los omegas como mamá. Y yo amo mucho a mamá y no quiero que cambie por un alfa idiota.
Eijirou se quedó con la boca abierta, de todas las cosas posibles, nunca espero que el niño le saliera con una de esas y estaba haciendo una expresión tan triste, con esa carita idéntica al cenizo, que tuvo deseos de abrazarlo de inmediato. Pero antes de que pudiera hacerlo, la puerta se abrió de golpe y el cenizo entero, cruzado de brazos y con el delantal todavía puesto, se acercó a su hijo y lo cargo en brazos, mirándole directamente a los ojos rojos idénticos a los suyos, declaró con firmeza.
—Yo jamás voy a cambiar por ningún maldito alfa, Daiki. A la mierda con el que lo intente —le prometió a su hijo cuyos ojitos rojos brillaron —Soy una omega con una personalidad jodida y lo sé bien. A quién le guste eso bien y a quien no, también. No voy a ir por la vida mendigando amor, hijo, porque sé lo que me merezco y más.
—Sí...—asintió el niño con una enorme sonrisa — ¡Eso quería escuchar!
El cenizo sonrió complacido de que el pequeño hubiera aprendido su punto, le bajó al suelo y luego, agarrando al policía por el cuello de la chaqueta, lo puso delante de las caras de sus pequeños.
—Y para que lo sepan, es este alfa con quién estoy saliendo.
Las caras de sorpresa de Daiki y Kishi fueron de tal magnitud que el omega tuvo que describirlas por media hora a su ex-esposo. Al parecer, a los gemelos no les pasó por la cabeza que el pelirrojo era su pareja, lo veían más como un "amigo sobreprotector" —en su defensa, su mamá tenía varios de esos— y aunque si bien notaron que el cenizo era más permisivo con el policía que con otros —a sus tíos no les dejaba que lo abrazaran ni tocarán por mucho tiempo— pensaron que se debía solamente a que conectaban bien y tenían cosas en común.
Se sintieron un fracaso como mini espías pero como su mamá se llevó unas buenas carcajadas por la manera en que el alfa explicaba todo en medio de murmullos y tartamudeos —todavía con su peluca rosada— para que no le tuvieran odio, les dijo que podían cobrarle la recompensa a Mina y solo decirle que estaba de buen humor debido a que ganó un pequeño concurso en el supermercado que le dió una licuadora gratuita. En el Pink and Spicy todavía no se habían dado cuenta de cierto atractivo policía que venía a almorzar con el cenizo tres veces a la semana y a el omega le gustaría que se siguiera manteniendo así.
Kishi y Daiki aceptaron eso, sin saber que el omega también lo hizo ya que gracias a ellos, mientras escuchaba a escondidas la conversación que mantenían con el alfa —le preocupaba que se le escapará algo inapropiado para los jóvenes oídos de sus hijos— pudo enterarse que lo quería.
Bakugou estaba bastante complacido de saberlo y se lo debía a sus pequeños mini espias.
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