Capítulo 7.

Estaba sentado a horcajadas sobre Minho en algún recoveco del callejón más olvidado de Seúl, su boca aprisionó la mía y su lengua reclamó el control de la misma apenas se encontraron, exploró mi cavidad déjame por poco sin oxígeno. ¿Cómo llegamos aquí? No lo sé, mi último pensamiento racional se fue a la basura cuando en el camino一a no sé dónde一su mano se coló sobre mi muslo y subió hasta mis tetillas, dándole pellizcos y haciéndome gemir en el proceso. De ahí mis recursos acaban en mí, desabrochándome un poco mi cinturón de seguridad para lograr más acceso a él, de ahí lo demás es basura circunstancial en donde termina alejándose de las calles para estacionarse en el callejón más recóndito de la ciudad.

一Hueles delicioso, a fresas. 一soltó sin pensar, mientras aspiraba el aire por su cuello.

Se suponía que a estas alturas la vergüenza no debía de tomar cabida en él, puesto que ya había pasado de todo con Minho hasta ahora. ¿Entonces porqué carajos se estaba sonrojando como una estúpida colegiala cuando alguien se le declara por primera vez?

一Déjate de decir idioteces y sólo bésame. 一quiso sonar fuerte, mas sólo salió como un débil susurro.

Minho lo tomó del mentón, quería grabar en su cabeza esos pequeños detalles de parte del más bajo, ese sonrojo, el momento en sí compartiendo algo juntos, aunque por este instante fuera sólo sexo, más tarde sería algo mejor y maravilloso.

一Bésame. 一demandó.

一¿Qué? 一preguntó con un signo de confusión, ¿Y es que acaso no se estaban besando ya?

一Quiero que tú seas el que me bese.
一aclaró一. Toma el mando.

Jisung se sentía un poco nervioso por eso, sinceramente era Minho quien siempre iniciaba todo, incluso cuando lo tomó era él quien disponía de su cuerpo, mas no lo contrario. Con manos temblorosas definió el pómulo de su cara y la acarició, sus dedos tocaron sus labios, pasando el dedo pulgar por todo el contorno y su labio se tiñó de rosa fuego al instante, como adelantándose al acto no realizado. Acercó su rostro con una lentitud que no sabía que tenía y sus labios se enfrentaron en aquel laberinto de emociones encontradas.

Raramente todo fue diferente, pudo disponer de el contrario con gusto y lentitud, sus labios danzaron de manera lenta, como volviéndose a conocer de nuevo. Sentía cómo todo comenzaba a desvanecerse dentro de él mismo, sólo existían en ese momento Jisung y Minho, nadie más; ni el estúpido de su jefe, ni las deudas, ni siquiera que el propósito real por el cual se estaban besando era porque él estaba vendido con Minho absolutamente nada. Subió ambas manos alrededor del cuello de Minho tan despacio, como temiendo su propio acto.

Minho al notar la lentitud en que las manos contrarias subían a su cuello, con miedo, tomó ambas y las alzó él mismo. Siguió dejando al mando a su compañero, hoy quería hacer las cosas diferentes, quería sentirlo de una manera en la que los dos se sintieran iguales, donde no pareciera exigencia el acto, sino un momento de placer para ambos.

El corazón de Jisung comenzó a latir más rápido de forma repentina, quería calmarlo, sin embargo, no podía. El tiempo se le hizo indefinido en ese preciso instante, tomó valor cuando Minho agarró sus manos y las alzó él mismo en una invitación silenciosa para que él tomara valentía de tocarlo. Con ansias empezó un beso más demandante, sus lenguas chasquearon, haciendo un sonido obsceno al salir por fuera y luchar por el poder de la otra.

一Tómame ya. 一pidió, abriendo los ojos mientras los fijaba en el contrario.

Sus miradas conectaron en una especie de trance, sólo fijándose una a la otra.

一Desearás más cuando terminemos.
一contestó en una especie de broma pícara, curvando una sonrisa de lado. Sus dedos pasearon por sobre la clavícula, siguiendo el curso hasta sus tetillas, dibujando levemente su contorno sobre la ropa para finalmente descender hasta el botón de su pantalón y se decidió por empezar a desvestir al menor cuando éste no hacía más que que atacar su cuello a su paso y avanzó hacia su oreja, chupándola con frenesí.

Las posturas en que se mantenían debido al incómodo espacio en el carro pareció no importar cuando Jisung logró bajarse los pantalones hasta el tobillo con una agilidad que ni él mismo creía, su camisa salió volando a los asientos de atrás junto a la de Minho y luchó contra la hebilla del cinturón de Minho al no ser capaz de quitárselo en ese instante. El mayor con una sonrisa alejó sus manos, quitándose él mismo aquel objeto del infierno como Jisung creía ahora. Reuniendo valor, Jisung inició otro fogoso beso contra la boca contraria.

