Sin título
Llevaba horas viendo el mismo charco. Las gotas habían caído una a una, manchando el cielo con su calida presencia. Pero ahora el líquido se había enfriado lo suficiente, adoptando la misma temperatura que los azulejos. La física parecía interesante de vez en cuando. Empezaba a aburrirse, su mente estaba en blanco. Trataba de invocar imágenes, un pensamiento, algo, mas nada aparecía. Su cabeza estaba tan vacía...
Movió lentamente su mano hasta donde se encontraba el pequeño charco y palpó la superficie dos veces, sintiendo como el contacto frío mojaba su dedo. Se preguntó de dónde venían los sentidos y si estos eran reales. Era una pregunta retórica, sin respuesta que le satisfaciera lo suficiente. Entonces introdujo parte de su pulgar, coloreando de rojo su piel, para luego poner su mano frente a sus ojos. Analizó cada una de las líneas que formaban su huella dactilar, contando los círculos y curvas y admirando como estos absorbían el color rojo. Una gota cayó al suelo.
Él pintó su rostro, trazó una línea extensa pero la pintura usada fue tan escasa que solo era posible ver una diminuta estela modelando abajo de su ojo izquierdo. ¿Cómo había llegado hasta ese momento? Se preguntó, tratando de recordar. Su cabeza no dejaba de punzar y su cuerpo temblaba. ¿Realmente valía la pena recordarlo? Chasqueó la lengua y se puso de pies, limpiándose la mano en el negro pantalón. Ya nada importaba.
Caminó a paso lento por la habitación, fijándose por primera vez en todos los detalles que lo rodeaban a pesar de la oscuridad del cuarto. Las cortinas se mecían con pereza cuando la ventisca las tocaba, había vino derramado en el suelo y algunos trozos de vidrio esparcidos alrededor de cada mancha, de cada charco, como evidencia de la discusión que se había llevado a cabo horas atrás. El ambiente helado de la noche le hizo dar un respingo y tuvo que resistir la tentación de introducir las manos dentro sus bolsillos, recordando que ceder al frío era signo de debilidad.
Se dio el lujo de respirar, de sentir cómo el oxígeno se acomodaba a través de su tráquea hasta llegar a los pulmones. Contuvo el aire durante unos segundos, parando su caminar. Incluso cerró los ojos mientras exhalaba. La calma después de la tormenta era agradable.
Le tomó menos de un minuto, pero podía jurar que fue lo que más había disfrutado de la noche. Ni siquiera el ritmo de la música podía compararse a esa sensación de paz que se apoderaba vorazmente de su cuerpo, impidiendo el desarrollo de cualquier otra emoción. Disfrutaba mucho estar tranquilo, era una sensación embriagante. Siguió caminando, agradeciendo que su mente siguiera en blanco.
Tocó la puerta con suavidad, abriéndola lo suficiente para poder pasar. Las luces encendidas que habían en el pasillo le permitieron iluminar la zona que permanecía en penumbras. Volteó su cabeza y sus ojos se posaron inmediatamente en el cuerpo que permanecía tendido en el rincón más apartado de la sala. Solo podían apreciarse las piernas arropadas por un pantalón de vestir y zapatos de cuero, pero eso fue suficiente para hacerlo sonreír. Eso marcaba el final de todo, su final.
Satisfecho, salió del cuarto sin volver a mirar atrás.
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