A Minho no le tomó nada asimilar que su pequeño estaba tan caliente, que no aguantaría más. ¡Joder! Él mismo estaba en igualdad de condición, pero no debía ser una bestia y debía actuar pensando en su compañero, así que improvisando, le ofreció tres dedos a Jisung. Él captó la indirecta en el momento, ensalivó sus dedos lo mejor que puedo y cuando creyó que era suficiente, metió el primer dedo en su entrada muy despacio para que se fuera adaptando a la intromisión. Sintió las uñas de Jisung clavarse en su espalda descubierta, pero no le tomó atención, el rostro de satisfacción de su ángel era lo único que su cerebro captaba.

Su preparación fue de lo más cuidadosa, como sí Minho tuviera miedo de romperlo y tuviera que tratarlo como un frágil cristal, sin embargo, el contemplar esas orbes cafés llenas de lujuria supo que para él también era una tortura tratarlo de esa forma; cuando sintió una intromisión en su entrada, se dio cuenta que llevaba atrapado mucho tiempo viendo esos ojos, que su canal ya estaba completamente dilatado.

El entrar en Jisung se sentía tan sublime. Su entrada era apretada que le costó un poco ingresar por completo en ello, a pesar que de que había tardado preparándolo. Sus dientes ansiaron la piel ajena, dándose gusto, se acercó el cuello contrario para atacarlo con una mordida algo fuerte en su hombro, marcando territorio. Escuchó gemir a Jisung, pero lo que pensó que era un sonido de dolor al principio, cambió por placer a los segundos.

Sus caderas iniciaron ese vaivén placentero, sus pieles chocaron y colisionaron juntas, ambos cuerpos se complementaron. Sus manos pasearon toda la piel ajena, conscientes de cada parte que marcaban el uno del otro y sus bocas danzaron al encontrarse, aceptando gustosas lo que ofrecía la una de la otra. El espacio reducido no fue impedimento para que lograran una posición cómoda en la que ambos podían disfrutar del cuerpo contrario.

El no haberle puesto unas esposas en esta ocasión, había sido una sabia desición, se dijo Minho, así podía disfrutar de las caricias en la espalda y abdomen que le proporcionaba el más bajo. Descendió la mano derecha hasta tener en su palma el pene de Jisung, tomó tomó e inició un vaivén con su mano; pasó sus dedos por sobre la anchura y contextura, cayendo en la cabeza del miembro mientras provocaba caricias. Sí iban a disfrutar juntos, debían estar a la par, fue lo que le motivó a hacer su acto.

La mano de Minho sobre su miembro lo llenó de placer. Su entrada se contrajo, sintiendo cómo en ambas partes su sistema ardía por tantas satisfacción y dejándose llevar por el momento, él igual clavó gran parte de su dentadura sobre el hombro ajeno. Tratando de no pensar en sus acciones, se limitó a acelerar el vaivén de sus caderas, sus uñas rasgaron sin previo aviso la espalda del contrario y para tratar de callar la boca ajena, su lengua metió en ella. Su pulso se había elevado en límites inconcebibles, pero cuando esa lengua se separó de él, se sintió completamente frustrado.

Pudo observar el signo de reproche en esa acción, sin embargo, cuando su lengua rodeó el pezón de Jisung y le dio un leve tirón, lo único que sus ojos eran capaces de ver era placer en su estado puro. Unas cuantas lágrimas resbalaron sobre la mejilla del contrario y cuando su piel comenzó a tornarse de rojo vivo, supo Jisung se encontraba al borde de un orgasmo.

Su mano izquierda agarró la nuca contraria, logrando que Minho estampara sus labios de nueva cuenta en su boca. Saboreó su labio inferior, sintió ese sabor cítricos de él y le propinó una gran mordida, no pudiendo contenerse, el hilo de sangre fue saboreado en su boca como un manjar. Jisung no había dado un beso con esa agresividad, pero desde que Minho apareció en su vida, parecía repetirse una y otra vez. El cosquilleo en su vientre le hizo saber que llegaba el momento, alzó a Jisung sobre sí y volvió a penetrar con rudeza, su mano bombeó con más fuerza el pene en esta, todo el acto sin separarse de esa boca ajena, el largo gemido que escapó de la garganta de Jisung le hizo venirse también. Lo vio tener el orgasmo con esas expresiones que le sentaban de maravilla, nariz roja, mejillas sonrojadas a más no poder y esa boquita toda roja e hinchada por no haberse separado de ella con anterioridad y sus ojos, ¡Dioses! Completamente dilatados ante el creciente esfuerzo.

Después de haber tomado un instante para calmar su respiración por su agitación, Jisung vio la mano contraria manchada de su semen y fue consciente de cómo Minho descansaba su cuello y él ni enterado por apenas salir de su ensoñación.

一Tienes la mano manchada.

一¿Esto? 一levantando el rostro, mostró su mano一. No te preocupes, hay toallas en la guantera. 一emitió sin importancia一. Aunque me podría acostumbrar a permanecer dentro de ti después de estar juntos. 一Minho sonrió al ver cómo sus mejillas, ya blancas, volvían a colocarse de carmesí de nueva cuenta.

一Eres un idiota. 一contestó, dándole un zape一. Sal de una vez, ¡Joder!

一Lo haría, sí alguien se bajara de mí.

一¡Pues bájame ya!

一Ya, ya, ya. Espera, no te muevas tanto, sólo espera... Ya, al fin. 一suspiró cuando salió de él.

一¿Eso era lo que no podías hacer antes? 一preguntó, refufuñando en su asiento de al lado.

一Lo siento, ¿Vale? Me distraje con tu rostro. 一dijo sin atisbo de duda.

一¡Ashh! Tú eres imposible. 一atinó a decir cuando sentía que sus mejillas no dejaban de enrojecerse por culpa de Minho.

一Me gusta verte así.

一¿Cómo? 一preguntó confundido.

一Ya sabes, sonriendo a pesar de todo.

El silencio inundó el auto, no sabía que responder a eso. ¿Se supone que un gracias estaría bien, no? No, para nada, odiaba no saber qué decir y con Minho siempre le pasaba lo mismo, cómo lo odiaba. Suspiró, no, no lo odiaba, no podría, se dijo viendo esos hoyuelos hacer acto de presencia cuando lo miró y le dedicó esa sonrisa.

一Yo... 一comenzó, pero fue cortado por ese horrible timbre de teléfono, que por cierto, ¿Dónde carajos lo metió?

一Está en la mochila, creo, en la parte de atrás. 一señaló los asientos, mientras se limpiaba la mano con esos pañuelos que sacó de la guantera.

Asintió y se dispuso a buscar el celular, por suerte o mala一ya no sabía ni definir一lo encontró a la primera. Mala idea, debió saber que nada bueno saldría el día de hoy.

一Diga. 一preguntó con cautela.

一Buenas tardes, bebé. 一odiaba a ese hombre con toda su alma, cuánto le picaba la lengua por decir algo en contra, mas, no lo haría.

一¿Qué sucede?

一Necesito que vengas ahora, tengo una propuesta para ti. 一o no, señor, que Dios lo amparara, porque ese hombre acabaría con él hoy de seguro.

一¿De qué tipo?

一Negocios.

Tragó una gran bocanada de aire y después lo soltó, ¿No le quedaba decir no, cierto?

一De acuerdo, iré pronto, sólo dame media hora para llegar.

一Está bien, no tardes. 一le colgó con eso último.

Fin de la llamada.

Volteó hacia adelante, subiéndose los pantalones con la misma agilidad que los bajó y cerró sus ojos, no sin antes notar el ceño fruncido de Minho, suponía que por la llamada.

一No podré acompañarte hoy, tengo asuntos que atender. 一confesó.

一¿A quién vas a ver? 一preguntó casi gruñendo, su buen humor se fue por el caño tras saber cómo su ángel se iría de él, a pesar que pensó que pasarían el día juntos. ¡Ja! Que equivocado se halló al pensar eso.

一Mi hermana necesita de mí en la guardaría. 一mintió con descaro, pero puso una cara tan sincera al decirlo que Minho terminó creyéndole. Era un idiota total, se dijo cuando observó sus ojos cafés mirarlo con preocupación.

一¿Qué tiene Rose? 一preguntó con cariño.

一Nada, no te preocupes, es sólo cosas que necesita del diario.

一Vale. 一terminó por asentir一. Te llevo.

一No, no es necesario, llamaré un taxi.
一dijo, marcando el número del último. Sí, aquel sujeto que se preocupó por él hacía unos días, se lo había anotado en el brazo antes de marcharse y él ni se dio cuenta con todo lo que llevaba encima. Fue un logro que antes que cenara con su hermana, pudiera distinguir los números previos a que se borraran de su piel.

Marcó el número anotado, no tuvo que esperar mucho tiempo antes que le contestaran. Fue rápido, pensó, le dio las gracias y colgó; el sujeto fue amable y lo reconoció al instante por teléfono, fue bueno no tener que dar explicaciones a dónde se dirigía, lo cual hubiera sido malo dada su situación.

一Ya vendrá, que bueno que hay un poste con la dirección o sino no hubiera sabido siquiera dónde estábamos. 一confesó.

Le sonrió, parecía decir la verdad, por eso no dijo nada y sólo salió del callejón para hacerse visible al conductor que lo vendría a buscar, claro, poniéndose las ropa de nueva cuenta sobre sus cuerpos.
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